Esta es la práctica de guardar parte del pan y, ocasionalmente, del vino consagrado en el sacramento, primariamente con el propósito de administrar la Santa Comunión al enfermo. Justino Mártir menciona en su Apologia (c. 65) la costumbre de enviar una porción de los elementos de la eucaristía a los ausentes. Sin embargo, ésta difícilmente era una reserva, sino más bien una administración extendida o comunión concurrente. Otra evidencia muestra que la práctica surgió por el hecho de guardar los elementos en casa a fin de que la comunión pudiera tenerse constantemente antes de servirse otros alimentos (Tertuliano, Ad. uxorem II. 5). Las especies sacramentales eran enviadas de obispo a obispo como muestra de caridad, o de un obispo a las principales iglesias de su diócesis como señal de unidad, o eran llevadas como amuleto en un viaje. Dos factores que influyeron más en la práctica de la reserva fueron (1) la teoría del viaticum, esto es, que por la recepción de la eucaristía el moribundo estaba preparado para el último viaje y se aseguraba la resurrección, y (2) el desarrollo de la doctrina de la (véase) transubstanciación y su corolario, la concomitancia (véase). En el presente, la reserva se usa en la especie única del pan, pero en la Iglesia Oriental el pan se moja en vino y luego se deja secar.
Richard J. Coates
Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (527). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.
Fuente: Diccionario de Teología