SELLO, SELLADURA

I. En el Antiguo Testamento

En el Cercano Oriente, donde se han recuperado muchos miles de sellos individuales, los sellos grabados eran comunes en tiempos antiguos. Los hebreos usaban un término general que no especificaba la forma del sello mismo (ḥōṯām; egp. htm). Los variados usos de dichos sellos eran muy semejantes al uso que se les da en tiempos modernos.

a. Usos

(i)      Como marca de autenticidad y autoridad. Así, Faraón entregó un sello a José como representante suyo (Gn. 41.42), y Asuero sellaba los edictos reales (Est. 3.10; 8.8–10). La acción describe la entrega de la palabra del maestro a sus discípulos (Is. 8.16) y la de Yahvéh otorgando autoridad a Zorobabel (Hag. 2.23; cf. Jer. 22.24). Para un ejemplo no bíblico de sellos delegados en un pacto, véase Iraq 21, 1958.

(ii)      Para certificar documentos. El sello se imprimía en la arcilla o la cera (* Escritura). Así, sus amigos fueron testigos de la carta de venta concertada por Jeremías (Jer. 32.11–14), Nehemías y sus contemporáneos atestiguaron el pacto (Neh. 9.38; 10.1), y Daniel una profecía (Dn. 9.24).

(iii)      Para asegurar fijando un sello. Así, un documento en arcilla dentro de su sobre u otro receptáculo, o un rollo atado con una cuerda a la que se fijaba un terrón de arcilla con la impresión del sello, podía ser examinado y leído únicamente cuando hubiese roto el sello una persona autorizada (cf. Ap. 5.1s). El que una profecía (Dn. 12.9) o libro (Is. 29.11) estuviesen sellados era, por consiguiente, símbolo de algo aun no revelado.

A fin de impedir el ingreso de personas no autorizadas se sellaban las puertas mediante un cordel o arcilla, con el sello a través de la abertura, entre la puerta y su cerradura. Esto se hizo en el caso de la fosa de los leones en Babilonia (Dn. 6.17; Bel y el Dragón 14), y se hacía con las tumbas (Herodoto, 2.121; cf. Mt. 27.66). Las apiñadas escamas del cocodrilo se comparaban a un objeto sellado (Job 41.15).

Metafóricamente el sello representaba lo que estaba debidamente asegurado, como es el caso de los pecados del hombre ante Dios (Dt. 32.34; Job 14.17), quien es el único que tiene autoridad para abrir y para sellar (Job 33.16). Dios pone su sello como señal de algo acabado (Ez. 28.12). La metáfora en Cnt. 4.12 probablemente indique castidad.

b. Forma

Con la invención de la escritura en el 4º milenio a.C. los sellos se usaron en grandes cantidades. El sello cilíndrico era el más común y se hacía con arcilla, aunque sellos de otros tipos también existían en esa época. En Palestina,. debido a influencias mesopotámicas (con frecuencia a través de influencias sirias y fenicias) y egipcias, se usaron sellos cilíndricos y en forma de escarabajos en el período cananeo. Estos últimos predominaron para uso sobre terrones de cera o arcilla agregados a papiros. Con la monarquía prevalecen los sellos de estampar de tipo “botón”, conoides o escaraboides.

El sello tenía un agujero a fin de que se lo pudiera llevar colgado mediante una cuerda alrededor del cuello (Gn. 38.18; Jer. 22.24; Cnt. 8.6) o mediante un alfiler para prender en la ropa. En algunos casos quedan indicios de estos procedimientos. Los sellos escaraboides o sellos de piedra se montaban en anillos que se usaban en la mano o el brazo (Est. 3.12).

c. Materiales

Los pobres podían comprar sellos grabados toscamente, hechos en barro cocido, betún, piedra caliza, frita, o madera. La mayoría de los sellos, empero, se grababan especialmente por un experto fabricante de sellos que se valía de grabadores en cobre, una rueda de corte, y a veces un pequeño taladro de arco, quizás “el cincel de hierro y con punta de diamante” (Jer. 17.1; * Artes y oficios), para trabajar las piedras semipreciosas duras (* Arte). En Palestina, como en otras partes, se usaban frecuentemente la cornalina, la calcedonia, el ágata, el jaspe, el cristal de roca y la hematita importados. Los escarabajos egipcios importados eran de esteatita vidriada y, posteriormente, de compuestos vidriados.

Dos piedras grabadas (Ex. 28.11–23; 39.8) se fijaban en las hombreras del sumo sacerdote. Las finas piedras y obras artesanales hicieron que estos sellos de piedra o anillos con sello (heb. ṭabba˓aṯ; ac. ṭimbu˒u) se usaran como ornamentos (Is. 3.21), ofrendas votivas, o para fines sagrados (Ex. 35.22; Nm. 31.50), como el grupo de sellos en el santuario cananeo en Hazor, o como *amuletos. El heb. ṭabba˓aṯ se usa también para anillos en general (Ex. 25.12).

d. Modelos

Antes de la monarquía los sellos cilíndricos seguían el estilo fenicio o sirio, con figuras, dibujos llenos, hileras de hombres o diseños característicos de las diferentes modas predominantes en diversos períodos en Mesopotamia. Los sellos palestinos posteriores, generalmente en forma de óvalo, tienen representaciones de leones (véase IBA, fig(s). 52), de esfinges (querubines) o leones alados con cabezas humanas, grifos o el áspide alado sagrado (uraeus). Los motivos egipcios, con la flor de loto, el símbolo ankh de la vida o el Horus niño, aparecen frecuentemente. Escenas de culto, deidades sentadas, animales y aves parecen indicar que este tipo de arte no ofendía el sentimiento religioso hebreo. Después del ss. VII a.C., sin embargo, la mayoría de los sellos llevan únicamente una inscripción de dos líneas.

e. Inscripciones

Se han recuperado más de 200 sellos hebreos inscritos con los nombres de sus propietarios. El nombre puede aparecer solo, o seguido del nombre del padre, o de un título. Varios de los sellos pertenecieron a servidores reales, descritos como “siervos del rey”. El que más se destaca es el sello de jaspe “de Sema, siervo de Jeroboam” (e. d. Jeroboam II), encontrado en las excavaciones en Meguido. Otro muestra un gallo, con una inscripción que reza: “de Jaazanías, siervo del rey”, y podría indicar como propietario al Jaazanías de 2 R. 25.23, o a un contemporáneo del mismo nombre (Jer. 35.3; 40.8; cf. Ez. 11.1). Los sellos se imprimían en terrones de arcilla, y se han encontrado algunos que llevan en el reverso las marcas de los documentos de papiro que una vez aseguraban. Uno de tales sellos, denominado bulla, había sido estampado con el sello “de Gedalías mayordomo”. Se la encontró en Laquis, y puede haber pertenecido al gobernador de Judá (2 R. 25.22–25; para el título cf. 2 R. 18.18, y * Sebna). Hay una impresión que resulta particularmente importante porque su fecha es segura. Este sello tiene la inscripción “de Jozera, hijo de Hilcías, siervo de Ezequías” (IEJ 24, 1974, pp. 27–29). Ezequías fue rey de Judá, e Hilcías padre de su mayordomo (2 R. 18.18, etc.). Varios hombres tienen la denominación de “hijo del rey”, si bien no está claro si se trataba de miembros de la familia real o de una comunidad palaciega más amplia. También incierta es la identidad del amo en el sello inscrito “de Eliaquim, criado (na˓ar) de Yaukín”. Yaukín puede haber sido *Joaquín, rey de Judá, pero los amos que se mencionan en los otros sellos inscritos de este modo no eran todos reyes. Algunos sellos sin duda pertenecieron a mujeres, p. ej. el sello de una Ana (ḥnh; PEQ 108, 1976, pp. 59–61), o “de Abigail, mujer de Asaías”.

El valor de estos sellos radica en la variedad de nombres hebreos que revelan, no todos conocidos por el AT (p. ej. Gamarías, Halasías). Los títulos que dan a conocer amplían nuestro conocimiento del sistema administrativo. El gran número de sellos, muchos de los cuales no llevan ningún diseño aparte de los nombres correspondientes, supone una difundida capacidad de lectura en el relativamente pequeño estado de Judá, de donde proviene la mayoría de los sellos.

Importante información histórica suministra una colección de selladuras en arcilla y algunos sellos en asas de jarras, que según parece contienen los nombres de tres gobernadores posexílicos de Judá (Elnatán, Joezer, Azai), todos ellos denominados peḥa, que deben ser ubicados después de Zorobabel y antes de Esdras. Estos nombres no se conocen por otras fuentes. (Véase N. Avigad, Bullae and Seals from a Post-Exilic Judaean Archive, 1976.)

f. Asas de jarras selladas

Las excavaciones efectuadas en Palestina han proporcionado alrededor de 1.000 asas de jarras que llevan impresiones de sellos. Algunas parecen ser marcas de alfarería real (cf. 1 Cr. 4.23) que indican el lugar de manufactura. Las impresiones son generalmente de escarabajos de cuatro alas o rollos voladores con la inscripción “del rey” (lammeleḵ) arriba, y (abajo) una indicación de lugar, p. ej. Hebrón, Zif, Soco, y mmšt. Otros tienen nombres (quizá el del alfarero), p. ej. Sebnaías, Azarías, Jopías. Asas de este tipo se han encontrado en cantidad en Meguido, Laquis y Gabaón. Un grupo de impresiones de sellos fiscales inscritos yhd (Judá) en arameo y fechados 400–200 a.C. son de especial interés (* Dinero; BASOR 147, Oct. 1951, pp. 37–39; 148, dic. 1957, pp. 28–30; IEJ 7, 1957, pp. 146–153).

Bibliografía. (1) Sellos palestinos: A. Rowe, Catalogue of Egyptian Scarabs in the Palestine Archaeological Museum, 1936; B. Parker, “Cylinder Seals of Palestine”, Iraq 11, 1949; J. Nougayrol, Cylindres sceaux et empreintes … trouvés en Palestine au cours des fouiles régulieres, 1939; A. Reifenberg, Ancient Hebrew Seals, 1950; A. Reifenberg, Ancient Hebrew Seals, 1950; D. Diringer, en DOTT, pp. 218–226. (2) Para otros sellos del Cercano Oriente: H. Frankfort, Cylinder Seals, 1939; D. J. Wiseman, Cylinder Seals of Western Asia, 1958.

D.J.W., A.R.M.

II. En el Nuevo Testamento

a. Uso literal

El verbo sfragizō (sustantivo sfragis) se usa ocasionalmente en el NT en sentido literal, p. ej. para la selladura de la tumba de Cristo después de su sepultura (Mt. 27.66; cf. Ev. Petr. 8.33; la selladura de Satanás en el abismo (Ap. 20.3) y la del rollo apocalíptico para evitar que sea leído por quienes no estan autorizados (Ap. 5.1–8.1, pass.). La práctica de “sellar” mencionada en este último contexto no era menos familiar a los judíos que a los romanos (cf. Ap. 22.10, donde no se “sellan” los logoi porque “el tiempo está cerca”, y deberán usarse en forma inminente; véase el contraste con Dn. 12.4, 9).

b. Uso figurado

(i)      En Ro. 15.28 Pablo se refiere a su intención de entregar una contribución (koinōnia) de los gentiles a los santos en Jerusalén, por lo que había “sellado” (sfragisamenos) su ofrenda (véase °bj, °ba). Posiblemente esto suponga alguna garantía de su honestidad (“bajo mi propio sello”, neb), pero de todos modos denotaría la aprobación de Pablo de la acción de los gentiles (como piensa Teodoro de Mopsuestia; cf. Jn. 3.33, pasaje en el que se emplea esfragisen para la “aprobación” humana de la verdad de Dios, y Jn. 6.27, donde se utiliza precisamente la misma forma del verbo con respecto a la confirmación de Cristo por parte de Dios).

(ii)      Un empleo poco usual de la palabra sfragis, que todavía tiene el sentido de “autenticación”, aparece en 1 Co. 9.2, donde Pablo describe a sus convertidos en la iglesia de Corinto como el “sello” de aprobación que dio Cristo a su apostolado, o sea la reivindicación de su apostolado.

(iii)      En las consideraciones sobre la ejemplar fe de Abraham en Ro. 4, Pablo menciona el sēmeion de la circuncisión como el “sello” (v. 11) de confirmación de una justicia que existió, por fe, antes de haberse instituido el ritual mismo. Este uso del término “sello” es comparable al de Apocalipsis (Ap. 7.2–8; 9.4), donde se describe a los siervos de Dios como “sellados” con “el sello del Dios vivo” (7.2s; cf. Ez. 9.4; Ap. 14.1), no sólo como salvaguardia sino también como marca de posesión. A. G. Hebert piensa (TWBR, pp. 222) que estos pasajes “encuadran fácilmente dentro de un contexto bautismal”.

III. El sello del Espíritu

Una importante imagen neotestamentaria relaciona sfragis con pneuma. La caracterización paulina de la herencia cristiana en Ef. 1, por ejemplo, puede verse sobre un fondo lleno de esperanza cristiana. Por lo tanto, en el vv. 13 se describe a los cristianos de Éfeso como “sellados con el Espíritu Santo de la promesa”; han recibido a su tiempo, vale decir, un anticipo de lo que llegarán a ser en la eternidad. Una vez más este uso de “sellados” incluye el concepto de “posesión” (cf. 2 Ti. 2.19; Gá. 6.17). En forma similar, a la mención del Espíritu Santo en Ef. 4.30, en el curso de una exhortación a observar un comportamiento semejante al de Cristo, sigue la frase aclaratoria, “con el cual (en hō) fuisteis sellados para el día de la redención”; mientras que en 2 Co. 1.21s se describe a los creyentes como “ungidos” por Dios, el que también “nos ha sellado” y nos ha dado el Espíritu Santo como garantía eterna. Tenemos que considerar la naturaleza de este “sello”, como así también el momento y los resultados de este “sellamiento”.

a. La naturaleza del sello. Considerable discusión ha ocasionado este punto. R. E. O. White, por ejemplo (The Biblical Doctrine of Initiation, 1960, pp. 203 y n.), entiende que los aoristos de sfragizō en Ef. 1.13; 4.30; 2 Co. 1.22 están referidos al don del Espíritu, que actúa como “sello divino en el bautismo”. En apoyo de esta sugerencia descubre un uso “regular” neotestamentario del tiempo aoristo en relación con la recepción del Espíritu por el creyente en el bautismo. W. F. Flemington, por otra parte (The New Testament Doctrine of Baptism, 1953, pp. 66s), propone el bautismo mismo como sello y lo relaciona con la voz sfragis aplicada al rito judío de la circuncisión. (También piensa así O. Cullmann, Baptism in the New Testament, 1950, pp. 46.)

Evidentemente no podemos descartar el fondo heb. en la teología del bautismo, ni en la noción misma de la “selladura”; y Gregory Dix ha indicado hasta qué punto los Padres de la iglesia primitiva fueron deudores de sus antecedentes judíos a este respecto (Th 51, 1948, pp. 7–12). Al mismo tiempo, como hace notar Dix, no es necesariamente el NT el que justifica cualquier relación posterior que se haga entre “bautismo” y “sello”; ni siquiera la Didajē llama “selladura” al bautismo en agua, ni relaciona en forma alguna el sacramento con el don del Espíritu Santo.

b. El momento del sellamiento. Por cierto que estas consideraciones sugerirán la duda que también existe sobre el momento preciso en que es “sellado” el creyente. Si es acertado asociar el don del Espíritu Santo con el bautismo (esquema frecuente si bien no enteramente regular en el NT, cf. Hch. 8.36ss; 10.44), podemos considerar que este “sellamiento” por el Espíritu se produce en el momento del bautismo, o más precisamente, quizás, en el momento de la decisión, que encuentra su foco y expresión en el sacramento del bautismo. Así, G. W. H. Lampe, por ejemplo (The Seal of the Spirit, 1951), ha examinado cuidadosamente el origen y el significado de los términos neotestamentarios relacionados sfragis y jrisma, asociados con el “crisma” de Cristo mismo, en quien el Espíritu de Dios estaba activamente presente, y ha demostrado que (en el lenguaje paulino) la incorporación al cuerpo de Cristo se realiza por el bautismo (en lugar de serlo mediante algún equivalente de la “confirmación”, incidentalmente), y es “sellado” por el don del Espíritu Santo (pp. 6, 61s; para un resumen de los argumentos que se esgrimen, y sus proponentes, véase White, op. cit., pp. 352ss).

c. Los resultados del sellamiento. Los papiros del ss. I muestran claramente que el lenguaje del “sellamiento” llegó a adquirir en oriente el importante significado adicional, particularmente en círculos legales, de otorgar validez a los documentos, garantizando el carácter genuino de los artículos, y así sucesivamente. (Es menos probable que sean significativos los posibles paralelos entre sfragizō y la iniciación a los cultos griegos de misterio). En consecuencia, es fácil ver cómo la palabra sfragis y las voces relacionadas con ella encuadran en forma natural en los contextos neotestamentarios que presuponen la teoloza del pacto, y denotan, en función del don del Espíritu Santo, autenticación además de posesión. Ya hemos descubierto que se trata de aspectos del significado del término en otros pasajes neotestamentarios.

En relación con esto podemos notar la presencia de ideas similares en otros contextos. La “marca” de iniciación administrada por Juan el Bautista, p. ej., era un rito enteramente escatológico (Lc. 3.3ss; nótese la reacción del pueblo ante la identidad de Juan en el vv. 15); y de conformidad con la apocalíptica judía normativa, su bautismo indicaba que la persona estaba “destinada” a la salvación en vista del juicio venidero comparable a ciertas partes de los Salmos de Salomón (p. ej. 15.6s, 8; cf. 2 Esdras 6.5), y del NT mismo (2 Ti. 2.19; y cf. la idea de “sellar para seguridad” que ya vimos en Ap. 7.2ss, etc.; véase White, op. cit., pp. 88).

En el uso neotestamentario del término “sello” que hemos considerado, predominan las ideas de propiedad, autenticación, y seguridad. Los tres pasajes paulinos tratados (Ef. 1.13; 4.30; 2 Co. 1.22) indican en conjunto que el arrabōn del Espíritu Santo que recibe el creyente, incorporado en Christō por el bautismo mediante la fe, es “símbolo y promesa de la redención final” (Lampe, op. cit., pp. 61). De esta manera, el don del Espíritu Santo equivale a “estar vestidos de Cristo”, a participar de su jrisma, y a formar parte de su cuerpo, que es el verdadero Israel de Dios (ibid.; cf. 1 Co. 12.13). En realidad, el don del Espíritu Santo confirma el pacto pr el que los creyentes son “sellados” como propiedad de Dios.

Bibliografía. °P. C. Marcel, El bautismo, sacramento del pacto de gracia, 1968; J. G. Dunn, El bautismo del Espírito Santo, 1977; C. F. Pfeiffer, “Sellos”, °DBA, pp. 595–600; R. Schippers, “Sello”, °DTNT, t(t). IV, pp. 187–190; C. Hodge, De la insignia cristiana, 1969; J. Michl, “Sello”, °DTB, 1967, cols, 982–984.

La obra inglesa clásica sobre este tema (NT) es G. W. H. Lampe, The Seal of the Spirit, 1951 (esp. parte 1). Para la historia del concepto véase ademas G. Dix, Th 51, 1948, pp. 7–12. Para un análisis más completo de los textos pertinentes véanse las obras más importantes sobre el bautismo en el NT, principalmente O. Cullmann, Baptism in the New Testament, 1950; W. F. Flemington, The New Testament Doctrine of Baptism, 1953; P.-Ch. Marcel, The Biblical Doctrine of Infant Baptism, 1953; R. E. O. White, The Biblical Doctrine of Initiation, 1960; R. Schnackenburg, Baptism in the Thought of St. Paul, 1964; J. D. G. Dunn, Baptism in the Holy Spirit, 1970; R. Schippers, NIDNTT 3, pp. 497–501.

S.S.S.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico