PEDRO, SEGUNDA EPISTOLA DE

Un tratado general, escrito para advertir a los lectores sobre la amenaza de la apostasí­a. Dice haber sido escrita por Simón Pedro y contiene una alusión definida a una carta anterior (2Pe 3:1).

Las evidencias externas para 2 Pedro son las más pobres de todos los libros del canon del NT. No es citada en forma directa por ninguno de los Padres de la iglesia antes de Orí­genes (c. 250 d. de J.C.). Su estilo literario y su vocabulario difieren de los de 1 Pedro y es muy similar a la epí­stola de Judas.

Por otra parte, las evidencias internas están a favor de la autorí­a de Pedro. Si se tratara de un falsificador que conocí­a 1 Pedro, es obvio que hubiera tratado de seguir su estilo con mucho mayor detalle. Las alusiones a la vida de Pedro concuerdan con los datos disponibles y pueden explicarse mejor como el testimonio de un testigo visual. Estas incluyen la Transfiguración (2Pe 1:17-18; comparar Mat 17:1-18) y la predicción del Señor sobre su muerte (2Pe 1:14; Joh 21:18-19). El gr. de la segunda carta es más trabajoso que el de la primera, pero si Pedro no tuvo la ayuda de Silas en esta ocasión, como en la anterior (1Pe 5:12), quizá haya tenido que depender de su propio conocimiento del idioma. Sin duda, conocí­a el gr., como la mayorí­a de los galileos, pero quizá no pudiera escribirlo fácilmente.

Esta carta debe haber sido escrita luego de la publicación de algunas, si no todas, de las cartas de Pablo (2Pe 3:15). Por tanto, no puede haber sido escrita antes del año 60; pero si Pablo estaba vivo y era todaví­a bien conocido para esa generación, y aceptando la autorí­a de Pedro, no fue escrita después del año 70. Probablemente el año 67 es la fecha más exacta que se pueda establecer en este caso. El autor está a la espera de una muerte casi inminente (2Pe 1:14) y esto puede significar que la carta fue enviada desde Roma durante los tensos dí­as de la persecución iniciada por Nerón.

La referencia a una carta anterior enviada al mismo grupo (2Pe 3:1) relaciona el documento con 1 Pedro, que fue escrita para los cristianos del norte de Asia Menor. Mientras la primera carta era un intento de alentar a una iglesia amenazada por la persecución y la represión oficial, la segunda trata sobre los peligros de la apostasí­a, que era una amenaza aún mayor.

La clave de esta carta son las palabras conocer y conocimiento, que se repiten con frecuencia en los tres caps., muchas veces en referencia al conocimiento de Cristo. Este conocimiento no es principalmente académico, sino espiritual; surge de experimentar a Cristo en grado creciente (2Pe 3:18). Produce paz y gracia (2Pe 1:2), y fruto (2Pe 1:8) es el secreto para ser libres de la contaminación (2Pe 2:20) y es el ámbito en que se da el crecimiento cristiano (2Pe 3:18).

En 2 Pedro se enseña firmemente la inspiración de las Escrituras (2Pe 1:19-21) y se hace hincapié en la doctrina del regreso personal de Cristo, que era ridiculizada por los falsos maestros (2Pe 3:1-7). Termina con un llamado a la vida santa y con la promesa de cielos nuevos y tierra nueva.

El siguiente, es un breve bosquejo de esta epí­stola:
I. Saludo (2Pe 1:1) .

II. El carácter del conocimiento espiritual (2Pe 1:2-21) .

III. La naturaleza y los peligros de la apostasí­a (2Pe 2:1-22) .

IV. La condenación de los impí­os (2Pe 3:1-7) .

V. La esperanza de los creyentes (2Pe 3:8-13) .

VI. Exhortación final (2Pe 3:14-18) .

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

I. Bosquejo del contenido

Después de la salutación (1.1–2) el autor habla de la confiabilidad de la fe cristiana, que se demuestra por una experiencia personal creciente (1.3–11), el testimonio de testigos presenciales (1.12–18), y la antigua profecía inspirada (1.19–21). La mención de la verdadera profecía lo lleva a condenar la falsa profecía (2.1–3.10). Los falsos maestros del momento son los sucesores de los falsos profetas de la época veterotestamentaria, y se exponen al mismo juicio (2.1–9). Demuestra su depravación el hecho de traspasar los límites impuestos por Dios en licencia desenfrenada (2.10–18), lo que trae como consecuencia no la libertad sino la esclavitud (2.19–22). Como resultado les espera el juicio, a pesar de su escepticismo acerca de la parusía. Deberían recordar que se ha pronosticado un fin catastrófico del mundo (3.1–4), y la certeza de esta profecía está avalada por el diluvio (3.5–7). Se demora la segunda venida por la longanimidad de un Dios que trasciende el tiempo (3.8–9), pero, aunque se demore, no por ello deja de ser menos segura (3.10). Es deber del creyente no ser atraído por el libertinaje y el escepticismo de los falsos maestros, sino vivir una vida recta en anticipación del retorno de Cristo (3.11 al final).

II. Ocasión

No se define quiénes son los receptores, aunque las frases “una fe igualmente preciosa que la nuestra” (1.1) y “haber huido de la corrupción que hay en el mundo” (1.4) sugieren un auditorio predominantemente gentil. El autor los conoce íntimamente desde hace mucho tiempo (1.12–13; 3.1), y escribe para advertirles acerca de las falsas enseñanzas, antinómicas en práctica y radicales en sus creencias. La inmoralidad (2.12ss), la insubordinación ante los líderes de la iglesia (2.10), el escepticismo (3.3), el falseamiento de la Escritura (indudablemente explotaban en particular la doctrina paulina de la justificación, 3.16), y la avaricia de estos falsos maestros (2.3, 15) merecen su más severa reprobación. Escribe para advertir a los miembros de la iglesia acerca del peligro moral e intelectual que los acecha, para afirmarlos en cuanto a la base de su creencia, para explicar el problema principal que los inquietaba—la parusía—, y para estimularlos a vivir una vida santa y a crecer en la gracia. Si Pedro fue quien escribió esta carta, podemos fijar la fecha a medidados de la década del sesenta (piensa que está cercana su muerte, 1.14). De no ser así, puede haber sido escrita a fines del ss. I o principios del II. No se hace mención alguna de su procedencia ni de su destino; bien puede haber sido escrita, como 1 Pedro, desde Roma con destino al Asia Menor.

III. Autor y fecha

Tanto sobre bases internas como externas se disputa acaloradamente la paternidad de esta epístola.

a. Las pruebas externas

No son concluyentes. Si bien ninguno de los libros del canon está tan pobremente corroborado en los Padres, en ninguno de los libros excluidos del canon encontramos un apoyo comparable. A principios del ss. III Orígenes lo cita por nombre por primera vez, y menciona al mismo tiempo las dudas al respecto, aunque él mismo lo acepta. Así lo hace también Jerónimo, mientras que Eusebio expresa dudas. Luego de su inclusión en la Carta festiva de Atanasio en 367 d.C., y su ratificación por el concilio de Cartagena en el 397, su posición en el canon permaneció incuestionada hasta la Reforma, época en que la carta fue aceptada por Lutero, rechazada por Erasmo, mientras que Calvino tuvo dudas. Aunque antes de Orígenes no se la había mencionado por el nombre, fue utilizada mucho antes. Clemente de Alejandría la incluyó en su Biblia; Valentino en el Evangelio de la Verdad, Arístides en su Apología (129 d.C), y Clemente de Roma (ca. 95 d.C.) parecen aludir a ella. Más probable todavía es su uso por el autor del Apocalipsis de Pedro, cuya existencia se comprueba a fines del ss. II. d.C. Por ello muchos de los eruditos que, sobre la base de otras razones, rechazan la epístola, consideran, no obstante, que la atestiguación externa es suficiente.

b. Las pruebas internas

Muchos estudiosos se inclinan a tomarla como un seudoepígrafo, por las siguientes razones:

(i)     Su relación con Judas. Existe una indudable relación literaria entre ambas epístolas, aunque no se ha podido establecer hacia qué lado se inclina; la mayoría piensa actualmente que Pedro se sirvió de Judas, lo que, argumentan, excluiría la posibilidad de su paternidad apostólica. Pero esta conclusión no tiene asidero válido. Si, como evidentemente ocurrió, Pablo tomó de una variedad de fuentes; y si, como es posible, 1 Pedro tomó elementos de Santiago, no resultaría sorprendente encontrar que lo mismo ha ocurrido con 2 Pedro. Por otra parte, tanto 2 Pedro como Judas pueden haber incorporado un documento común que denunciaba a los falsos maestros, como aparentemente Mateo y Lucas han tomado de “Q” su material común relativo a los dichos. En ninguno de estos casos la prioridad de Judas necesariamente tiene que afectar la autenticidad de 2 Pedro, mientras que si Judas se basó en 2 Pedro (como sostienen Bigg y Zahn), difícilmente podría negarse la paternidad apostólica de la epístola.

(ii)     Su relación con 1 Pedro. La marcada diferencia de dicción y estilo entre las dos cartas hizo que la iglesia primitiva abrigara dudas en cuanto a 2 Pedro. Jerónimo llegó a pensar que en 2 Pedro hubo dos amanuenses distintos (posibilidad reforzada por las investigaciones de E. G. Selwyn sobre la probable influencia de Silvano en 1 Pedro), sugerencia que debemos tomar en serio, porque a pesar de las considerables diferencias, ninguno de los libros del NT se parece tanto a 2 Pedro como 1 Pedro. A. E. Simms (The Expositor, 5ª serie, 8, 1898, pp. 460ss) ha demostrado que tienen tanta afinidad, desde un punto de vista puramente lingüístico, como 1 Timoteo y Tito, cuya paternidad unitaria ha sido universalmente admitida.

Los escritores modernos se ocupan menos de las diferencias lingüísticas que de las doctrinales entre las epístolas, y en este sentido se diferencian bastante. El tema de 1 P. es la esperanza, mientras que el de 2 P. es el conocimiento. 1 P. fue escrita para cristianos enfrentados a la persecución, y por lo tanto destaca los grandes hechos de la vida de Cristo como advertencia y desafío. La mejor defensa ante las enseñanzas falsas es el conocimiento pleno (gnōsis, epignōsis) de Cristo, que es lo que, en consecuencia, se hace resaltar en 2 Pedro. La enseñanza de ambas epístolas está determinada por las necesidades pastorales que sirvieron de ocasión para su factura. En realidad es muy fácil exagerar las diferencias; ambas recalcan la profecía, la inspiración del AT, la solidaridad de la vieja y la nueva Israel, y el valor de los testigos presenciales. Ambas hacen resaltar la tensión escatológica primitiva, derivada de la doble militancia cristiana, de este siglo y el venidero, con sus consecuencias para una vida santa, en agudo contraste con el abandono de esta doctrina en el ss. II. En síntesis, la diferencia de énfasis doctrinal entre ambas epístolas es grande, pero no imposible.

(iii)     Sus anacronismos. 1. Conceptos tales como “participantes de la naturaleza divina” (1.4), “habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo” (1.4), y el repetido hincapié en el conocimiento y los testigos oculares (epoptai, 1.16, es un término favorito de las religiones de misterio) sugieren a algunos estudiosos que la carta fue escrita en el ss. II. No hay necesidad de postular una fecha tan avanzada, desde el momento en que el descubrimiento de la inscripción cariana en el año 22 d.C., como así también pasajes paralelos en Filón y Josefo, muestran que este era, justamente, el lenguaje cultural común de la época en el ss. I.

2. La destrucción del mundo por fuego (3.7) era tema común en el ss. II, por lo que podría ser una indicación de fecha tardía para 2 Pedro. Por otra parte, hay motivos para creer que la característica creencia cristiana de la destrucción del mundo por fuego (como se ve en Bernabé y Justino) podría derivarse finalmente de esta epístola (véase J. Chaine, RB 46, 1937, pp. 207ss).

3. La frase “desde el día en que los padres durmieron” (3.4) favorece, según algunos, una fecha tardía, cuando ya había desaparecido prácticamente la primera generación de cristianos. Aun en el caso de que realmente se aplicase este término a los “padres” cristianos, no necesariamente tendríamos que asignarle fecha tardía. Ya en la época de 1 Ts. 4.15–17 ó 1 Co. 15.6, el estado de los que habían muerto antes de la parusía era tema candente que había que considerar. Sin embargo, aquí el contexto sugiere que “los padres” a que se refiere son los del AT (“desde el comienzo de la creación”), como es el caso también en otras partes del NT (p. ej. He. 1.1; Ro. 9.5).

4. La inclusión de las cartas de Pablo entre las “otras escrituras” favorece la hipótesis de una fecha tardía, y sugiere la formación del corpus de cartas paulinas. Si así fuera, habría sido un toque genial en el falsarius, sin paralelo en el ss. II, el hecho de que Pedro llamara a Pablo “querido hermano”, cuando en esa época continuamente se exacerbaban las divergencias entre ambos apóstoles. No se menciona aquí para nada un corpus epistolar, y la única dificultad real estriba en que un apóstol considerara las cartas de otro como Escritura. Sin embargo, en vista de la aseveración apostólica de que el mismo Espíritu Santo que inspiró los escritos veterotestamentarios estaba, también, activo en los suyos propios (1 Co. 2.13), y la afirmación de Pablo de que tenía la mente de Cristo (1 Co. 2.16), como también el hecho de haber dictado disposiciones para todas las iglesias (1 Co. 7.17), que se equiparan con los mandamientos de Cristo (1 Co. 14.37), cuyo rechazo acarrearía el rechazo por parte de Dios (1 Co. 14.38), no podemos excluir esta posibilidad.

IV. Conclusión

Las pruebas no son suficientes para justificar una respuesta dogmática, en un sentido o en otro, al problema de la paternidad. Nada hay que nos prohíba considerar la posibilidad de la paternidad petrina, aunque para muchos pueda ser poco probable debido al efecto acumulativo de las dificultades ya mencionadas. De todos modos, ninguna de las soluciones alternativas se halla libre de dificultades. La doctrina de la carta, y el carácter de las falsas enseñanzas, no se adaptan fácilmente al escenario del ss. II. Como seudoepigráfica 2 Pedro no tendría razón de ser; nada añade a nuestro conocimiento del apóstol, no vemos en ella tendencia no ortodoxa, no puede considerarse como un romance, no hace referencia a problemas candentes del ss. II, como el quiliasmo, el gnosticismo o el liderazgo de la iglesia; en realidad no tiene parecido alguno con los indudables seudoepigráficos del círculo petrino. De todos modos, no cabe duda de que la iglesia primitiva, que depuso al autor de los Hechos de Pablo por falsificación (Tertuliano, de Baptismo 17), y prohibió el uso del Evangelio de Pedro por no ser petrino, tanto en paternidad como en doctrina (Eus., HE 6.12), investigó concienzudamente 2 P. para determinar su autenticidad. Fue aprobada también ante el mismo concilio de Cartago que excluyó del canon las obras Bernabé y Clemente de Roma, que durante largo tiempo fueron leídas en las iglesias. No se puede demostrar que estaban en lo cierto, pero todavía tiene que probarse que estaban equivocados.

Bibliografía. °K H. Schelkle, Cartas de Pedro, cartas de Judas, 1974; O. Kuss, J. Michl, Cartas a los hebreos, cartas católicas, 1977; k Díaz Carbonell, “Pedro, Epístolas de”, °EBDM, t(t). V, cols. 966–979; E. F. Harrison, Introducción al Nuevo Testamento, 1980; A. Wikenhauser, J. Schmidt, Introducción al Nuevo Testamento, 1978; A. Stoger, Carta de Judas, segunda carta de san Pedro, 1967.

Entre los que rechazan la paternidad petrina se encuentran F. H. Chase, HDB, 3, 1900, pp. 796ss; J. B. Mayor, The Epistle of Jude and the Second Epistle of Peter, 1907; C. E. B. Cranfield, I and II Peter and Jude, 1960; E. Käsemann, ZTK 49, 1952, pp. 272ss; J. Moffatt, INT³, 1918, pp. 358ss; E. A. Abbott, The Expositor 2, 3, 1882, pp. 49ss, 139ss, 204ss; C. Spicq, Les Epitres de Saint Pierre, 1966; J. N. D. Kelly, The Epistles of Peter and of Jude, 1969; K. H. Schelkle, Die Petrusbriefe und der Judasbrief³, 1976. Entre los que aceptan que la epístola es petrina se encuentran B. Weiss, A Manual of Introduction to the New Testament, 2, 1888, pp. 154ss; T. Zahn, INT, 2, 1909, pp. 194ss; J. Chaine, Les Épîtres Catholiques, 1939; C. Bigg, St. Peter and St. Jude, ICC, 1902; E. I. Robson, Studies in 2 Peter, 1915; E. M. B. Green, 2 Peter Reconsidered, 1961; id., The Second Epistle General of Peter and the General Epistle of Jude, TNTC, 1968. Véase además R. V. G. Tasker, The Old Testament in the New Testament², 1954, pp. 129.

E.M.B.G.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico