PABLO Y PAULINISMO

El apóstol a los gentiles aparece en el libro de Hechos como el fundador de iglesias y, en sus cartas, como un pastor devoto, un hábil polemista y un amigo sincero de los cristianos, revelando un encendido espíritu por el amor de Cristo. Es a través de sus cartas que también Pablo se destaca como un influyente teólogo de la era apostólica.

  1. Su experiencia. Como un judío de la Dispersión, nacido en Tarso, Pablo se preparó inconscientemente a través de sus contactos con el mundo gentil para su papel como un embajador de Cristo alrededor de la cuenca del Mediterráneo. Pero la influencia más grande en los años de formación fue su ambiente hebreo, incluyendo su educación familiar y su entrenamiento bajo Gamaliel (Hch. 22:3). Esto es evidente por su uso extenso del AT y por el arreglo del material, lo cual refleja su instrucción rabínica. Como un fariseo, él trató de encontrar la justicia a través de la fidelidad a la ley, pero la futilidad de este esfuerzo se refleja en su enseñanza acerca del tema.

El celo de Pablo como perseguidor debe entenderse como su convicción que los seguidores de Jesús estaban equivocados al identificar a éste con el Mesías de Israel. Los sentimientos de humanidad fueron firmemente reprimidos para hacer un servicio a Dios persiguiendo esta herejía. Pero la aparición ante él del Señor resucitado fue suficiente para convencerlo que los postulados de los cristianos eran verdaderos. Pablo fue asido por Cristo (Fil. 3:12) y llegó a convertirse en su siervo fiel. La revelación exterior fue seguida por una revelación interna del Hijo de Dios (Gá. 1:16), en que el mensaje del evangelio llegó a ser luminoso (Gá. 1:12). La crucifixión, que en una oportunidad llegó a ser un obstáculo para Pablo, constituía ahora la base de su gloria (Gá. 6:14). Él estaba contento que, en lo esencial, este evangelio fuera idéntico con el de los apóstoles de Jerusalén (1 Co. 15:3–11). Incluso la verdad de la iglesia como el cuerpo de Cristo, compartida por igual por judíos y gentiles, no le fue revelada a él únicamente (Ef. 3:4–6) aunque éste le dio una importancia especial en su enseñanza.

Su misión al mundo gentil le acarreó el oprobio de los judíos no cristianos (Hch. 22:21–22), y de varios judíos cristianos también (Hch. 15:2; 21:20, 21; Fil. 1:15–17). Es una marca de grandeza espiritual el que, a pesar de esta oposición, el apóstol continuara orando y trabajando incesantemente por la conversión de su propio pueblo Israel (Ro. 9:1–3; 10:1). En esta controversia acerca de la recepción de los gentiles en la iglesia, Pablo afirmó que la fe en Cristo era suficiente por sí misma para su salvación. No debían ser cargados con la circuncisión o el yugo de la ley mosaica. Esta posición estaba basada tanto en la revelación como en la experiencia ya que Pablo había visto a muchos gentiles salvados y sellados con el Espíritu de Dios aparte de la circuncisión. Sobre esta misma doble base, Pedro mantuvo la misma postura con Pablo acerca de esta cuestión (Hch. 10; 15:7–11). La oposición de Pablo a que se obligara a los gentiles a circuncidarse no fue motivada por la conveniencia, como una manera de allanarles el camino desechando algo que ellos encontraban cuestionable. En lugar de ello, la circuncisión en tales casos era un símbolo de salvación por las obras humanas y por lo tanto una negación del evangelio de gracia (Gá. 5:2–4).

También en Colosas, el apóstol encontró una amenaza para la pureza del evangelio. Aunque es oscura la naturaleza precisa de este error, parece haber sido ecléctico; de todos modos, afectaba la preeminencia de Cristo. Era tanto una filosofía como una religión.

Aparecieron otras amenazas al evangelio, tales como la negación de la resurrección corporal (véase 1 Co. 15) y la tendencia al antinomianismo. La última desviación se debió a un mal entendimiento o mala comprensión del evangelio de la gracia. Pablo combatió el error en Romanos y en las epístolas pastorales (véase también Fil. 3:18–19).

  1. Su enseñanza. Se ha prestado una considerable atención al intento de descubrir un tema central en el mensaje paulino. Algunos lo han encontrado en la doctrina de la justificación (véase) por la fe, sin las obras. Otros han entendido que la unión con el Señor Jesús, expresada en la frase «en Cristo», es el mismo corazón del pensamiento paulino. Aun otros han entendido que su enseñanza escatológica es el tema dominante. Estos tres son centrales porque iluminan los aspectos pasados presentes y futuros de la salvación en Cristo. Pueden apreciarse juntos en Filipenses 3:9–11, donde Pablo se describe a sí mismo «asido» por Cristo, poseedor de la justicia de Dios por la fe en su Hijo y viviendo en una anticipación de la resurrección cuando toda limitación sea eliminada.

Desde un punto de vista práctico, el creyente está obligado a no servir más a la carne, sino que en el poder del Espíritu de Dios que mora en él para experimentar la libertad en la que el hombre regenerado puede servir a Dios aceptablemente (Ro. 8:1–14). El resucitado Hijo de Dios, a través del Espíritu, posee cada vida redimida y se expresa a sí mismo a través de ella (Gá. 2:20; 4:6; Ro. 13:14). Cada santo es así una nueva creación en la que puede verse el glorioso poder de Dios (2 Co. 5:17). El camino de la bendición espiritual y de la madurez consiste en aprender de Cristo y de aquello que pertenece a la nueva naturaleza (Ef. 4:20–24).

III. Pablo en la historia y la crítica. En la época posapostólica, la influencia del apóstol decayó debido probablemente a la tendencia humana natural de encontrar la enseñanza de la gracia algo difícil de creer y sustituirla por una cómoda mezcla de fe y obras. Marción fue un celoso seguidor de las enseñanzas de Pablo, pero mutiló su evangelio al desconectarlo del Antiguo Testamento. El avivamiento espiritual que marcó la Reforma fue efectuado en no pequeño grado con el descubrimiento de la doctrina paulina de la justificación por la fe. A mediados del siglo XIX, los seguidores de la escuela de Tübingen, encabezados por F.C. Baur, profesaron encontrar un conflicto en la era apostólica entre los partidos representados por Pedro y Pablo respectivamente. Baur identificó al primero como el vocero de la posición legalista y al segundo por su posición universalista. Baur fracasó en que no acertó en descubrir que la lucha era entre Pedro, Pablo y otros dirigentes por una parte, y los maestros legalistas judíos por la otra. A fines de ese siglo, la llamada escuela holandesa dejó completamente al margen a Pablo como autor negándole todas las epístolas que llevan su nombre. La escuela liberal de Harnack y otros aplaudieron a Pablo por haber basado su experiencia religiosa en el Jesús histórico, pero lo criticaron por anunciar una teología en la que Cristo llegó a ser objeto de fe en lugar de ser un hombre que mostrara el camino de la realización propia al cultivar una relación filial con Dios. La escuela apocalíptica defendió la posición de que Saulo el fariseo había estudiado los apocalipsis judíos y se había familiarizado con la figura del Mesías celestial que allí se describía. De alguna manera, Pablo llegó a identificar esta exaltada figura con Jesús de Nazaret, desarrollando de esta manera su énfasis en la preexistencia y encarnación. Pero el Cristo de Pablo es más extraordinario que el Mesías de esta literatura, lo cual es difícil de explicar en esta teoría del préstamo. El enfoque de la religión comparada procura encontrar los elementos distintivos de la cristología paulina en la religiones de misterio del mundo grecorromano, a pesar del hecho de que su trasfondo judío protesta contra tal préstamo, y de que su estrecho contacto con la iglesia de Jerusalén evita cualquier alienación en su mensaje. Una variación más reciente en este enfoque es la posición de Bultmann, quien postula como la influencia formativa sobre el pensamiento de Pablo la especulación gnóstica acerca de un redentor mitológico quien rescataría al hombre de los poderes cósmicos que le amenazan. Cristo logró esta liberación cuando vino a compartir la agonía de la existencia humana terrenal. Pero la enseñanza del apóstol está demasiado firmemente asentada en la tradición histórica de Jesús la cual se reproduce en los evangelios y fue sostenida por la iglesia primitiva, todo lo cual no permite una derivación tan extraña.

Pablo permanece como el intérprete indiscutible de Cristo: el Cristo de la historia, del NT, de la iglesia militante.

BIBLIOGRAFÍA

W.D. Davies, Paul and Rabbinic Judaism; J. Gresham Machen, The Origin of Paul’s Religion; Olaf Moe, The Apostle Paul; H.N. Ridderbos, Paul and Jesus; Albert Schweitzer, The Mysticism of Paul the Apostle; C.A.A. Scott, Christianity according to St. Paul; James S. Stewart, A Man in Christ. En español: H. Ridderbos, El pensamiento del apóstol Pablo.

Everett F. Harrison

Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (441). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Fuente: Diccionario de Teología