POSESION ESPIRITUAL O DEMONIACA

En la mente hebrea, la existencia de †¢demonios, seres espirituales desobedientes a Dios, nunca fue puesta en duda. La Biblia enseña de su existencia y actividades. La persona humana, por otra parte, tiene la capacidad de entrar en contacto con el mundo de lo espiritual e incluso de dejarse posesionar por uno de los entes de esa esfera. Es enseñanza clara de toda la Biblia que el Espí­ritu Santo entra y llena el ser interior de las personas. En determinados casos también los espí­ritus desobedientes a Dios pueden hacerlo. Una de las actividades de los demonios consiste, precisamente, en su capacidad para penetrar en el cuerpo de los seres humanos, y adueñarse de su personalidad. Aunque esos seres espirituales tienen facultades de las cuales no disponen los hombres, es interesante que éstos, a su vez, poseen algo que aquellos no tienen: un cuerpo. La experiencia corpórea, el tener cuerpo, es sumamente importante, al punto de que la Escritura enseña que el fin de la humanidad redimida por Cristo será habitar en cuerpos especiales, por la resurrección. Pero los ángeles buenos y los caí­dos no tienen ese privilegio. Los caí­dos la buscan en contra de la voluntad de Dios y, al mismo tiempo, para contrariar esa voluntad.

La más remota tradición hebrea interpreta, especialmene a través de los libros apócrifos de †¢Enoc, que los llamados †œhijos de Dios† que aparecen en Gen 6:1-4 apareándose con †œlas hijas de los hombres† eran ángeles caí­dos, o demonios. Y que de esas uniones nacieron gigantes, †œvarones de renombre†.
cuanto a posesiones de carácter maligno, se nos habla de que †œenvió Dios un mal espí­ritu entre Abimelec y los hombres de Siquem† (Jue 9:23). El lenguaje que se usa no permite discernir con claridad si se habla de un malestar o mal entendimiento que surgió entre ellos o si fue un espí­ritu especí­fico que lo causó. El caso de †¢Saúl es muy particular, porque recibió las dos clases de influencia, la benéfica y la maléfica. Así­, se nos dice que †œel Espí­ritu de Dios vino sobre él con poder, y profetizó† (1Sa 10:10). Más tarde, sin embargo, †œel Espí­ritu de Jehová se apartó de Saúl, y le atormentaba un espí­ritu malo de parte de Jehovᆝ (1Sa 16:14). Algunas personas opinan que esta última porción a lo que se refiere es a que Saúl sufrí­a de depresiones, que se calmaban con la música de David. Es posible. Pero ¿qué causaba esa depresión?
muchos les sorprende la gran cantidad de endemoniados que aparecen en el NT. Se recurre al expediente de explicarlo todo desde el punto de vista de una pseudociencia o de una ciencia subdesarrollada, negándose la existencia de seres espirituales y su capacidad de entrar en las personas. Dicen, entonces, que se llamaba obra de demonios a enfermedades, mayormente psí­quicas, que los antiguos no eran capaces de diagnosticar y curar, mucho menos explicar. Es cierto que esto acontecí­a, en muchos casos. En el devenir de la historia se ha comprobado que algunas enfermedades que antes eran atribuidas a seres espirituales luego pudieron ser curadas, digamos, con una pastilla. Pero los cristianos, que viven inmersos diariamente en el mundo del espí­ritu, no por ello niegan la realidad de la posesión espiritual. Cuando los Evangelios hablan de endemoniados, no nos cabe duda de que detrás de muchos fenómenos materiales aparentes se escondí­a la realidad de un ser espiritual que actuaba.
Biblia enseña que no toda enfermedad es causada por un demonio. Se menciona, por ejemplo que el Señor sanó a personas que tení­an fiebre (Mat 8:14-15; Jua 4:52), o que eran ciegas (Mat 9:29; Jua 9:7), o que sufrí­an de hidropesí­a (Luc 14:2), parálisis (Luc 5:18), etcétera, sin que se dijera que estaba echando fuera demonios. Incluso en la metodologí­a que el Señor utilizaba para curar se ve cierta diferencia. A los que estaban simplemente enfermos les poní­a las manos, oraba, etcétera. En el caso de endemoniados increpaba a los demonios, ordenándoles salir. Habí­a, sin embargo, casos en que la enfermedad efectivamente era causada por un demonio, como el ciego y mudo que aparece en Mat 12:22.
como reales estas manifestaciones de la actividad demoní­aca en el mundo, los creyentes deben cuidarse de ellas, sin menospreciarlas nunca. No se debe pensar en los fenómenos de posesión que se dan en religiones de origen africano como el vudú o la macumba, como simple folklore. Ni que el espiritismo, popular en ambientes más sofisticados, es una mera curiosidad. Detrás de todo eso hay realidades espirituales que los cristianos deben respetar, aunque no los teman, puesto que tienen consigo al Dios Altí­simo. Hay que recordar también que el problema se complica por la existencia de prácticas de farsantes que fingen posesión. Y muchas veces no es fácil diferenciar la realidad de lo que es teatro o histeria. Uno de los dones que el Señor dio a su iglesia es, precisamente, el †œdiscernimiento de espí­ritus† (1Co 12:10). Si él dio ese don, se ve que es algo necesario para la vida espiritual de su pueblo. †¢Demonios.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano