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Fenómeno natural en el que la luna se muestra en su plenitud luminosa por hallarse totalmente en la cara opuesta y reflejar plenamente su luz hacia la tierra. Era un hecho que admiraba a los antiguos orientales y daba motivo para que se considerara como referencia, sobre todo en los calendarios mesopotámicos que eran lunares.
En la Biblia, como es natural, se alude a veces a este fenómeno (Prov. 7.20; Salm. 81.4) que originaba celebraciones o fiestas como tal vez acontecía en la Pascua que, en determinados momentos o una parte de los intérpretes de la ley, asociaban al plenilunio que seguía al equinocio de primavera, para unos en el sábado siguiente y para otros en el mismo plenilunio.
En recta razón, y aunque en los tiempos presentes se renuevan a veces supersticiones astrales, ni la luna llena ni la luna vacía significan otra cosa que fenómenos naturales con sus consecuencias (mareas, vientos, afecciones climáticas, etc.).
Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006
Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa