MUNDO, MUNDANALIDAD

En el AT, ʾereṣ, que es propiamente «tierra» en contraste con «cielo» (Gn. 1:1), se traduce ocasionalmente como «mundo»; pero el término más usual es tēḇēl, el cual significa el planeta con caracteres topográficos, habitable y fructífero (Sal. 19:4; 90:2). Las palabras del NT son oikoumenē, denotando el mundo poblado (Lc. 4:5), aiōn, que generalmente se traduce como «edad» (véase), pero que ocasionalmente combina el concepto de tiempo con el de espacio (Heb. 1:2; 11:3), y kosmos, la cual contiene la idea de orden o sistema. La última palabra puede denotar el mundo material (Ro. 1:20), o aun la totalidad de cielo y tierra (Hch. 17:24), la esfera de vida inteligible (1 Co. 4:9), el lugar de habitación humana (1 Co. 5:10, l.c.), la humanidad como un todo (Jn. 3:16), la sociedad como alienada de Dios y bajo el dominio de Satanás (1 Jn. 5:19), y el complejo de ideas e ideales que gobiernan a los hombres que pertenecen al mundo en este sentido ético (1 Jn. 2:15–17; Stg. 4:4).

Toda vez que kosmos es el término dominante implicado, exige más consideración. Entre los griegos, kosmos llegó a ser usado para el universo, desde el momento en que este término expresa exactamente el orden que allí se advierte. Por otro lado, los hebreos no eran hospitalarios con el concepto de universo, sino que pensaban en términos de cielos (la morada de Dios) y la tierra (el reino de la existencia humana). Dios era el autor de ambos, y la regularidad de los movimientos de los cuerpos celestes y el ritmo de las estaciones daban crédito a su sabiduría creativa y al poder de su control sustentador. Los escritores del NT siguen este patrón de pensamiento del AT, evitando, con raras excepciones, el uso de la palabra kosmos para los cielos y la tierra combinados (Hch. 17:24 es explicable como una adaptación del mensaje en términos congénitos para los herederos quienes eran griegos). La palabra kosmos en el NT, entonces, denota predominantemente la tierra, y por una extensión de concepto es usada para la humanidad que habita en la tierra. Quizá este proceso fue apoyado por el hecho que, debido a la inteligencia humana y al avance para la integración social, la vida del hombre presenta un orden considerable.

Pero el hecho más impresionante sobre el uso que hace el NT de la palabra kosmos es la disposición con la cual el término se emplea en un mal sentido. Una y otra vez, especialmente en los escritos de Juan, el mundo es presentado como algo hostil a Dios. Esto parece denotar desorden. Entonces, ¿cómo puede kosmos ser usado para describir tal estado de cosas? La respuesta es susceptible de ser hallada en el hecho de que los poderes del mal espiritual, que tienen a Satanás como su cabeza y parecen estar organizados sobre una vasta escala y con gran eficiencia (Ef. 6:12), dominan la vida de la humanidad no redimida. Satanás gobierna un reino que es opuesto al reino de Dios (Lc. 11:18).

Pero no se nos arroja en las profundidades de un dualismo desesperanzado a causa de esta oposición, porque la palabra enseña que la esfera de control divino abarca «todas las cosas». Por lo tanto, Dios es aún soberano, aun sobre el mundo dañado por el amor al mal y por la influencia más siniestra del demonio. El reino de Satanás existe porque se le permite, no por causa de la impotencia divina. La reconciliación ha sido provista para el mundo (2 Co. 5:19), por lo cual los hombres pueden dejar el reino de las tinieblas y ser transferidos al reino del amor del Hijo de Dios. Aquellos que así no lo hagan deben sufrir el hado de Satanás.

La mundanalidad, aunque no es un término escritural, ciertamente es un concepto escritural. Es una denotación para aquello que es distinto de Dios y contrario a su voluntad (Stg. 4:4; 1 Jn. 2:15–16). El negarse a vivir una vida ascética no es una prueba de mundanalidad, tampoco lo es el amor a lo hermoso. La determinación de si algo es mundano no debe descansar solamente en la naturaleza de una actividad o hábito visto como algo en sí mismo, sino también en el espíritu del que se satisface a sí mismo. Si alguien es inducido por el egoísmo o el descuido de las cosas de Dios, puede ser más mundano ante los ojos de Dios que otro cuyos actos externos son más cuestionables, pero cuyo corazón no lo condena porque no está desobedeciendo en forma consciente a su Señor.

BIBLIOGRAFÍA

CB; HDCG; V. Stanton en HDB; G. Kittel, Die Religionsgeschichte und das Urchristentum, pp. 88–92; Art. «Kosmos» en TWNT.

Everett F. Harrison

CB Companion to the Bible, J. J. Von Allmen, ed.

HDCG Hastings’ Dictionary of Christ and the Gospels

HDB Hastings’ Dictionary of the Bible

TWNT Theologisches Woerterbuch zum Neuen Testament (Kittel)

Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (411). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Fuente: Diccionario de Teología