Cuando amamos poco, no sabemos reprochar de verdad: nos quejamos, nos volvemos hirientes, castigamos con el silencio o con la recriminación hastiada o resignada. Pero el reproche directo, franco, concreto, no lo conseguirnos porque nuestro corazón es débil, o porque está a su vez cargado por sentimientos de culpa. En efecto, ¿cómo pueden los padres reprochar en serio a sus hijos cosas que ellos, en el fondo, son incapaces de evitar en su vida? «Reprochar», por tanto, no es un simple echar en cara las culpas, como si nos descargáramos de un peso. El verbo griego utilizado en el Apocalipsis significa «confutar, refutar, mostrar la sinrazón». Reprochar es desenmascarar las falsas certezas, desarmar las razones falsas, protestar contra las excusas inadecuadas que están detrás de las conductas erróneas. Todo esto es mucho más que la simple «regañina» con ¡a que a menudo nos conformamos, lamentándonos luego de que no haya surtido efecto. Hace falta mucho amor, mucha inteligencia, y también mucha reflexión para llegar a hacer un reproche que tenga el calor y la fuerza persuasiva, y a la vez ia humildad del reproche que le hizo el cardenal Federigo a don Abundio.
Carlo María Martini, Diccionario Espiritual, PPC, Madrid, 1997
Fuente: Diccionario Espiritual
A través de las Escrituras se usan varias palabras para dar la idea de reproche, y en todas ellas la idea primaria es la de (véase) vergüenza o desgracia, o daño, no solamente la de reprensión. En ocasiones, lleva el sentido específico de «burla», esto es, algo que tiene el objetivo de avergonzar a alguien. Así, el castigo que Dios trae sobre Israel debido a su infidelidad en cuanto al pacto iba a merecer la burla u oprobio (ḥerpāh) de los gentiles (Mi. 6:16), y el fracaso de Corazín, Betsaida y Capernaum al no arrepentirse después de ser testigos de los milagros hizo que Jesús «reconviniera (oneididsein) las ciudades» (Mt. 11:20; cf. Mr. 15:31; 16:14).
En otras ocasiones, el énfasis está sobre la desgracia o el sufrimiento que cae sobre uno. Así, la impotencia de los ejércitos de Israel para hacer frente a Goliat trajo oprobio (ḥerpāh) a la nación (1 S. 17:26), y el hecho de no poder tener hijos era considerado una afrenta (ḥerpāh) para Raquel (Gn. 30:23; cf. Job. 19:15; Is. 54:4). Pablo desafía a los cristianos a llevar una vida que no consista en agradarse a sí mismos, e invoca el ejemplo de Cristo que cargó con los «vituperios» (oneidismoi) de otros (Ro. 15:3; citado de Sal. 69:9). Y cuando se elogia a Moisés por sufrir el «vituperio (oneidismon) de Cristo», esto es, la vergüenza y el sufrimiento por causa de la justicia (Heb. 11:26), la implicación es que ese vituperio inmerecido tendría una recompensa en los cielos (cf. Mt. 5:11, 12; 1 P. 4:14).
Robert B. Laurin
Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (526). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.
Fuente: Diccionario de Teología