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Cuidado amoroso que Dios tiene de sus criaturas, de manera especial de las inteligentes y destinada a la salvación eterna.
La Providencia como atributo divino corresponde a la Stma. Trinidad, pero ha sido tradicional, desde Santo Tomás y San Buenaventura, vincularla al Padre amoroso. El término «providencia» (pronoias) sólo una vez es usado en el N. T. (Hech. 24.2). Sin embargo las alusiones al Padre providente se hallan cientos de veces, pues son la entraña del Evangelio.
(Ver Dios. Atributos 3.1)
Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006
Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa
Dios providente
Dios que ha creado el universo y que dirige la historia, cuida de sus criaturas con bondad infinita para llevarlas al destino que él se ha propuesto. Se llama «Providencia divina» a las «disposiciones por las que Dios conduce la obra de su creación» hacia esta finalidad, respetando, al mismo tiempo, la dignidad y libertad del hombre (CEC 302). Es la «programación» o plan que está en la mente de Dios («pronoia»).
Es frecuente la referencia a la Providencia divina en los textos escriturísticos veterotestamentarios. En realidad, toda la historia de salvación se mueve la luz de la elección de Dios (e.g. Abraham) y de la presencia activa de Dios en medio de su pueblo (éxodo y camino hacia la tierra prometida). «Dios provee» siempre, aun cuando pide los sacrificios más costosos (Gen 22,14). «Todo cuanto le place lo realiza» (Sal 115,3), porque «sólo el plan de Dios se realiza» (Prov 19,21). Por esto se invita a una confianza ilimitada en Dios que cuida de todos sus hijos.
Dios es la causa primera, que consigue sus planes de amor, respetando las causas segundas y por medio de ellas. El mismo mal está dentro de una Providencia misteriosa que permite los acontecimientos y que respeta la libertad del hombre. Así Dios es «suficientemente poderoso y bueno para hacer surgir un bien del mismo mal» (San Agustín). Esos caminos misteriosos de la Providencia sólo se conocerán en el más allá.
La vida y el mensaje de Jesús
La vida de Jesús, Hijo de Dios hecho hombre, es una vida humana sin privilegios, zarandeada por la historia y orientada hacia la redención querida por el Padre. Su vida estaba en las manos amorosas del Padre (cfr. Lc 23,46), quien cuida de todos los detalles para que la vida se haga donación (Mt 6,25-34). Sin esta visión plenamente humana y radicada en la fe, la donación de Jesús en la cruz no pasaría de ser un fracaso, «un escándalo para los judíos y una necedad para los griegos» (1Cor 1,23). El «vino a su casa y los suyos no le recibieron» (Jn 1,11). De este «rechazo» o «humillación», se siguió su «glorificación» y nuestra redención (cfr. Fil 2,5-11).
El mensaje de Jesús llama la atención sobre este punto central de la fe en Dios. Todo ser humano, al escuchar el mensaje de Jesús, queda invitado y urgido a descubrir el amor del Padre en «las flores», en «los pájaros» y, de modo especial, en la propia vida y en la de los hermanos. «El Padre conoce» con amor todo lo que pasa en la vida de cada ser humano (Mt 6,25-34). Si Dios «hace salir su sol sobre buenos y malos» (Mt 5,45), los creyentes en Cristo son llamados a confiar en su Providencia y a amar como él. Así serán mensajeros de las bienaventuranzas, como «sal de la tierra y luz del mundo» (Mt 5,13-14).
La Providencia en la acción evangelizadora
En el campo de la evangelización, la fe y confianza en la Providencia adquieren un significado especial, ya sea como desprendimiento de las seguridades de esta tierra, ya sea como confianza en que un día toda la humanidad encontrará a Cristo por la fe y don de Dios. Al apóstol se le pide una confianza ilimitada en la Providencia divina. Cuando Jesús envió a sus Apóstoles, les exigió la misma confianza en la Providencia que él vivía y que había explicado en el sermón de la montaña (Mt 10,29-31; 6,25-34). El seguimiento radical de Cristo para la misión incluye la confianza absoluta en la Providencia amorosa del Padre.
Todos los valores culturales y religiosos que van surgiendo en los diversos pueblos y períodos históricos, llevan la impronta de una acción divina providencial, que orienta todo hacia la revelación definitiva en Cristo «queriendo abrir el camino de la revelación sobrenatural, se reveló desde el principio a nuestros primeros padres… fue preparando a través de los siglos el camino del evangelio» (DV 3). En cuanto a los que todavía no creen explícitamente en Cristo, hay que recordar que «la divina Providencia tampoco niega los auxilios necesarios para salvación quienes sin culpa no han llegado todavía a un conocimiento expreso de Dios y se esfuerzan en llevar una vida recta, no sin la gracia de Dios» (LG 16).
La Providencia divina ha ido dejando huellas de su presencia amorosa en todo corazón y en todo pueblo. Todo tiende hacia un futuro de plenitud en la fe en Cristo y en la visión y encuentro definitivo. Pero, mientras tanto, sigue siendo válido el principio de que, en esta tierra, «a Dios no lo ha visto nadie» (Jn 1,18), salvo el Hijo de Dios que se hizo hombre para comunicarnos los nuevos planes salvíficos. Sólo en Cristo se descifra el misterio del hombre y de su historia.
Referencias Dios Amor, creación, dolor, historia de salvación, predestinación, tiempo.
Lectura de documentos LG 16; GS 26; CEC 302-314; 373.
Bibliografía R. GARRIGOU-LAGRANGE, La Providencia y la confianza en Dios (Madrid, Palabra, 1979); R. GUARDINI, Libertad, gracia y destino (San Sebastián, Dinor, 1954). Ver bibliografía en referencias (Dios, etc.).
(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)
Fuente: Diccionario de Evangelización