REFLEXION

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Proceso mental sobre un tema, situación o problema. Y también exposición sugestiva para que una persona o un grupo consideren una verdad, una necesidad o una situación humana. Implica un estilo de pensamiento ponderado y personal, que consiste en el hábito de hilvanar juicios de forma reiterativa y persistente de cara a la formación de la mente.

La reflexión se convierte en una forma de pensar tranquila, prudente, sosegada, profunda para poder llegar a conclusiones claras y ponderadas. Se suele denominar también «reflexión» en determinados ambientes escolares o en grupos cristianos a la exhortación sistemática y programada, que se hace cada dí­a de forma familia y persuasiva como ayuda educativa a los oyentes. En algunas instituciones se presenta como «reflexión de la mañana», para ambientar la jornada escolar sobre aspectos morales o espirituales; en otros ambientes se hace como «reflexión de la tarde», a fin de revisar la jornada y analizar lo que se ha hecho bien o se ha hecho mal para ofrecerlo a Dios y pedir perdón por las deficiencias.

En determinadas convivencias, como son los ejercicios espirituales ignacianos, la reflexión (el reflectir) se considera como la plataforma personal de la conversión, al volver humildemente sobre la propia vida y tratar de ordenarla en conformidad con criterios evangélicos y de servicio eclesial.

Estrictamente no es tarea catequí­stica, tanto instructiva como espiritual, sino humana y pedagógica. Pero sí­ lo es en cuanto ayuda a orientar la propia conducta de forma moralizante o sugestiva. Suele tener una eficacia grande en la medida en la que los oyentes se hallan bien dispuestos para recibirla de forma eficaz si viene de otros o en cuanto uno mismo se la formula si ha llegado ya a un grado suficiente de madurez y se sabe estimular. (Ver Fátima)

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

I. Concepto
El concepto de r., desarrollado por el -> neo-platonismo como épistrofé, fue luego perfeccionado por Agustí­n, Buenaventura y Tomás de Aquino. Según éste, el espí­ritu conoce la -> verdad en cuanto que vuelve la mirada sobre sí­ mismo (supra seipsum reflectitur), en lo cual aprehende no sólo su acción, sino también su esencia, de la que es propio conformarse con las cosas (De ver., q. 1 a 9; S. c. G. lv c. 11; In lib. de causis prop., 13 y 15). A comienzos de la edad moderna Descartes se ve llevado a la r. en su empeño de asegurar el conocimiento; se apoya en el cogito y basa en éste todo lo demás (-> cartesianismo). La r., notablemente profundizada, pervive en el método trascendental (-> filosofí­a trascendental) de Kant (-a kantismo), que concibe nuestro conocimiento en función de sus condiciones a priori de posibilidad en el sujeto y sobre todo a partir de los conceptos puros o categorí­as del entendimiento (cf. Critica de la razón pura B 25). De esto hay que distinguir los conceptos de la r., que definen en alternativas la relación de los conceptos objetivos entre sí­, lo cual se hace en virtud de la «r. trascendental»; ésta constata si los conceptos objetivos «se comparan entre sí­ como pertenecientes al entendimiento puro o a la intuición sensible» (A 261). Hegel rechaza la filosofí­a de la r., que como filosofí­a del entendimiento no puede superar la separación de los contrarios. Sin embargo, según él, la r. no está en modo alguno «excluida de lo verdadero»; más bien, el movimiento dialéctico de la razón es precisamente la «igualdad que se restablece o la r. sobre sí­ mismo en medio de lo otro» (Fenomenologia del espiritu, prólogo). Recientemente, la r. tiene un papel fundamental en G. Marcel; la primera r. constituye los objetos conocidos y está sujeta a la oposición de sujeto y objeto; la segunda r., en cambio, supera la mencionada oposición, unificándola en el -> ser supraobjetivo.

II. El acto de la reflexión
Materialmente en la r. se produce el doblamiento o el retorno (reditio) de la -> conciencia sobre sí­ misma, siendo sólo completa la r. intelectual, mientras que la sensible es siempre incompleta. Es fundamental la r. concomitante o implí­cita, en virtud de la cual la conciencia es siempre conciencia de sí­, o en la aprehensión del objeto se vuelve sobre sí­ misma.

Sobre esto se basa la r. consecuente o explí­cita, que como acto peculiar se dirige a lo aprehendido en la implí­cita, es decir, a los actos de conciencia y al yo latente en el fondo, como también a los objetos según la forma en que se representan en esos actos. Más en concreto, aquí­ están contenidas tres clases de r., que con sus subclases fundamentan respectivamente muchas ciencias.

La r. psicológica se vuelve sobre el acto como vivencia interior y examina la peculiaridad óntica de los actos espirituales y sensibles de conocer, apetecer y sentir, por medio de los cuales avanza hacia la constitución psicosomática del hombre. De ahí­ resultan (no sólo, pero sobre todo) la -> psicologí­a y la -> antropologí­a filosóficas.

La r. lógica analiza el modo del conocimiento del hombre en tanto aquél no es intuitivo, sino abstractivo. Por esta razón aprehende sus objetos sirviéndose de entidades mentales, tales como el -> concepto, el juicio, la deducción. Estas actividades vienen consideradas por la -> lógica, que examina la exactitud de las uniones mentales.

La r. ontológica se aplica a la esencia más í­ntima de los actos del espí­ritu bajo el aspecto de su contenido, en cuanto que éstos van referidos al -> ser y mediante éste al ente. En esa operación es posible un doble enfoque. En nuestro conocimiento, según su manifestación del ser o del ente, o según su verdad, se adentran la r. de la teorí­a del conocimiento y la de la metafí­sica del conocimiento. La primera esclarece y cimenta el hecho de la verdad; la segunda, en cambio, desarrolla su posibilidad a partir de las condiciones previas apriorí­sticas en el sujeto. La dirección opuesta es la seguida por la r. metafí­sica o (en sentido estricto) ontológica, mediante la cual la -> ontologí­a desarrolla el ser y el ente tal como éstos se hacen patentes en nuestros actos de conocer. Aquí­ se trata realmente de r., dado que el ser sólo se revela al hombre en cuanto él mismo retorna a su propia profundidad; pues también en los entes no humanos el ser en tanto muestra allí­ su luz en cuanto éstos son incluidos en tal retorno (r.) y así­ participan de él.

El desarrollo moderno de la -> metafí­sica ha conducido a la r. trascendental. Esta se inicia con Kant, que analiza los actos cognoscitivos del hombre bajo el aspecto de las condiciones de posibilidad que ellos implican. Pero a la vez la r. trascendental va más allá de Kant, por cuanto penetra en la conciencia humana más profundamente que éste y pone al descubierto como suprema condición de posibilidad la referencia de aquélla al ser en absoluto. Con ello se da un segundo paso más allá de Kant, ya que queda por esclarecer cómo ha de interpretarse el ser que se muestra en la conciencia, para que él pueda constituir la última condición de posibilidad de la misma. De lo dicho resulta claro que los dos polos de la r. trascendental coinciden con las clases de r. ontológica que acabamos de mencionar.

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Johannes Baptist Lotz

K. Rahner (ed.), Sacramentum Mundi. Enciclopedia Teolσgica, Herder, Barcelona 1972

Fuente: Sacramentum Mundi Enciclopedia Teológica