Saludo (heb. shâ’al shâlôm; aram. shelâmâ, kullâ’, «mucha [toda] paz»; gr. aspasmós). En la Biblia aparecen muchas formas de saludar: «Dios tenga misericordia de ti» (Gen 43:29); «Jehová sea con vosotros» (Rth 2:4): «Paz sea a esta casa» (Luk 10:5), etc. Las frases de saludo más antiguas eran: heb. shâlôm lekâ, «paz a ti», «la paz sea contigo»; shâlôm Yahweh, «Yahweh esté contigo»; gr. eiren’ soi [humín], con el mismo significado de shâlôm lekâ (aunque tal vez no con las connotaciones judías); jáire y jáirete, «Â¡saludos!»; romana ave, «Â¡salve!» Los saludos a menudo se expresaban con besos o estaban acompañados de ellos (Gen 48:10; Exo 18:7; etc.). La costumbre consistía en besar la mejilla, la frente, la barba, las manos y los pies. En el NT encontramos la expresión «ósculo santo», una señal de afecto cristiano entre los creyentes (Rom 16:16; 1Co 16:20; 1Th 5:26). Judas le dio un beso al Maestro para traicionarlo (Mat 26:49; cf Pro 27:6). Las epístolas de Pablo abundan en saludos de él mismo y de los que estaban con él para sus colaboradores en la obra, quienes se encontraban en las iglesias a las cuales estaban dirigidas las cartas (Rom 16:3-16; 1Co 16:20; 2Co 13:12; Phi 4:21; etc.). Los escribas y los fariseos cayeron bajo la condenación de Jesús por su amor egocéntrico a las «salutaciones en las plazas», que sin duda eran complicadas y tomaban mucho tiempo, como son a menudo las orientales (Mat 23:7; Luk 11:43). Quizá por causa del tiempo empleado en los antiguos saludos, Eliseo, al enviar a Giezi a poner un cayado sobre el hijo muerto de la sunamita, le ordenó que no saludara a nadie (2Ki 4:29). Del mismo modo, cuando Cristo envió a los 70 les dijo: «A nadie saludéis por el camino» (Luk 10:4), tal vez para imprimirle un sentido de urgencia a la predicación del evangelio. Jesús también amonestó a sus seguidores a que no fueran exclusivos en sus salutaciones, sino que todos, judíos y gentiles, amigos y enemigos, fuesen considerados hermanos (Mat 5:43-47).
Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico
muestra exterior de cortesía y respeto. En las Escrituras, por lo general, saludar es la traducción del verbo hebreo barak, bendecir.
Entonces los saludos y despedidas están cargados de bendiciones de deseos de prosperidad, de salud, y, sobre todo, como era costumbre en los pueblos orientales, de paz, shalôm. †œDios te guarde†, le dice José a su hermano menor Benjamín, en encontrarse los dos en Egipto, Gn 43, 29.
Jacob bendijo al faraón Gn 47, 7. †œYahvéh contigo†, Jc 6, 12; †œYahvéh con vosotros†, Rt 2, 4. Se enviaban saludos con otras personas, David mandó saludar a Nabal, así: †œSalud para ti, salud para tu casa y salud para lo tuyo†, 1 S 25, 6. David recibió saludos de felicitación por el triunfo sobre Hadadézer, del rey Tou de Jamat, por medio del hijo de este soberano, además de presentes, 2 S 8, 10. El ósculo, las venias y la postración hacían parte de los gestos de s.,: †œMoisés salió al encuentro de su suegro, se postró y le besó. Se saludaron ambos y entraron en la tienda†, Ex 18, 7; †œJacob besó a Raquel†, Gn 29, 11; Aarón besó a su hermano Moisés, cuando se encontraron en el desierto, Ex 4, 27; entre padres e hijos, entre hermanos, era corriente el beso de saludo y de despedida, Gn 27, 27; 32, 1; 33, 4; 45, 15; 48, 10; 2 S 14, 33; Tb 5, 17; 7, 6. Especial consideración se tenía con las personas entradas en años: †œPonte de pie ante las canas y honra el rostro del anciano†, Lv 19, 32. Ante los reyes, los súbditos se postraban al saludar, 1 S 24, 9; 25, 23, 2 S 9, 6; 14, 4 y 33; 24, 20; 2 R 4, 27. En las cortes antiguas se acostumbraban ciertas fórmulas protocolarias para saludar a los soberanos. Betsabé saludaba a su marido, el soberano: †œViva por siempre el rey David, mi señor†, 1 R 1, 31. Entre los persas: †œViva por siempre el rey†, Ne 2, 3. Entre los caldeos: †œViva el rey eternamente†, Dn 2, 4.
Las personas visitantes eran atendidas guardando ciertas normas de hospitalidad, se salía a saludarlas, se les mandaba entrar en la vivienda y se les brindaba agua para lavar sus pies, se les ungía y se les agasajaba, Gn 18, 2-5; 19, 1-2; normas de cortesía que también se daban en la despedida, y se acostumbraba acompañar a los visitantes un buen trecho del camino, ® hospitalidad.
Se encuentran en las Escrituras diferentes fórmulas para saludar y responder al saludo así como para despedirse: †œQue Yahvéh te bendiga†, Rt 2, 4. †œVete en paz y que el Dios de Israel te conceda lo que has pedido†, 1 S 1, 17; 20, 42. †œQue Yahvéh os colme de bendiciones†, Sal 129 (128), 8. †œAlégrate†, le dijo el ángel a María cuando la anunciación, Lc 1, 28. †œSalve, Rabbí†, saludó Judas a Jesús, y le dio el ósculo traicionero, cuando lo entregó, en el huerto de Getsemaní, Mt 26, 49. Habiendo Jesús resucitado, se presentó ante los discípulos y los saludó así: †œLa paz con vosotros†, Lc 24, 36. Cuando Jesucristo envió a los setenta y dos discípulos a los diferentes sitios a los cuales él habría de ir, para que le sirvieran como adelantados espirituales, les indicó la manera de saludar al entrar en una casa: †œEn la casa en que entréis, decid primero: †œPaz a esta casa†, Lc 10, 5-6.
Diccionario Bíblico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003
Fuente: Diccionario Bíblico Digital
tip, COST
vet, Al encontrarse, los israelitas pronunciaban fórmulas expresando mejores votos y bendiciones. Los más corrientes eran: (a) «Â¡Bendito seas de Jehová!»; «Â¡Dios tenga misericordia de ti!», o una fórmula equivalente (Gn. 43:29; Rt. 3:10; 1 S. 15:13). (b) «Jehová sea con vosotros», a lo que se respondía con «Jehová te bendiga» (Rt. 2:4) (c) «Â¡Paz a vosotros!» o «Â¡Paz a ti!» (prosperidad) Este era el saludo más frecuente (Lc. 24:36), todavía usado en nuestros días entre los judíos, evocando la respuesta «Â¡Paz a ti!» o » ¡Paz a ti y paz a tu familia!» (1 S. 25:6; Lc. 10:5) (d) «Â¡Salud!» era una forma corriente durante el periodo gr. (Mt. 26:49; 27:29; 28:8; Lc. 1:28; en la versión Reina- Valera se traduce como «Â¡Salve!»). (e) «Â¡Viva el rey para siempre!» era el saludo de los israelitas a sus soberanos (cfr. 1 R. 1:31); esta fórmula era empleada también por los judíos para dirigirse a los reyes de Babilonia y de Persia (Neh. 2:3; Dn. 2:4; 3:9; 5:10; 6:6, 11). Al despedirse se pronunciaban bendiciones (Gn. 24:60; 28:1; 47:10; Jos. 22:6), que acabaron tomando la forma convencional de «Â¡Ve en paz!» (1 S. 1:17; 20:42; 2 S. 15:9; Mr. 5:34; Hch. 16:36), lo que evocaba la respuesta «Halle tu siervo/a gracia delante de tus ojos», si se dirigía a un superior (1 S. 1:18). Abraham y Lot se levantaron para acoger a extraños, y se postraron delante de ellos, apremiándolos a aceptar su hospitalidad (Gn. 18:2; 19:1). Booz intercambiaba saludos con sus segadores (Rt. 2:4). Los caminantes saludaban a los trabajadores de los campos (Sal. 129:8). Se dejaba de saludar a los adeptos a otra religión (Mt. 5:47), a fin de no entablar relaciones espirituales con ellos (2 Jn. 11). Los mensajeros encargados de apresurarse en su comisión no debían saludar a nadie por el camino (2 R. 4:29; Lc. 10:4), porque el saludo oriental tomaba mucho tiempo. No implicaba una simple inclinación de cabeza o un ademán, sino una detención en la que se intercambiaban profundas reverencias y preguntas acerca de la salud de la familia y de los propios interesados, con intercambio de buenos deseos y bendiciones. Si alguien iba montado, debía descender de su montura o de su carro (1 S. 25:23; 2 R. 5:21). Durante el periodo grecorromano en Palestina, los saludos epistolares eran de un estilo más directo y breve. El nombre del autor va en el encabezamiento «El rey Alejandro a su hermano Jonatán, salud» (1 Mac. 10:18) «El rey Demetrio al pueblo de los judíos, salud (1 Mac. 10:25; cfr. Hch. 15:23; 23:26; Stg. 1:1). La conclusión de la carta era, a menudo, una fórmula derivada del latín «Adiós» o más exactamente «Â¡pásalo bien!» (cfr. Hch. 15:29). Los judíos añadían un voto de paz (2 Mac. 1:1). Sus saludos eran frecuentemente detallados (2 Mac. 1:1- 5) y siguiendo la antigua fórmula (2 Mac. 9:19, 20). De la misma manera, Pablo comienza sus cartas mediante saludos llenos de contenido (Ro. 1:1-7). En la Epístola a Timoteo, desea gracia, misericordia y paz a su hijo en la fe; pero el deseo ordinario es: «Gracia y paz a vosotros». El apóstol añade al final de sus cartas sus propios saludos y los de otros cristianos (1 Ts. 1:1; 5:26-28).
Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado
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Gesto, palabra o signo de acercamiento personal a una persona conocida o desconocida. En cuanto relación interpersonal, se presentó siempre el saludo como un signo de amistad y de caridad, de cortesía y de solidaridad.
En la Escritura se habla de saludo al estilo oriental: expresión de buenos deseos («barat» en hebreo, «aspasmos» en griego). Saludar es desear el bien a la persona a la que se dirige. Sólo al enemigo y al adversario se niega el saludo en virtud de la distancia que con él se conserva y la desconfianza que inspira.
Los saludos han variado con los pueblos tanto en gestos (besos, estrechamiento de manos, inclinaciones) como en palabras alusivas a la paz (orientales), a la salud (romanos), a la prosperidad en otros países.
Los saludos bíblicos, además de los gestos, suponían las buenas intenciones: «La paz sea contigo» (Jue. 19.20), «La paz sea en esta casa» (Lc. 10.6), «Yaweh te acompañe» (Rut. 2.4.)
Los saludos que el mismo Jesús recomienda (Mt. 10.12; Lc.10.5) y que los Apóstoles practicaron (Hech 18.22 y 21. 7) se acomodaban a sus costumbres orientales. Pablo, que escribe preferentemente para paganos de cultura grecorromana, usaba la forma romana de largas perícopas iniciales usuales entonces.
Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006
Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa
En hebreo no hay una palabra que signifique «saludar»; se emplea la misma que para «bendecir» (heb. barak). En los saludos corrientes y normales había que ponerse en pie; en los más solemnes se hacía la postración; se adoptaban otros gestos y actitudes, tales como ponerse derodillas (Mt 27,29); si se trata de un hombre de Dios, abrazarle los pies (Mt 28,9); besarse (Lc 15,20). El saludo va siempre acompañado con deseos expresos de bendición (Lc 10,6) y de salud o salvación (Mt 5,47; 10,12; 23,7; Mc 15,18; Lc 1,29.40-41); es también una invitación a la alegría (Lc 1,28) y a la paz (Jn 20,19.26). El saludo era una fórmula de cortesía y de convivencia social consagrado en Israel. Por eso Jesús recomienda a sus discípulos que en sus correrías apostólicas no se olviden nunca de saludar (Mt 10,12; Lc 10,5); pero, por otra parte, las ceremonias del saludo hacían perder mucho tiempo y eran, sobre todo en los fariseos, motivo de orgullo y vanidad, por lo que también les dice que no saluden a nadie en el camino (Lc 10,4). Los evangelios nos han conservado varios saludos famosos: del Angel a María (Lc 1,28), de María a Isabel (Lc 1, 40), del pueblo a María (Lc 26,27), de Judas a Jesús (Mt 26,49), saludo burlesco de los soldados a Jesús (Mt 27,29).
E. M. N.
FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001
Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret
Véase POSTURAS Y ADEMANES.
Fuente: Diccionario de la Biblia