griego más viejo. En el N. T., responsable de la comunidad cristiana ante los apóstoles. La labor del p. consistía en gobernar la comunidad, 1 P 5, 2-4; proclamar la palabra de Dios, 1 Tm 5, 17; asistir a los enfermos y aplicarles el santo óleo, St 5, 14. El p. debe llenar ciertos requisitos, entre los cuales estaban el ser casado una sola vez, ser de conducta irreprochable y tener una familia estable cuyos miembros también fueran creyentes y de comportamiento correcto; adherido a la palabra de los apóstoles para que pudiera cumplir con su función de enseñar, Tt 1, 5-9. Los presbíteros eran establecidos por los apóstoles, Hch 14, 23, o por sus representantes, Tt 1, 5, mediante la imposición de las manos, 1 Tm 5, 22. Según la costumbre antigua de Israel y del judaísmo, en la Iglesia primitiva se instauró el consejo de ancianos o de presbíteros, griego prebytérion. Cuando se discutió la cuestión de si era necesaria la circuncisión para salvarse, este problema fue consultado con los apóstoles y el consejo de presbíteros, Hch 15, 2/4/6/22/23; 16, 4.
Diccionario Bíblico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003
Fuente: Diccionario Bíblico Digital
(ancianos).
En el A.T. aparecen como un cuerpo organizado de ancianos, elegidos por el pueblo, con una función política, social y religiosa. Su nombre aparece en todos los libros del Pentateuco y los libros históricos de la Biblia, así como en Is., Jer. Ez., Joel, Sal , Job y Prov. Son llamados «ancianos»: (presbíteros, en griego), también son llamados «ancianos de la ciudad», o de la gente, o de la tribu, o de la casa de Israel, o de la congregación.
Su función es representar al pueblo en las actividades políticas y religiosas: Aparecen en el Pentateuco hablando por el pueblo: (Exo 17:5); fueron quienes le pidieron a Samuel que les diera un Rey: (1 52Cr 8:4); hacen una alianza con David en Hebron: (2 52Cr 3:17); son miembros del «consejo real»: (2 52Cr 17:4) y tienen voto en cuanto a la paz o la guerra: (1Re 20:7).
En el N.T. aparecen como el «consejo de ancianos», formando el Presbiterio, en en Mat 15:2, Mar 7:3-5. En los Hech. aparecen enviando a Pablo y Bernabé, en Hec 11:30, y en todo el cap. 15, en el Concilio de Jerusalén; y el saludo de despedida de Pablo a Efeso, fue dirigido a los ancianos: (Hec 20:17), y en 21:8, Santiago, con los ancianos, oyeron el reporte de Pablo entre los gentiles.
En la carta a Timoteo, este es consagrado por la imposición de las manos del presbiterio: (1Ti 4:14), y los presbíteros trabajan en la ensenanza y predicacion: (1 Tim.5.
17), por lo que se les debe mantener: (1 Tim.5.
15). A Tito se le ordena que nombre Presbíteros en cada ciudad: (Tit 1:5).
En Santiago, los ancianos deben orar por los enfermos, Stg 5:14-15. Y San Pedro, se llama a sí mismo presbítero, y exhorta a sus companeros ancianos a cuidar por las ovejas: (1 Ped. 5). Ver «Sacerdotes».
Diccionario Bíblico Cristiano
Dr. J. Dominguez
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Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano
[442]
El que ha recibido el sacramento del Orden en este grado. El nombre de presbítero procede de las primeras comunidades cristianas, donde los de más edad, los ancianos (presbyteros) realizaban el ministerio de animación y el servicio sacramental entre los hermanos.
Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006
Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa
De la palabra griega presbyteros, que significa «el más anciano», sirve para indicar en el Nuevo Testamento a los colaboradores del apóstol en un servicio particular.
En las fuentes de la época apostólica no es fácil distinguir la figura del «presbítero» de la del «obispo»), ya que ambos desempeñan funciones » especiales «, reservadas a los ministros consagrados (predicación, administración de los sacramentos, dirección de la comunidad, vigilancia sobre la doctrina recta). Pero ya en el siglo 11, el obispo no aparece nunca sin su presbiterio, asociado a él en cada una de las eucaristías y en el oficio pastoral. Los presbíteros son «(sacerdotes secundi ordinis». Con la organización de las parroquias adquieren luego mayor importancia y se percibe con mayor claridad su figura en la Iglesia.
La relación entre los obispos y los presbíteros queda trazada sinteticamente en LG 28: «Los presbíteros, aunque no han llegado a la cumbre del pontificado y dependen de los obispos en el ejercicio de su potestad, con todo están unidos a ellos por el honor del sacerdocio y, en virtud del sacramento del orden, son consagrados como verdaderos sacerdotes del Nuevo Testamento, a imagen de Cristo, sumo y eterno sacerdote, para predicar e1 evangelio y apacentar a los fieles y para celebrar el culto divino». Aquí el punto de partida es el obispo, que se define a su vez a partir de la figura de Cristo y del apóstol; se ve y se presenta al presbítero como el colaborador del obispo y en cierto modo como la extensión sacramental y pastoral de su presencia en la comúnidad cristiana local. En la oración de ordenación de los presbíteros, el obispo dice que tiene necesidad de su ayuda, debido a sus propias imitaciones,- en el ejercicio de su ministerio, de la misma manera que los apóstoles recibieron la ayuda de los discípulos en la predicación del Evangelio. Así pues, el presbítero se define a partir del obispo. El obispo, a su vez, se define como continuador de la obra de los apóstoles. De esta manera la identidad misma del presbítero se define como participación y prolongación en la comunidad de la tarea y de la misión de los apóstoles de Cristo.
El ministerio propio de los presbíteros es el de ayudar al obispo en la dirección de la Iglesia local. La formula más común de esta colaboración es el servicio pastoral en una parroquia. De manera particular el presbítero sustituye y representa al obispo en la presidencia de la eucaristía, en la reconciliación sacramental de los penitentes, en la predicación de la Palabra de Dios, en la dirección y animación de la comunidad que se le ha confiado, en la promoción de la actividad caritativa del testimonio.
R. Gerardi
Bibl.: L. Coenen, Anciano, en DTNT 1, 1 22129; J. Gewiess, Ministerio, en MS. IV/l, 489ss; J M, Castillo, Los ministerios en la, Iglesia, Fundación Santa María, Madrid 1983; E. Schillebeeckx, El ministerio eclesial, Responsables en la comunidad cristiana, Cristiandad, Madrid 1983; J Equiza – G Puhl, Para vivir el ministerio, Verbo Divino, Estella 1988; R. Gerardi, El misterio pastoral del presbítero, Comercial. Valencia 1989
PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995
Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico