SACRAMENTALIDAD:

CATEGORíA HERMENEUTICA ECLESIOLí“GICA
DicEc
 
El pensamiento «sacramental» es una forma de comprensión tí­picamente cristiana que quiere expresar que una realidad o un acontecimiento es «más», encierra algo «más profundo» que lo que aparece en la superficie.

La palabra «sacramentalidad», pues, se convierte en categorí­a teológico-hermenéutica, puesto que expresa cómo la realidad interior y más profunda del Dios trascendente se sirve como de medio de la realidad exterior. Por eso la historia de Dios con la humanidad tiene una estructura sacramental en el sentido de que el movimiento que parte de Dios y que retorna a Dios, a lo largo y ancho de toda la historia humana, va adquiriendo rasgos sacramentales cada vez más precisos que no se apoyan sólo en la comprensión e interpretación humana, sino que están vinculados a la promesa explí­cita y eficaz de Dios. Se articulan así­ la dimensión fenomenológica, la reveladora, la antropológica, la ontológica y la profética.

En la historia de la teologí­a la expresión «sacramento» se ha circunscrito especialmente a los siete sacramentos definidos por el concilio de Trento como «symbolum rei sacrae» o «forma visibilis gratiae invisibilis» (DH 1639). Por otro lado, el concilio Vaticano II ha usado esta expresión de manera novedosa para describir a la Iglesia de forma más genérica y a su vez, con la densa fórmula de cuño sacramental gestis verbisque, ha calificado la Revelación (DV 2, 4, 8, 14). La teologí­a reciente, enraizada en la tradición patrí­stica, también ha aplicado a Jesucristo la expresión del gran sacramento originario del que deriva la «sacramentalidad» de la Iglesia y de sus sacramentos concretos. De esta forma la sacramentalidad se manifiesta como la categorí­a teológico-hermenéutica por excelencia para expresar la economí­a reveladora centrada en Jesucristo, como sacramento originario, a través de su Iglesia, como sacramento fundamental, y de cada uno de los sacramentos concretos, como realizaciones actualizadoras del sacramento fundamental.

La categorí­a hermenéutico-sacramental presupone un tipo de epistemologí­a que quiere superar tanto una visión positivista y mágica, de clave racionalista, como una visión espiritualista y fideí­sta, de clave subjetivista. Se trata de apostar por una epistemologí­a enraizada en un realismo crí­tico y mediato, que parte de la misma realidad discernida crí­ticamente y expresada por mediación de sí­mbolos y signos que la manifiestan como realidad significativa. En efecto, toda realidad, para ser en sí­ misma comprensible, debe necesariamente crear una expresión como mediación significativa a través de un sí­mbolo o signo. Por eso toda realidad está llena de posibilidades simbólico-sacramentales.

Este enfoque epistemológico, fruto de un realismo significativo, se inscribe en la mediación de transparencia que efectúa el sí­mbolo y signo entre la trascendencia y la inmanencia, propias de la economí­a cristiana de la salvación. La transparencia se sitúa entre la trascendencia y la inmanencia y forja todo el amplio mundo del sí­mbolo, de los signos y sacramentos, a imagen del texto de Ef 4,6: «Un Dios y Padre de todos, sobre («epi» trascendente) todos, a través («diá»: transparente) de todos y en («en»: inmanente) todos».

La expresión sacramento aplicada a la Iglesia tiene como analogatum gnoseológico la teologí­a sacramental propia de los sacramentos. En esta perspectiva puede ser útil la terna surgida en la alta escolástica como articulación de la realidad sacramental recogida por santo Tomás: «in quolibet enim sacramento novae legis est aliquid, quod est sacramentum tantum, et aliquid quod est res tantum, et aliquid quod est res et sacramentum» (Sent. IV d.4 q.l a.4 qc.2.). De esta forma se quiere matizar la clásica diferencia agustiniana entre signo externo —sacramentum— y realidad última de los sacramentos —res sacramenti—, con un momento intermedio —res et sacramentum— que pone de relieve el signo interior que media entre el signo exterior y el efecto.

El estudio y la profundización del «signo interior» —res et sacramentum— por la teologí­a reciente subraya que este posee siempre un carácter eclesiológico y que el primer e inmediato efecto de cada sacramento es la incorporación al sacramento primordial que es la Iglesia. El sacramento comunica el don de Dios invisible sirviéndose de su concreción corpórea en la Iglesia. Tal perspectiva de la res et sacramentum se ha visualizado de forma relevante en el sacramento de la penitencia como «pax et communio cum Ecclesia» y así­ se ha ampliado a todos los sacramentos y no sólo a los que por no poderse repetir imprimen carácter (bautismo, confirmación y orden). Esta perspectiva parece inspirar LG 11 cuando afirma tanto «la reconciliación con la Iglesia» como efecto de la penitencia, cuanto la realización de la «iglesia doméstica» en el matrimonio.

La comprensión de la >Iglesia como sacramento del Vaticano II no es por tanto un concepto de la Iglesia al lado de otros conceptos, sino que es más bien una afirmación sobre la que se podrí­a llamar la ontologí­a propia que se encuentra expresada en las afirmaciones teológicas sobre la Iglesia. Significa explicar la conexión que existe entre varios aspectos parciales de la Iglesia, sobre todo entre su realidad espiritual, divina y meta-empí­rica, y su realidad histórica, humana y sociológica. En esta «ontologí­a de la Iglesia» encontramos la categorí­a hermenéutica apropiada para unir sus diversos aspectos.

La significación de la sacramentalidad de la Iglesia es tal que nunca minimizará a la Iglesia visible, considerándola sólo como una realidad social y jurí­dica, puesto que su ser sacramental da a la realidad social y visible de la Iglesia una fundamentación más í­ntima y profunda. Un sacramento es esencialmente un sí­mbolo y signo en el que se representa y adquiere concreción una realidad divina invisible. En efecto, si la Iglesia es sacramento, quiere decir que en ella se hace visible y toma cuerpo concreto nuestra comunión con Dios mismo en Jesucristo; es, por tanto, la concreta «forma visible de la gracia invisible», como dice el concilio de Trento de todos los sacramentos.

A su vez, la sacramentalidad de la Iglesia evita también el peligro de dar una importancia superficial a la Iglesia visible en cuanto tal. Si se considera la Iglesia visible como sacramento esta asume importancia por ser la corporeización de la presencia de Dios en Jesucristo y evita tanto el espiritualismo fundamentalista que cree estar en contacto inmediatista con Dios, como el materialismo juridicista que da un valor absoluto a la organización externa. Afirmar la sacramentalidad de la Iglesia es afirmar su caracterí­stica de realidad mediadora entre su dimensión misteriosa y su dimensión histórica fruto de su origen en Cristo.

Este principio hermenéutico de la sacramentalidad eclesial puede orientar toda la tractación de la Iglesia a partir de la estructura esencial de cada sacramento establecida mediante tres determinaciones: su institución por parte de Cristo, el signo visible y el efecto de la gracia. El signo visible, dada su riqueza simbólica, puede articularse a imagen de su doble dimensión: el signo propiamente externo (sacramentum) y el interno (res et sacramentum), como intermedio hacia la realidad última (res). Este triple nivel puede estructurar la eclesiologí­a así­: 1) fenomenologí­a de la Iglesia (sacramentum tantum); 2) estructuras del pueblo de Dios (res et sacramentum); 3) dimensiones del misterio de la Iglesia (res tantum).
 

Christopher O´Donell – Salvador Pié-Ninot, Diccionario de Eclesiologí­a, San Pablo, Madrid 1987

Fuente: Diccionario de Eclesiología