QUERUBIN

v. Ángel, Serafín
Gen 3:24 puso al oriente del huerto de Edén q
Exo 25:18; 37:7


Querubí­n (heb. kerûb, kerûbîm y kerubîm, gr. jeróub, jeroubéin). Categorí­a especial de ángel. No se conoce alguna raí­z hebrea de la que se pueda derivar este término, pero existe una posible conexión con el ac. karâbu, «bendecir» y «orar», de cuya raí­z deriva karibi y karibâti. I. Usos en la Biblia. 1. Dios puso querubines para proteger el camino hacia el árbol de la vida, para que el hombre, expulsado del jardí­n del Edén, no comiera de su fruto (Gen 3:24). 2. Un par de querubines de oro hechos a martillo estaban sobre el propiciatorio del arca del testimonio en el tabernáculo, uno en cada extremo. Con el rostro frente al otro miraban hacia abajo (Exo 25:18-20, 22; 37:8, 9) y sus alas cubrí­an el propiciatorio. Sobre éste y entre los querubines Dios expresaba su voluntad (Num 7:89). En el templo de Salomón, los 2 querubines hechos de madera de olivo y recubiertos de oro eran más grandes, pero quizá tení­an la misma apariencia que los del tabernáculo (1Ki 6:23-28; 8:6-8; 2Ch 3:10-13), aunque sus rostros miraban hacia «la casa», es decir, el lugar santo (2Ch 3:13). 3. Figuras de querubines eran motivos de decoración de las cortinas del tabernáculo (Exo 26:1, 31; 36:8, 35) y del templo (2Ch 3:14), y fueron tallados en los paneles de las paredes y las hojas de las puertas del templo de Salomón (1Ki 6:29, 32); también habí­a querubines labrados en el templo de Ezequiel (Eze 41:18). 4. En lenguaje poético y simbólico se habla de ellos como mensajeros de Dios (2Sa 22:11; Psa 18:10), y sentado sobre ellos (1Sa 4:4, BJ; 2 966 S. 6:2, BJ; Psa 99:1) o que mora entre ellos (2Ki 19:15; 1Ch 13:6; Isa 37:16). 5. En la visión de Ezequiel se describen formas y grupos complicados de querubines (Eze 1:4-25; 9:3; 10; 11:22). Tení­an pies como de terneros, alas, manos humanas y 4 rostros diferentes: de un querub («buey», Eze 1:10), un ser humano, un león y un águila. Los 4 seres de Rev 4:6-8 probablemente tengan alguna relación con los querubines de Ezequiel. 6. No se los menciona en el NT, con excepción de Heb 9:5, donde se analiza el antiguo santuario), sus departamentos y sus muebles. 420. Querubí­n sobre un altar de Sidón, s V a.C. II. Paralelos orientales. En casi todos los paí­ses del antiguo Oriente se describen o ilustran seres sobrehumanos que en forma y funciones se parecen a los de los querubines bí­blicos. 1. Asiria tení­a el k~ribu o karâbu (plural karibi; intercesores masculinos), y la karibatu (plural karibâti; intercesoras femeninas), ante los dioses. En un texto cuneiforme se describe un k~ribu de pie a la derecha de la puerta del lugar santí­simo del templo pagano, como una especie de guardián divino. 2. Las representaciones egipcias son las más parecidas a las de los querubines que cubrí­an el arca. En la tumba del rey Seti I se representan 2 seres alados con forma humana, que se miran entre sí­ y extienden sus alas para proteger al dios o al rey que está entre ellos. Representaciones similares se han encontrado esculpidas en los muros de templos o santuarios paganos. Un par de estos seres están representados en 2 lados de un altar fenicio encontrado en Sidón, ahora en el Museo de Estambul (fig 420). 3. La mayorí­a de las representaciones de seres alados que aparecen en objetos encontrados en Palestina o Fenicia son de apariencia similar a una esfinge, como las de los marfiles del palacio de Acab, en Samaria (fig 338), la del trono en un marfil de Meguido, y la esfinge del trono del rey Abiram de Biblos, esculpida en su sarcófago (fig 219). 4. En las esculturas en piedra encontradas en las ruinas de las ciudades-estados hititas del norte de Siria se representan seres hibridos, con varias cabezas y alas, más semejantes a los querubines de Ezequiel que a los de la Mesopotamia. III. Interpretación de las evidencias. No puede haber duda de que los querubines bí­blicos designan una clase de ángeles. En ninguna parte se los representa como objetos de adoración, y por tanto no pueden ser seres divinos. Aparecen siempre al servicio de Dios y, generalmente, en su presencia inmediata. En lenguaje poético y simbólico se los representa como llevando a Dio, o protegiendo o vigilando su trono. Su apariencia no se representa uniformemente y pudo haber variado, como las representaciones en el antiguo Oriente. Los querubines en el tabernáculo y el templo se habrí­an parecido a los representados en los relieves egipcios. Los querubines de la visión de Ezequiel, que son criaturas hí­bridas, tendrí­an sus paralelos más estrechos en los seres con varias cabezas del mundo siro-hitita.

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

†¢íngeles.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, ANGE

ver, PROPICIATORIO, TABERNíCULO, íNGEL, DIABLO

vet, Guardianes puestos al este del Edén para impedir que Adán y Eva pudieran llegar al árbol de la vida después de su caí­da y expulsión del paraí­so (Gn. 3:24). Cuando se construyó el arca del Tabernáculo, se pusieron dos querubines formando una sola pieza con la cubierta o propiciatorio, dispuestos cara a cara, uno a cada extremo, y cubriéndolo con sus alas (Ex. 25:18-20; 37:7-9; véase PROPICIATORIO). Eran un sí­mbolo de la presencia del Señor y de la distancia que lo separa del pecador; su gloria se manifestaba entre los querubines (Lv. 16:2). Dios moraba así­ en medio de Su pueblo; Jehová estaba presente en el Tabernáculo para recibir la adoración (Ex. 25:22; Lv. 1:1; véase TABERNíCULO). Son numerosos los pasajes que hacen alusión a la presencia de Jehová entre los querubines (Nm. 7:89; 1 S. 4:4; 2 S. 6:2; 2 R. 19:15; Sal. 80:2; 99:1; Is. 37:16). Habí­a figuras de querubines bordadas sobre los tapices del Tabernáculo (Ex. 26:1). El Templo de Salomón, mucho más espléndido, tení­a dos gigantescos querubines. Su altura era de 10 codos, o casi 5 m., y la envergadura del arco formado por las dos alas era de 10 m. Estos querubines, de madera de olivo, estaban cubiertos de oro (1 R. 6:23-28; 8:7; 2 Cr. 3:10-13; 5:7, 8; He. 9:5). Habí­a querubines, además de palmeras y flores abiertas, esculpidos alrededor de los muros del Templo (1 R. 6:29). A orillas del Quebar, Ezequiel tuvo una visión de querubines. Cada uno de ellos tení­a cuatro rostros y cuatro alas (Ez. 10:1-22; cfr. 9:3). Estos querubines parecen idénticos a los cuatro seres vivientes que el profeta habí­a visto anteriormente; los cuatro rostros eran: de hombre, de león, de buey y de águila (cfr. Ez. 1:5-12 y 10:20-21). Los querubines eran portadores del trono de Jehová (Ez. 1:26-28; 9:3). El apóstol Juan da, en Apocalipsis, la descripción de cuatro seres vivientes con rostros semejantes a los de estos cuatro querubines (Ap, 4:6, 9). Los asirios y otros pueblos semí­ticos hací­an representaciones de criaturas aladas simbólicas, especialmente de leones y toros alados que guardaban las entradas de sus templos y palacios. Los egipcios poní­an también seres alados en algunos de sus santuarios. De los hititas se han descubierto animales fabulosos, como esfinges de cuerpo de león y cabeza de águila. Un trono del rey Hiram de Biblos estaba soportado por dos criaturas de rostro humano, cuerpo de león y grandes alas. Estas representaciones hí­bridas aparecen centenares de veces en la iconografí­a del Asia occidental desde remotas épocas. Así­, la arqueologí­a documenta la transmisión de una tradición que indudablemente tuvo su origen en los albores de la humanidad, y cuyo verdadero sentido ha quedado registrado en las Escrituras. (Véanse también íNGEL, DIABLO, PROPICIATORIO.)

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

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Especie de ángel que se caracteriza en la piedad cristiana por expresar ardientemente el amor a Dios y la bendición a Dios (Que’rub, bendición a Dios). En castellano es diminutivo de querube y tradicionalmente se asocia la figura a la idea de adoración. Al menos como adoradores aparecen las veces que se les nombra en el Antiguo Testamento: Gn. 3.24; Ex. 25. 18 y 20-22; Num. 7. 89; 2 Rey. 9.15; Ex. 41.18.

En el Nuevo Testamento el término aparece en Hebr. 9.5, al describir el tabernáculo en el que reside la divinidad.

Es interesante constatar que en la Biblia se habla por primera vez de esta figura en el relato del Paraí­so, guardado por un querubí­n al ser expulsados de él los hombres pecadores. (Gen. 3. 24). Pero después se cita a los querubines con frecuencia, sobre todo en contextos proféticos y culticos, como si tuvieran una misión singular de relación adoradora y de presencia en los sacrificios.

También es bueno recordar a este propósito que la piedad cristiana atribuye a los querubines un sentido de cercaní­a a la divinidad, al igual que a los serafines. A los primero para adorar y ser modelos de respeto, a los segundo como modelos del abrasarse en el amor. Pero entre ambos apenas si se pueden formular distinciones reales.

Así­ lo entendieron los artistas, al reflejar figuras del Apocalipsis y recoger siluetas juveniles, sutiles, voladoras y con alas cubriéndose el rostro, como signo de respeto y de ardoroso amor.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

Criatura angélica de alto rango con deberes especiales, que se distingue del orden de los serafines. La primera de las noventa y una veces que se menciona la palabra querubí­n en la Biblia es en Génesis 3:24, donde se explica que cuando Dios expulsó a Adán y Eva de Edén, situó querubines (heb. keru·ví­m) en la entrada oriental con la hoja llameante de una espada †œpara guardar el camino al árbol de la vida†. No se especifica si Dios situó allí­ más de dos querubines.
Entre los enseres del tabernáculo que se construyó en el desierto, habí­a figuras que representaban querubines. A ambos extremos de la cubierta del Arca, elevándose encima de ella, habí­a dos querubines de oro de labor a martillo, †œcon sus rostros el uno hacia el otro† e inclinados hacia la cubierta en actitud de adoración. Cada uno tení­a dos alas que se extendí­an hacia arriba y cubrí­an protectoramente la cubierta. (Ex 25:10-21; 37:7-9.) La cubierta interior de las telas para tienda del tabernáculo y la cortina que dividí­a el Santo del Santí­simo también tení­an figuras de querubines bordadas. (Ex 26:1, 31; 36:8, 35.)
Estas no eran, como algunos afirman, figuras grotescas hechas a imitación de las monstruosas imágenes aladas que adoraban las naciones paganas de los alrededores. Más bien, según el testimonio unánime de la tradición judí­a antigua (la Biblia no dice nada al respecto), eran refinadí­simas obras de arte que representaban criaturas angélicas de forma humana y gloriosa belleza, hechas en todo detalle †˜conforme al modelo†™ que Moisés recibió del propio Jehová. (Ex 25:9.) El apóstol Pablo dice que eran †œquerubines gloriosos que cubrí­an con su sombra la cubierta propiciatoria†. (Heb 9:5.) Estos querubines en realidad estaban relacionados con la presencia de Jehová: †œY allí­ ciertamente me presentaré a ti, y hablaré contigo desde más arriba de la cubierta, desde entre los dos querubines que están sobre el arca del testimonio†. (Ex 25:22; Nú 7:89.) Por eso se decí­a que Jehová estaba †œsentado sobre [o, entre] los querubines†. (1Sa 4:4; 2Sa 6:2; 2Re 19:15; 1Cr 13:6; Sl 80:1; 99:1; Isa 37:16.) De manera simbólica, los querubines eran †œla representación del carro† sobre el que Jehová montaba (1Cr 28:18), y las alas de los querubines conferí­an tanto protección como rapidez al viajar. En consonancia con eso, en una canción poética David aludió a la rapidez con la que Jehová fue en su ayuda diciendo que †œvino cabalgando sobre un querubí­n, y vino volando […] sobre las alas de un espí­ritu†. (2Sa 22:11; Sl 18:10.)
Los detallados planos arquitectónicos del magní­fico templo de Salomón indicaban que se colocaran en el Santí­simo dos enormes querubines hechos de madera de árbol oleí­fero y revestidos de oro. Tení­an una altura de diez codos (4,5 m.) y estaban colocados en el centro de la habitación, mirando hacia el E., a una distancia de diez codos entre sí­. Las alas estaban extendidas de forma que mientras que con una tocaban la punta del ala del otro, con la otra tocaban la pared que daba al N. y al S. respectivamente, y por lo tanto abarcaban los veinte codos de ancho de la habitación. (Véase TEMPLO.) El arca del pacto y sus varales quedaban en el centro, debajo de sus alas. Las paredes y las puertas del templo también estaban decoradas con tallas grabadas de querubines revestidos de oro. Igualmente, los lados de las carretillas de cobre para el agua estaban adornadas con querubines. (1Re 6:23-35; 7:29-36; 8:6, 7; 1Cr 28:18; 2Cr 3:7, 10-14; 5:7, 8.) De manera similar, habí­a querubines tallados que adornaban las paredes y las puertas del templo que Ezequiel contempló en visión. (Eze 41:17-20, 23-25.)
Ezequiel también relata varias visiones en las que se vieron querubines simbólicos cuya descripción era poco común. Primero los llama †œcriaturas vivientes† (Eze 1:5-28), para luego identificarlos como †œquerubines† (Eze 9:3; 10:1-22; 11:22). En estas visiones gráficas los querubines están asociados í­ntimamente con la gloriosa persona de Jehová y le sirven de continuo.
En este libro profético también se le dijo a Ezequiel que levantara †œuna endecha acerca del rey de Tiro†, en la que le identifica con un glorioso querubí­n cubriente y que estuvo una vez †œen Edén, el jardí­n de Dios†, pero que fue despojado de su hermosura y reducido a cenizas sobre el suelo. †œEsto es lo que ha dicho el Señor Soberano Jehová: †˜[…] Tú eres el querubí­n ungido que cubre, y yo te he colocado a ti. En la montaña santa de Dios resultaste estar. En medio de piedras de fuego te paseabas. Estuviste exento de falta en tus caminos desde el dí­a que fuiste creado hasta que se halló injusticia en ti. […] Yo te pondré como profano fuera de la montaña de Dios, y te destruiré, oh querubí­n que cubre [†œoh querubí­n protector†, Vg]†™.† (Eze 28:11-19.)

Fuente: Diccionario de la Biblia

queroubim (ceroubivm), es el plural de queroub. Los términos castellanos «querubí­n» y «querubines» son erróneos, por cuanto «querubí­n» es la forma plural; el término singular es «querub». En buen uso, el plural de «querub» en castellano debe ser «querubes» o la transcripción «querubim». Algunos consideraban a los querubim como los representantes ideales de la creación animada redimida. En el tabernáculo y en el templo estaban representados por las dos figuras de oro de dos seres vivientes alados. Constituí­an una sola pieza con la cubierta de oro del arca del pacto en el Lugar Santí­simo, significando que las expectativas de las criaturas redimidas y glorificadas iban juntas con el sacrificio de Cristo. Por eso mismo ello indicarí­a que lo que representan es seres humanos redimidos unidos a Cristo, unión esta vista, de manera figurada, como procediendo del propiciatorio. Sus rostros estaban dirigidos hacia este propiciatorio, sugiriendo ello una conciencia del medio por el que se ha procurado la unión con Cristo. La primera referencia a los querubim se encuentra en Gen 3:24, que deberí­a traducirse «al este del huerto de Edén, El hizo morar un tabernáculo de querubim, y la espada flamí­gera que giraba a uno y otro lado para impedir el paso al árbol de la vida». Ello no era solo para mantener afuera a los hombres caí­dos; la presencia de los querubim sugiere que los hombres redimidos, restaurados a Dios bajo las condiciones divinas, tendrí­an acceso al árbol de la vida (véase Rev 22:14). Ciertas otras referencias del AT dan una clara indicación de que en ocasiones lo que se tiene a la vista son seres angélicos; p.ej., Psa 18:10; Eze 28:4: Lo mismo sucede con la visión de los querubim en Eze 10:1-20; 11.22. En el NT se encuentra este término en Heb 9:5, donde se hace referencia al arca en el tabernáculo, y se sugiere que se trata de aquellos que ministran para la manifestación de la gloria de Dios. Por ello, es posible llegar a la conclusión de que, por cuanto en el pasado y en el presente los seres angélicos han actuado y actúan administrativamente en el servicio de Dios, y que el hombre redimido ha de actuar administrativamente en el futuro en comunión con El, los querubim en las Escrituras representan a uno u otro de estos dos grupos de seres creados en conformidad a lo que se expone en los varios pasajes con ellos relacionados.¶

Fuente: Diccionario Vine Nuevo testamento

Seres angelicales o representaciones simbólicas de los mismos, mencionados frecuentemente en el Antiguo Testamento y sólo una vez en el Nuevo Testamento.

Contenido

  • 1 En Filología
  • 2 En Arte
  • 3 En una Visión Inspirada
  • 4 En Teología

En Filología

La palabra cherub (cherubim es el plural masculino en hebreo) es una palabra tomada del asirio kirubu, de karâb, «estar cerca», por lo que significa los que están cerca, familiares, sirvientes personales, el cuerpo de guardias, cortesanos. Se usa comúnmente para designar a los espíritus celestiales que rodean cercanamente la Majestad de Dios y le prestan servicios íntimos. Por lo tanto, pasó a significar tanto como «espíritu angélico». (El cambio de K de Karâbu a K de Kirub no es nada inusual en asirio. La palabra se ha relacionado con la palabra egipcia Xefer por metátesis de Xeref = K-r-bh). Una metátesis similar y juego con el sonido, sin duda existe entre Kerub y Rakab, «montar», y Merkeba, «carroza». La explicación judía posterior, por analogía entre Kerub y Rekûb, «un joven», parece inútil. En inglés la palabra debe ser pronunciada qerub y querubim, y no con una ch suave.

En Arte

En la Biblia se usa frecuentemente las palabras querubín y querubines para designar figuras esculpidas, talladas y bordadas utilizadas en los muebles y los adornos del santuario judío.

  • Según Éxodo 25,18-21, sobre el kapporeth o tapa del Arca (es decir, el “propiciatorio”) estaban colocadas las figuras de dos cherubim de oro macizo.
  • Según 1 Reyes 6,23 ss, y 2 Crón. 3,11 ss., Salomón colocó en el Santo de los Santos dos grandes querubines de madera de acebuche revestidos de oro. «Estaban de pie y con sus caras vueltas hacia la sala.” lo que probablemente significa que sus caras miraban hacia el Lugar Santo o la Entrada.
  • Según Éx. 26,31, había querubines bordados en el velo del tabernáculo, para separar el Lugar Santo del Santo de los Santos. Se hicieron «de púrpura violeta y escarlata, de carmesí y lino fino torzal”. No sabemos cuántos querubines se bordaron en el “paroket” o velo. Con frecuencia se supone que, como el velo ocultaba el Santo de los Santos, tenía pintadas dos grandes figuras para representar a los espíritus guardianes o cuidadores.
  • Según 1 Reyes 6 y 7, los querubines se grababan aparentemente como un “motivo” artístico en madera y metal. El revestimiento de madera del Templo, tanto interior como exterior, estaba cubierto con ellos, así como con palmeras y flores abiertas. El mar de bronce estaba adornado con figuras de leones, bueyes y querubines.
  • De acuerdo a Ezequiel 41,18 ss., en su descripción visionaria del Templo, las paredes del santuario estaban adornadas con querubines y palmeras, y cada querubín tenía dos caras, la de un hombre y la de un león, vueltas respectivamente hacia las palmeras de la derecha y la izquierda. Pero no hay fundamento alguno para suponer que los querubines reales del Templo de Salomón o del santuario antes de Salomón tuvieran doble cara; lo contrario parece cierto, pero a partir del texto de la Escritura no podemos concluir con certeza qué tipo de caras tenían estos querubines del Templo, si de animales o de humanos. A veces se concluye a partir de Ezequiel 10,14, «y cada uno tenía cuatro caras: la primera era la cara del querubín, la segunda una cara de hombre, la tercera una cara de león y la cuarta, una cara de águila», que la cara de un querubín no puede haber sido humana, y que naturalmente se ha sugerido la cara de un buey, pero el argumento no es concluyente.

En el arte egipcio eran bastante comunes figuras con rostro humano y dos alas extendidas pegadas a los brazos. También en el arte asiriose usaban en la decoración figuras humanas aladas a cada lado de una palmera. A veces tenían cabeza de halcón, pero generalmente poseían rostros humanos. Sin embargo, incluso los judíos en el tiempo de Cristo habían olvidado por completo el aspecto de los querubines del Templo. Josefo (Antiq., VIII, 3) dice que nadie sabe ni siquiera son capaces de adivinar qué forma tenían. El hecho mismo, sin embargo, que la Biblia en ninguna parte da una explicación, pero presupone siempre que eran bien conocidas, nos hace creer que estaban entre las figuras más comunes del arte contemporáneo.

En una Visión Inspirada

Puesto que Yahveh estaba rodeado por figuras de querubines en su santuario en la tierra, así que, según la Escritura, Él está realmente rodeado de querubines en su corte de arriba. La función atribuida a estos servidores celestiales de la Majestad de Dios es la de portadores de trono, o «portadores», de Su Divina Majestad. En el Salmo 18(17),10-11 el salmista describe el abrupto descenso de Yahveh para rescatar un alma en pena en las siguientes palabras: «Él inclinó los cielos y bajó, un espeso nubado debajo de sus pies: cabalgó sobre un querube, emprendió el vuelo, sobre las alas de los vientos planeó». La idea de los querubines como la carroza de Dios parece que se indica en 1 Crón. 18, donde David dona oro para los querubines del Templo, que son descritos como “la carroza”, no probablemente porque tuviese la forma exterior de un vehículo, sino porque los querubines del Templo simbolizaban los tronos vivientes de alas veloces sobre los cuales viaja el Todopoderoso por los cielos.

El profeta Ezequiel menciona a los querubines en un doble sentido:

  • en su visión del carro viviente de Dios (Caps. 1 y 10);
  • en su profecía sobre el príncipe de Tiro (cap. 28,14 ss.).

La visión de Ezequiel de los querubines, que es prácticamente la misma en el capítulo décimo como en el primero, es una de las más difíciles en las Escrituras, y ha dado lugar a una multitud de explicaciones. El profeta vio primero una nube luminosa que venía del norte; desde la distancia parecía una gran nube con franjas de luz y algo de brillo intenso en el centro del mismo, brillante como el oro, pero en constante movimiento, como las llamas de un fuego. Dentro de ese fuego celestial él comenzó gradualmente a distinguir cuatro seres vivos con cuerpos como de hombres, pero con cuatro caras cada uno: un rostro humano al frente, pero con cara de águila detrás; el rostro de un león a la izquierda y el de un buey a la derecha. Aunque se aproximaban, sin embargo, sus rodillas no se doblaban en la marcha, continuaban rígidas e inflexibles, y la planta de los pies era como la planta de la pezuña del buey, y relucían como el fulgor del bronce bruñido. Tenían cuatro brazos, dos en cada hombro, y un ala pegada a cada brazo. De estos cuatro brazos alados dos estaban extendidos hacia lo alto; y dos hacia abajo cubriéndole el cuerpo. Estos cuatro seres vivientes estaban juntos, mirando en cuatro direcciones opuestas, y entre ellos había cuatro grandes ruedas dobles, por lo que podían rodar hacia delante o hacia los lados. Así, este carro angelical siempre presentaba el mismo aspecto, sin importar en cuál de las cuatro direcciones se movía, y los ángeles y las ruedas estaban adornados con ojos. Y sobre las cabezas de los querubines, de modo que la tocaban con las puntas de sus alas extendidas, había una bóveda de cristal, y sobre este cristal había un trono de zafiro, y en el trono, uno semejante a un hombre, a semejanza de la gloria de Yahveh.

El significado místico de cada detalle de esta visión probablemente seguirá siendo un tema de especulación, pero el significado de las cuatro caras no parece difícil de entender: el hombre es el rey de la creación, el león es el rey de las bestias de la selva, el buey es el rey del ganado en el campo, el águila el rey de las aves del aire. En los últimos años este relato de los querubines ha sido explicado como meros símbolos de la plenitud de la vida terrenal, que, como la tierra misma, es el estrado de Dios. Sin embargo, se entiende más naturalmente que estos rostros significan que estos seres angélicos poseían la sabiduría inteligente del hombre, la ágil fuerza del león, el considerable peso del buey, la inmensa sublimidad del águila. El cristianismo primitivo transfirió esta visión del Antiguo Testamento, a la esfera del Nuevo Testamento y gradualmente utilizó estas figuras querúbicas para designar a los cuatro evangelistas—un pensamiento de rara grandeza rara y singular felicidad, pero sólo un sensus accommodatu.

La profecía de Ezequiel contra el príncipe de Tiro contiene una descripción de la casi más que terrenal gloria de esa antigua ciudad. Se habla de Tiro como de un ángel caído de la gloria. Del rey de Tiro, se dice: «Tú, lleno de sabiduría y acabado en belleza. En Edén estabas, en el jardín de Dios, toda suerte de piedras preciosas formaban tu manto… Querubín protector de alas desplegadas te había hecho yo, estabas en el santo monte de Dios, caminabas sobre piedras de fuego. Fuiste perfecto en tu conducta desde el día de tu creación, hasta el día en que se halló en ti iniquidad… has pecado, y yo te he degradado del monte de Dios, y te he eliminado, querubín protector, de en medio de las piedras de fuego” (Ez. 28,12-16).

Indirectamente podemos extraer de este pasaje que los querubines fueron concebidos para estar en un estado de perfección, sabiduría, impecabilidad, cercanía a Dios en su Monte Santo y de gloria y felicidad preternatural. Lamentablemente las palabras parafraseadas como «con las alas extendidas de protección» son difíciles de traducir: el término hebreo puede significar «querubín de la unción, que cubre», por lo tanto un noble, siendo ungido, eclipsando a otros con sus alas para protegerlos. Si esto es así, hay que añadir la realeza y la beneficencia a las características de los querubines.

En Teología

A pesar de la opinión común actual de avanzados estudiosos protestantes, que los querubines son sólo representaciones simbólicas de ideas abstractas, la Iglesia Católica, sin duda, afirma que realmente existen seres espirituales que corresponden a ese nombre. El que los escritores del Antiguo Testamento usaron la palabra “cherubim” para designar a los ángeles, no sólo para expresar ideas, se puede ver mejor en Génesis 3,24, donde Dios puso querubines en la entrada del Paraíso. Esta frase podría no tener sentido alguno si los querubines no representaran a seres ministeriales, a diferencia del hombre, que realiza los mandatos de Dios. Asimismo, es difícil leer a Ezequiel y persuadirse uno mismo de que el profeta no presupone la existencia real de seres personales reales bajo el nombre de querubines; en los capítulos 1 y 10 él habla una y otra vez de «seres vivos», y dice que el Espíritu de la Vida estaba dentro de ellos, y señala repetidamente que las formas corporales que ve no son sino las apariencias de los seres vivos así mencionados.

Los seres vivos (zoa) que con tanta frecuencia se mencionan en el Apocalipsis de San Juan sólo pueden ser tomados como paralelos a los de Ezequiel, y no se puede dudar de su existencia personal en la mente de San Juan. También la frase frecuente: «que estás sentado sobre querubines» (1 Sam. 4,4; 2 Sam. 6,2; 2 Reyes 19; Isaías 37,37, 16; Sal. 80(79),2 y 99(98),1), aunque sin duda se refiere a la morada real de Yahveh en el Santo de los Santos, sin embargo, se entiende mejor como una referencia a los portadores celestiales del trono de Dios. No puede haber duda de que los judíos posteriores —es decir, a partir de 200 a. C. en adelante— consideraban los querubines como verdaderos seres angélicos, la angelología del Libro de Enoc y los libros apócrifos de Esdras nos dan un testimonio innegable sobre este punto.

Así que la Iglesia cristiana desde el principio aceptó la personalidad de los querubines y adoptó muy pronto la interpretación del nombre que hizo Filo Judeo. Clemente de Alejandría: «El nombre querubín intenta demostrar mucho entendimiento (aisthesin pollen).” (Stromata, V, 240). Aunque en los primeros siglos del cristianismo a los querubines se les consideraba ángeles, en la lista de la jerarquía angélica no se menciona a los querubines y serafines. Al principio sólo se enumeraban siete coros de ángeles, es decir los que se mencionan en Efesios 1,21 y Col. 1,16, con la adición de angeli et archangeil. Así también San Ireneoen Haer. II, XXX, y Orígenes, Peri archon, I, V. Pero pronto se percibió que la lista de los Apóstoles no intentaba ser una completa, y se añadieron los seres angélicos del Antiguo Testamento mencionados por Ezequiel e Isaías, los querubines, serafines y otros, de modo que tenemos ocho, nueve, diez o incluso once rangos en esa jerarquía. A veces se pensó que querubines y serafines eran sólo otros nombres para los tronos y las virtudes (San Gregorio de Niza, «Contra Eunomio I; Agustín en Ps., XCVIII, 3).

Desde Dionisio el Pseudo-Aeropagita, De Caelesti Hier. (escrito alrededor del año 500 d.C), la división del orden angélico en nueve rangos ha sido prácticamente universal, y los querubines y serafines toman el lugar más alto en la jerarquía, un rango que les atribuyó San Cirilo de Jerusalén (370 ), y San Juan Crisóstomo (c. 400), y que el Papa San Gregorio I (Magno), una vez aprocrisiario o nuncio en Constantinopla, dio a conocer en Occidente. El Papa Gregorio dividió los nueve órdenes angélicos en tres coros, el coro más alto son: tronos, querubines y serafines. De los querubines dice (Hom in Ev., XXXIV, 10), que “querubín” significa «la plenitud del conocimiento, y que estos sublimes ejércitos se llaman así porque están llenos de un conocimiento que es el más perfecto, ya que se les permite contemplar la gloria de Dios más cercanamente». Esta explicación de San Gregorio se deriva en última instancia de una declaración similar de Filo, y San Agustín ya la había combinado con la función de los querubines en el Antiguo Testamento en su sublime comentario al Salmo 80(79),2, «Tú que estás sentado entre querubes»: «Querubín significa el Asiento de la gloria de Dios y se interpreta: plenitud de conocimiento. Aunque nos damos cuenta de que los querubines son los poderes y virtudes exaltados; sin embargo si quieres, tú también serás uno de los querubines. Porque si querubín significa Asiento de Dios, recuerda lo que dice la Escritura: El alma de los justos es el Asiento de la Sabiduría «.

Bibliografía: KEIL, Commentary on Ezechiel, I, 20-46, in Clark’s Foreign Lib. (Edinburgh, 1876), IV; KNABENBAUER, Commentarius in Ezechielem (París, 1890), 21-41; ZSCHOKKE, Theologie der Propheten (Friburgo im Br., 1877), 250 sqq.; BAREILLE in Dict. de theol. cath., s.v. Anges, 1206-11; WULFF, Cherubim, Throne und Seraphim (Altenburgo, 1894); PERROT y CHIPIEZ, Le temple de Jerusalem (París, 1889); VIGOUROUX, La Bible et les decouvertes modernes, IV, 358-409; RYLE in HASTINGS, Bible Dict., s.v.

Fuente: Arendzen, John. «Cherubim.» The Catholic Encyclopedia. Vol. 3. New York: Robert Appleton Company, 1908.
http://www.newadvent.org/cathen/03646c.htm

Traducido por Luz María Hernández Medina.

Fuente: Enciclopedia Católica