PSICOLOGIA RELIGIOSA. CORRIENTES

[600]

Los múltiples estilos que han seguido los diversos investigadores de la Psicologí­a se pueden clasificar en atención a los métodos que han usado en el estudio de los hechos psicológicos y atendiendo a los temas preferidos. Esos estilos han condicionado el modo de entender y de orientar la religiosidad y sus manifestaciones. Una visión general de esas corrientes permitirá situar mejor la acción pedagógica y catequí­stica respecto a este rasgo general del espí­ritu humano que es la religiosidad e indirectamente la fe. Las corrientes clásicas e históricas

Vamos a llamar a las que identificaron psicologí­a con otras ciencias como la fí­sica o la biologí­a. Herederas de la inquietud psicofí­sica del XIX trataron de analizas los hechos en frí­o, es decir en sí­ mismo y al margen del ser humano en que se producen. Dominaron la primera mitad del siglo. Partieron del principio de que todo hecho psí­quico, y la religiosidad entre ellos, debe ser analizada como hecho original y de forma aislada. Se pueden señalar algunas.

1.1. El Experimentalismo.

Se afirma en 1879 con el laboratorio que, en Leipzig, establece W. Wundt (1832-1920). Los trabajos psicométricos que realiza completan los que ya otros fisiólogos habí­an publicado, como los de W. H. Weber (1795-1878) en su libro «Sobre la medida del tacto», o en sus «Elementos de Psicofí­sica».

El método de Wundt es el experimental, el cual se impone rápidamente entre los fisiólogos y psicólogos y va a predominar en la primera parte del siglo XX. Es evidente que esta metodologí­a es poco apta para acceder con ella a los fenómenos interiores del hombre y de manera especial a los hechos, a las actitudes y a las disposiciones que tiene que ver con la religiosidad.

Por eso el experimentalismo por lo general suele eludir, y ocasiones negar, el hecho religioso como algo diferente y original. Y prefiere desarrollarse con los que tiene directamente una base fisiológica: lo sensorial dependiente del sistema nervioso, lo caracterial vinculado a las secreciones endocrinas. Con frecuencia se le acuda a este experimentalismo de asociacionismo y de materialismo. Y algo de ello hay en realidad.

1.2. El Estructuralismo.

Representado por E. B. Tichtener (1867-1927), discí­pulo de W. Wundt, en libros como intenta analizar los hechos psí­quicos en el contexto de las estructuras a las que pertenecen, superando el reduccionismo del experimentalismo original.

Admite el elemento sensorial de todo hecho de conciencia. Pero afirma la superioridad y la originalidad de la reacción psicológica, como algo diferente de la acción fisiológica, fí­sica o biológica. Algunos simpatizantes como R. B. Perry, (1876-1950) en libros como «Naturalismo y Espí­ritu Humano» o antropólogos como el alemán Kurt Lewin (1890-1947) en «La esctructura de la mente», se desentiende de afirmaciones comprometedoras, al considerar que lo espiritual escapa la ciencia positiva y por lo tanto no debe ocupar el tiempo de los pensadores y de los mismos sociólogos o educadores.

1.37. Psicologí­a Gestáltica
De similar hechura cientí­fica es la corriente germánica llamada del gestaltismo o configuración dinámica de la mente y de la personalidad (Gestalt, en alemana, forma, configuración)

Representada por W. Wertheimer (1880-1943), por C. Koffka,(1886-1941) o W. Köhler (1887-1946) prefiere hablar de configuraciones o formas, más que de estructura, implicando en el concepto unas relaciones implí­citas y vinculantes para explicar los hechos psí­quicos (en alemán Gestalt) para explicar los procesos psí­quicos.

El principio que rige sus interpretaciones es que «el todo es más que la suma de las partes». Aunque no se puede explicar el hecho psí­quico por la simple acumulación de sensaciones, factores, funciones, reflejos o estí­mulos, algunos de los promotores, como Köhler, en su libro «La inteligencia de los monos superiores» no fueron capaces de superar el sensorialismo y el asociacionismo, lo que les incapacitaba para una mí­nima comprensión de los aspectos trascendentes del pensamiento humano.

1.4. El Funcionalismo,
El funcionalismo radical (función es el resultado de una intersección de variables) fue iniciado por C. Stumpf (1848-1936), en su obra «Psicologí­a del sonido» y en «Teorí­a del conocimiento». En principio se quedó en lo meros análisis de lo sensorial, por su procedencia del experimentalismo y por su metodologí­a analí­tica de laboratorio.

Pero pronto se desarrollo en el estilo funcionalista el sentido práctico y abarcaron todos los temas. Algunos de sus promotores o afines, como W. James (1842-1910) en «La voluntad de creer», en «Varias formas de experiencia religiosa» o en «El sentido de la verdad» intentaron descubrir lo que se esconde detrás de las actitudes espirituales.

Otros fueron más directamente a explorar los valores religiosos debido a su objetiva aparición en la vida de las personas. Tal fue el caso de J. Dewey (1859-1952) en estudios como «Esbozo de una teorí­a crí­tica de la ética» o en «Naturaleza y conducta humana».

1.5 El Factorialismo.

Fue corriente que se desarrolló al acercarse la mitad del siglo XX y que recogió datos y observaciones anteriores para entender que las facultades humanas no son realidades simples, sino resultados de diversos factores que se entrecruzan e interactúan.

Ch. L. Spearman (1863-1938), representante con C.L. Burt de la escuela monofactorialista inglesa y Luis L. Thurstone (1887-1955), representante de la escuela multifactorialista americana, reflejaron las dos posturas encontradas respecto a entender las «capacidades y las aptitudes humanas como resultado de factores.

Spearman asoció la inteligencia a un factor común o general (factor G), en libros como «La habilidades de la inteligencia y los principios de la cognición». Thurstone la entendió «producto» resultante de la actuación proporcional y desigual de factores (V, N, W, M, E, C…) en libros como «Las aptitudes mentales primarias.»

En ambas aptitudes se entiende los religioso como producto confluyente de factores que intervienen en su gestación (expresividad, comprensión, capacidad abstractiva, memorización, etc.)

El factorialismo usa procedimientos objetivos y matemáticos para lograr un análisis profundo, completo, cuantitativo y dinámico. Sólo cuando se hallan suficientes técnicas e instrumentos analí­ticos, se puede conocer lo psicológico. Y por supuesto, lo más sutil, como son los sentimientos éticos, los estéticos y los espirituales, se escapan de la definición factorializada propia de otros elementos humanos como es la inteligencia, el lenguaje, el comportamiento o la sociabilidad.

1.6. La Reflexologí­a
El desarrollo de la neurologí­a permitió descubrir la estrecha dependencia entre lo psí­quico y la corteza cerebral.

Primero se hizo con sorpresa y casi incredulidad. Luego se fueron desarrollando intensas investigaciones hasta establecer ví­nculos tan fuertes y condicionantes que ya no es posible analizar fenómenos psicológicos, incluso espirituales, sin entender lo que se registra, combina y se desencadena en las neuronas corticales del hombre.

La identificación de los fenómenos psí­quicos con la adquisición de reflejos condicionados y con su ejercitación está apoyada en los trabajos de neurólogos rusos como Ivan P. Pawlow (1849-1946) publicados en conferencias y libros como «Los reflejos condicionados», «La psicologí­a reflexológica» y «Fisiologí­a y psicologí­a». Con Pawlow se desarrolla una lí­nea neurológica importante, del psiquiatra Vladimiro Bechterev (1857-1927), hasta el tardí­amente valorado Semonovich Vygotski (1896-1934) con obras como «Desarrollo de los procesos psicológicos superiores» y Alxander Luria (1902-1977) con trabajos como «El cerebro humano y los procesos psicológicos».

Todo hecho psicológico se reducirí­a entre los reflexólogos a efecto, en definitiva, de interacciones nerviosas. En esta clave es evidente que poco lugar queda para la originalidad de los hechos espirituales y de los aspectos religiosos, salvo en cuanto se asocien a los soportes que les pueden prestar las facultades o potencias tradicionales: inteligencia, sociabilidad, afectividad, fantasí­a, etc.

En tiempo reciente, B. Skinner (1904-1990), en obras como «Aprendizaje y comportamiento», «Más allá de la libertad y de la dignidad», «Conductismo y sociedad», siguió una lí­nea similar y elude lo religioso por no resultar campo directo y fácil para el análisis experimental.

Sin caer en el biologismo materialista, se origina con la neurologí­a una nueva dimensión psicológica. Se desarrolla una forma de entender los procesos mentales y se los aprecia como resultado de «acondicionamientos» y de los reforzamientos positivos y gratificantes de la conducta humana.

1.7. El Conductismo

Más biológico incluso que la misma neurologí­a se encamina fácilmente a un mecanicismo materialista. Esta representado por J. B. Watson (1878-1959) con sus escritos «El Behaviorismo» y «La conducta: una introducción a la psicologí­a comparada».

Se realiza un duplicado de la reflexologí­a pauloniana, aunque con menos originalidad. Este conductismo (o behaviorismo, con término inglés) interpreta todo hecho psicológico como respuesta suscitada por un estí­mulo.

El abanico de estí­mulos que llegan al sistema nervioso genera un código progresivamente organizado y complicado de respuestas, que van desde el movimiento corporal a las mismas acciones superiores: pensamiento, relaciones, amor, elecciones, lenguaje, etc.

Tampoco cabe mucho lo espiritual y lo ético en este esquema mecanicista y se pasa superficialmente sobre sus manifestaciones y sus interrogantes.

2. Ví­as de renovación
Psicologí­a cálida se puede denominar al conjunto de corrientes que centraron su interés en la persona que late bajo el hombre. Es decir, la ciencia psicológica pone en segundo lugar la ciencia y en el primero el hombre su psique supramaterial y suprabiológica. Es el centro de atención prioritaria de las corrientes psicológicas de la segunda parte del siglo XX. Se tiende a definir los hechos psí­quicos como manifestaciones de la persona, no como realidades abstractas.

2.1. Psiconálisis
Especial valor tuvo el método psicoanalí­tico investigado por el psiquiatra Freud en la década de los años treinta, pero que cobró amplia difusión después de la Guerra Mundial segunda.

El Psicoanálisis, o Psicologí­a analí­tica del subconsciente, representó una convulsión en Psiquiatrí­a y en Psicologí­a. No todos los entendieron de la misma forma y por eso se dispersaron los estilos desde los primeros tiempos.

Segismundo Freud (1856-1939), psiquiatra austriaco de ascendencia judí­a, con sus intuiciones y sus numerosos escritos al estilo de «Seis ensayos de sexualidad», «Totem y Tabú», «La interpretación de los sueños», marcó desde mitad de siglo una nueva orientación psicológica al valorar el subconsciente humano y la fuerza radical de la tendencia al placer en el hombre, la libido, en sus formas negativas (thanatos) y en suforma positiva (eros). Entre los campos explorados, también estuvo el religioso, entendido como una «neurosis compulsiva», y su manifestación: la idea de Dios como una sublimación de la dependencia paterna; o la moral, como una represión exógena generadora de conflictos.

Sus seguidores en el estilo, aunque no en la interpretación, desarrollaron esta corriente por diversos derroteros.

K. Jung (1875-1961), suizo que se separó de Freud en 1912, inició el psicoanálisis sociologista de Zurich, con libros como «Psicologí­a y religión», «la realidad del alma» o «Los tipos psicológicos».

Y Alfredo Adler (1875-1937), austriaco que dirige el Movimiento de Viena, generó un psicoanálisis más personalista con obras interesantes: «Práctica y teorí­a de la Psicologí­a individual», «El sentido de la vida» y «El conocimiento del alma».

Las corrientes psicológicas originaron posteriores reviviscencias cientí­ficas de signo psicoanalí­tico de variado tono.

Una de ellas fue la de la Escuela de Frankfurt, con Erich Fromm (1900-1980) como más significativo representante. Sus obras, como «El arte de amar», «La revolución de la esperanza» o «El corazón del hombre», se divulgaron por su carácter popular y analizaron la sociedad y sus patologí­as colectivas originadas por represiones.

Otra fue la lí­nea americana, con Erick Erikson (1902-1994) como mejor exponente. Este psicoanalista combina un moderado freudismo con los procesos de ajuste social de la persona que crece. Se desarrolla su pensamiento en libros como «Infancia y sociedad», «Identidad, juventud y crisis», «Historia personal y circunstancia histórica».

Sigue teniendo intensa resonancia en el terreno de la psicologí­a el llamado «Neopsicoanálisis» o interpretación dinámica de las tensiones profundas que se manifiestan en el hombre y se constituyen en objeto de estudios cientí­ficosde singular importancia.

2.2. Creativismo
En la medianí­a del siglo, el psicólogo de la universidad de Harvard Joy Paul Guilford (1897-1990) promovió una corriente psicológica y sociológica de tipos multifactorialista en la conferencia (y en el libro) que con el tí­tulo «Creativity» pronunció y publicó en 1950.

En obras posteriores como «La estructura de la Inteligencia», Medida y desarrollo de la creatividad», Creatividad y educación», resaltó el valor polifacética de la inteligencia en cuanto promotora de operaciones y en productos realizadas y logrados en terrenos o contenidos diferentes. Con sus ideas el tema de la creatividad humana se convirtió en preferente en la Psicologí­a, con cuya fuerza se explica desde las mejores expresiones del arte hasta las mitologí­as religiosas, las creencias morales y espirituales, personales y colectivas, y también las relaciones grupales como son las asociaciones religiosas y piadosas.

2.3. Psicologí­a genética
Al mismo tiempo que se desarrollaba el movimiento creativista, se realizaban las investigaciones de la filosofí­a epigenética de Jean Piaget (1896-1980).

Este filósofo y psicólogo y los equipos que con él trabajaron permanentemente en Suiza, en Francia y en otros lugares elaboraron trabajos sobre psicologí­a evolutiva que fueron los que más resaltaron en sus investigaciones: «La formación del sí­mbolo en el niño», «Lenguaje y pensamiento en el niño» y «El nacimiento de la inteligencia en el niño».

Pero más personales y no menos importantes fueron sus planteamientos más filosóficos sobre la teorí­a del conocimiento expuesto en sus obras: «La psicologí­a de la inteligencia», «Introducción a la epistemologí­a genética», «Los mecanismos perceptivos». Entre los vací­os que existen en la excelente obra de Piaget no es el menor la ausencia de temas religiosos y de valores espirituales, a los que su orientación no fue muy propicia.

En cierto sentido paralelo a Piaget, y con silencios religiosos más explicables, puede recordarse al miembro del Partido comunista francés Henri Wallon (1879-1963), con su clarividente valoración de los mecanismos nerviosos en la configuración de los hechos psí­quicos
Su pensamiento quedó plasmado en múltiples obras como «Psicologí­a del niño», «Los orí­genes del carácter en el niño», y «El niño turbulento».

2.4. Personalismo
Surgió como reacción contra el existencialismo demoledor de mediados del siglo. Fue el pensador Manuel Mounier (1902-1950) el que lo construyó en su dimensión filosófica con sus preguntas sobre la personalidad expresadas en sus libros: «Qué es el personalismo», «Manifiesto al servicio del personalismo» y «Revolución personalista y comunitaria».

Pero en Psicologí­a se transformó en nueva manera de mirar al hombre como unidad global y no como acumulación de rasgos y facultades.

G. W. Allport (1897-1967) puso en el candelero cientí­fico los estudios psicológicos sobre la Personalidad. En su obra significativa: «La Personalidad» o en «Entornos y crecimiento de la personalidad», entiende por ella algo dinámico y complejo que subsume una mapa pluriformes y bien trabajado de rasgos humanos y capacidades. Y proclama la armoní­a y proporción de los mismos como la condición para que el hombre llegue a su plenitud y equilibrio. Entre esos rasgos resalta el valor de la espiritualidad y de la trascendencia y fomenta al cultivo de la libertad para poder asegurar un crecimiento gradual y consistente.

Desarrolla el personalismo la psicologí­a humanista del psiquiatra Karl Rogers (1902-1980), quien se detiene en el análisis de los posibles desajustes.

En libros como «La psicoterapia centrada en el cliente» o en «Cómo llegar a ser persona», trata a los psicópatas como seres humanos libres a los que hay que ayudar desde su yo a regenerarse, pues son hombres antes que enfermos.

2.5. Constructivismo

En tiempos recientes se ha resaltado en la psicologí­a el valor y el condicionamiento de los aprendizajes como modo de desarrollo. Interesa recordar la importancia y la influencia de las corrientes constructivistas de los «psicólogos del aprendizaje» de Harvard.

Jerónimo Brunner (n. 1915) en libros como «Hacia una teorí­a de la instrucción», «Realidades mentales y mundos posibles» o «Acción, pensamiento y lenguaje» ha resaltado el valor de la cultura como condición de desarrollo. En su lí­nea pedagógica han trabajado David Ausubel con su «aprendizaje significativo» Norman Donald con su «teorí­a de las redes», Joseph Novak con su «aprendizaje autónomo».

2.6. Globalismo psicológico
En el mapa de las corrientes de renovación hay que situar otros intentos recientes de teorizar menos y de concebir más caminos prácticos para hacer actuar a los hombres de forma vital.

Tal vez sea la resonancia de Daniel Goleman con su conocido libro «La inteligencia emocional» uno de los autores afortunados que mejor puede representar ese movimiento de que lo que importa son los hombres y no las teorí­as que sobre ellos se formulen. Lo decisivo es el ser que vive y aprende con gusto y no la hipótesis de que en la mente hay una red de datos y capacidades que nadie ha visto pero que hay que presuponer para sacar partido de ella.

Los psicólogos más recientes extienden el deseo de que todos, tanto anormales como normales, sean protagonistas de sus actos interiores y exteriores. Intentan reconocer la dignidad humana por encima de todo. Y promocionan una psicologí­a centrada en el hombre, que adquiere cierta resonancia al comenzar el siglo XXI y que tal vez sea la demanda de los próximos decenios.

3. Porvenir y sí­ntesis
Ante tantas corrientes psicológicas del pasado y ante las intuiciones de los años venideros, es buen tener presente el interrogante de cuál será la próxima ola de corrientes psicológicas que se otea en el horizonte de la ciencia.

La historia de la ciencia, y con más motivo de las ciencias del hombre como es la Psicologí­a, enseña que el caminar humano es irregular, inestable y nunca previsible del todo, pero que se rige siempre por demandas imperiosas, individuales y colectivas, y que las respuestas sin irrefrenables.

No se puede predecir en este terreno el porvenir con un porcentaje suficiente de probabilidad. Pero algunos rasgos del hombre caminante de los tiempos actuales sí­ hacen posibles ciertas previsiones, en clave de demandas urgentes.

– El hombre desconcertado por la técnica y los nuevos cauces de información y de comunicación, sobredimensionados en los dos últimos decenios, demanda una psicologí­a de la serenidad, de la crí­tica personal y de los apoyos solidarios. Una corriente vigorosa de «Psicologí­a orientacional» se va a despertar a corto alcance para no prolongar los desconciertos colectivos.

– El hombre ví­ctima de un vací­o ético y de un sincretismo religioso desajustante y empobrecedor va a conocer las reacciones de cierto terrorismo intelectual, de integrismos polí­ticos y religiosos, de intentos fallidos de refugiarse en grupos sectarios protectores en apariencia pero explotadores en la realidad. Una «Psicologí­a de reflexión», de defensa ideológica, de rearme moral e intelectual está a punto de nacer con fortaleza.

– El hombre insatisfecho con sus propias conquistas y por el consumo fugaz promovido por la propaganda falaz, anuncia una «psicosociologí­a de la elevación» (del autocontrol, de los ideales, incluso religiosos, que aseguren libertad.

– Ha nacido ya un movimiento globalizador que pone en duda las barreras raciales, económicas, polí­ticas, incluso religiosas. La «Psicologí­a del ecumenismo» y de apertura universal está naciendo en soportes como son las ONGs del desarrollo, las experiencias de servicio abierto, los grupos internacionales.

– El hombre conflictivo, fruto de la distorsión de las culturas, del anarquismo, de la felicidad del fin de semana, tiene que ser superado por el hombre pací­fico de lo natural (de la familia, de la amistad, de la solidaridad), estudiado y entendido por una nueva «Psicologí­a natural».

Por eso se halla tal vez ya en gestación una «nueva corriente de psicologí­a humanista», que da prioridad al hombre concreto sobre la humanidad abstracta, a la construcción interior sobre los alarde del espectáculo, a las palabras clave como trabajo, seguridad, espiritualidad, belleza, amor y paz sobre otras engañosas como progreso, libertad, justicia, igualdad, poder, riqueza, amistad, placer, ciencia, dignidad y felicidad.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa