(hagiazein, hagios)
En el Antiguo Testamento, el santo (hagios) es aquel a quien Dios consagra para su servicio (hagia- zein, «santificar, consagrar a alguien para el servicio de un dios»). En Cristo, los creyentes son santificados, separados por la llamada de Dios (Rom 1,7; 1 Cor 6,11). Por consiguiente, son santos (Flp 1,1; 4,21-22; Flm 5.7; 1 Cor 16,1.15; 2 Cor 1,1; 8,4; 9,1.12; Rom 8,27; 12,13; 15,25.26.31; 16,2.15) y se saludan de una manera santa (1 Tes 5,26; 1 Cor 16,20; 2 Cor 13,12; Rom 16,16). Esta consagración influye en el entorno (1 Cor 7,14).
Elegido por una decisión gratuita de Dios (Rom 1,7), convertido en templo de Dios (1 Cor 3,17), los cristianos no son por ello mejores que los demás (cf.1 Cor 6,1-11). Están llamados a vivir día tras día la santificación (hagiasmos: 1 Tes 4,3-4.7: Porque Dios no nos ha llamado a la impureza, sino a la santificación). De esta manera el cristiano está situado en una dinámica, llamado a percibir en su vida cotidiana esta santificación recibida en Cristo mediante la fe y a vivir de ella cada vez más intensamente (1 Cor 1,2: santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos). La santificación es a la vez el punto de partida (1 Cor 6,11), la exigencia cotidiana (Rom 6,19.22; 12,1) y la culminación (1 Tes 3,13) de la vida cristiana. Pero es siempre Dios el que actúa (1 Tes 5,23; 1 Cor 1,30).
Esta comprensión del ser cristiano como santo se desarrolla en la Carta a los Efesios (Ef 1,1.15.18; 3,18; 5,3; 6,18; cf. también Col 1,2.4.12.22.26; 3,12), donde se subraya la dimensión comunitaria de esta santidad: la Iglesia es santa (Ef 5,25-27), es la familia de Dios (Ef 2,19; cf. 2,21; 4,11-12).
E. Cu.
AA. VV., Vocabulario de las epístolas paulinas, Verbo Divino, Navarra, 1996
Fuente: Vocabulario de las Epístolas Paulinas