SALARIO, JORNAL

Básicamente se trata del pago por servicios prestados. La frecuencia del término en la Biblia ha quedado algo oscurecida porque los términos heb. y gr. se traducen a veces como “recompensa”, “paga” o “pago”.

En la sociedad veterotestamentaria el jornalero no era común. La familia trabajaba la granja. El grupo familiar incluía a los esclavos y parientes cuyo salario se calculaba con especie, p. ej. el de Jacob cuando trabajaba para Labán. Pero el levita recibía dinero además de manutención por sus servicios como sacerdote de la familia (Jue. 17.10). Y cuando Saúl consultó a Samuel, el vidente, primero pensó pagar los honorarios en especie, pero finalmente resolvió hacerlo con dinero (1 S. 9.7–8).

En las comunidades primitivas el empleador ejercía gran poder en la fijación del salario, y Jacob pudo quejarse de que Labán le cambió el salario diez veces (Gn. 31.41). Pero el AT tenía legislación para proteger al asalariado. Los empleadores inescrupulosos no debían aprovecharse de su debilidad económica. Se le debía dar un salario justo, y se le debía pagar puntualmente cada día (Dt. 24.14–15).

En el NT encontrarnos hombres que trabajaban por el salario, tanto en la realidad (Mr. 1.20), como en parábola (Mt. 20.1–2; Lc. 15.17, 19; Jn. 10.13, etc.). El principio se establece en la máxima que dice que “el obrero merece su salario” (Lc. 10.7, °nbe). Pablo se vale de esto para dejar en descubierto la verdad medular del evangelio. “Al que obra (“trabaja”, °vm )”, dice, “no se le cuenta el salario (gr. misthos) como gracia, sino como deuda” (Ro. 4.4). Luego prosigue señalando que los hombres se salvan, no trabajando por un salario celestial sino creyendo “en aquel que justifica al impío” (Ro. 4.5). Por contraste los perdidos reciben un salario exacto si bien sombrío, por cuanto “la paga del pecado es muerte” (Ro. 6.23; cf. 2 P. 2.13, 15).

Hay un sentido en el que los predicadores del evangelio reciben salario de aquellos a quienes les predican (misthos se usa en conexión con esto en Lc. 10.7; 2 Co. 11.8; 1 Ti. 5.18). El mismo Señor impuso el principio de que “a los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio” 1 Co. 9.14; cf. D. L. Dungan, The Sayings of Jesus in the Churches of Paul, 1971, pp. 3–80). Esto no debe entenderse mal, sin embargo, porque tanto en el AT como en el NT los que enseñan por amor al dinero son reprendidos (Mi. 3.11; Tit. 1.7; 1 P. 5.2).

Hay muchos pasajes que hablan de que Dios premia con salario o recompensa al que obra con justicia (p. ej. Lc. 6.23, 35; 1 Co. 3.14; 2 Jn. 8). La metáfora es sorprendente, pero la Escritura deja bien en claro que no debemos pensar que las recompensas que Dios pueda darnos sean merecidas en ningún sentido estricto. Son actos de gracia de un Dios caritativo que se deleita en darle a su pueblo todas las cosas para que las disfrute ricamente. El conocimiento de estas recompensas gratuitas nos es dado a fin de fortalecer nuestra perseverancia en la senda de la justicia.

Bibliografía. J. Jeremias, Jerusalén en tiempos de Jesús, 1977, pp. 130–131.

D.B.K.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico