REYES, LIBROS DE LOS

Libro del AT que contiene la historia de la monarquí­a israelita desde tiempos de David hasta el exilio. En el †¢canon hebreo, estos libros forman parte de los Nevi†™im, o Los profetas.

Autor y fecha. No se conoce el nombre del autor de esta obra. Es evidente que para hacerla utilizó muchos materiales escritos antes del exilio. En 1Re 11:41 se menciona un †œlibro de los hechos de Salomón†. En muchas ocasiones también se nombra †œel libro de las historias de los reyes de Israel† (1Re 14:19), así­ como †œlas crónicas de los reyes de Judᆝ (1Re 14:29; 1Re 15:7). Es posible, entonces, que estas fuentes estaban constituidas por memorias o registros hechos por escribanos reales y compiladas durante el exilio en Babilonia. Algunos autores sugieren la posibilidad de que el autor fuera un sacerdote, basándose en el hecho de que en los relatos se mencionan mayormente, además de los reyes, las cosas del culto. Muchos piensan que el autor fue †¢Esdras, pero bien pudo haber sido el profeta Jeremí­as o Ezequiel. Hay una corriente de opinión que expone que la misma mano que compiló los libros de †¢Jueces, †¢Samuel y †¢Reyes, editó también parte del †¢Deuteronomio.

Caracterí­sticas. Estos libros presentan a Dios como soberano, que controla los acontecimientos históricos y, al mismo tiempo, al hombre como responsable de sus actos, que ocasionan la bendición o el juicio de Dios. Así­, los diferentes reinados son evaluados desde una óptica religiosa y la explicación de los progresos o los desastres se vinculan a la práctica de la fe israelita que hací­an sus reyes. Otra cosa que enfatizan es la fidelidad de Dios.

Desarrollo. La historia de los reyes de Israel aparece en el artí­culo †¢Israel, Historia de. Por eso se ofrece aquí­ sólo un bosquejo de este libro. †¢Crónicas, Libro de. †¢Elí­as. †¢Eliseo.

1Re 1:1 al 11:43 Reinos de David
y de Salomón.

1:1-2:46 Fin del reinado de David y comienzos del de Salomón.

:1-10:29 Reinado de Salomón.

:1-43 Diversos problemas del reino de Salomón.

1Re 12:1 a 2Re 17:41 El reino dividido

12:1-32 Rompimiento de las diez tribus. Jeroboam.

:33-14:18 Relatos de tiempos de Jeroboam. Profetas que se le oponen.

:19-16:34 Historias sincronizadas de los reinos de Judá e Israel.

:1-R. 10:31 Reinado de Acab. Casa de Omri.

:32-17:41 Historias sincronizadas de los reinos de Judá e Israel.

2Re 18:1 al 25:21 Reino de Judá

18:1-20:21 Reinado de Ezequí­as.

:1-26 Reinados de Manasés y Amón.

:1-23:35 Josí­as y su reforma. Joacaz.

:36-25:30 Caí­da de Judá, destrucción de Jerusalén y exilio.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

Libros de las Santas Escrituras que relatan la historia de Israel desde los últimos dí­as del rey David hasta la liberación del rey Joaquí­n de su prisión en Babilonia.
En un principio los dos libros de los Reyes formaban un solo rollo llamado Reyes (heb. Mela·kjí­m), y hoy dí­a en la Biblia hebrea todaví­a se consideran un solo libro, el cuarto de la sección conocida como los †œPrimeros Profetas†. En la Septuaginta griega, a los libros de los Reyes se les llamaba Tercero y Cuarto de los Reinos, y a los libros de Samuel, Primero y Segundo de los Reinos. En la Vulgata latina se les conocí­a como los cuatro libros †œde los Reyes†, porque Jerónimo optó por el nombre Regum (de los Reyes), en consonancia con el tí­tulo hebreo, en lugar de Regnorum, que era una traducción literal del tí­tulo que aparecí­a en la Septuaginta (de los Reinos). La división en dos libros que aparece en la Septuaginta fue muy apropiada, pues al tratarse de una traducción al griego, lengua que escribe las vocales, requerí­a casi el doble del espacio que en hebreo, idioma en el que no se escribieron las vocales hasta la segunda mitad del I milenio E.C. La división entre Segundo de Samuel y Primero de los Reyes no siempre se ha hecho en el mismo lugar en las versiones griegas. Por ejemplo, en su recensión de la Septuaginta, Luciano el Antioqueno hizo la división de manera que el Primero de los Reyes comenzaba con lo que en nuestras Biblias actuales es 1 Reyes 2:12.

La escritura de los libros. Aunque en ninguno de los dos relatos se da el nombre del escritor de los libros de los Reyes, tanto los indicios bí­blicos como la tradición judí­a señalan a Jeremí­as. Muchas palabras y expresiones hebreas que se hallan en estos dos libros no aparecen en el resto de la Biblia, salvo en la profecí­a de Jeremí­as. Los libros de los Reyes y el libro de Jeremí­as se complementan, y por lo general cuando se ha hablado cabalmente de cierto acontecimiento en uno de ellos, solo se menciona con brevedad en el otro. Serí­a lógico esperar que no hubiese ninguna mención de Jeremí­as en los libros de los Reyes, a pesar de tratarse de un profeta muy prominente, si él fuera el autor, pues sus actividades estaban narradas en el libro que lleva su nombre. Los libros de los Reyes cuentan qué condiciones predominaban en Jerusalén al inicio del cautiverio, lo que indica que, como fue el caso de Jeremí­as, el escritor no habí­a sido llevado a Babilonia. (Jer 40:5, 6.)
Algunos eruditos creen ver en los libros de los Reyes pruebas de que hubo más de un escritor o compilador. Sin embargo, con la excepción de las variaciones debidas a las fuentes utilizadas, hay que observar que el lenguaje, el estilo, el vocabulario y la gramática son uniformes de principio a fin.
Primero de los Reyes abarca un perí­odo de unos ciento veintinueve años, que comienza con los últimos dí­as del rey David, alrededor de 1040 a. E.C., y llega hasta la muerte del rey Jehosafat de Judá, en 911 a. E.C. (1Re 22:50.) Segundo de los Reyes empieza con el reinado de Ocozí­as (c. 920 a. E.C.) y prosigue hasta el final del trigésimo séptimo año del exilio de Joaquí­n, en 580 a. E.C., un perí­odo de unos trescientos cuarenta años. (2Re 1:1, 2; 25:27-30.) De modo que los relatos combinados de los libros de los Reyes engloban unos cuatro siglos y medio de la historia hebrea. Como los acontecimientos que se registran en ellos llegan hasta el año 580 a. E.C., no pudo terminarse su escritura antes de esta fecha, y dado que no se habla del fin del exilio en Babilonia, debieron terminarse en un único rollo antes de ese tiempo.
Parece ser que los libros se escribieron en su mayor parte en Judá, porque allí­ estarí­a disponible una buena parte de la fuente de información. Sin embargo, como es lógico, Segundo de los Reyes se completó en Egipto, donde fue llevado Jeremí­as después que se asesinó a Guedalí­as en Mizpá. (Jer 41:1-3; 43:5-8.)
Los libros de los Reyes siempre han formado parte del canon judí­o y han sido aceptados como canónicos. Hay buena base para ello, porque estos libros siguen el desarrollo del tema principal de la Biblia: la vindicación de la soberaní­a de Jehová y el cumplimiento definitivo de su propósito para la Tierra por medio de su Reino bajo Cristo, la Descendencia prometida. Además, en ellos se da relevancia a tres destacados profetas, Elí­as, Eliseo e Isaí­as, y se muestra que sus profecí­as se cumplieron de manera infalible. En otras partes de las Escrituras se mencionan y aclaran acontecimientos registrados en los libros de los Reyes. Jesús aludió a lo que está escrito en estos libros en tres ocasiones cuando mencionó a Salomón (Mt 6:29), a la reina del Sur (Mt 12:42; compárese con 1Re 10:1-9), a la viuda de Sarepta y, por último, a Naamán. (Lu 4:25-27; compárese con 1Re 17:8-10; 2Re 5:8-14.) Pablo hace referencia al relato concerniente a Elí­as y los 7.000 hombres que no se arrodillaron ante Baal. (Ro 11:2-4; compárese con 1Re 19:14, 18.) Santiago habla de las oraciones de Elí­as para pedir sequí­a y luego lluvia. (Snt 5:17, 18; compárese con 1Re 17:1; 18:45.) Estas referencias a las acciones de personas mencionadas en los libros de los Reyes atestiguan la canonicidad de estos escritos.
En buena medida, en los libros de los Reyes se compilaron escritos anteriores, y el escritor indica claramente que acude a estas fuentes exteriores para conseguir parte de su información, pues se refiere al †œlibro de los asuntos de Salomón† (1Re 11:41), al †œlibro de los asuntos de los dí­as de los reyes de Judᆝ (1Re 15:7, 23) y al †œlibro de los asuntos de los dí­as de los reyes de Israel†. (1Re 14:19; 16:14.)
Uno de los manuscritos hebreos más antiguos que contienen los libros de los Reyes en su totalidad data de 1008 E.C. Los manuscritos Vaticano núm. 1209 y Alejandrino contienen los libros de los Reyes (en griego), pero no se encuentran en el Manuscrito Sinaí­tico. En las cuevas de Qumrán se han hallado algunos fragmentos de los libros de los Reyes que deben datar de antes de la era común.
El escritor o compilador de estos libros presentó hechos pertinentes acerca de cada rey a fin de situarlo en la corriente del tiempo y de revelar cómo juzgó Dios a cada uno de ellos, fuese de manera favorable o desfavorable. Sobresale como factor preponderante la vinculación de sus reinados con la adoración verdadera. Tras el relato de la gobernación de Salomón, se emplea, con escasas excepciones, un patrón determinado para narrar cada reinado, ya que se intercalan dos lí­neas paralelas de historia. Lo primero que se presenta, a modo de introducción, en el caso de los reyes de Judá, suele ser el año de reinado del monarca correspondiente de Israel. A continuación se menciona la edad del rey, la duración de su gobernación, el lugar desde donde reinó y el nombre y la procedencia de su madre, un dato de interés e importancia si se tiene en cuenta que algunos reyes de Judá eran polí­gamos. Al concluir el relato de cada uno de los reyes, se mencionan la fuente de información, el lugar donde se le enterró y el nombre de su sucesor. Se suministran algunos de estos mismos detalles en cuanto a los reyes de Israel, pero no se indica su edad cuando subió al trono ni el nombre y procedencia de su madre. La información registrada en Primero y Segundo de los Reyes ha sido de gran importancia en el estudio de la cronologí­a bí­blica. (Véase CRONOLOGíA.)
Los libros de los Reyes son más que solo anales o una narración de acontecimientos, como en el caso de una crónica. Cuando informan de un hecho histórico, explican su trascendencia. Al parecer se eliminó del relato todo lo que no estaba directamente relacionado con el desarrollo del propósito de Dios y lo que no ilustraba los principios por los que Jehová se regí­a al tratar con su pueblo. Por otra parte, no se disimulan las faltas de Salomón y de los otros reyes de Judá e Israel, sino que se relatan con la máxima franqueza.

Pruebas arqueológicas. El descubrimiento de numerosos restos antiguos ha confirmado la exactitud geográfica e histórica de los libros de los Reyes. Tanto la arqueologí­a como la flora actual confirma la existencia de bosques de cedros en el Lí­bano, de los que Salomón obtuvo madera para sus obras de construcción en Jerusalén. (1Re 5:6; 7:2.) Se han hallado indicios de actividad industrial en la cuenca del Jordán, al N. del Jaboq, donde en un tiempo estuvieron ubicadas Sucot y Zaretán. (1Re 7:45, 46.)
La invasión de Judá por parte de Sisaq en el tiempo de Rehoboam (1Re 14:25, 26) está confirmada por el propio registro del Faraón en los muros del templo de Karnak (Egipto). En un obelisco negro de piedra caliza del rey asirio Salmanasar III hallado en Nimrud en el año 1846, se representa a alguien que tal vez sea un emisario de Jehú inclinado ante Salmanasar. Aunque este incidente no se menciona en los libros de los Reyes, constituye una prueba más de la historicidad del rey Jehú de Israel. Las extensas obras de edificación de Acab, entre las que se cuenta †œla casa de marfil que edificó† (1Re 22:39), están bien atestiguadas por las ruinas halladas en Samaria.
En la Piedra Moabita se recogen algunos de los acontecimientos relacionados con la sublevación del rey Mesá contra Israel, aunque presenta la versión del monarca moabita. (2Re 3:4, 5.) Esta inscripción alfabética también contiene el Tetragrámaton.
El nombre Péqah se halla en anales atribuidos a Tiglat-piléser III. (2Re 15:27.) La campaña de este rey contra Israel se menciona en sus anales reales y en una inscripción hallada en un edificio asirio. (2Re 15:29.) En las inscripciones de la campaña de Tiglat-piléser también se ha descifrado el nombre Oseas (Hosea, NM). (2Re 15:30; La Sabidurí­a del Antiguo Oriente, edición de J. B. Pritchard, 1966, págs. 228-230.)
Algunos de los combates del rey asirio Senaquerib se registran en sus anales, pero no se menciona que un ángel aniquiló a su ejército de 185.000 soldados mientras amenazaba a Jerusalén (2Re 19:35); claro está que tampoco esperarí­amos hallar entre sus jactanciosos registros un relato de este revés aplastante. En unas tablillas cuneiformes desenterradas en Babilonia se ha hallado confirmación arqueológica notable de la última declaración que aparece en los libros de los Reyes. Estas indican que Ja´ukinu (Joaquí­n) fue puesto en prisión en Babilonia y mencionan que recibí­a raciones del tesoro real. (2Re 25:30; Ancient Near Eastern Texts, edición de J. B. Pritchard, 1974, pág. 308.)

Cumplimientos de profecí­as. Los libros de los Reyes contienen diversas profecí­as y registran impresionantes cumplimientos. Por ejemplo, 1 Reyes 2:27 muestra el cumplimiento de la palabra de Jehová contra la casa de Elí­. (1Sa 2:31-36; 3:11-14.) Las profecí­as referentes a Acab y su casa se cumplieron (compárese 1Re 21:19-21 con 1Re 22:38 y 2Re 10:17), así­ como lo que se predijo en cuanto a Jezabel y sus restos. (Compárese 1Re 21:23 con 2Re 9:30-36.) Y la historia confirma la veracidad de la profecí­a sobre la destrucción de Jerusalén. (2Re 21:13.)
Entre los muchos puntos que se destacan en los libros de los Reyes está la importancia de adherirse a los requisitos de Jehová y las terribles consecuencias de pasar por alto sus justas leyes. Los dos libros de los Reyes verifican de manera contundente las predichas consecuencias de obedecer y desobedecer a Jehová Dios.

[Recuadro en la página 849]

PUNTOS SOBRESALIENTES DE PRIMERO DE LOS REYES
Resumen conciso de la historia de los reinos de Judá e Israel desde los últimos dí­as de David hasta la muerte de Jehosafat
Originalmente formaba parte de un solo rollo junto con Segundo de los Reyes

Salomón es conocido por su sobresaliente sabidurí­a cuando comienza su reinado, pero termina apostatando
Natán actúa para frustrar el intento de Adoní­as de reinar sobre Israel; se entroniza a Salomón (1:5–2:12)
Cuando Jehová le pregunta qué desea, Salomón pide sabidurí­a; además se le conceden riquezas y gloria (3:5-15)
La sabidurí­a divina de Salomón se manifiesta en la causa judicial de las dos prostitutas, cada una de las cuales pretende ser la madre del mismo niño (3:16-28)
Tanto el rey Salomón como Israel prosperan durante su reinado; la excepcional sabidurí­a del rey llega a conocerse por todo el mundo (4:1-34; 10:14-29)
Salomón edifica el templo de Jehová y, más tarde, varios edificios reales; todos los ancianos de Israel se reúnen para la inauguración (5:1–8:66)
Jehová santifica el templo y asegura a Salomón la permanencia del linaje real, pero le advierte que no debe ser infiel (9:1-9)
La reina de Seba acude para ver por sí­ misma la sabidurí­a y prosperidad de Salomón (10:1-13)
Cuando Salomón es viejo, sus muchas esposas extranjeras le inducen a adorar a otros dioses (11:1-8)

La nación se divide y se instituye la adoración de becerros a fin de que los habitantes del reino septentrional no suban a Jerusalén
Debido a la apostasí­a de Salomón, Jehová profetiza la división de la nación (11:11-13)
A la muerte de Salomón, su hijo Rehoboam amenaza con imponer un yugo más severo sobre el pueblo; diez tribus se rebelan y hacen rey a Jeroboán (12:1-20)
Jeroboán instituye la adoración de becerros en el reino septentrional a fin de que sus súbditos no vayan a Jerusalén a adorar y lleguen a desear la reunificación del reino (12:26-33)

En el reino meridional, Judá, se alternan reyes buenos y malos
Rehoboam y su sucesor Abiyam toleran la detestable adoración falsa (14:21-24; 15:1-3)
El hijo de Abiyam, Asá, y el hijo de este, Jehosafat, fomentan la adoración verdadera (15:9-15; 22:41-43)

Las luchas por el poder, asesinatos e idolatrí­a desgarran el reino septentrional de Israel
Nadab, el hijo de Jeroboán, se convierte en rey; Baasá lo asesina y se apodera del trono (15:25-30)
A Baasá le sucede en el trono su hijo Elah, pero este es asesinado por Zimrí­; Zimrí­ se suicida al encararse a la derrota ante Omrí­ (16:6-20)
La victoria de Omrí­ desencadena una guerra civil; finalmente triunfa Omrí­, y se convierte en rey; tiempo después edifica Samaria; sus pecados son aún peores que los de los reyes precedentes (16:21-28)
Acab sube al trono y se casa con la hija de Etbaal, el rey de los sidonios; introduce en Israel el culto a Baal (16:29-33)

Una alianza pone fin a las guerras entre Judá e Israel
Jeroboán guerrea contra Rehoboam y después contra Abiyam; Baasá combate contra Asá (15:6, 7, 16-22)
Jehosafat celebra una alianza con Acab (22:1-4, 44)
Jehosafat y Acab van juntos a pelear contra Ramot-galaad, donde Acab halla la muerte (22:29-40)

Profetas de Israel y Judá
Ahí­ya profetiza que diez tribus serán arrancadas de la casa de David; posteriormente profetiza el juicio de Jehová contra Jeroboán (11:29-39; 14:7-16)
Semaya comunica a Rehoboam y a sus súbditos la palabra de Jehová de que no deben pelear contra las diez tribus rebeldes (12:22-24)
Un hombre de Dios anuncia el juicio de Jehová contra el altar para la adoración de becerros que se halla en Betel (13:1-3)
Jehú hijo de Hananí­ pronuncia el juicio de Jehová contra Baasá (16:1-4)
Elí­as profetiza que habrá una prolongada sequí­a en Israel; durante la sequí­a multiplica milagrosamente el alimento de una viuda y resucita a su hijo (17:1-24)
Elí­as propone una prueba en el monte Carmelo para determinar quién es el Dios verdadero; Jehová demuestra ser el Dios verdadero y se da muerte a los profetas de Baal; Elí­as huye de Jezabel, la esposa de Acab, a fin de salvar la vida. Jehová le enví­a a ungir a Hazael, Jehú y Eliseo (18:17–19:21)
Micaya profetiza la derrota de Acab en batalla (22:13-28)

[Recuadro en la página 850]

PUNTOS SOBRESALIENTES DE SEGUNDO DE LOS REYES
Continuación de la historia de Judá e Israel que se comenzó a relatar en Primero de los Reyes; incluye la destrucción de Samaria y, posteriormente, de Jerusalén debido a su infidelidad
Probablemente se terminó en Egipto unos veintisiete años después que Babilonia destruyó Jerusalén

Después de Elí­as, Eliseo sirve de profeta de Jehová
Elí­as profetiza la muerte de Ocozí­as; invoca fuego del cielo que consume a dos jefes militares irrespetuosos junto con sus compañí­as de 50 a quienes se envió para aprehenderle (1:2-17)
Elí­as es arrebatado en una tempestad de viento, y Eliseo recibe su vestidura oficial (2:1-13)
Eliseo divide el Jordán y sana el agua de Jericó; su advertencia inspirada salva a los ejércitos aliados de Israel, Judá y Edom de perecer por falta de agua y resulta en la derrota de los moabitas; aumenta la provisión de aceite de una viuda, resucita al hijo de cierta mujer sunamita, vuelve inocuo un guisado venenoso, multiplica un regalo de pan y grano, cura la lepra de Naamán, anuncia que el avaricioso Guehazí­ y sus descendientes tendrán la lepra de Naamán y hace flotar la cabeza de un hacha prestada (2:14–6:7)
Eliseo advierte de antemano al rey de Israel de los ataques por sorpresa de los sirios; una fuerza militar siria va a hacerlo prisionero, pero todos sus hombres son heridos temporalmente con ceguera mental; los sirios sitian Samaria, y se culpa a Eliseo del hambre resultante; él profetiza el fin del hambre (6:8–7:2)
Eliseo termina la comisión que se dio a Elí­as cuando dice a Hazael que será el rey de Siria y enví­a un mensajero para ungir a Jehú por rey de Israel (8:7-13; 9:1-13)
Jehú actúa contra la casa de Acab y erradica de Israel el baalismo (9:14–10:28)
El nieto de Jehú, Jehoás, visita a Eliseo en su lecho de muerte; este predice tres victorias sobre Siria (13:14-19)

La falta de respeto de Israel a Jehová es la causa de su exilio en Asiria
La adoración de becerros que inició Jeroboán continúa durante los reinados de Jehú y sus descendientes: Jehoacaz, Jehoás, Jeroboán II y Zacarí­as (10:29, 31; 13:6, 10, 11; 14:23, 24; 15:8, 9)
Durante los últimos dí­as de Israel, el rey Zacarí­as muere a manos de Salum y este, a manos de Menahem; Peqahí­as, el hijo de Menahem, es asesinado por Péqah, a quien asesina Hosea (15:8-30)
Durante el reinado de Péqah, Tiglat-piléser III, el rey de Asiria, lleva a muchos israelitas al destierro; en el noveno año de Hosea, Samaria es destruida e Israel llevado al destierro debido a la falta de respeto con que han tratado a Jehová; otros pueblos habitan el territorio de Israel (15:29; 17:1-41)

Las reformas religiosas en Judá no producen cambios definitivos; Babilonia destruye Jerusalén y se lleva al exilio al pueblo de Dios
Jehoram de Judá contrae matrimonio con Atalí­a, hija de Acab y Jezabel; Jehoram se hace apóstata, igual que su sucesor, Ocozí­as (8:16-27)
A la muerte de Ocozí­as, Atalí­a intenta exterminar a toda la prole de David para asegurarse la gobernación; Jehoás, hijo de Ocozí­as, es salvado por su tí­a, y con el tiempo se convierte en rey; se ejecuta a Atalí­a (11:1-16)
Mientras el sumo sacerdote Jehoiadá vive para aconsejarle, Jehoás restaura la adoración verdadera; sin embargo, el pueblo continúa †˜sacrificando en los lugares altos†™ durante su reinado y el de sus sucesores: Amasí­as, Azarí­as (Uzí­as) y Jotán (12:1-16; 14:1-4; 15:1-4, 32-35)
Acaz, el hijo de Jotán, practica la idolatrí­a; el hijo de Acaz, Ezequí­as, realiza reformas provechosas, pero resultan inútiles ante los malos reinados posteriores de Manasés y Amón (16:1-4; 18:1-6; 21:1-22)
El hijo de Amón, Josí­as, toma medidas drásticas para eliminar la idolatrí­a del paí­s; muere en un enfrentamiento con el faraón Nekoh (22:1–23:30)
Los últimos cuatro reyes de Judá son infieles: Jehoacaz, el hijo de Josí­as, muere cautivo en Egipto; su hermano Jehoiaquim ocupa el trono en su lugar; el hijo y sucesor de este, Joaquí­n, es llevado al destierro en Babilonia; el hermano de Jehoiaquim, Sedequí­as, reina hasta que los babilonios toman Jerusalén y se llevan al destierro a la práctica totalidad de los sobrevivientes (23:31–25:21)

Fuente: Diccionario de la Biblia

Parte final del relato que empieza en Génesis y se centra en la historia de Israel desde sus orígenes en Egipto hasta el fin de su independencia política a manos de los babilonios. La separación de los libros de Reyes de los de Samuel es artificial, como es la posterior división de Reyes mismo en dos libros, división que introdujo la LXX.

I. Bosquejo del contenido

Reyes consiste en la narración de la monarquía israelita escrita desde una perspectiva teológica, y toma la historia desde su punto culminante en la monarquía unida hasta su punto más bajo en el exilio.

(a) El reinado de Salomón (1 R. 1–11): su coronación (1–2), sus logros (3–10), y sus fracasos (11).

(b) El reino dividido (1 R. 12-2 R. 17): Judá bajo Roboam, y la mayor parte de las tribus del N bajo Jeroboam, que conservan el título Israel, separados entre sí. Israel se somete a marcadas influencias paganas desde el comienzo, y experimenta muchos golpes sangrientos antes de sufrir finalmente el exilio. Judá está menos paganizada, aunque solamente sobrevive por la fidelidad de Yahvéh, debido a su promesa a David. Los profetas Elías y Eliseo participan activamente, especialmente en la historia de Israel.

(c) El reino de Judá (2 R. 18–25): a pesar de las reformas de Ezequías y Josías, finalmente la política paganizadora de Manasés da su fruto también en la caída de Judá. Pero en la conclusión de ambos libros encontramos una posible nota de esperanza (25.27–30).

II. Origen

El último hecho que narra Reyes es la liberación del exiliado rey Joaquín, prisionero en Babilonia, en 561 (2 R. 25.27), y evidentemente los libros deben de haber adquirido su forma final después de esta época, En otras partes puede haber indicios de situaciones aun posteriores: especialmente la fecha de la edificación del templo (1 R. 6.1), que quizás refleje un esquema cronológico que coloca al acontecimiento a mitad de camino entre el éxodo y la reconstrucción del templo después del exilio.

Sin embargo, en lo fundamental, la composición de este libro debe fecharse en época más temprana. Puede haber ocurrido en los primeros años del exilio (P. R. Ackroyd, Exile and Restoration, OTL, 1968, cap(s). 5). Alternativamente, puede haberse producido después de la liberación de Joaquín en el 561 (R. K. Harrison, IOT, 1970, pp. 730s, que sigue a M. Noth). Otro punto de vista ubica la “primera edición” de Reyes en el reinado de Josías (J. Gray, I and II Kings², OTL. 1970). Pero si bien buena parte del material de Reyes data de mucho antes del exilio, y parte del libro refleja su perspectiva preexílica, pocas son las evidencias de una verdadera “primera edición” de Reyes en el reinado de Josías, o de una versión anterior, predeuteronómica, de la historia.

Cualquier actividad literaria pre o posexílica en relación con estos libros tiene que haberse efectuado en Palestina. Es concebible que durante el período exílico se haya hecho algo en Babilonia o Palestina (los argumentos a favor de cada uno de estos lugares se analizan en Ackroyd, pp. 65–68, como así tamb. en E. W. Nichotson, Preaching to the Exiles: A Study in the Prose Tradition in the Book of Jeremiah, 1970, pp. 117–122).

No conocemos el nombre del autor (o de los autores) de Reyes, aunque a menudo se describe al grupo responsable de la obra como los “deuteronomistas”. Esta descripción refleja La opinión de que Reyes no es simplemente la última parte de la historia que empezo en Génesis, sino que, más específicamente, se trata de la última parte de la “historia deuteronomista”, que comienza con el libro de Deuteronomio. Según esta teoría, la historia desde Josué: hasta Reyes, conocida en la Biblia hebrea como los “profetas anteriores”, fue escrita o editada como una sola obra, a fin de mostrar cómo se cumplieron en la historia de Israel los principios enunciados en Deuteronomio, comenzando con la conquista, pasando por el período de los jueces y la monarquía unida, hasta el exilio. Este punto de vista generalmente presupone que Deuteronomio mismo fue escrito a fines del período preexílico, aunque no es necesario que asi haya sido. Debemos notar, sin embargo, que los aspectos que se destacan en la ley deuteronómica de ninguna manera coinciden con los de Reyes. Por un lado, Reyes no refleja el interés humanitario, social y moral de Deuteronomio. Por otra parte, si bien Deuteronomio realza el santuario central (aunque sin referirse explícitamente a Jerusalén), y se refiere a la monarquía (aunque sin atribuirle la significación teológica que recibe en Judá), estos aspectos no tienen la primordial importancia que les asigna Reyes.

III. Características literarias

La estructura formal de Reyes nos la proporciona el tratamiento de la historia tomando como base los sucesivos reinados. Durante el período de la monarquía dividida, los relatos de ambos reinos (N y S) se entrelazan a fin de preservar un tratamiento aproximadamente cronológico. Se describe y evalúa a cada rey sumariamente, de acuerdo con un modelo bastante uniforme, que podemos percibir al examinar los breves relatos del reinado de Josafat (1 R. 22.41–50) o Amón (2 R. 21.19–26). Generalmente, empero, esta sumaria descripción y evaluación es el marco dentro del cual se insertan otros materiales, de modo que sus elementos iniciales y finales pueden aparecer separados por varios capítulos (véase, p. ej., el relato del reinado de Ezequías, 2 R. 18–20). Así, por ejemplo, los relatos de Salomón, Roboam, Acab, Joram, Jehú y Joás, incluyen considerable material narrativo que gira alrededor de asuntos políticos y monárquicos. Otros relatos tienen por foco los profetas, especialmente Elías, Eliseo e Isaías. A veces vemos a estos profetas mezclados en asuntos relativos a la realeza y la política (es revelador, sin embargo, que ni siquiera se nombre al rey de Israel en 2 R. 5–7: no es él el verdadero centro de interés). Otros relatos se refieren a la vida personal de los profetas y su ministerio (p. ej. 2 R. 4). La perspectiva “deuteronomista” de la obra está expuesta de manera más sistemática en un extenso comentario teológico que cierra la historia del reino del N (2 R. 17).

Hay diferentes puntos de vista con respecto al valor histórico de Reyes. Resulta evidente que no se trata de un intento de escribir una historia “objetiva” y “crítica”, de tipo posiluminista. Se trata de historia con un mensaje, y los hechos que relata fueron elegidos de acuerdo con su pertinencia para el mensaje, Por consiguiente, no se trata de historia política, y algunos períodos de gran significación política (como el reinado de Omri) se tratan en forma relativamente breve, debido a que poco o nada aportan al tema que realmente interesa al autor, o sea la historia de la relación de Israel con Yahvéh.

Dentro del esquema deuteronomista, empero, se incluye material de reconocido valor histórico. Los esquemas sintéticos refieren al lector al “libro de los hechos de Salomón” y a los anales de los reyes de Judá e Israel para mayor información sobre los diferentes reinados, y es posible que estos registros sirvieran de fuente para muchos de los hechos puramente históricos que relata Reyes (tales como el nombre de la madre de algún rey, y breves referencias a acontecimientos específicos). Las fechas relativas a los reyes ofrecen complejos problemas cronológicos (una solución básica aparece en E. Thiele, The Mysterious Numbers of the Hebrew Kings², 1965; cf. * Cronología del AT). Además de estos anales reales, se acepta ampliamente que 1 R. 1–2 es el final original de un relato sobre la manera en que subió al trono Salomón, que retrocede por lo menos hasta 2 S. 9. En cuanto a las otras narraciones incorporadas en Reyes, Gray (por ejemplo) acepta el valor histórico fundamental tanto del material relacionado con hechos políticos y militares como de los que se relacionan con los profetas, aunque considera que los relatos más personales sobre Elías y Eliseo en 1 R. 17 y 2 R. 1–6 son más bien folklóricos, debido, en parte, simplemente al elemento milagroso que contienen. Pero no resulta clara la naturaleza precisa de las fuentes del autor, aparte de los anales reales a que hacen referencia en forma concreta (cf. Gray, pp. 14–35). Mucho del material arqueológico de la edad del hierro en Israel y Judá resulta pertinente para Reyes (* Arqueología).

El método de composición de los autores indica que su trabajo no forma un todo literario homogéneo y fluido, pero en cambio nos pone en contacto con el material que toman de otras fuentes, en buena medida en forma no pulida, y proporciona cierta unidad al todo, debido al marco característico en el cual han colocado dicho material. A veces es posible tratar fructíferamente el material de las fuentes, o el contenido de una sección del material, empleando un enfoque literario crítico, y es probable que esto sea tema de creciente interés (Semeia 3, 1975; 8, 1977).

Relativamente pocos problemas presenta el texto de Reyes en el TM. Pero los descubrimientos en Qumrán (combinados con los testimonios de Crónicas y la LXX) tienen consecuencias para el estado de las tradiciones textuales relativas a Reyes, anteriores al TM, como así también para las de otros libros (* Textos y versiones).

IV. Asuntos que se destacan

(a) Hemos indicado que Reyes comienza en el punto culminante del período que abarca la historia deuteronómica, la monarquía unida. El hecho de que este sea el punto culminante refleja la importancia de la monarquía davídica y del templo de Salomón. El pacto de Yahvéh con David (2 S. 7.11–16) es citado a menudo por Yahvéh y por el narrador como explicación de la fidelidad de Yahvéh hacia Judá y los sucesores de David (1 R. 6.12; 11.12–13, 36; 2 R. 8.19; 19.34), y la lealtad de David hacia Yahvéh constituye, frecuentemente (y a veces sorprendentemente), el patrón por el cual se juzga a los reyes posteriores (p. e). 1 R. 9.4; 2 R. 22.2). Pero también pueden resultar negativas las repercusiones del reinado de un rey en épocas posteriores: los pecados de Manasés constituyen, en última instancia, la causa del exilio (2 R. 24.3–4). De modo que el bienestar del pueblo en general tiene relación con el comportamiento del rey (2 R. 21.11–15).

La construcción del templo es el punto culminante de los capítulos iniciales de Reyes. 1 R. 8 se centra en la teología de los libros de Reyes relativa al templo, que es la morada del nombre de Yahvéh. W. Eichrodt (Theology of the OT, 2, 1967, pp. 23–45 [en cast. Teología del Antiguo Testamento, 1975]) ve el nombre de Yahvéh como la forma veterotestamentaria más sofisticada de la “espiritualización de la teofanía”, modo de describir la real presencia revelatoria de Dios sin comprometer su trascendencia. La importancia del templo lo convierte en piedra de toque crucial para la evaluación de los reyes. Se condena a Jeroboam I por concebir lugares y formas de culto alternativos para el reino del N (1 R. 12–13), y a sus sucesores por seguir usándolos. Josías, antitipo de Jeroboam, que aparece casi al final del relato, así como Jeróboam aparece al comienzo, es alabado por sus reformas del culto del templo, y por la destrucción de los lugares altos en general y de los santuarios en Bet-el en particular (2 R. 22–23).

(b) No obstante, la actitud de los libros de Reyes hacia la monarquía y el templo indica que no se los toma como valores absolutos. En primer lugar están sujetos a la Torá. “El deuteronomista considera que el problema principal en la historia de Israel reside en la cuestión de la correcta correlación de Moisés y David” (G. von Rad, Old Testament Theology, 1, 1968, pp. 339 [en cast. Teología del Antiguo Testamento, 1975]). Sólo se puede confiar en la promesa hecha a David mientras se acepten las exigencias del pacto mosaico. De esta forma, el gran villano en la historia de Judá en Reyes es Manasés; la lista de sus acciones se corresponde bastante bien con lo que Deuteronomio dice que Israel no debe hacer (cf. 2 R. 21.2–26 con Dt. 17.2–4; 18.9–12). Inversamente, en el relato de su gran héroe Josías, Reyes recalca la significación de hallazgo del “libro de la ley” cuando lo menciona al comienzo del relato de su reinado (véase el contraste con el relato de 2 Cr. 34), y la lista de sus actos se corresponde bastante estrechamente con lo que Deuteronomio dice que debe hacer Israel. Es así que los requerimientos y las sanciones de la Torá (específicamente de Deuteronomio) proporcionan los principios para entender la historia de Israel. Cuando los reyes obedecían a la Torá (especialmente la exigencia de un culto fiel en el santuario central), generalmente prosperaban; cuando la ignoraban les iba mal.

Pero se considera que la palabra oral del profeta prospera y corrobora la palabra escrita de Moisés (cf. el papel que desempeña Hulda después del descubrimiento del libro de la ley en 2 R. 22.13–20), como también que reclama la atención del rey y el pueblo. “Lo que fascinó [al deuteronomista] fue, podría decirse, el funcionamiento de la palabra divina en la historia” (cf. 1 R. 8.24) (G. von Rad, “The Deuteronomistic theology of history in the books of Kings”, en “Studies in Deuteronomy”, SBT 9, 1961, pp. 91). Así, Reyes ofrece un cuadro del “curso de la historia moldeado y dirigido hacia su cumplimiento por una palabra de juicio y salvación contínuamente inyectada en él” (von Rad, Old Testament Theology, 1, pp. 344 [en cast. Teología del Antiguo Testamento). Se prueba esta afirmación mediante la inclusión de largos relatos acerca de diferentes profetas, especialmente en lo que respecta a su asociación con la vida política nacional. “En los decisivos acontecimientos políticos la iniciativa proviene de los profetas, que cambian el ritmo de la historia con una palabra de Dios” (ibid., pp. 342). También se hace entrelazando los relatos con profecías y su cumplimiento (p. ej. 1 R. 11.29–39 y 12.15; 1 R. 13.1–10 y 2 R. 23.15–18; 2 R. 20.16–17 y 24.13). El hecho de que se ponga el acento en la forma en que se cumplen las profecías puede reflejar cierta preocupación por los problemas ocasionados por la falsa profecía durante el exilio. En consecuencia la actitud del rey con respecto a la palabra profética es otro índice de su actitud para con Dios (Ezequías, Josías).

(c) Uno de los rasgos fundamentales y característicos del pacto, tal como se desprende de Deuteronomio, es el hecho de que Dios bendice al que le es fiel, pero envía males al que le desobedece (Dt. 28–30). Por ello, en Reyes el material relativo al reinado de Salomón está dispuesto de manera que se vean sus reveses como consecuencia de su relación con mujeres extranjeras (1 R. 11). Por otra parte, Reyes reconoce que la justicia de Dios no actúa de esta manera en todos los reinados. Manasés disfruta de un largo reinado, y su apostasía sólo trae consecuencias décadas más tarde (2 R. 21; 24.3–4). Josías es fiel a la palabra de Yahvéh, pero muere prematura y trágicamente (2 R. 23.29).

V. Mensaje y propósito

La función de este repaso de la historia que conduce al exilio es la de explicar por qué se produjo dicho exilio, y admitir que existian causas suficientes para que Dios juzgara a Israel. Es una forma de confesión, o “un acto de alabanza ante la justicia del juicio de Dios”; “esta afirmación, con su aparente falta de esperanza para el futuro, proporciona la única base posible para el futuro” (Ackroyd, pp. 78, siguiendo a von Rad), porque hace que el pueblo de Dios tenga que depender totalmente de la gracia divina.

La posibilidad de esperanza para el futuro tiene un indicio en la forma en que permanecen abiertos hacia el futuro los aspectos teológicos que se destacan en Reyes y que se han descrito arriba. Quizás siga en pie el compromiso de Dios con David: puede ocurrir que la liberación de Joaquín, relatada en el último párrafo de Reyes, haga explícita dicha esperanza. Aunque el templo ha sido saqueado e incendiacia, todavía es posible orar en él, o con el rostro vuelto hacia él cuando se trata de personas que se ven impedidas de acudir a él, y Dios se ha comprometido a escuchar esas oraciones (véase 1 R. 8–9). Aunque ha sobrevenido el juicio de acuerdo con las sanciones del pacto, el mismo pacto ofrece la posibilidad del arrepentimiento y la restauración después del juicio (véase 1 R. 8.46–53; cf. Dt. 30). Aunque las palabras proféticas que Israel ignoró constituyen un motivo adicional para que sea castigada, el hecho de que esas palabras proféticas de juicio se hayan cumplido estimulan la esperanza de que también puedan cumplirse las promesas proféticas de restauración (p. ej.). las de Jeremías).

De modo que el objeto de Reyes es parcialmente didáctico, destinado “a presentar el punto de vista divino en cuanto a la historia israelita” (R K. Harrison, pp. 722). Además de esto hay por lo menos indicios de lo kerigmático (cf. E. W. Nicholson, pp. 75). Reyes deja abierta la posibilidad de un futuro. Sobre la base de esta posibilidad busca además ser parenético, en el sentido de que implícitamente desafía a la generación del exilio a que vuelva a Yahvéh con espíritu de arrepentimiento y fe, y decidida a obedecer (cf. 1 R. 8.46–50). Porque “el juicio del año 587 no significaba el fin del pueblo de Dios; sólo el negarse a volver a él significaría el fin” (von Rad, Old testament Theology, 1, pp. 346 (en cast. Teología del Antiguo Testamento]).

VI. Contexto y consecuencias

Reyes es, por lo tanto, una de las diversas respuestas a la caída de Judá y el exilio. Puede compararse especialmente con Lamentaciones (cinco salmos que expresan tanto los sentimientos como las esperanzas tentativas de algunos en Judá después de la caída de Jerusalén) y con el libro de Jeremías (cuyo material se recolectó y compiló en este mismo período, material que ofrece muchos puntos de contacto literario y teológico con Reyes; véase E. W. Nicholson, op. cit.). También podemos estudiar Reyes a la luz del tratamiento paralelo de acontecimientos que narra tal como aparecen en Crónicas, Isaías y Jeremías (véase, p. ej., B. S. Childs, “Isaiah and the Assyrian Crisis”, SBT, 2.3, 1967).

En un volumen de exposiciones sobre pasajes de 2 Reyes, The Politics of God and the Politics of Man (1972, pp. 13–21), J. Ellul expresa que Reyes hace una doble contribución distintiva al canon de la Escritura. Primero, describe la intervención de Dios en la vida política, y de ese modo indica que no se debe subestimar la importancia de la política, ni absolutizar en este campo (ya que muestra que Dios enjuicia la política). Segundo, muestra la interacción de la libre determinación del hombre (que en diversas situaciones políticas toma decisiones y hace efectiva su política) y la libre decisión de Dios (que, no obstante, hace prevalecer su voluntad por medio de estos actos humanos deliberados, o a pesar de ellos).

Como reacción contra una tendencia a sobrestimar excesivamente, en recientes estudios bíblicos, el concepto de Dios como el que actúa en la historia, la importancia de este tema en la Biblia corre el peligro de ser subestimada. Reyes es un libro que se ocupa, justamente, de destacar este tema en particular (véase J. E. Goldingay, “‘That you may know that Yahweh is God’: A study in the relationship between theology and historical truth in the Old Testament”, TynB 23, 1972, pp. 58–93; y sobre la aplicación de este concepto hoy, véase D. N. Freedman, “The biblical idea of history”, Int 21, 1967, pp. 32–49). No cabe duda de que Dios sí lleva a cabo sus propósitos en el decurso histórico, y su pueblo puede utilizar las marcas de sus pisadas en la historia pasada para descubrir lo que puede estar haciendo en el presente.

Bibliografía. L. Alonso Schökel, Reyes, 1973; W. D. Crockett, Armonía de Samuel, Reyes y Crónicas, 1965; F. Asensio, Yahvé y su pueblo, 1953; L. Arnaldich, “Reyes”, °EBDM, t(t). VI, cols. 222–231; P. F. Ellis, “1-2 Reyes”, Comentario bíblico de “San Jerónimo” 1971, t(t). I.

Véanse trabajos mencionados arriba. Para estudios textuales detallados todavía merecen ser consultados los siguientes: C. F. Keil, The Books of the Kings (en C. F. Keil y F. Delitzsch, Commentary on the Old Testament), 1872; C. F. Burney, Notes on the Hebrew Text of the Books of Kings, 1903; J. A. Montgomery eds. H. S. Gehman), The Books of Kings, ICC, 1951.

J.E.G.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico