Cuando en este artículo decimos «paganos», nos referimos a los adultos que no han oído el evangelio de Cristo. Cualquiera que sea su cultura o país, la incredulidad de ellos es circunstancial, esto es, no han tenido la oportunidad de creer. Este hecho suscita la pregunta acerca de su «destino». Si Cristo es el único camino de salvación y estas personas no saben de la existencia de Cristo, ¿hemos de concluir que no tienen posibilidades de tener la salvación, y que están necesariamente perdidos o condenados? Si son condenados, ¿no es injusto de parte de Dios dado que no han tenido la oportunidad de ser salvos?
Abordemos la cuestión en el punto donde se produce. ¿No es injusto de parte de Dios condenar a una persona que no ha tenido oportunidad de ser salva? ¿Por qué? Suponiendo que Dios condena a tales personas, ¿por qué es injusto que las condene simplemente porque no han tenido la oportunidad de ser salvas? Si estas personas se condenan, lo son porque son pecadores; no se condenan porque no han utilizado la oportunidad de ser salvos que se les ha ofrecido. El hecho que tengan o no la oportunidad nada tiene que ver con su condenación. Están condenados porque son pecadores. ¿Qué hay de injusto en el hecho de que Dios condene a los pecadores? Si Dios los condenase porque no creyeron el evangelio, podrían protestar legítimamente que no habían tenido oportunidad de creer el evangelio; pero, si Dios los condena por otros pecados, ¿qué tiene que ver con ello el hecho de que no cometieran el pecado de incredulidad hacia el evangelio?
Alguien dirá: Acepto que Dios podría condenar a los hombres por los pecados que han cometido, aun cuando no escuchen el evangelio y que en ello no habría injusticia. Pero, ¿no tiene Dios la obligación de ofrecer un camino de salvación a todos? Pero, preguntamos, ¿por qué? ¿Por qué tiene Dios la obligación de ofrecer salvación a todo pecador? La gracia, por definición, es inmerecida. Si fuera merecida, no habría evangelio; no sería gracia. Si es un evangelio de gracia, debe ser sin méritos. Si es sin méritos, ¿cómo se puede decir que Dios la debe a alguien?
Muy bien, dirá alguien, pero, por cuanto Dios (que no debe a nadie su evangelio) lo dio a muchos, ¿no está en la obligación de ofrecerlo a todos? Pero, ¿por qué? Si una persona que nada merece recibe un regalo, ¿obtiene el derecho de recibir también un regalo otra persona que tampoco tiene méritos para ello? Si gana el derecho a recibirlo, ¿es aún un «don» o un «evangelio»? Pero, se alega además, esto convierte a Dios en un ser que hace acepción de personas. Sí, es cierto. Pero la Biblia condena a quien discrimina injustamente. Dios no discrimina injustamente, y el suyo no es un caso de uno que en forma injusta hace acepción de personas. Él concede un regalo que no es producto de una deuda; debido a esto, él no está obligado a conceder un regalo—el mismo regalo—a toda persona a quien no debe nada. Si la discriminación es justa cuando se hace acepción de personas, el hecho no es considerado malo. Cf. la Parábola de los Labradores (Mt. 20:1ss.) que habla en este sentido precisamente: «¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes tú envidia porque yo soy bueno?» (v. 15).
Todo lo anterior es para hacer frente a las objeciones que comúnmente se hacen a la doctrina de que los «paganos» se pierden. Esa es, creemos nosotros, la enseñanza de la palabra de Dios. «La fe viene por el oír, y el oír por la palabra de Dios» es la enseñanza de Ro. 10:17 en cuyo contexto se argumenta en pro de la necesidad de misioneros. El mundo por la sabiduría no conoció a Dios, pero agradó a Dios dar a conocer su sabiduría por la locura de la predicación (1 Co. 1:21). La ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad, pero el evangelio es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree (Ro. 1:18, 16). Cristo es la luz del mundo. Todo el mundo está en tinieblas hasta que él resplandece en el mundo (Jn. 8:12; 9:5). No hay otro hombre bajo el cielo dado a los hombres en que puedan ser salvos, sino el nombre de Jesús (Hch. 4:12). El es el camino, la verdad y la vida, nadie viene al Padre sino por él (Jn. 14:6).
Al enseñar él mismo esta doctrina, Cristo presenta un aspecto de esta verdad que aún no ha sido mencionado en este artículo. En Lc. 12:47–48, nos dice que el hombre desobediente que no sabe será azotado con menos azotes que el desobediente que sabe. Esto equivale a decir que los que no conocen el evangelio son culpables a causa de la luz que tienen y que han transgredido (cf. especialmente Ro. 1), pero no son tan culpables como los que han tenido la luz del evangelio tanto como la de la naturaleza y han pecado contra el evangelio también. Habiendo sido mucho mayor la luz de ellos, la dureza de corazón estaba tanto más desarrollada como para resistirla y, por lo tanto, la culpa de ellos es mucho más grave. Por lo tanto, en conformidad con Mt. 10:15; 11:22, será mucho más tolerable para Sodoma y Gomorra (que están en el infierno aunque han pecado solamente contra la luz de la naturaleza) que para Capernaum y Corazín (que están en el infierno con una condenación mucho mayor debido a que han violado una luz que era muchísimo mayor que la transgredida por el pagano).
En conclusión, podría bien citar al gran teólogo bautista, A.H. Strong: «La pregunta que si los paganos serán salvos si no les damos el evangelio no es tan grave para nosotros como la otra pregunta que si nosotros seremos salvos si no les damos el evangelio». Esto es decir: Los cristianos tienen la obligación de evangelizar el mundo. Si no participan en ese deber, aun cuando algunas personas se pierdan por esa negligencia, ellos perecerán con ellos y con un castigo muchísimo mayor porque ellos mismos habrán pecado contra una luz mucho mayor que la que los otros tenían. En otras palabras, el «destino» de los «paganos» está inextricablemente conectado con el «destino» de los cristianos en esta era.
El punto de vista de este artículo es el punto de vista general de la iglesia, salvo que ha habido teólogos cristianos como Ulrico Zuinglio y Juan Wesley, que han tenido la esperanza (más que afirmarlo) que Cristo, el único salvador del mundo, pudiera a veces obrar independientemente de los medios de gracia. La neortodoxia se inclina hacia una posición universalista que enseña la salvación de los paganos.
BIBLIOGRAFÍA
Karl Barth, Christ and Adam, pp. 22s; 87s; W.G.T. Shedd, Sermons to the Natural Man, pp. 78ss; John Wesley, Works, New York ed., Vol. II, pp. 485s.
John H. Gerstner
Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (446). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.
Fuente: Diccionario de Teología