(hilastérion)
Esta palabra sólo se encuentra en Rom 3,25: A Cristo Jesús, Dios lo ha hecho propiciatorio por su sangre, por medio de la fe. La Traducción ecuménica de la Biblia traduce: Dios lo ha destinado para que sirva de expiación por su sangre, por medio de la fe.
El «día de expiación» del Antiguo Testamento (en hebreo: yom kippur; en griego: hémera exilas-mou) comprendía tres purificaciones: la del sumo sacerdote, la del pueblo y la del santuario (Lv 16). Según la Carta a los Hebreos, Cristo Jesús las realiza y las concentra en su persona. La sangre tenía un papel decisivo en la expiación. Cristo ofrece su sangre a Dios como don de su vida por todos (cf. Heb 9,14-22).
Pablo no aplica a Cristo el título de sumo sacerdote, como lo hará la Carta a los Hebreos, pero la realidad está sin duda en Rom 3,25. Así pues, la expiación es:
1. el lugar donde se realiza la expiación: Cristo es entonces propiciatorio y desempeña la función de la placa de oro del trono de Dios que cubría el arca de la alianza (Ex 25,17-22). Es en adelante el lugar único y definitivo del perdón y de la salvación en la historia humana;
2. Cristo es el instrumento de la reconciliación con Dios. El lenguaje de Pablo se explica de esta manera: se pasa del templo al cuerpo de Cristo (1 Cor 5,7; 10,16.22). El pecado había privado a los humanos de la gloria de Dios (Rom 3,22); el sacrificio de Cristo les permite de nuevo el acceso a él.
M. C.
AA. VV., Vocabulario de las epístolas paulinas, Verbo Divino, Navarra, 1996
Fuente: Vocabulario de las Epístolas Paulinas