OBEDIENCIA EVANGELICA

En el marco de la redención y misión de Jesús

La misión de Jesús se desarrolló en una perspectiva de obediencia, como «mandato recibido del Padre» (Jn 10,18). Su donación a los planes de salvación constituyen su vivencia o «comida» (Jn 4,34), la garantí­a de su misión (Jn 5,30-32), la lí­nea pascual de su vida (Jn 17,4; Lc 22,42). Desde la Encarnación, se ofrece para «hacer la voluntad» del Padre (Heb 10,5-7), como vida donada «en sus manos» (Lc 23,46).

La «exaltación» o glorificación de Jesús pasa por la «humillación» de la «obediencia hasta la muerte de cruz» (Fil 2,7-11). La vocación cristiana es de sintoní­a con «los sentimientos de Cristo Jesús» (Fil 2,5). El seguimiento evangélico, especialmente por parte de los Apóstoles y de otras personas consagradas, tendrá que expresarse en sintoní­a con los mismos sentimientos y la misma vida de Cristo Buen Pastor y Esposo.

La redención y la misión consecuente, se realiza por medio de la obediencia, que constituye su clave de interpretación. Se trata de «ofrecer directamente a Dios la plena entrega de la propia voluntad como sacrificio de sí­ mismo» (PC 13). Esta entrega total tiene sentido de «holocausto» o de sacrificio perfecto (Santo Tomás, II-II, 186, 3 y 5).

La obediencia tiene sentido de colaboración y de respuesta a la Alianza (Lc 1,38; Jn 2,5; cfr. Ex 24,7), para «seguir la voz de Dios y guardar sus mandamientos» (Deut 30,10). El creyente y, de modo especial, el apóstol, toma conciencia de ser «instrumento vivo de Cristo» (PO 12) y «prisionero del Espí­ritu» (Hech 20,22). Es la actitud de fe de quien es sólo «ministro» y servidor de los signos salví­ficos instituidos por Jesús.

En la comunión de Iglesia

La misión se realiza en la comunión de Iglesia, discerniendo y siguiendo a Cristo escondido en sus signos «pobres» personas (superiores, colaboradores, inferiores), acontecimientos, inspiraciones y carismas. Es el servicio eclesial con un corazón libre de los propios intereses y de los condicionamientos sociológicos. La obediencia «conduce a una libertad más madura de los hijos de Dios» (PO 15) y a participar del mismo «amor» y «gozo» de Cristo (Jn 15,10-11).

La obediencia es actitud responsable y activa, de quien sigue fielmente los signos de la voluntad de Dios, después de discernirlos y de consultarlos en el diálogo y en la dirección espiritual, con la disponibilidad de «someterse al juicio de los que ejercen la autoridad principal en el gobierno de la Iglesia de Dios» (PO 15). Tanto la autoridad que decide, como los súbditos que quieren cumplir lo mandado, no hacen más que obedecer los signos manifestativos de la voluntad de Dios, siempre en vistas a construir y garantizar la comunión eclesial.

Referencias Autoridad, comunión eclesial, humildad, seguimiento evangélico, vida consagrada.

Lectura de documentos AG 24; PC 14; RD 13; VC 21,91-92; PO 15; PDV 28; Dir. 61-66.

Bibliografí­a T. GOFFI, Obediencia y autonomí­a personal (Bilbao, Mensajero, 1969); Idem, Obediencia, en Nuevo Diccionario de Espiritualidad (Madrid, Paulinas, 1991) 1002-1015; L. GUTIERREZ, Autoridad y obediencia en la vida religiosa (Madrid, Inst. Vida Religiosa, 1974); H. RONDET, L’Obéissance, problème de vie, mystère de foi (Paris, Mappus, 1966); J.P. ZENZ, Spirituality of obedience for Diocesan Priests in Vatican II (Roma, Pont. Univ. Gregoriana, 1984).

(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)

Fuente: Diccionario de Evangelización