(heb., sha†™ul, pedido
[del Señor], sha†™uli, de Saúl).
1. El sexto en una lista de ocho reyes que reinaron sobre Edom (Gen 36:37-38; 1Ch 1:48-49).
2. Un hijo de Simeón (Gen 46:10; Exo 6:15; Num 26:13; 1Ch 4:24).
3. Un descendiente de Leví, hijo de Uzías (1Ch 6:24) y antepasado de Samuel (1Ch 6:27).
4. Un prominente apóstol (ver PABLO).
5. El primer rey de Israel, hijo de Quis (Act 13:21), benjamita, hombre de buen parecer, de hombros arriba sobrepasaba a sus compatriotas israelitas.
Es presentado en 1 Samuel 9, después que el pueblo había pedido a Samuel por un rey (1 Samuel 8). Saúl y Samuel se reunieron por primera vez cuando Saúl estaba buscando algunas asnas extraviadas de su padre. Saludado por Samuel con cumplidos, Saúl replicó con humildad (1Sa 9:21; comparar Jdg 6:15). Aunque era tímido y personalmente inseguro más que la mayoría, lo cual lo hacía tanto atractivamente modesto como también (en los últimos días) patológicamente defensivo y reaccionario en demasía. Antes de que Saúl partiera, Samuel lo ungió en secreto como rey de Israel, como el Señor lo había ordenado. Dios le cambió a Saúl el corazón (1Sa 10:9) y profetizó entre un grupo de profetas quienes lo encontraron en su camino a casa. El nuevo corazón de Saúl corresponde a la bendición de la regeneración; llegó a ser un hijo de Dios.
El escogimiento de Saúl como rey fue confirmado por sorteo en una asamblea de Israel convocada por Samuel en Mizpa, pero el tímido joven estaba escondido y tuvo que ser traído ante el pueblo. Fue ridiculizado por una chusma, mas él guardó silencio (1Sa 10:27). Su paciencia fue complementada por compasión y decisión en su rescate de Jabes, en Galaad, de la amenaza de los amonitas (1 Samuel 11).
Después de la liberación de la ciudad, Saúl mostró su generosidad por insistir en que sus anteriores detractores no debían ser castigados. Una crisis militar con los filisteos reveló defectos en el carácter de Saúl. Cuando Samuel se demoró en venir a ofrecer el holocausto antes de la batalla, Saúl se atrevió a ofrecer el holocausto él mismo. Saúl tenía una orden (1Sa 10:8); su pecado fue que él escuchó a la voz de su propia inseguridad en vez de a la pura palabra de Dios. Por causa de esto, el privilegio de fundar una dinastía le fue quitado (1Sa 13:13-14).
Por el lado humano, se nos recuerda la presión de la situación: la gran superioridad numérica de los filisteos (1Sa 13:5), la actitud (1Sa 13:6-7) y equipo (1Sa 13:19-23). Los filisteos fueron derrotados completamente a pesar del mal juicio de Saúl en negarle alimentos a los israelitas en el momento cuando ellos más necesitaban fortaleza. Saúl combatió con valentía y con éxito en contra de todos los enemigos de Israel (1Sa 14:47-48); aunque él era un líder valiente, no era un buen soldado, porque él no estaba consciente de la necesidad de obediencia absoluta. No tenemos base para aceptar la excusa que Saúl presentó para su obediencia a medias (1Sa 15:21). Esto es consistente con la profunda inseguridad interior asentada en Saúl que la presión popular, asociada con su sentimiento religioso genuino, lo hizo acomodarse en tal situación. La obediencia ha sido sacrificada sobre el altar del temperamento, y esta vez (1Sa 15:27-28) la continuación de su propio período de reino y en verdad la validez de su propia monarquía queda bajo juicio.
David entra en la narrativa en 1 Samuel 16. El celo, odio y temor condujeron a Saúl tanto en intentos directos como indirectos en contra de la vida de David (1Sa 18:10-11, 1Sa 18:21; 1Sa 19:1, 1Sa 19:11) y resultó en la caza del escondite que dos veces condujeron a David a territorio filisteo (1Sa 21:10; 1Sa 27:1 ss.). La ayuda insospechada dada a David por los sacerdotes de Nob llevó a Saúl a matar brutalmente a los sacerdotes y aniquilar la ciudad (1Sa 22:17-19). La vida de Saúl fue perdonada por David en dos ocasiones: en Enguedi (1Sa 24:1-7) y en el desierto de Zif (1Sa 26:6-12).
La víspera de lo que probó ser la batalla final de Saúl llevó al rey a una presión desesperada. Se volvió a las fuerzas de oscuridad, esas mismas fuerzas que él anteriormente había proscrito del país (1Sa 28:3). Samuel no le pudo dar consuelo terrenal, mas su mensaje incluía la gracia de Dios: Mañana, tú y tus hijos estarán conmigo (1Sa 28:19). El día siguiente, Saúl y sus hijos murieron en la batalla en el monte Gilboa. Los filisteos decapitaron a Saúl y llevaron sus restos a Bet-seán, donde colocaron su armadura en el templo de Astarte (1Sa 31:10), su cabeza en el templo de Dagón (1Ch 10:10) y su cuerpo en el muro de la ciudad. Los hombres de Jabes, en Galaad, recordaron la atención de Saúl hacia ellos; en gratitud ellos recuperaron su cuerpo y los cuerpos de sus hijos del muro de Bet-seán, les dieron una honrosa sepultara en Jabes y ayunaron en luto. David también, cuando oyó de lo sucedido, estuvo de luto y expresó lamento (2Sa 1:19-27).
Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano