SABIDURIA. LIBRO DE LA

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Es el último libro cronológicamente del Antiguo Testamento, escrito en Alejandrí­a hacia el año 50 antes de Cristo. Por eso no entró en el canon de Jerusalén y se le consideró por muchas comunidades judí­as libro extracanónico. San Jerónimo lo colocó entre el Cantar de los Cantares y el Eclesiástico y lo tituló con el simple enunciado de «Libro de la Sabidurí­a».

Se le atribuye a Salomón en la traducción sirí­aca, en la que se dice que es «el Libro de la Gran Sabidurí­a de Salomón». La idea pasó a otras traducciones, como en la antigua versión latina.

El libro tiene dos partes generales: teorí­a sobre la sabidurí­a (capí­tulos 1 a 9) e historia de la Sabidurí­a (diez últimos capí­tulos). Es un libro unitario, lo que no excluye que tenga influencias de otros escritos sapienciales y sentenciosos a los que eran muy dados los habitantes de las tierras desérticas y también de los habitantes de Egipto y Canaán. Tiene de común con los otros sapienciales de la Biblia el carácter considerativo y sentencioso. Pero, a diferencia de los otros libros atribuidos a Salomón: Proverbios, Eclesiastés, Cantar de los Cantares, el libro de la Sabidurí­a lo fue en griego sin duda alguna.

El autor y las circunstancias de su composición son desconocidas, por muchas que hayan sido las teorí­as aventuradas al respecto.

El concepto de sabidurí­a que late en la Biblia se halla alejado del concepto griego, que es más racional y lógico. La sabidurí­a bí­blica tiene por centro al hombre y la salvación, mientras que la griega busca la ciencia, la erudición, la inteligencia y el poder.

En el Nuevo Testamento el concepto de sabidurí­a aparece 51 veces y el de sabio 22; es decir 73 veces se uso el término griego «sofí­a» o «sofos». De ellas, aparece 10 en los cuatro Evangelios y 3 en Hechos, 50 en San Pablo (cartas) y 10 en los otros escritos.

El común denominador de todos estos textos es la sabidurí­a como realidad divina por la que el hombre conoce la realidad humana. Es en cierto modo participación en la sabidurí­a de Dios: la que tení­a Jesús. («¿De donde le viene a éste la sabidurí­a si no ha estudiado?» (Mt. 13.54) y en la que fue creciendo desde niño. (Luc. 2.42)

Y es en cierto sentido la misma sabidurí­a humana elevada a divina por la misericordia de Dios. Dice S. Pablo a los Corintios: «¿Acaso no oscureció Dios la sabidurí­a del mundo? Pues el mundo, con su propia sabidurí­a no conoció a Dios en su divina sabidurí­a, porque Dios quiso salvar a los creyentes mediante la predicación. Y así­, mientras los griegos buscan sabidurí­a, nosotros predicamos a un Cristo crucificado, que es fuerza de Dios y sabidurí­a de Dios. Y lo que parece necedad divina es más sabidurí­a que la humana». (1 Cor. 1. 21-24)

La Sabidurí­a así­ entendida es evidentemente uno de los siete dones del Espí­ritu Santo. Y es la que gobierna el mundo desde su creación y a los hombres desde su redención.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa