Estas palabras generalmente traducen el heb. pānı̂m o el gr. prosōpon. El término heb. se emplea en muchos sentidos: con respecto a la cara de personas o animales y, metafóricamente, al cielo; podía referirse al frente de algo, o a su apariencia exterior. Luego el “rostro” de una persona se convirtió en sinónimo de su “presencia”, y el heb. lifenê (lit. “al rostro de”, y por ello “en a presencia de”, y “en frente de”), es una preposición muy común.
El rostro, naturalmente, ofrece indicación visible de las emociones internas, y una variedad de adjetivos acompañan a la palabra en las Escrituras, como “triste”, “demudado”, “avergonzado”, o “airado”. El rostro podía cambiar de color, ensombrecerse o palidecer.
La modestia y la reverencia exigían cubrir el rostro con un velo, como hizo Rebeca ante Isaac. El hombre no podía ver el rostro de Dios por temor a morir (Ex. 33.20); en la visión de Isaías, el rostro del Todopoderoso estaba velado por serafines. Era signo de humildad inclinar el rostro hasta el suelo; y caer sobre el rostro significa gran temor. Por otra parte, podía mostrarse un máximo desprecio escupiendo en el rostro de alguien. Metafóricamente podía demostrarse resolución, firmeza “poniendo” (“afirmando”, “fijando”) el rostro—obsérvese la gráfica frase de Is. 50.7, que denotaba un propósito ínmutable—. Se hacía una oposición firme resistiendo a una persona delante de su rostro (“resistir cara a cara”). La noción de intimidad y comprensión se transmitía por medio de la frase “cara a cara”. Esta frase, naturalmente, ha pasado a algunas lenguas modernas, al igual que “decayó su semblante” (Gn. 4.5).
El rostro de los muertos se cubría (Jn. 11.44), de modo que cuando se hizo esto con Amán, se quiso significar que su suerte estaba echada (Est. 7.8).
Cuando un hombre se postraba a fin de solicitar algo, el superior levantaba la cabeza del suplicante como señal de que el favor sería concedido. Levantar el rostro de alguien significaba concederle un favor (cf. Gn. 19.21), y luego convertirlo en favorito (Dt. 10.17). Este concepto también aparece en el gr. del NT, en las palabras prosōpolēptēs (referencia al que hace “acepción de personas”; tit. ‘el que toma el rostro’), y prosōpolēpsia, el correspondiente sustantivo abstracto (cf. Hch. 10.34; Ro. 2.11).
El “rostro de Dios”, e. d., su benemérita presencia, es un importante tema veterotestamentario, como, p. ej. en el *pan de la proposición.
Bibliografía. °E. Jenni, C. Westermann,
Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.
Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico