acontecimientos que tuvieron lugar en Judea y, especialmente, en Jerusalén que abarcan desde el arresto hasta la crucifixión.
Cerca de la Pascua Jesús viajó a Jerusalén y el domingo de víspera entró triunfante en la ciudad donde le recibió una gran muchedumbre que le aclamó. El lunes expulsó del Templo a los mercaderes, Mc 11, 15-19, y discutió con los sacerdotes, los escribas, los fariseos y los saduceos, que le hicieron preguntas capciosas sobre su autoridad, los tributos del César y la resurrección.
El martes Jesús reveló a sus discípulos su segunda venida, la parusía.
El miércoles María Magdalena ungió a Jesús en Betania. Era el anticipo de la unción de la sepultura, Mt 26, 6-13; Mc 14, 3-9. Entretanto, los sacerdotes en Jerusalén, junto con los escribas, discutían sobre el riesgo de que Jesús, con su actitud, pondría a los romanos en su contra, Jn 11, 48. La discusión se realizó con Judas Iscariote, uno de los doce, quien negoció la entrega, y así planearon prender a Jesús sin alertar a nadie, porque temían la reacción del pueblo, Lc 22, 2.
El jueves Jesús celebró la cena de Pascua con sus discípulos. En ella anunció que uno de los que estaban a la mesa con él lo traicionaría y que su muerte sería una sacrificio por los pecados de la humanidad. Bendijo el pan ázimo, su cuerpo, y el vino, su sangre: †œsangre de la alianza, que será derramada por muchos para remisión de los pecados†, Mt 26, 27, y pidió que se lo repartieran.
Después de cenar cantados los himnos, el hal.lel, todos fueron al monte de los Olivos, donde les aseguró que resucitaría, Mt 26, 30-32; Mc 14, 26-28. Luego se retiró al huerto de Getsemaní a orar al Padre, Lc 22, 44, donde le sobrevino la agonía. Llegaron los sacerdotes, los ancianos judíos y unos soldados guiados por Judas Iscariote, quienes lo arrestaron.
Lo llevaron ante Anás Jn 18, 13-24, quien lo interrogó. Luego Jesús fue conducido al Sanedrín, donde Caifás le pidió que dijera si era el Mesías, el hijo de Dios, Mt 26, 63. Al afirmarlo, lo condenaron a muerte por blasfemia, Mc 14, 62. Como la pena capital era potestad exclusiva de las autoridades romanas, el viernes condujeron a Jesús ante el procurador Poncio Pilato, quien le preguntó si era el rey de los judíos, y Jesús contestó: †œTú lo has dicho†, Mc 15, 2. Pilato intentó salvarle, y dejó la decisión en manos de la muchedumbre, a la que puso a escoger entre Jesús y un delincuente, Barrabás, pues era costumbre por Pascua soltar un reo. Como el pueblo insistió en la muerte de Jesús, el procurador romano ordenó su ejecución, Mt 27, 24.
Condujeron a Jesús al Gólgota donde fue crucificado pena romana para los criminales y los delincuentes políticos. Dos ladrones fueron también crucificados con él, uno a cada lado. En la cruz, sobre la cabeza de Jesús, Pilato hizo poner una inscripción, en hebreo, latín y griego, aquello de lo que le acusaban: †œEste es Jesús, el rey de los judíos†, Mt 27, 37; Mc 15, 26; Jn 19, 19-20. Al anochecer, José de Arimatea, con la ayuda de Nicodemo, descendieron su cuerpo y lo depositaron en una tumba nueva cercana, cavada en la roca, Jn 19, 39-42.
El domingo al amanecer, María Magdalena, María la madre de Santiago y Salomé, Mc 16, 1, fueron al sepulcro para ungir el cuerpo de Jesús. Estaba abierto y no encontraron el cuerpo. En el interior de la tumba, un ángel, vestido de blanco, les anunció que Jesús había resucitado, que lo comunicaran a sus discípulos, Mc 16, 5. El mismo día, Jesús se aparece primero a María Magdalena y luego a otros discípulos en varios lugares en Jerusalén.
Después de su resurrección Jesús siguió enseñando a sus discípulos sobre el Reino de los Cielos y les dio instrucciones sobre ir por el mundo y hacer discípulos de todas las naciones, bautizándoles en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, Mt 28, 19.
Cerca de Betania y alzando sus manos, bendijo a los once, y mientras los bendecía, se separó de ellos y ascendió al cielo, donde fue glorificado por su Padre, Lc 24, 50-53; Hch 1, 9. Pasjur ® Pasyur. Pastor, el encargado de cuidar ovejas, Gn 4, 2. En sentido figurado, el que cuida a los hombres, Gn 48, 15.
Las ovejas deben ser cuidadas por el p. En la noche deben dormir en el redil, Jn 10, 1, y de día deben ser llevadas al campo en busca de pasto y agua, Sal 23, 2-3; Ez 34, 14. Deben ser protegidas de las fieras, 1 S 17, 34-35, protegerlas del mal tiempo y encontrar las descarriadas y curar las enfermas, Nm 27, 17.
Dios es el P. de Israel Sal 80, 1, misión que cumplió Jesús durante su vida, Mc 6, 34. A los reyes de Israel se les llama pastores, y se diferencia en las Escrituras entre los buenos y los malos, Ez 34, 1-22. Los que incumplían con sus deberes reales fueron duramente denunciados por los profetas, igual que los sacerdotes, Jr 2, 8; 25, 34 y 36; 49, 20; 50, 6 y 45; 51, 23; Ex 24, 2 y 10. Ciro el Grande, rey de Persia, instrumento de Yahvéh, es llamado p. en el oráculo de Isaías, sobre la terminación del exilio, Is 44, 28. Ciro el Grande firmó el decreto para que los israelitas volvieran a su patria del destierro en Babilonia, reconstruyeran la ciudad de Jerusalén y el Templo.
El patriarca Jacob llamaba a Dios su p. Gn 48, 15. Luego, Dios habla de sí mismo, metafóricamente, que, como p. pastorea su rebaño, recoge en brazos los corderitos, en el seno los lleva y trata con cuidado a las paridas, Is 40, 11. El Salmo del buen Pastor, de David: †œYahvéh es mi pastor, nada me falta†, Sal 23.
Jesús sintió compasión por la muchedumbre que le seguía hombres abatidos y vejados, y dijo que eran como ovejas que no tienen p., Mt 9, 36; Mc 6, 34. Jesús se presenta como el Mesías mediante la figura del p., y dice †œYo soy el buen p.†, Jn 10. Jesús dice que en su segunda venida, en el juicio final, como el p. apartará las ovejas de los cabritos, Mt 25, 32-33.
Diccionario Bíblico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003
Fuente: Diccionario Bíblico Digital