en Lv 12, 6-8, la Ley de Moisés mandó que la mujer que haya parido un niño o una niña, cumplidos los días de su purificación, debía presentarse en el Templo con un cordero de un año para el holocausto y un pichón o una tórtola para el sacrificio por el pecado. Si la mujer no disponía de recursos suficientes para la res menor del holocausto, debía llevar dos pichones o dos tórtolas, uno para el holocausto y otro para el sacrificio por el pecado. Aunque no era obligatoria la presentación del niño en el Templo, los pobres lo presentaban, pues ésta era su ofrenda, ya que a todo primogénito se le debía rescatar, Ex 13, 2 y 12-13; Nm 18, 15-16. Tanto los padres de Juan Bautista como los de Jesús cumplieron con la ley cuando nacieron sus hijos. A los cuarenta días del nacimiento de Jesús, María y José fueron a Jerusalén para presentarle el Niño al Señor como primogénito, Lc 2, 22-24. Estando en el Templo María, José y el niño, fue a su encuentro un hombre justo y piadoso, movido por el Espíritu Santo; era Simeón, que esperaba la consolación de Israel, a quien le había sido revelado que no moriría sin antes haber visto al Cristo, al Mesías. Simeón tomó al niño en sus brazos, bendijo a Dios y pronunció su cántico, conocido como el Nunc dimitis, Lc 2, 25-32.
Diccionario Bíblico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003
Fuente: Diccionario Bíblico Digital