SABANA SANTA

(sindon).

Sábana con que cubrieron el cadáver de Jesús, que se conserva en Turí­n. Contiene una imagen de Cristo, producida por las irradiaciones en el momento de la resurreción, según los estudios cientí­ficos hechos por doctores y especialistas astronautas.

(Jua 20:5-7).

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

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Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

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Tradición conservada en la catedral de Turí­n que atribuye una reliquia de un lienzo (Santa Sindone) a la sábana con que envolvieron el cuerpo de Jesús al bajarlo de la cruz (Lc. 23.53).

La piedad de la Edad Media se encargó de tejer una leyenda en torno a ese lienzo, venido de tiempos medievales y traí­do del Oriente. La leyenda dice que el rey Abgar V de Edesa (la actual Urfa) se curó de la lepra negra aplicando a su cuerpo el lienzo que envolvió a Jesús. El lienzo quedó escondido en Edesa durante las invasiones de los persas y luego mahometanas y se descubrió en el siglo X oculto en un nicho de la muralla.

En el 944 se trasladó a Constantinopla desde Edesa. Hay un manuscrito del archidiácono Gregorio de Santa Sofí­a con esa fecha, en Constantinopla, con un sermón sobre la reliquia, primer documento escrito que habla de ella.

Luego los textos y citas se van multiplicando. La pruebas cientí­ficas posteriores no dudan de que se trata de un lienzo de una antigüedad cercana el millar de años, con una pintura de un cuerpo inerte. Tiene 4,5 m. de longitud. Perteneció al relicario del palacio imperial de Constantinopla.

En el 2004, con motivo de las cruzadas, desapareció de Constantinopla. Después de diversos avatares y cambios de poseedor, llegó a la familia del Ducado de Saboya en 1453, que la custodió hasta que finalmente recaló en Turí­n.

El Año 1694 el arquitecto italiano Guarino Gaurini construyó una capilla especial, entre la Catedral de Turí­n y en el Palacio Real, para guardar y venerar la reliquia y allí­ quedó hasta el dí­a de hoy.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

(-> sepulcro). El evangelio de Juan contiene un texto al que cierta tradición católica ha dado mucha importancia. Empieza diciendo que, tras la muerte de Jesús y el descanso sabático, Marí­a Magdalena fue al sepulcro y al hallarlo vací­o volvió para dar la noticia a los discí­pulos: «Pedro y el otro discí­pulo se fueron rápidamente al sepulcro. Salieron corriendo los dos juntos, pero el otro discí­pulo se adelantó a Pedro y llegó antes que él. Al asomarse al interior vio que las vendas de lino estaban allí­, pero no entró. Siguiendo detrás llegó Simón Pedro, que entró en el sepulcro y comprobó que las vendas de lino estaban allí­. Estaba también el paño que habí­an colocado sobre la cabeza de Jesús, pero no estaba con las vendas, sino doblado y colocado aparte. Entonces entró también el otro discí­pulo, el que habí­a llegado primero al sepulcro; vio y creyó» (Jn 20,3-8). Estos dos discí­pulos son signo y compendio de la Iglesia que busca el sentido y firmeza de su fe pascual a partir de la tumba vací­a. Evidentemente, llega antes el discí­pulo amado, pues el mismo amor le ha dado alas para correr y ojos para ver lo que otros no logramos descubrir. Pero deja que entre primero Pedro, que es el signo de la autoridad dentro de la Iglesia. Sobre esa base destacan dos signos que definen el sentido del pasaje. (1) Uno está relacionado con la mortaja de Jesús: el cuerpo ha desaparecido, pero quedan en la tumba vací­a una sábana extendida (unas vendas) y un paño o sudario aún enrollado, que parece conservar el hueco donde estaba la cabeza de Jesús. Sábana y sudario conservan la huella de la corporalidad del resucitado: no era un fantasma; habí­a sido un hombre y tuvieron que enterrarlo como humano, envuelto en unos lienzos que serví­an de mortaja. Ahora que Jesús ha resucitado, sudario y sábana no sirven para nada, Jesús no los necesita y por eso los deja en la tumba, no como reliquia para venerar, sino como signo y recuerdo de una muerte que ha sido vencida para siempre. Partiendo de relatos medievales, una tradición cristiana muy repetida en estos últimos años afirma que ese texto deberí­a interpretarse a la luz de la llamada Sábana santa de Turí­n: Jesús habrí­a dejado en los paños que rodearon su cuerpo un cuadro o pintura visible de su pascua: la misma luz de la resurrección habrí­a proyectado su fulgor (fulgor del cuerpo que se glorifica) sobre la sábana, imprimiendo en ella los signos del calor y fuego corporal de pascua. Esa tradición, venerable por su religiosidad paganizante (buscadora de reliquias y signos externos), carece de base bí­blica y pensamos que no debe aplicarse a nuestro texto. (2) Otro signo está relacionado con el sentido de la fe de Pedro y del discí­pulo amado. Es evidente que los paños bien envueltos son la garantí­a de que no han robado el cuerpo de Jesús. ¿Qué ha pasado entonces? Pedro no lo sabe interpretar: se va en silencio, no ha entendido el misterio de la Pascua a partir de la Escritura. El discí­pulo amado, sin embargo, ha comprendido: no necesita más señales, no pide apariciones; en el espacio de la tumba abierta y vací­a encuentra la verdad y cree en la resurrección de Jesús, que es cumplimiento y plenitud de lo que habí­a anunciado la Escritura del Antiguo Testamento. Ni uno ni otro llevan consigo la supuesta Sábana santa.

Cf. F. Ansón, La Sábana Santa, Palabra, Madrid 1994; M. G. Siliato, El hombre de la Sábana Santa, BAC, Madrid 1987.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra