PODER, AUTORIDAD, DERECHO

(exousia)

Los términos que aquí­ explicamos gravitan todos ellos en torno al griego exousia, del verbo exesti, «es de mi incumbencia», capacidad que emana del poder recibido o ejercido, del derecho, de la autoridad, de la libertad conquistada. Sin embargo, la delimitación de su campo semántico resulta doblemente difí­cil. Primero, porque los dos aspectos del poder, el que está ligado a mi fuerza intrí­nseca (la dynamis, la potencia de obrar) y el que se me reconoce (la exousia, la posibilidad de obrar) se confunden con frecuencia. En segundo lugar, porque el poder (exousia), visto del lado del apóstol tal como es objeto de este artí­culo, nunca está aislado. Participa de una concesión de autoridad que le ha conferido la potencia (dynamis) del Señor (1 Cor 5,4 es su expresión más radical, pero también 2 Cor 10,8; 13,10). Pero el poder apostólico participa igualmente de la libertad que se le reconoce a todo creyente: el bautismo significa la emancipación de toda sujeción que no sea la de Cristo.

Nos vemos entonces introducidos en un juego de relaciones importantes más bien que en un proyecto constitucional, deseoso de definir los poderes de cada uno. Por consiguiente, habrá que referirse tanto al término Potencia como al término Libertad. El vasto terreno en que entramos (en la Traducción ecuménica de la Biblia hay nada menos que 18 palabras diferentes para traducir exousia) se caracteriza, desde el punto de vista del apóstol, por dos constataciones.

1. Como ministro del evangelio, el apóstol ha recibido del Señor una autoridad que ejerce en su nombre en favor de la comunidad, no para demoler, sino para construir, según el eslogan que enmarca el gran texto sobre el apostolado (2 Cor 10,8; 13,10). Este poder puede tomar un aspecto temible (cf. 1 Cor 5,4); pero, sin el amor, no sirve de nada.

2. En Corinto, la predicación de la libertad cristiana ha suscitado ecos entusiásticos: «Â¡Todo está permitido!» Pablo no contradice este axioma, pero vela para que no produzca nuevas esclavitudes: No todo conviene, no todo edifica. Es instructivo leer lo que dice Pablo a propósito de los débiles y de los fuertes, así­ como la forma con que aplica la recomendación a su propia situación (2 Tes 3,9 y 1 Cor 9). La libertad cristiana no puede vivirse más que en el amor al prójimo; la libertad apostólica, por su parte, está ligada al anuncio del evangelio. El apóstol renuncia a todos sus derechos (alimento, familia, salario…), si se convierten en un obstáculo para la predicación. Su «gloria» será la de anunciar gratuitamente el evangelio de la gracia.

M. B.

AA. VV., Vocabulario de las epí­stolas paulinas, Verbo Divino, Navarra, 1996

Fuente: Vocabulario de las Epístolas Paulinas