POBREZA EVANGELICA

La caridad del Buen Pastor

Jesús vivió la misión de «evangelizar a los pobres» (Lc 4,18) con un estilo de vida que era de pobreza radical. La caridad del Buen Pastor se expresaba en la pobreza como signo de su donación «El hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza» (Mt 8,20; Lc 9,58). Es la caracterí­stica del amor de Dios darse.

Es la nota caracterí­stica de los tiempos mesiánicos, según la profecí­a de Isaí­as «Los pobres son evangelizados» (Mt 11,5; Is 61,1). Jesús «siendo rico, por vosotros se hizo pobre, a fin de que os enriquecierais con su pobreza» (2Cor 8,9). La pobreza de Belén, de Nazaret, de la vida pública y del Calvario, tiene este significado de sintoní­a con toda clase de pobreza, para anunciar que todaví­a se puede hacer lo mejor darse. Este es el mensaje de las bienaventuranzas «Bienaventurados los pobres» (Mt 5,3).

El seguimiento apostólico en la pobreza

La llamada al seguimiento apostólico de los «doce» y de otros discí­pulos (cfr. Lc 8,1-3) tiene este sentido de «dejarlo todo» (Lc 5,11). El «sí­gueme» de Jesús al joven rico, incluí­a el «venderlo todo» por él (Mc 10,21). Así­ es el resumen de la «vida apostólica» «Lo hemos dejado todo y te hemos seguido» (Mt 19,27; Mc 10,28).

Cuando Jesús envió a los Apóstoles y demás discí­pulos (Mt 10; Lc 10) exigió una disponibilidad de confianza en la Providencia y de pobreza o desprendimiento, de suerte que en la vida del apóstol se reflejaran las bienaventuranzas. Existe una relación estrecha entre la vida de pobreza y la predicación evangélica. Efectivamente, para predicar el evangelio de la «paz», hay que vivir esta paz con un corazón desprendido y unificado, capaz de sembrar y construir la paz (Mt 5,9; Mt 10,12; Lc 10,6).

El apóstol no busca sus propios intereses, sino los intereses de Jesucristo (1Pe 5,2-4; Hech 20,33; Fil 2,21). Si faltara esta vida de pobreza, no se podrí­a anunciar a Cristo de modo creí­ble, porque para ser signo eficaz de salvación hay que desprenderse de «oro y plata» (cfr. Hech 3,6). Especialmente quienes dirigen la comunidad, como representantes del Buen Pastor, deberán ser «modelos de la grey», sin buscar ganancias materiales ni ventajas personalistas (1Pe 5,2-4). Pablo resumió su vida evangelizadora diciendo que no habí­a buscado los bienes de los demás (cfr. Hech 20,33). Ningún apóstol tiene derecho a vivir económicamente mejor que su comunidad en la que sirve.

La pobreza del seguimiento evangélico hace libre al apóstol para compartir la misma vida de Cristo. Las dificultades no surgen entonces a partir de unos bienes que se poseen o que se teme perder, sino de la misma realidad de la vida que se hace donación. La misión es un examen de amor. En Lucas, el enví­o de los doce, que incluye un seguimiento en la pobreza (Lc 9,1-9), se explicita con un examen de fe y de amor para correr la misma suerte de Cristo muerto y resucitado (Lc 9,18-22).

La pobreza del apóstol tiene el sentido de imitar la misma vida de Cristo y de compartir su misma suerte de donación pascual. Esta pobreza comunica la capacidad de discernir y de seguir la voz del Espí­ritu en la evangelización. Se convierte en capacidad de darse al estilo de Dios Amor. La pobreza bí­blica no es sólo de bienes materiales, sino que principalmente es desprendimiento de la propia voluntad, criterios, preferencias, cargos, méritos y derechos. Entonces se tiene todo «Dios mí­o y todas las cosas» (San Francisco de Así­s). En contraste con los poderosos de este mundo, el pobre (los «anawim») reconoce su propia «nada» ante la misericordia de Dios y se abre a los planes salví­ficos del Señor y a las necesidades de los hermanos (Lc 1,48ss).

Lí­neas de fuerza de la pobreza apostólica

Tradicionalmente, la pobreza del apóstol, especialmente en la «vida apostólica» (sacerdotal y consagrada) se ha expresado en tres lí­neas de fuerza vivir del trabajo apostólico, usar los bienes de suerte que se transparente la pobreza del Buen Pastor, devolver a la comunidad (a los pobres y al culto) lo que no se necesita para la propia subsistencia.

Los santos, más que concretar la pobreza en normas difí­ciles de cumplir, han indicado las señales de la pobreza evangélica la alegrí­a de la libertad evangélica, el compartir todo con los más pobres, la humildad de quien no tiene ningún poder humano, la comunión y amor de Iglesia (sin crí­ticas destructivas y solapadas), el espí­ritu de sacrificio, la disponibilidad para cualquier cargo y misión, el servicio a los más pobres con una vida pobre y un corazón pobre.

Referencias Buen Pastor, humildad, opción por los pobres, vida consagrada.

Lectura de documentos PO 17; PC 13; RD 12; PDV 30; Dir 67; VC 21,89-90; CEC 2544-2547.

Bibliografí­a AA.VV., Experiencia religiosa y pobreza Rev. de Espiritualidad 187 (1968); V. CASAS, S. Mª GONZALEZ, Pobreza, en Diccionario Teológico de la Vida Consagrada (Madrid, Pub. Claretianas, 1989) 1323-1362; P. GAUTHIER, El evangelio de la justicia y los pobres (Salamanca, Sí­gueme, 1969); A. GELIN, Los pobres de Yavé (Barcelona, Nova Terra, 1965); J.M. IRABURU, Pobreza y pastoral (Estella, Verbo Divino, 1968); M. JUNCADELLA, Espiritualidad de la pobreza (Barcelona, Nova Terra, 1965); S. MATELLAN, Pobreza evangélica (Madrid, Inst. Teol. de Vida Religiosa, 1975); S.A. PANIMOLLE, Pobreza, en Nuevo Diccionario de Teologí­a Bí­blica (Madrid, Paulinas, 1990) 1484-1500; H. RZEPKOWSKI, Theologie der Armut als ein Ansatz zur Missionstheologie, en Portare Cristo all’uomo (Roma, Pont. Univ. Urbaniana, 1985) II, 743-745.

(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)

Fuente: Diccionario de Evangelización