PEDRO, PRIMERA EPISTOLA DE

La nota clave de 1 Pedro es el sufrimiento y el método cristiano para enfrentarlo. Los Padres de la iglesia aceptaron unánimemente la autorí­a de Pedro y la mencionan por su nombre, comenzando por Ireneo (c. 170). Existen notables coincidencias entre el vocabulario de 1 Pedro y los discursos de Pedro en Hechos (1Pe 1:17, Act 10:34; 1Pe 1:21, Act 2:32, Act 10:40-41; 1Pe 2:7-8, Act 4:10-11).

La carta fue dirigida a los integrantes de la dispersión que estaban en las provincias romanas de Asia Menor. El lugar donde fue escrita está conectado muy estrechamente con su fecha. La mención de Babilonia (1Pe 5:13) quizá se refiera a la antigua ciudad sobre el Eufrates, donde habí­a un gran asentamiento judí­o en la época en que vivió Pedro, o a una ciudad en Egipto, cerca de Alejandrí­a, donde según la tradición ministró Marcos, o quizá sea una referencia en forma figurada a Roma, como centro del mundo pagano (Rev 17:5; Rev 18:10). La segunda alternativa no tiene fundamento para ser considerada seriamente, ya que la Babilonia de Egipto era sólo un fuerte de frontera. Las opiniones de los comentaristas se dividen entre las otras dos posibilidades. Dado que la tradición no recoge una versión fundamentada de que Pedro haya visitado jamás la Babilonia literal, parece más probable que haya escrito esta carta desde Roma, poco antes de su martirio. Allí­ habrí­a tenido la oportunidad de encontrar algunos de los escritos de Pablo y de conocer a Silas y Marcos que eran compañeros del apóstol a los gentiles.

En su organización en general, 1 Pedro se asemeja a las epí­stolas de Pablo con un saludo, cuerpo de la carta y conclusión. Su tema principal es el comportamiento del cristiano bajo la presión del sufrimiento. Su clave es la salvación que será revelada en los últimos tiempos (1Pe 1:5). He aquí­ un bosquejo de su contenido:
I. Introducción (1Pe 1:1-2) .

II. La naturaleza de la salvación (1Pe 1:3-12) .

III. La experiencia de la salvación (1Pe 1:13-25) .

IV. Las obligaciones de la salvación (1Pe 2:1-10) .

V. La ética de la salvación (1Pe 2:11—1Pe 3:12) .

VI. La confianza de la salvación (1Pe 3:13—1Pe 4:11) .

VII. La conducta de los salvados, en medio del sufrimiento (1Pe 4:12—1Pe 5:11).

VIII. Saludos finales (1Pe 5:12-14) .

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

Esta carta fue enviada en nombre del apóstol, a cuya posición y experiencia hay una modesta referencia en 5.1. Se le atribuye cierta función a Silvano (5.12), casi seguramente el *Silas de Hechos. Está dirigida al más amplio conjunto de lectores en el NT(1.1); a los cristianos de cinco provincias (de las cuales Bitinia y el Ponto fueron fusionadas por razones administrativas).

I. Bosquejo del contenido

a. Destinatarios y salutación (1.1–2)

Trinitaria en su forma, y referida a la obra de salvación.

b. Hacimiento de gracias (13–12)

En forma de berakhah, o bendición de Dios, por los privilegios de la salvación (contrastar con las acciones de gracias de Pablo); hace referencia, también, al sufrimiento presente.

c. Las implicancias de la salvación (1.13–2.10)

El propósito de Dios para su pueblo: naturaleza de la redención y el llamado de los redimidos a temer a Dios y amarse unos a otros; los privilegios de pertenecer al pueblo de Dios. La sección incluye la invitación de “desechar” las características de la vieja vida.

d. Las relaciones cristianas (2.11–3.12)

Apelación a un buen comportamiento entre los gentiles: cuidadosa sujeción a las autoridades legalmente constituidas; los deberes de los siervos, bajo amos buenos y malos, con el ejemplo de Cristo; deberes de esposas y maridos; el llamado a la unidad; amor, mansedumbre, y humildad, que remata en el Sal. 34.

e. El sufrimiento y la voluntad de Dios (3.13–22)

Estar preparados para sufrir injusticias: los sufrimientos de Cristo y sus triunfantes consecuencias.

f. La vida santa (4.1–11)

Incluye un llamado a velar: culmina con una bendición.

g. La prueba de fuego (4.12–19)

Repentina reanudación del tema del sufrimiento inminente: la bendición inherente al mismo; la gloria de sufrir por el nombre de Cristo; el juicio venidero.

h. Mensaje a los ancianos (5.1–4)

i. Mensaje general y bendición final (5.5–11)

Incluye una renovación del llamado a la vigilancia y a resistir al maligno.

j. Conclusión y saludos (5.12–14)

II. Confirmación externa

El uso de 1 Pedro en la iglesia primitiva está por lo menos tan confirmado como la mayoría de las epístolas. Dice Eusebio que “los antiguos ancianos” la usaban ampliamente (HE 3.3); algunos han encontrado ecos de ella en Clemente de Roma (ca. 96 d.C.), y más en Ignacio, Hermas, y Bernabé, provenientes de distintas partes del mundo, pero todos pertenecientes a principios del ss. II. No hay lugar a dudas de que fue utilizada por Policarpo (quien puede haber sido bautizado ya en el año 69 d.C.) y Papías, también perteneciente a la generación subapostólica (Eusebio, HE 3.39). Se refleja en el Evangelio de la verdad, que parece utilizar los libros considerados autorizados en Roma ca. 140 d.C. (* Apócrifos del Nuevo Testamento). Desde la segunda mitad del siglo en adelante parece ser conocida y leída universalmente, por lo menos en la iglesia de habla griega. Se encuentran menos rastros de ella entre los escritores latinos. No se menciona—quizás por accidente (cf. T. Zahn, Geschichte des Neutestamentlichen Kanons, 2. 1, 1890, pp. 105ss, 142)—en el fragmento muratorio. Ya para la época de Eusebio no se planteaba ninguna cuestión en cuanto a su autenticidad, aunque otros escritos atribuidos a Pedro fueron motivo de discusiones durante largo tiempo (HE 3.3).

Evidentemente esta epístola tuvo considerable influencia sobre la manera de pensar y expresarse de los primitivos cristianos, y no existe ninguna sugerencia de que se haya atribuido a otra persona que no fuera Pedro. Algunos que por otros motivos han expresado sus dudas respecto a la autenticidad de esta carta se han visto obligados, por su evidente confirmación primitiva, a llegar a la desesperada conclusión de que debe de haber circulado en forma anónima.

Con frecuencia se ha propuesto la aceptación de una fecha alrededor de 100–111 d.C. para los pasajes referentes a la persecución, pero esto es aceptable solamente en el caso de que se rechace la paternidad literaria tradicional, y de cualquier forma representaría una comprensión dudosa de estos pasajes (véase sección V; inf.). También vale la pena recordar que Policarpo y Papías, ambos asiáticos, ya eran, el primero con toda seguridad, y el segundo casi seguramente, hombres maduros.

III. Lugar donde se escribió

La carta contiene saludos de la iglesia en “Babilonia” (5.13). Es improbable que fuese la Babilonia mesopotámica; sería demasiada coincidencia que estuvieran allí también Marcos y Silvano, viejos colaboradores de Pablo. Menos aceptable todavía es la Babilonia del Nilo, que era un arsenal militar. Es mucho más probable que, como en Ap. 14.8; 17.5, etc., Babilonia represente a Roma. El AT la había asemejado a un símbolo de impía prosperidad (cf. Is. 14); proponer teorías de que se trata de una alegoría general “del mundo”, o un criptograma adoptado por razones de seguridad, puede considerarse innecesario. Hay bases para creer que Pedro trabajó en Roma, y la presencia de Marcos y Silvano quedaría explicada.

IV. Estilo y lenguaje

El gr. de esta epístola es bueno y rítmico, el estilo no es pretencioso, aunque revestido de cierta delicadeza. Se usan eficazmente ciertos artificios retóricos sencillos, pero existen también algunos rasgos gramaticales que se explican mejor como influencia semítica. Las citas del AT, y las alusiones al mismo, casi siempre siguen la línea de la LXX de una manera que sugiere perfecta familiaridad con la misma.

Algunas de estas particularidades, reforzadas por la exageración del carácter clásico del gr., parecerían haber neutralizado de entrada toda posibilidad de que el autor fuese un galileo de habla aramea. Aquí, sin embargo, ciertas suposiciones requerirían comprobación. El griego se comprendía y hablaba ampliamente, y representaba una fuerza cultural vital en toda la Palestina del ss. I, y especialmente en Galilea. El hermano de Pedro tenía nombre gr., y no cabe duda de que Pedro no tendría ningún problema con la lengua. Además, la LXX representaba la “versión autorizada” para la mayoría de los primitivos cristianos, y todos los que tenían alguna relación con la misión a los gentiles estarían familiarizados con ella, especialmente con los pasajes claves usados más frecuentemente.

No obstante, estos factores en sí no justificarían una fácil suposición de que Pedro podía expresarse en prosa gr. del tipo de 1 Pedro. Pero aquí debemos hacernos la siguiente pregunta: ¿En qué sentido es “por” Silvano (1 P. 5.12; cf. °vha) esta carta? Si fuera un simple mensajero correspondería la expresión “enviada por” (cf. Hch. 15.27). La literatura contemporánea indica que en el mundo antiguo los secretarios eran a menudo investidos de considerables poderes (cf. J. A. Eschlimann, RB 53, 1946, pp. 185ss). Es probable, por lo tanto, que 1 P. 5.12 indique, y que lo confirmen la dicción y el estilo, la colaboración de Silvano en la redacción de la carta.

Por Hechos sabemos que Silvano era judío, ciudadano romano, aceptable para la delicada tarea de explicar las resoluciones del concilio de Jerusalén (Hch. 15.22ss), y dedicado obrero de la misión a los gentiles. Estuvo asociado con Pablo en el envío de 1 y 2 Ts. (1 Ts. 1.1; 2 Ts. 1.1). Selwyn ha señalado los paralelos verbales y la unidad de pensamiento entre aquellas epístolas y 1 Pedro (pp. 369ss, 439ss) lo cual, una vez concedida la debida importancia a las críticas de B. Rigaux (Les Epîtres aux Thessaloniciens, 1956, pp. 105ss) y otros, merece un cuidadoso estudio. Por ejemplo, se puede echar luz sobre 1 P. 3.7 y 1 Ts. 4.3–5 si la primera se lee a la luz de la otra.

Aquellos que niegan la paternidad literaria petrina generalmente descartan la referencia a Silvano como parte de la actividad seudoepigráfica. Si, en cambio, la hipótesis de un secretario presenta ciertos factores que no se pueden comprobar, también es verdad que este método se utilizaba en la antigüedad, y debe tenerse en cuenta.

V. El fondo histórico

La información principal se origina en las referencias a las persecuciones (1.6s; 3.13–17; 4.12–19; 5.9). En los primeros dos pasajes existen pruebas, y es posible que haya habido sufrimiento injusto; en los siguientes dos se observa la inminencia de una prueba de fuego: tanto es así que algunos han llegado a sostener que 4.12ss corresponden a un período posterior. Sin embargo, el vocabulario es muy similar; en cada caso se usa el vocablo peirasmos, “prueba” (1.6 y 4.12); la persecución es motivo de regocijo (1.6; 4.13); se aplica la misma bienaventuranza (3.14; 4.14); se proclama la gloria de sufrir por hacer el bien, o como cristiano (3.17; 4.16) ; el inmerecido sufrimiento de los cristianos se une a la voluntad de Dios (3.17; 4.19); se recomienda la obediencia al poder civil en cosas lícitas y honestas (2.13ss; 4.15), y se propone el ejemplo de los sufrimientos de Cristo (1.11; 3.18; 4.13). También se advierte a los lectores que su prueba de fuego no debe producir sorpresa (4.12): y ya conocen lo que es el sufrimiento (cf. 1.6ss). Todo esto sugiere que si el peligro mencionado en 4.12ss es nuevo, lo es en grado, aunque no en género.

La antítesis en 4.12ss entre el sufrimiento por malas acciones cometidas y el sufrimiento por el nombre de Cristo ha ocasionado la comparación con una carta de Plinio, nombrado gobernador de Bitinia-Ponto en 110/111 d.C., dirigida al emperador Trajano, gobernante que normalmente era de carácter liberal (Plinio, Ep. 10. 96).

Plinio, frente al enorme número de cristianos en su provincia, pregunta si se ha de tener en cuenta la edad, el sexo, o la retractación, en oportunidad de aplicar castigos; y, además, si el nombre de cristiano (nomen ipsum) constituye razón suficiente para castigar, o solamente los crímenes que (putativamente) resultan congruentes con ello (flagitia cohaerentia).

Su propio criterio a este respecto había sido el de averiguar si las personas eran cristianas y concederles un perdón gratuito si ofrecían sacrificios al genio del emperador; y, si rehusaban hacerlo, ejecutarlos por contumacia (contamaciu). Algunos de los que aceptaban ofrecer sacrificios manifestaban que habían dejado de ser cristianos hacía ya 20 años; pero ni en el caso de ellos ni en el de dos niñas cristianas (* Diaconisa), a quienes sometió a torturas, pudo descubrir cosa alguna realmente objetable, salvo una superstición más bien repugnante. Su vigorosa acción estaba surtiendo efecto, y habían renacido algunos ritos paganos que habían caído en desuso.

La respuesta de Trajano (Ep. 10.97) aprueba en general estas acciones, pero establece que los cristianos no deben ser buscados; si son acusados en forma normal y no se retractan deben sufrir.

Plinio dice, también, que los cristianos juraban abstenerse de cometer crímenes (cf. 1 P. 4.15). Y todo esto sucedió en parte de la zona a la cual está dirigida 1 Pedro.

Con anterioridad a esta fecha no existe ninguna prueba de persecuciones organizadas por las autoridades en las provincias; los brutales pogromos de Nerón y Domiciano fueron dirigidos a los cristianos de Roma. En consecuencia, muchos han considerado que 1 Pedro es un tratado concebido para la época de Plinio (cf., p. ej., J. Knox, JBL 72, 1953, pp. 187ss).

A esta tesis se le oponen cuatro poderosas objeciones.

1. “El nombre” se usa en 1 Pedro en un sentido cristiano primitivo, no en sentido jurídico romano. El “nombre” de Jesús tenía una significación inmensa para los cristianos de la era apostólica, y particularmente los relatos con que contamos de la predicación de Pedro en Jerusalén (cf. Mr. 9.37, 41; 13.13; Lc. 21.12; Hch. 2.21, 38; 3.6, 16; 4.12, 17s, 30; 5.28). Aun en los días de Jerusalén, la persecución estaba motivada por “el nombre” (Hch. 5.41; 9.16; cf. 9.4s). El trasfondo del “nombre” en 1 P. 4 se encuentra con toda seguridad en estos pasajes.

2. Cuando Plinio habla de flagitia cohaerentia está pensando indudablemente en la calumnia general de que los cristianos practicaban el canibalismo, el incesto, y otras cosas igualmente horrorosas en sus ritos: busca pruebas. Pero las advertencias en 1 P. 4.15s carecen de tales insinuaciones: y “entremeterse” no denota ofensa criminal en absoluto.

3. El lenguaje de 1 Pedro no indica necesariamente acción legislativa. En 2.14; 3.15ss se da a entender que, en la administración ordinaria de la justicia, los cristianos no tendrían nada que temer; aunque los mismos pasajes aclaran que a veces podrían verse expuestos a flagrantes injusticias. En 3.15ss el peligro parecería derivar principalmente de la mala disposición de los vecinos; en 4.14 se menciona específicamente el oprobio; y los sufrimientos de los lectores son los mismos que experimentan los cristianos en otras partes (5.9). La envidia de los judíos, los rencores personales, enojos causados por intereses comerciales, violencia colectiva, y acciones mal juzgadas por parte de magistrados locales, todas estas cosas podían tener efectos desastrosos. (Hch. pass.; 2 Co. 11.22ss; 1 Ts. 2.14s; 2 Ti. 3.11s; He. 12.4ss).

4. La jurisdicción de Plinio abarcaba solamente Bitinia-Ponto; no hay nada que indique la aplicación de su política en las restantes regiones a las que está dirigida 1 Pedro.

La acción de Plinio debe de haber tenido sus raíces muy profundas en el pasado (cf. Ramsay, CRE, pp. 245ss). Aunque no estaba seguro en cuanto a los tecnicismos, da por sentado que los cristianos deben ser castigados por algo; y aun él no ejecuta por el nomen ipsum sino por contumacia. Trajano tampoco da una respuesta directa: todavía no está claro si el cristianismo es un crimen o no. La ley, que se mantiene vaga deliberadamente, deja a los cristianos a merced de los chismosos.

Sin embargo, no hay necesidad de volver la mirada a los tiempos de Vespasiano o Domiciano: no hay nada en el lenguaje de 1 Pedro que requiera una fecha posterior a la década del sesenta. Si en el pasaje de 4.12ss aparece una nota de extremada urgencia, ella estaría ampliamente justificada por el estallido de las persecuciones de la época de Nerón.

Parecería indudable que Pedro sufrió en Roma en tiempos de Nerón, y es prácticamente seguro que “Babilonia” (5.13) indique dicha ciudad. Las provincias del E tendían a copiar las acciones imperiales por propia iniciativa. Ap. 2–3 sugiere que este fue el caso durante las persecuciones de Domiciano en la década del noventa. Desde Roma, en ocasión de los primeros rumores del movimiento anticristiano de Nerón, que se convirtió literalmente en una prueba de fuego, Pedro tendría motivos para predecir una intensificación de los sufrimientos de sus hermanos en el E.

Por lo tanto, una fecha aceptable para 1 Pedro sería inmediatamente antes del estallido de la persecución de Nerón: 63 o principios del 64 d.C.; quizás después que Pablo hubo muerto y dejado a sus calegas Silvano y Marcos.

VI. La vida del autor

Se puede hacer un provechoso estudio de la conexión entre 1 Pedro y las otras partes del NT con las que está asociado Pedro: el Evangelio de Marcos, y los primeros discursos de Hechos. No es simplemente cuestión de enlaces verbales entre 1 P. 2.20ss y la narración de la pasión en Marcos (cf. Selwyn, pp. 30). Marcos, los discursos petrinos, y 1 Pedro presentan todos a Cristo como el Siervo sufriente de Is. 53; 1 P. y Mr. hablan ambos de la muerte del Señor en función de rescate (cf. Mr. 10.45 con 1 P. 1.18). Otros escritos neotestamentarios, por supuesto, son deudores de Is. 53, pero llama la atención que estos tres tengan este pasaje profético tan profundamente impreso que se lo pueda considerar como el pensamiento central de los mismos respecto a Cristo. 1 P. 2, lo mismo que Is. 53, describe tanto la conducta como los sufrimientos del Siervo, y la significación de los mismos. Mucho se ha dicho respecto al llamado a imitar a Cristo en 1 Pedro; pero hay mucho más que una descripción de la pasión y un llamado a la imitación: el pensamiento prosigue con algo que jamás podrá ser imitado, la redención que sólo podía efectuar su sufrimiento.

Los discursos petrinos en Hch. comparten con 1 Pedro el mismo sentido de cumplimiento profético (Hch. 2.16ss; 3.18; 1 P. 1.10ss, 20), la insistencia en la cruz como acto predeterminado por Dios (Hch. 2.23; 1 P. 1.20), la misma conexión entre la resurrección y la exaltación (Hch. 2.32ss; 1 P. 1.21); el llamado al arrepentimiento y al bautismo por fe (Hch. 2.38, 40; 1 P. 3.20ss); la certeza del juicio de Cristo sobre vivos y muertos (Hch. 10.42; 1 P. 4.5); el jubiloso reconocimiento de la misión a los gentiles, y las bendiciones de la misma (Hch. 10.9ss; 11.17; 15.7ss; 1 P. 1.1, 4–12; 23–10), expresada desde el punto de vista judío. Sólo un judío con la perspectiva de Pedro podía hablar de los cristianos gentiles como expatriados de la dispersión … elegidos” (1.1, 2), y describir su ingreso en Israel (2.9s; obsérvese la modificación de Oseas: los lectores nunca antes habían sido pueblo de Dios). Es un judío, también, el que podía describir el trasfondo de los mismos como “lo que agrada a los gentiles” (4.3).

Además, tanto en 1 Pedro como en los discursos petrinos estamos, como hemos visto, en una atmósfera donde el “nombre” de Jesús significa mucho (véase V, sup.). Aun los pequeños detalles pueden resultar significativos: el uso del oráculo acerca de la piedra (Hch. 4.10ss; 1 P. 2.7) y el uso de xylon, propiamente dicho “madera”, para indicar la cruz (Hch. 5.30; 10.39; 1 P. 2.24).

1 Pedro contiene una cantidad inusual de aparentes reminiscencias de las palabras del Señor: generalmente no como citas formales, sino intercaladas como parte de la estructura del discurso (p. ej. 1 P. 1.16 = Mt. 5.48; 1.17 = Mt. 22.16; 1.18 = Mr. 10.45; 1.22 = Jn. 15.12; 2.19 = Lc. 6.32 y Mt. 5.39; 3.9 = Mt. 5.39; 3.14 = Mt. 5.10; 4.11 = Mt. 5.16; 4.13 = Mt. 5.10ss; 4.18 = Mt. 24.22; 5.3 = Mt. 20.25s; 5.7 = Mt. 6.25ss), y otros pasajes adquieren un significado más fecundo si se considera que Pedro fue su autor. Estas conexiones no proceden exclusivamente de la tradición de Marcos; pero tanto 1 Pedro como Marcos se ocupan igualmente del tema de los sufrimientos y la gloria.

Algunos han buscado el trasfondo del autor en los cultos de misterio asiáticos (véase R. Perdelwitz, Die Mysterienreligionen and das Problem des 1 Petrusbriefes, 1911, y cf. Beare), y piensan que la carta es demasiado pobre en su tratamiento de la vida del Señor para ser obra de uno de los Doce. Sin embargo, los que proponen la teoría de la religión de misterio no han podido defender su posición en un caso donde la fijación de fecha es notoriamente incierta; y los paralelos con la tradición evangélica galilea resultan mucho más impresionantes. El juicio de Cullmann es elocuente, porque él, sin discutir la paternidad literaria de 1 Pedro, está seguro que fue escrito con el conocimiento de los temas teológicos dominantes de Pedro (Pedro, pp. 68).

VII. 1 Pedro y el resto del Nuevo Testamento

La teología de 1 Pedro es esencialmente paulina. Esto no es, como algunos piensan, un argumento contra su autenticidad; hay razones para sostener que *Pedro estaba muy cerca de Pablo en cuanto a teología, y ninguna para suponer que fue un teólogo original. Silvano, también, había trabajado mucho tiempo con Pablo. Más todavía, aunque la identificación entre ambos es muy evidente, la presentación y la forma de expresión de la teología del Siervo es totalmente independiente de Pablo. Vale la pena notar que K. Lake, aunque inclinado a sostener una fecha tardía sobre la base de los pasajes relativos a las persecuciones, pudo decir que “la sencillez de la teología es marcada, lo cual sirve de argumento a favor de una fecha temprana” (EBr11, 21, pp. 296) y que F. L. Cross pueda señalar “esa notable copresencia del final como futuro y no obstante como estando ya presente, teoría de la cual se apartan los escritos del ss. II” (pp. 42s).

Aun más notables resultan las similitudes literarias entre 1 Pedro y otros escritos neotestamentarios, especialmente Ro., Ef., He., y Stg. No todas pueden ser fortuitas: por ejemplo, la divergencia inusual de la LXX en la cita de 1 P. 2.4–8 aparece también en Ro. 9.32s. Los problemas relativos a la prioridad en las relaciones literarias siempre son difíciles, y rara vez pueden imponer algún grado de certeza. C. L. Mitton asegura haber demostrado la dependencia de 1 P. con respecto a Ef. (JTS s.n. 1, 1950, pp. 67ss). La significación de esto, si se establece, dependerá de la fecha que se le asigne a Efesios. Beare sostiene, con menos demostración, que el autor de 1 Pedro debe de haber tenido acceso al corpus paulino publicado (The First Epistle of Peter³, pp. 219).

Un efecto positivo de la crítica literaria reciente es la atención que se le ha prestado a los esquemas que comparten diversos escritos neotestamentarios en lo que hace a enseñanza cristiana (véase P. Carrington, The Primitive Christian Catechism, 1946). Se ha recuperado un esquema de instrucción para conversos, asociado por numerosos entendidos, quizás demasiado categóricamente, con el bautismo. Stg. y 1 P., lo mismo que Ef. y Col., reflejan este esquema, que tenía entre sus componentes:

1. El llamado a deshacerse de los pecados y deseos de la vieja vida pagana (1 P. 2.1, 11).

2. El llamado a la humildad y la sujeción cristianas, y a la subordinación de los intereses personales, todo esto dirigido a determinadas clases de la sociedad (1 P. 2.11–3.9, que son paréntesis).

3. El llamado a velar y orar: dos veces en 1 Pedro (1 P. 4.7; 5.8).

4. El llamado a resistir al diablo (1 P. 5.8s).

Muchas de las similitudes que más resaltan entre 1 Pedro y otras epístolas aparecen justamente en estas secciones, y parecería probable que la explicación se encuentre en las formas comunes de preparación catequística, y no en la dependencia literaria directa.

Selwyn ha ido más lejos todavía y ha visto reflejados en 1 Pedro otros esquemas comunes, especialmente un cuerpo de enseñanza sobre la persecución, que la declaraba motivo de regocijo, prueba del carácter, castigo necesario, y señal de la inminencia del juicio divino y la vindicación; y que estaba anclada en las palabras del Señor. Selwyn encuentra este mismo esquema en 1 y 2 Ts., también asociadas con Silvano. Lo mismo que otros escritores, ve diversos himnos y fragmentos litúrgicos (p. ej. 1 P. 2.6–10; 3.18–22; y el uso del Sal. 34 en 3.10s).

VIII. La naturaleza y el propósito de 1 Pedro

Por mucho tiempo 1 Pedro ha sido tratada como un sermón escrito en forma epistolar, y relacionada con el bautismo. H. Preisker, en 1951, dio a esta interpretación una forma nueva, pues vio en la sección de 1.3–4.11 indicaciones de un rito en plena formación y referencias a la práctica en torno al bautismo, y declaró que la obra representaba una liturgia bautismal con omisión de las rúbricas. La hipótesis de Preisker se vio obstaculizada por un hipercriticismo estilista, pero este rasgo ha sido eliminado por F. L. Cross, quien insiste, con abundantes ilustraciones de fuentes patrísticas, y especialmente de la Tradición apostólica de Hipólito, en que 1 Pedro es la parte que corresponde al presidente en una eucaristía bautismal de pascua: 1.3–12 es la solemne oración de apertura por el presidente; 1.13–21 es su exhortación formal a los candidatos. A esta altura se lleva a cabo el acto del bautismo, y 1.22–25 da la bienvenida a los recién bautizados, para pasar luego a una exposición sobre los aspectos fundamentales de la vida sacramental (2.1–10), un sermón sobre los deberes cristianos (2.11–4.6), para concluir con amonestaciones y una doxología (4.7–11). Constituye una debilidad de esta teoría el hecho de que no se proporciona ninguna explicación de 4.12ss.

Esta tesis descansa sobre un cúmulo de detallados estudios que no puede tratarse aquí. Muchos de los detalles han sido cuestionados. (Véase el examen por T. C. G. Thornton, JTS s.n. 12, 1961, pp. 14ss). Algunos puntos generales, sin embargo, sugieren la necesidad de reserva.

En primer lugar, el bautismo ocupa un lugar muchos menos prominente en la epístola que lo que sugieren las discusiones de años recientes. Hay una sola referencia explícita al mismo, y resulta ser un paréntesis (3.21). Otras alusiones al bautismo, que algunos han encontrado, son altamente dudosas: el “renacimiento” (1.3; cf. 1.23) ya se ha realizado, y se disfruta su resultado; no puede referirse a un acontecimiento a realizarse con posterioridad a 1.21. El miembro correspondiente en el esquema catequístico de Stg. 1.18 aclara que el renacimiento se relaciona con el evangelio, no con el bautismo, y esto se confirma en 1.23, donde la “palabra de Dios” se define como el evangelio que vive y permanece para siempre y es predicado a los lectores. El vocablo “ahora” que se repite no se relaciona necesariamente con un rito en plena formación; se origina más bien en un alborozado sentido de los últimos tiempos; y el “ahora” de 3.21 en el contexto del bautismo indudablemente señala un contraste con el antiguo diluvio.

En segundo lugar, muchas de las alusiones pueden ser fácilmente entendidas sin esta teoría. El hincapié en la tipología de Éxodo es valioso, pero esta tipología no se restringe al bautismo. Van Unnik, por ejemplo, hace referencia a un dicho rabínico de que los prosélitos entraban en Israel de la misma manera en que Israel ingresó en el pacto, e infiere que 1 Pedro recalca la transición que han efectuado los lectores. Conocen la elección de Dios y el rociamiento del pacto (1.2ss); ellos ahora son Israel (1.18s) ; los que nunca habían sido pueblo de Dios habían llegado a ser ese pueblo (2.10); la obra de Cristo es llevarnos (prosagein) a Dios; y prosagein es un término técnico que indica hacerse prosélito.

Con una interpretación como esta, mientras que la conversión y la separación radical de la vida anterior ocupan un lugar prominente, no ocurre lo mismo con el bautismo en sí. La cuestión de la paternidad literaria no está, por supuesto, directamente afectada por el carácter formal de la obra. Pedro puede haber predicado un sermón, para luego enviarlo en forma de carta (aunque es difícil encontrar algún motivo para querer convertir un texto litúrgico en carta). Pero 1 Pedro como la tenemos es una carta, y basándonos en el sabio principio crítico de encontrarle sentido a lo que tenemos, así debemos leerla. (* Descenso al Hades; * Persecucíon )

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A.F.W.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico