i/’ agua). El Génesis evoca los cuatro ríos que brotan del centro de la tierra y que riegan sus cuatro puntos cardinales: Pisón, Guijón, Trigis y Eufrates (Gn 2,10-14). Dentro de la historia bíblica, los ríos principales son el Nilo de Egipto (Gn 41,1-3; Ex 2,3-9; etc.), el Eufrates, donde se sitúa el límite de la tierra prometida (Dt 1,7; 11,24; Jr 13,4-7; etc.) y, sobre todo, el Jordán, que es la frontera de la tierra de Canaán, tierra que Dios ha escogido de un modo especial para su pueblo. El Jordán se dividió en dos para que los israelitas entraran en la tierra (Jos 4,8-23) y en sus aguas recibió Jesús el bautismo (Mc 1,9 par). Dentro ya de la tierra prometida resulta simbólicamente significativo el río que brota de los fundamentos del templo, regando así la misma ciudad de Dios (cf. Sal 46,4; 65,9). Este es el río del templo de Dios, que crecerá al fin de los tiempos, hasta desbordarse y purificar las aguas del mar Muerto (cf. Ez 47,5-12). Según el Apocalipsis, los ríos son un elemento esencial de este mundo (cf. Ap 9,10; 16,4) y, entre ellos, tiene un gran valor simbólico el Eufrates, límite de la tierra santa (del Imperio romano), donde están atados los ángeles del mal y de donde proviene la invasión destructora de los últimos tiempos (Ap 9,14; 16,12). Pero Juan ha destacado de un modo particular otros dos ríos opuestos: el río malo del agua destructora que el Dragón vomita para anegar a la Mujer sin conseguirlo, pues la buena tierra la ayuda, tragándose el agua (Ap 12,15-16), y el río de la vida que brota del trono de Dios y del Cordero, convirtiendo la nueva Jerusalén en Paraíso (Ap 22,1-5).
PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007
Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra