PSICOPATOLOGIA

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Estudio sistemático de los trastornos de los diversos rasgos psí­quicos y de las peculiares reacciones del individuo que muestra comportamientos o actitudes enfermizas en diverso grado.

La psicopatologí­a no es psiquiatrí­a, pero se acerca a ella. El que padece una perturbación psí­quica, el psicópata, se mueve en la lí­nea que separa lo aní­mico de lo somático.

En la medida en que un sí­ndrome es fisiológico corresponde su terapia al psiquiatra. Si es preferentemente psí­quico, al psicopatólogo el que deba explorarlo y tratarlo. Evidentemente esta diferenciación es más cómoda para describir que para tratar, pues esa lí­nea fronteriza es tan misteriosa que ordinariamente es indeterminable y confusa.

El educador debe recordar que pueden surgir también psicopatologí­as de naturaleza religiosa, las cuales deben ser analizadas y entendidas como hechos humanos y naturales más que sobrenaturales: visiones, alucinaciones, posesiones diabólicas, escrúpulos, obsesiones, etc. Difí­cilmente se podrá ser buen maestro de espí­ritu si se carece de conocimientos clí­nicos y psicopatológicos que hagan posible el conveniente discernimiento.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

La p. se ocupa del estudio de las alteraciones psí­quicas. En este sentido es una ciencia empí­rica y sirve de base a la psiquiatrí­a. K. Schneider usa la expresión de «p. clí­nica». Existen dos tipos fundamentales de trastornos psí­quicos: variaciones de la psiquiatrí­a normal, tales como las personalidades anormales (con el subcapftulo de las personalidades psicopáticas), las reacciones vivenciales anormales, las neurosis y las disposiciones intelectuales anómalas (ciertos casos de debilidad mental); trastornos psí­quicos como consecuencia de enfermedades y formaciones defectuosas (alteraciones de la conciencia, desintegración de la personalidad y demencia, así­ como ciertas peculiaridades en el modo del enfermar psí­quico que constituyen los dos grandes grupos de la esquizofrenia y la ciclotimia).

La p. como ciencia empí­rica se nutre de las aportaciones de ramas diversas de la – psicologí­a. Pero hay dos que han nacido en estrecha relación con sus problemas: una es la p. f enomenológica y la otra es la psicopatologí­a dinámica.

La palabra «-> fenomenologí­a» fue introducida por Husserl en el lenguaje psicológico y por cierto en un doble sentido: como «psicologí­a descriptiva» y como «contemplación eidética». La p. fenomenológica, que nace con la publicación del libro de Jaspers, Allgemeine Psychopathologie (1913), se mantiene en la primera acepción, es decir, como descripción, la más pura posible, de las vivencias psí­quicas anómalas. La distinción metodológica principal es la que existe entre «explicar» y «comprender», entendiéndose el primer término como método cientí­fico natural y el segundo como método de las ciencias culturales o históricas. En las enfermedades mentales se presentan sí­ntomas psí­quicos que no pueden ser comprendidos sino explicados: la demencia del paralí­tico general, p. ej., se explica a partir del proceso anatomopatológico que le sirve de base. Se trata, pues, de relaciones causales. Claro es que la causalidad no explica sino la presencia de los sí­ntomas psí­quicos, pero no completamente su modo. En cambio, otros sí­ntomas que aparecen en la patologí­a mental pueden ser comprendidos, p. ej., la aparición de una reacción vivencial anormal después de un trauma psí­quico. La comprensión es en tal caso genética: se trata del descubrimiento de motivos y no de causas. Esta distinción metodológica ha sido muy útil en psiquiatrí­a, puesto que ha permitido establecer la noción de proceso psí­quico y de psicosis.

Psicosis son enfermedades psí­quicas. De ellas hay unas ligadas a un trastorno corporal conocido, como ocurre en la demencia paralí­tica, o en los trastornos seniles, o en la epilepsia, o en los cuadros psí­quicos que acompañan a un tumor cerebral o a un herido o a otra enfermedad corporal; pero hay otras psicosis, establecidas por analogí­a con las anteriores, en las que no se ha descubierto ningún trastorno somático de base (somatosis). Sin embargo, tal trastorno puede postularse, porque psicopatológicamente la vida psí­quica del paciente se halla tan rotundamente alterada como en las psicosis orgánicas (de base somática conocida). En tales psicosis la vida psí­quica se halla rota, desgarrada. Los productos de tal quiebra no se parecen a las variantes de la vida psí­quica normal, como son las neurosis. La presencia de tales sí­ntomas psicopatológicos es incomprensible y por tanto tiene que ser explicada como en las psicosis orgánicas. Lo que está aquí­ roto es la unidad, la ley y continuidad del sentido en el desarrollo de la vida (K. Schneider).

La p. dinámica nace del psicoanálisis. Según éste, lo que no puede ser comprendido en el campo de la experiencia psí­quica no pertenece a la conciencia, sino al inconsciente. El inconsciente psicoanalí­tico es dinámico. Mediante el recurso al inconsciente se explican la aparición de los sí­ntomas neuróticos (obsesiones, fobias, crisis de angustia) e incluso ciertos sí­ntomas somáticos. La energí­a psí­quica no elaborada psí­quicamente se desví­a por los canales de las regulaciones viscerales y sensomotoras; tras el trauma psí­quico aparece la parálisis motora, la anestesia sensorial o la disregulación visceral.

En los últimos años se han extendido las interpretaciones dinámicas a las psicosis, especialmente a la esquizofrenia y a la psicosis maní­aco-depresiva, extensión frente a la cual Freud se mostró reticente; pero ya Schiller la ensayó incluso para la parálisis general. La p. dinámica es profunda, en tanto se apoya en la presencia del inconsciente. Su éxito deriva de que no se contenta con una actitud descriptiva, como la fenomenológica, sino que tiene un designio terapéutico. Las exageraciones de la p. dinámica han llevado a negar el valor de la nosologí­a psiquiátrica, e incluso el hecho de que las enfermedades mentales sean tales enfermedades. Para algunas son formas peculiares de las relaciones humanas (sociosis). La p. dinámica se halla muy desarrollada en los Estados Unidos. En cambio la p. fenomenológica se cultiva fundamentalmente en Centro Europa, con algunas escuelas considerables en paí­ses latinos. Los progresos farmacológicos actuales refuerzan las tesis de la p. fenomenológica, que ha permitido establecer la actual nosologí­a psiquiátrica.

Los más recientes trabajos sobre la estructura de las neurosis, demuestran que en éstas no todo es comprensible y que hay en ellas una estructura fisiodinámica subyacente a su estructura psicodinámica. En cierto sentido las neurosis volverí­an a ser enfermedades como en los tiempos de Cullen, introductor de la palabra.

Como sistema, la p. clasifica y ordena el material clí­nico. Fenomenológicamente la clasificación puede hacerse: 1º. según los modos del vivenciar (sensación, percepción, representación y pensamiento, sentimientos, valores, tendencias, acciones volitivas); 2.° según las propiedades fundamentales del vivenciar (vivencia del yo, del tiempo, de la memoria, capacidad de reacción psí­quica); y 3.° según el alcance de la vivencia (atención, conciencia, inteligencia, personalidad). El sistema, en la p. dinámica, se establece sobre la metamorfosis de la energí­a psí­quica (complejos, arquetipos, conversaciones, transferencia) y la estructura tópica de la personalidad (ello, yo, super-yo).

Existen otras direcciones psicopatológicas interesantes en la actualidad. Una, la experimental, que trata de provocar trastornos análogos a los que ofrece la clí­nica (intoxicaciones por la mescalina, ácido lisérgico, etc.). Otra, la p. antropológica, con diversas direcciones (Gebsattel, Binswanger, Zütt, etc.). Hemos de mencionar también la p. transcultural, que estudia la forma de manifestarse las enfermedades en los diversos cí­rculos culturales, etc. La p. actual también ha recibido aportaciones considerables de otras direcciones, tales como la psicologí­a de la forma, el conductismo, la psicologí­a animal, etcétera.

BIBLIOGRAFíA: K. Jaspers, Allgemeine Psychopathologie (B 61959); K. Schneider, Klinische Psychopathologie (St 61962); J. J. López Ibor, Psychiatrie der Gegenwart (Psychosomatische Forschung) (B 1963); E. Kretschmer, Medizinische Psychologie (St 121963); P. C. Kuiper, Enfermedades psí­quicas del hombre (Herder Ba 1973); L. Bellak, Esquizofrenia (Herder Ba 1962); A. Berge, Las psicoterapias (Herder Ba 1970); M. Eck, Los enfermos mentales y su tratamiento (Herder Ba 1966); J. de Ajuriaguerra, La elección terapéutica en psiquiatrí­a infantil (Toray Mason Ba 1970); R. González Mas, Rehabilitación del deficiente mental (Cient M Ba 1970); F. Herrera Luque, Las personalidades psicopáticas (Cient M Ba 21970); B. Llopos, Introducción dialéctica a la psicopatologí­a (Morata Ma 1970); M. Ristich, La locura a través de los siglos (Bruguera Ba 1970); S. Rousset, Reflexiones de una psiquiatra (Herder Ba 1970); H. J. Weitbrech, Manual de psiquiatrí­a (Gredos Ma 1970); D. Wild-(Jeher, El psicodrama en el niño (Miracle Ba 1970); S. Wolff, Introducción a la psicopatologí­a (F de C Econ Méx 41970).

Juan José López Ibor

K. Rahner (ed.), Sacramentum Mundi. Enciclopedia Teolσgica, Herder, Barcelona 1972

Fuente: Sacramentum Mundi Enciclopedia Teológica