En la antigüedad, y también entre los judíos, se tenía la creencia que muchas enfermedades misteriosas, tales como la epilepsia, se debían a espíritus malignos e impuros. Los evangelios nos hablan con frecuencia de hombres poseídos por un espíritu extraño e inmundo, que le da fuerzas sobrehumanas (Mt 5, 3), que le atormenta angustiosamente (Mc 1, 26; 5, 5; Lc 8, 29; 9, 42) y le hace atentar contra la propia vida (Mc 5, 5). Son abundantes los milagros de Jesucristo expulsando a los demonios (Mt 4, 24; 8, 16. 28; 9, 32; 17, 18; Mc 1, 34-39; 7, 29; 16, 9; Lc 4, 35. 41; 8, 2. 30-38; 11, 14). Jesús confiere a sus discípulos el poder de expulsar a los demonios (Mc 7, 22; 10, 8; Mc 3, 15; 6, 13; Lc 9, 1; 10, 17); incluso afirma que todo el que crea en El tendrá poder para expulsar demonios en su nombre (Lc 16, 17). Aunque es difícil precisar si se trata, en efecto, de verdaderos poseídos del demonio o de enfermedades (v. gr., epilépticos, lunáticos), estos milagros significan la llegada del reino. Se pensaba que el mundo estaba bajo las fuerzas del mal, bajo el poder de Satanás. Con estos milagros se pone bien de manifiesto que el reino del demonio queda sometido y aplastado por el reino de Dios, que Jesucristo ha venido a establecer en el mundo.
E. M. N.
FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001
Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret