«En el día del juicio tendréis que dar cuenta de las palabras vacías que hayáis dicho. Por tus palabras serás absuelto, y por tus palabras serás condenado.» Jesús nos enseña que las palabras, a pesar de que pueden ser reveladoras de un sentido más elevado, pueden también ser envilecidas, derrochadas, pueden ser devaluadas y distorsionadas. Hay algunos ámbitos de palabras que tienen una necesidad urgente de ser revisados, y hay que localizarlos para someter su opacidad a una especie de rayos X. Me refiero a las palabras que se emplean en el ámbito cultural, sociopolítico o eclesiástico, y que constituyen el horizonte verbal de una época determinada. Nos corresponde a nosotros pasarlas por el cedazo, discernir en cuáles de ellas resuena la única Palabra que salva. — Me refiero, por ejemplo, a ciertos términos muy frecuentes en el ámbito civil: «justicia, paz, medio ambiente». Inicialmente tienen un significado concreto, relativo a situaciones determinadas, pero luego se convierten en eslóganes que a veces se repiten sin comprender toda su seriedad, y por tanto se envilecen. — En el ámbito eclesiástico, me refiero a los términos: «proyecto, identidad, presencia, mediación, discernimiento», que son portadores de un mensaje, porque son densos de significado. Reconozco que yo mismo he contribuido, al menos en parte, a promover algunos. Pero a veces tengo una sensación de profundo malestar al darme cuenta del uso generalizado y banal que se hace de ellos, fuera del contexto eclesial y teológico concreto en el que constituían precisamente no sólo un concepto, sino también un mensaje. ¿Cuál es el propósito que tenemos que hacer respecto a estos y otros términos parecidos? No utilizarlos nunca de balde, como para rellenar el discurso; reconducirlos mentalmente a las situaciones originarias que los han motivado, para ver si45 les estamos dando otro sentido y, sobre todo, para sumergirlos en un baño contemplativo que los refresque y los devuelva a su fuente, para mirarlos en la luz de Dios y del plan de salvación.
Carlo María Martini, Diccionario Espiritual, PPC, Madrid, 1997
Fuente: Diccionario Espiritual