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Teoría orientalista que supone o enseña la transmigración de las almas, vagando de cuerpo en cuerpo hasta que les llegue la hora del reposo eterno. La idea aparecía ya en las creencias egipcias antiguas. De ellas pasó a los griegos y, tal vez, a los fariseos entre los judíos. También se ha mantenido en otros pueblos, como eco del deseo o de la esperanza en la supervivencia del hombre después de la muerte.
Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006
Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa
(v. reencarnación)
(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)
Fuente: Diccionario de Evangelización
Término derivado del griego que significa «(traslado de un alma a otro (cuerpo)n; se le llama también «reencarnación» o » transmigración (del alma)». Con esto se quiere indicar la convicción de que el principio vital humano, el alma-espíritu, que se experimenta como no totalmente dependiente del cuerpo (por ejemplo, la experiencia del sueño), pasa a través de sucesivas etapas de unión con cuerpos distintos antes de alcanzar el estado final de descanso o de disolución. Esta convicción se encuentra en varias tradiciones africanas y de la antigua Asia occidental, y es característica de las religiones escriturísticas de la India: el hinduismo, el budismo, el jainismo y el sikhismo, así como de algunas escuelas indias del sufismo y de otras sectas más recientes que se encuentran bajo la influencia del hinduismo.
La metempsícosis puede considerarse como un intento de hacer inteligibles ciertos datos en la existencia de los seres humanos, como la diferencia de dotes y de suertes, y el hecho de que muchos puedan desarrollar solamente de manera imperfecta las dotes y talentos con que han nacido. La sucesión de existencias terrenas se interpreta también a veces como un camino de purificación para poder entrar en el estado de salvación.
Las religiones monoteístas nacidas en Asia occidental, el judaísmo, el cristianismo y el islam, afirman el carácter irrepetiblé de la relación entre el cuerpo y – el alma en una sola vida en la tierra.
A. Roest Crollius
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PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995
Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico
En el uso de los conceptos «metempsícosis», «metensomátosis», «palingenesia» y «reencarnación» no se establece ninguna diferencia clara. Los antiguos (así Plotino y los padres) usan con preferencia el concepto de «metensomátosis». El concepto de «palingenesia» es más amplio; constituye en cierto modo el presupuesto para las concepciones más sistemáticas de las doctrinas sobre la metempsícosis.
Numerosas culturas sin tradición escrita (los así llamados pueblos primitivos) creen firmemente que el principio vital de un ser vivo después de la muerte puede pasar a otro individuo, aunque sea de especie diferente. Tienen concepciones muy diversas de la m. según la naturaleza y las funciones atribuidas a los principios vitales que vivifican nuevamente a un individuo, y según las diversas representaciones de estas culturas sobre la correspondencia entre los principios de la vida individual y los poderes que dominan la vida en general. Tales poderes son relacionados frecuentemente con el retorno periódico de ciertos fenómenos meteorológicos (fases lunares, estaciones del año). Esta concepción cíclica del -). tiempo domina la mentalidad de los pueblos agrícolas, en los cuales además perduran estructuras matriarcales, y tampoco es extraña a los pueblos de cazadores y pastores. La idea misma de » -> cultura» implica ya en el hombre el conocimiento de que, para seguir la naturaleza y seguirla racionalmente, él ha de aprender a adelantarse a ella.
Sobre esta base se desarrollan los misterios de la iniciación, cuya misión es transmitir a las nuevas generaciones el misterio de la vida bajo formas sacramentales; las cuales normalmente simbolizan la muerte y la resurrección. Mediante ese rito el iniciado es introducido en la vida colectiva de la estirpe; él nace, pues, dos veces, lo cual puede llamarse ya palingenesia. En virtud de este hecho el nacimiento físico y la muerte física aparecen bajo una nueva perspectiva: más que como acontecimientos de la vida individual, son considerados como actos de la vida colectiva de la estirpe. Probablemente en relación con eso surgió la idea de que se debe impedir que se extinga la centella vital de la estirpe que deja el moribundo en su último aliento; esta idea queda ilustrada plásticamente en algunas tribus cuando mujeres encintas estrechan la cabeza de un moribundo. Las concepciones indias, donde la reencarnación desempeña tan gran papel, conservan huellas muy claras sobre la importancia del grupo de los «padres» como una «reserva» colectiva de la vitalidad tribal en el tiempo prehistórico. Aunque el miedo dejó paso a la veneración y, finalmente, pudieron imponerse concepciones nuevas y más purificadas del alma, sin embargo los espíritus, aun despojados de su poder, no perdieron su carácter terrible y peligroso. Pero con ello no sufre detrimento su puesto especial dentro del ciclo de la m., un hecho que el más reciente enfoque sistemático apenas puede explicar.
Un mito cosmobiológico muy difundido ha contribuido particularmente a esclarecer la idea de la palingenesia. Se trata de la identidad de esencia entre el aliento individual y la vida originada por él, de un lado, y el aliento que vivifica el universo entero, concebido como un ser vivo, de otro lado. El envolvente torrente cíclico de la vida cósmica recorre así las generaciones humanas. Esta grandiosa visión es compatible con numerosas modalidades de la misma, y en concreto se une fácilmente con la idea de la fuerza vivificante de los astros, especialmente de la luna y del sol. La luna, p. ej., es comparable a una lanzadora de tejedor, que en el telar cósmico teje incansablemente el destino de los mortales. Con ello el ámbito sublunar no está sometido al mismo dominio que el mundo celeste, el cual no se halla expuesto a estas vicisitudes. Ciertamente es imposible mostrar con detalles el paralelismo entre la «selenología» mística (doctrina sobre la luna) y la doctrina de la m., pero, indudablemente, hay cierta coincidencia entre ambas. En algunas concepciones la luna es considerada como el primer muerto, y está claro que este muerto vuelve siempre a nacer. Además la luna desempeña un papel importante en el contexto mítico que se refiere a la iniciación. El mismo aliento cósmico que vivifica los movimientos en el cielo, determina también la vida humana: «El aire ha tejido el universo como el aliento teje la vida humana» (Brhadáranyaka up. 3, 7, 2).
El neoplatonismo, los gnósticos y las teosofías hindúes y budistas enlazaron estrechamente las concepciones astrobiológicas con el nuevo nacimiento (samsdra, etµap).
La doctrina del nuevo nacimiento recibe un nuevo contenido y significado al unirse con la idea de una retribución. Esto sucedió en India y en Grecia (¿con independencia mutua?). Ahora bien, mientras que esta idea en Grecia sólo se transmitió en pequeños grupos y entre los filósofos permaneció objeto de especulación, en la mayoría de las religiones y filosofías de origen indio pasó a ser el fundamento común de su visión del mundo, extendiéndose luego desde la India a todo el oriente y al sur de Asia. Al principio el nuevo nacimiento, entendido como recompensa, no parece que tuviera ningún acento pesimista con relación a la vida en este mundo; pero muy pronto, ya antes de que el budismo desarrollara tal concepción pesimista hasta sus últimas consecuencias, en la India la totalidad de aquellos seres que están incluidos en el torrente de la m. (samsára) fue vista con el espíritu de la vanitas vanitatum del Eclesiastés, espíritu que a su vez estaba afectado por la periodicidad cíclica de la realidad.
Tanto en el -> platonismo religioso como en la -> gnosis, como en el -> estoicismo de un Posidonio de Apamea, como en los Vedas, la m. es pensada sobre el trasfondo de una concepción monista del mundo. Esta cercanía no es casual, pues está claro que la idea de un retorno cíclico de los fenómenos (sin contenido absoluto de verdad) en la multiplicidad de las formas sensibles se armoniza mejor con el monismo; y, en cambio, las teologías tefstas, sobre todo aquellas que afirman un acto creador con relación al alma, presuponen o implican el concepto de un tiempo irreversible. En éstas la idea de la palingenesia, cuando desemboca en una visión sistemática de la vida posterior a la muerte, conduce con plena lógica a la fe en la resurrección de los muertos al final de los tiempos.
El neopitagoreísmo, la gnosis y los Vedas comparten la concepción de que bajo la envoltura de la carne habita un principio inmortal, trascendente al mundo de los sentidos y a sus objetos. Este principio, bienaventurado por naturaleza, se extravía en las vicisitudes de la vida mortal por la ignorancia y los errores de la fantasía y de la concupiscencia. Con todo, el viaje del atman (del alma) a través de los sucesivos nacimientos tiene un sentido positivo, en cuanto el principio inmortal, victorioso después de una larga purificación, realizará finalmente su naturaleza, que nunca pertenece a este mundo de la sucesión de generaciones.
Entre el materialismo monista del estoicismo, según el cual los mismos sucesos se repiten necesariamente por el mismo orden en el curso de los consecutivos períodos cósmicos, y la doctrina del Karma, según la cual las situaciones en el curso de una existencia están plenamente determinadas por los actos buenos de existencias anteriores, hay soluciones intermedias, como, p. ej., la del -~ origenismo. Sin admitir la concepción del determinismo astral y de un determinismo a posteriori según la ley del Karma (pues de otro modo no habría lugar para la acción de la gracia redentora), el origenismo explica la diversidad de condiciones que ya en su nacimiento caracterizan a los seres racionales de un mismo periodo cósmico por las consecuencias de las acciones que éstos realizaron en una existencia anterior. Siguiendo un esquema que se encuentra también en los Puranas, Orígenes afirma la existencia de mundos consecutivos en los que reaparecen las almas bajo situaciones siempre nuevas. La escuela platónica y la pitagórica, que luego influyeron en el estoicismo, hicieron intentos análogos de unir el principio de una retribución justa por las acciones buenas o malas con sucesivos períodos cósmicos, caracterizados por catástrofes purificatorias. Probablemente en Orígenes, y ciertamente en algunos sistemas gnósticos, como también en el maniqueísmo, la peregrinación de las almas capaces de salvación no se prolonga indefinidamente. Al final de un largo proceso de purificación, éstas llegan a un estado permanente de bienaventuranza, que es igual a aquél del que cayeron.
Algunos sistemas gnósticos consideran indispensable que un alma, para ser liberada definitivamente de la carne, antes debe haber conocido todas las posibles situaciones en el mundo de los apetitos e incluso haber sucumbido de hecho a todas las clases de tentación. Sólo así es perfecta su gnosis, pues la conciencia solamente se cerciora de la nulidad del mundo de la generación cuando toda manifestación específica de la libido queda aniquilada por el hastío que sigue a toda satisfacción.
Según la concepción órfica, cuyo influjo se ha conservado en el neopitagoreísmo y en el platonismo medio, el alma está encarcelada en el cuerpo como en un sepulcro. Naturalmente, semejante visión dualista del hombre debe considerar toda intervención voluntaria del espíritu en el mundo carnal como causa de nuevas cadenas que atan el alma al cuerpo. Sólo un castigo que corresponda exactamente a la falta puede borrar los efectos de tal intervención. En contraste con esto es tanto más sorprendente que el budismo, a pesar de negar la existencia de un alma inmortal (anatta), sin embargo, de su aceptación de la concepción paníndica del Karma haya sacado las mismas consecuencias objetivas que el orfismo.
Los sistemas que defienden un nuevo nacimiento por razones de una retribución, lógicamente deberían excluir toda intervención a manera de gracia del principio divino en los creyentes. Con todo, siempre que han logrado imponerse tendencias teístas se observa la correspondiente disposición a introducir excepciones de la ley del Karma, p. ej., en las sectas indias (secta Bhakti) que veneran una «encarnación divina» (Avatara).
La iluminación, por la que los budistas viven en el nirvana, contiene como uno de sus aspectos integrantes, la visión clara de todas las existencias anteriores. Esta anamnesis substituye en cierto sentido la función de un -> psicoanálisis, que produce una desvirtuación definitiva de la libido que obliga a la ley del Karma.
En el hinduismo y en el -> gnosticismo esta iluminación consiste en conocer con certeza el verdadero «yo», conocimiento que destruye de un golpe la ilusión de la ordenación de las acciones y sus frutos a un yo individual.
Bajo esa perspectiva descubrimos la función de la m. en todo sistema de cuño gnóstico, donde ésta esclarece el necesario vínculo de unión entre libido y palingenesia. Además, esa observación sugiere el pensamiento de que las diversas teorías de la m. han de entenderse como una formulación de determinadas experiencias ascéticas y místicas. Bajo esta perspectiva hemos de reconocer una cierta función esclarecedora a las concepciones teosóficas y antroposóficas que han difundido en occidente los pensamientos fundamentales de la tradición oriental y de la gnóstica, así como a las investigaciones de la escuela del C.G. Jung (que se apoyan en las mismas tradiciones), encaminadas a determinar la estructura de los estratos del alma. Acerca de la concepción cristiana del alma, cf. -> alma, -> libertad, -> persona, -> cuerpo y alma, -> resurrección de la carne, -> purgatorio, -> limbo, -> infierno, -> visión de Dios.
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Etienne Cornélis
K. Rahner (ed.), Sacramentum Mundi. Enciclopedia Teolσgica, Herder, Barcelona 1972
Fuente: Sacramentum Mundi Enciclopedia Teológica
Ésta es la teoría que las almas se reencarnan muchas veces. Es una parte esencial del hinduismo y el budismo, aunque la concepción que el budismo tiene del alma es complicada. También la sostienen los teosofistas, antroposofistas, rosacruces, la mayoría de los ocultistas, algunos espiritistas, y algunos filósofos. A menudo se junta con la teoría del karma, por la cual el bien o mal presente se dice que ha sido merecido en vidas anteriores. Las «memorias» de vidas anteriores, algunas veces inducidas por hipnosis, son cosa dudosa.
Aunque la reencarnación era una doctrina de los gnósticos y algunos antiguos cristianos, la Biblia no da ningún apoyo a la idea. Heb. 9:27 habla de «que mueran una sola vez». En Jn. 9:23 Cristo rechaza la teoría de pecados de una vida anterior como explicación de la ceguera. Juan el Bautista no era Elías en persona (Mt. 11:14; 17:10–12), sino que tenía «el espíritu y poder de Elías» (Lc. 1:17).
BIBLIOGRAFÍA
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- Stafford Wright
Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (388). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.
Fuente: Diccionario de Teología
(Gr. meta empsychos, Lat. metempsychosis: Fr. metempsychose: Alemán. seelenwanderung).
Metempsicosis, en otras palabras la doctrina de la transmigración de las almas, enseña que la misma alma habita en sucesión los cuerpos de diferentes seres, tanto hombres como animales. Era uno de los principios comunes a muchos sistemas de pensamientos filosóficos y creencias religiosas grandemente separados entre sí tanto geográfica como históricamente. Aunque en tiempos modernos es asociado entre las razas civilizadas casi exclusivamente con los países de Asia y particularmente de la India, hay evidencia que en uno u otro período ha florecido casi en todas partes del mundo; y en una u otra forma es prevaleciente aún en varias formas entre las naciones salvajes dispersas por el mundo. Esta universalidad parece marcarla como una de esas creencias espontáneas e instintivas por las cuales la naturaleza del hombre responde a los profundos y urgentes problemas de existencia; las numerosas y variadas formas que asume en los diferentes sistemas, y la colorida mitología de que se ha revestido la muestran capáz de apelar poderosamente a la imaginación y de adaptarse con gran versatilidad a muy diferentes tipos de mentes. La explicación de este éxito parece radicar parcialmente en que es una expresión de la creencia fundamental en la inmortalidad, y parcialmente en su facilidad de comprensión, juntando todas las existencias, como mayormente parece hacerlo, en un solo esquema sin fracturas; en parte también en la irrestricta libertad que deja a la mitologizante fantasía.
Contenido
- 1 Historia
- 1.1 Egipto
- 1.2 Grecia
- 1.3 India
- 1.3.1 Brahmanismo
- 1.3.2 Budismo
- 1.4 Enseñanza Judía Posterior
- 1.5 Era Cristiana
- 1.6 Razas Salvajes
Historia
Egipto
Herodoto nos dice en un bien conocido pasaje que «los egipcios fueron los primeros en afirmar la inmortalidad del alma, que a la muerte del cuerpo pasa a otro animal; y que cuando ha hecho la ronda de todas las formas de vida en la tierra, en el agua y en el aire, entonces entra nuevamente en un cuerpo humano nacido para ella; y este ciclo del alma tiene lugar en tres mil años » (ii. 123). Es improbable que la doctrina se halla originado con los egipcios. Casi ciertamente pasó de Egipto a Grecia, pero la misma creencia apareció independientemente en muchas naciones desde fechas muy tempranas. Las descripciones de la metempsicosis egipcia varían considerablemente: de hecho, una doctrina así tenía que sufrir modificaciones de acuerdo a los cambios en la religión nacional. En el «Libro de los Muertos «, está conectada con la noción de un juicio después de la muerte, siendo la transmigración a formas infrahumanas un castigo por el pecado. Ciertos animales eran reconocidos por los egipcios como la residencia de personas especialmente malas y según Plutarco eran por tanto preferidos para propósitos de sacrificio. En la relación de Herodoto dada arriba, esta ausente esta nota ética, y la transmigración es un proceso cósmico puramente natural y necesario. La versión de Platón media entre estas dos visiones. El representa a los egipcios como enseñando que los mortales ordinarios regresan a la forma humana después de un ciclo de diez mil años, pero que un adepto a la filosofía puede lograr el proceso en tres mil años. Había también una forma panteísta de metempsicosis egipcia según la cual el ser individual era considerado como una emanación de un solo principio universal al que estaban destinados a regresar después de completar su «ciclo de necesidad». Hay rastros de esta doctrina de un ciclo cósmico en la Cuarta Égloga de Virgilio. Se ha pensado que la costumbre de embalsamar a los muertos estaba conectada con esta forma de doctrina, siendo el fin preservar el cuerpo intacto para el retorno del alma. Es probable que la creencia en tal retorno ayudara a confirmar la práctica, pero difícilmente pudo haber sido el único motivo ya que encontramos que otros animales eran frecuentemente embalsamados también.
Grecia
Grecia, como ya se dijo, probablemente tomó prestada de Egipto la teoría de la transmigración. Según la tradición, había sido enseñada por Musaeus y Orpheus, y era un elemento de la doctrina Orfeica y otras doctrinas místicas. Pindar la representa en esta relación (cf. 2nd Ol. Ode). La introducción de la metempsicosis como doctrina filosófica se debe a Pitágoras, quien según nos cuentan, se dijo idéntico al héroe troyano Euforbo, y agregó copiosos detalles de las ulteriores vagancias de su alma. El vegetarianismo y un respeto general por los animales fue la deducción práctica pitagórica de la doctrina. La metempsicosis de Platón fue aprendida de los pitagóricos. Le dio a la doctrina una posición filosófica que nunca antes había poseído; ya que Platón exhibe el más elaborado intento en la historia de la filosofía por encontrar justificación en los hechos de la experiencia para la teoría de la preexistencia del alma. En particular, varios argumentos adoptados más tarde para probar la inmortalidad fueron empleados por él para establecer su preexistencia. Tales eran las pruebas del conocimiento universal y la natural atracción del alma hacia el Uno, el Permanente y el Hermoso. Platón atribuye a estos argumentos una fuerza retrospectiva a la vez que prospectiva. Busca demostrar que aprender no es sino una forma de reminiscencia, y que el amor no es sino el deseo de reunión con un bien poseído previamente. El hombre es un espíritu caído, «lleno de olvidos». Su única esperanza es, a través de la educación y la filosofía, recuperar la memoria de si mismo y de la verdad, y así liberarse de las cadenas de la irracionalidad que lo atan. Por tanto solo él puede apresurar su retorno a su «verdadera patria » y su perfecta asimilación al Divino. Descuidar ésto puede conducir a mayor y tal vez permanente degradación del mundo del más allá. El hombre sabio tendrá una transmigración ventajosa porque ha practicado la prudencia, y la elección de su siguiente vida será puesta en sus propias manos. El hombre vicioso, ignorante cegado por la pasión , por la razón contraria se encontrará atado a una miserable existencia en alguna forma de vida inferior. El esquema de la metempsicosis de Platón es llamativo por el ámbito que otorga a la libertad humana. La transmigración del alma individual no es un mero episodio de un movimiento mundial universal, predestinado e inmutable. Su curso es realmente influenciado por el carácter, y el carácter es determinado por la conducta. Un objetivo principal de esta teoría era garantizar continuidad personal de la vida del alma, el punto en que falla la mayoría de los otros sistemas de transmigración. Además de Platón y Pitágoras, entre los griegos los principales maestros de esta doctrina fueron Empédocles, Timaeus de Locri, y los Neoplatonistas, ninguno de los cuales amerita nota detallada. Apollonio de Tyana también la enseñó.
India
La doctrina de la transmigración no se encuentra en los libros mas antiguos de la India, v.gr., el Rig-Veda; pero en obras más recientes aparece como incuestionable dogma, y así ha sido recibido por las dos grandes religiones de la India.
Brahmanismo
En el Brahmanismo encontramos la doctrina de ciclos mundiales, de aniquilaciones y restauraciones destinadas a suceder a enormes intervalos de tiempo; y de este movimiento general las fortunas el alma no son más que un incidente. Al mismo tiempo, las transmigraciones son determinadas por el valor moral. Cada acto tiene su recompensa en alguna vida futura. Por ley irreversible, actos malos producen infelicidad, tarde o temprano son éstos nada menos que la lentamente madurada fruta de la conducta, que todo hombre debe comer. Por tanto explican las anomalías de la experiencia presentadas en los infortunios del bien y la prosperidad de los malos: cada uno está «comiendo la fruta de sus actos pasados «, actos cometidos tal vez en alguna muy remota existencia. Tal creencia podría mantener la paciencia y resignación en el presente sufrimiento, pero tiene un sucinto efecto desagradable en la visión brahamánica del futuro. Un brahman pío no puede asegurarse de la felicidad en su siguiente encarnación; puede haber el castigo de enfrentar un gran pecado aún desconocido. Beatitud es unión con Brahma y emancipación de la serie de nacimientos, pero ningún grado de santidad real puede garantizarlo, puesto que uno está siempre expuesto al peligro de ser arrojado de regreso ya sea por pecados pasados o pecados futuros, el fruto de los cuales tendrá que ser comido, y repitiéndose, podemos vernos tentados a imaginar, ad infinitum. Permanece por ende, un gran temor de la reencarnación.
Budismo
El Brahamanismo está ligado a las castas, y es por tanto fuertemente aristocrático insistiendo mucho en las superioridades innatas. El Budismo por el contrario, cruza las divisiones de castas y afirma la importancia cumbre de «obras», de esfuerzo individual, aunque siempre con un trasfondo de fatalismo que es implicado por la negación de la providencia personal. De acuerdo a la doctrina budista, la ambición de ascender hasta la cumbre de la existencia debe ser satisfecha infaliblemente, y la misión de Gautama era enseñar el camino para su logro, i.e., a la Budancia y Nirvana. Es solo a través de una larga serie de existencias que se alcanza esta consumación. Gautama mismo tuvo tantas como quinientas cincuenta transmigraciones en varias formas de vida.
El rasgo característico en la metempsicosis budista es la doctrina del Karma, que es un sutil substituto de la concepción de la continuidad personal. De acuerdo a esta concepción no es la individualidad concreta del alma la que sobrevive y emigra a una nueva vida, sino solo el karma, o acción, i.e., la suma de los hechos del hombre, sus meritos, la resultante ética de su vida anterior, su valor total, privado de su individuación anterior, que es considerada como accidental. Conforme el karma sea más o menos, así la siguiente transmigración será una promoción o una degradación. A veces la degradación puede ser tan extrema que el karma se incorpora en un objeto inanimado, como en el caso de un discípulo de Gautama quien por negligencia en el servicio de su maestro fue reducido a la forma de palo de escoba después de su muerte.
Enseñanza Judía Posterior
La noción de la emigración del alma es familiar a los Rabinos judíos. Ellos distinguen dos formas de transmigración,
Gilgul Neshameth, en el que el alma estaba amarrada a la tenencia por vida de un solo cuerpo:
Ibbur, en el que las almas pueden habitar cuerpos por tenencia temporal sin pasar por nacimiento y muerte.
Josephus nos dice que la transmigración era una doctrina de los fariseos, que enseñaban que a los justos debía permitírseles retornar a la vida, mientras que los malos estaban condenados a prisión eterna. Fue su sombría concepción de Sheol, como la sombría concepción griega de Hades, la que los forzó a cambiar a una compensación a la virtud. Por otra parte, algunos de los talmudistas invocan interminables transmigraciones como castigo por crímenes. Las descripciones de los viajes del alma por mar y tierra son elaboradas con riqueza de imaginación, frecuentemente rayando en lo grotesco. El propósito redistributivo era mantenido rigurosamente. «Si un hombre había cometido un pecado más que sus buenas obras, era condenado a su transformación en alguna forma de vida inferior.» No solo ésto, también si la culpa había sido extrema, podría ser condenado a existencia inanimada. Lo que sigue es un ejemplo de lo que aguarda al «más culpable de los culpables «. «Los obscuros atormentadores los persiguen con puyas y látigos de fuego; su persecución es incesante; los cazan de los llanos a la montaña, de la montaña al río, del río al océano, del océano alrededor de la circunferencia de la tierra. Así los atormentados huyen aterrorizados, y los atormentadores continúan en la venganza hasta que se agote el tiempo decretado. Entonces los condenados se desmoronan en polvo y cenizas. Les espera otro principio de existencia, el comienzo de un segundo juicio. Se convierten en barro, toman la naturaleza de la piedra y el mineral; son agua, fuego, aire; ruedan en el trueno; flotan en la nube; se apresuran en el remolino. Cambian de nuevo; entran en las formas de las variedades vegetales; viven en el arbusto, la flor, el árbol. Pasan eras y eras. Viene otro cambio. Entran en la forma de la bestia, el pájaro, el pez, el insecto. . . . Entonces finalmente son sometidos a entrar una vez más en la clase de los seres humanos.» Después de aún más pruebas en varios grados de vida humana, el alma por fin vendrá a habitar en un niño de Israel. Si llegara a fallar en este estado, se pierde eternamente.
Hasta que punto eran creídas estas descripciones, hasta donde eran consideras fábula, es difícil de determinar. Que hubiera una creencia muy extendida de la doctrina de la preexistencia en alguna forma, parece suficientemente probable.
Era Cristiana
San Jerónimo nos dice que la metempsicosis era una doctrina secreta de ciertos sectarios de su tiempo, pero era demasiado evidentemente opuesta a la doctrina católica de la Redención como para establecerse alguna vez. Era sostenida, empero, en una forma platónica por los gnósticos, y fue enseñada por Origen en su gran obra Peri archon. La existencia corporal, según Origen, es una situación penal y antinatural, un castigo por el pecado cometido en un estado previo de euforia, siendo la gravedad del pecado la medida de la caída. Otro efecto del pecado es la desigualdad; todos fueron creados iguales. Habla solo de creaturas racionales, v.gr., hombres y demonios, las dos clases de los caídos. No parece haber considerado necesario extender su teoría a incluir formas de vida inferiores. El castigo por el pecado cometido en el cuerpo no es vengativo o eterno, sino temporal y de remedio. De hecho, la teoría de Origen excluye tanto el castigo eterno como la gloria eterna; ya que el alma que por fin ha sido puesta nuevamente en unión con Dios declinará inefablemente de nuevo de su elevado estado por la saciedad del bien, y será relegada a la existencia material; y así sucesivamente a través de ciclos de apostasía, destierro, y regreso (ver ORIGEN). Los maniqueos (q. v.) combinan la metempsicosis con la creencia en el castigo eterno. Después de la muerte, el pecador es arrojado en el lugar de castigo hasta que halla sido parcialmente limpiado. Entonces es llevado a la luz y se le da otra oportunidad en este mundo. Si después de diez semejantes experimentos es aún impropio para la máxima gloria, es condenado para siempre. El sistema maniqueo de metempsicosis era extremadamente consistente y escrupuloso; San Agustín en su «De Moribus Manichaeorum» ridiculiza las absurdas observancias que originó. Para rastros de la doctrina de la Edad Media ver artículos sobre los Albigensianos y los Cathari. Estas sectas heredaron muchas de las doctrinas cardinales del maniqueanismo, y pueden ser consideradas, de hecho, como neomaniqueas.
En tiempos modernos no faltan los que abogan por la metempsicosis, pero no hay ninguno que hable con mucha convicción. El nombre más grande es Lessing, y su mente crítica parece haber sido atraída a la doctrina principalmente por su ilustre historia, el olvido en que había caído, y la falta de inclusividad de los argumentos usados contra ella. También fue sostenida por Fourier en Francia y Soame Jenyns en Inglaterra. Leibnitz y otros han sostenido que todas las almas fueron creadas desde el principio del mundo; pero esto no involucra migraciones.
Razas Salvajes
Queda por tocar muy brevemente sobre los abundantes datos provistos por la moderna investigación antropológica. La creencia en la transmigración se ha encontrado, como se dijo arriba, en todas partes del mundo y en todas las etapas de cultura. En algún tiempo debió haber sido casi universal entre las tribus de Norte América, y ha sido encontrada en México, Brasil y otras partes del continente americano; igualmente entre los aborígenes de Australia y Nueva Zelanda, en la Islas Sandwich y muchas partes de Africa. Frecuentemente toma la forma de una creencia en el retorno de ancestros que murieron hace mucho, y así provee una explicación de los extraños hechos de la herencia. Al nacer un niño los padres lo examinan ávidamente en busca de rasgos de su identidad, que al descubrirlos, determinarán el nombre del niño y su lugar entre sus afectos. A veces la madre es informada de antemano en un sueño cual ancestro de la casa está por nacer de ella. La creencia en el alma como una realidad independiente es común entre las razas salvajes. El alma del muerto se pensaba que sobrevolaba el lugar del sepulcro al menos por algún tiempo después de la muerte. Por tanto, entre los Algonquins, por ejemplo, si se deseaba un rápido retorno, como en el caso de los niños pequeños, el cuerpo era enterrado al lado del camino para que pudiera encontrar una madre entre los que pasaran. Un curioso fenómeno de superstición es la creencia de muchas razas obscuras, como en Australia, que los semejantes de piel clara de Europa son reencarnaciones de gente de su propia raza. Entre las clases no educadas de la India, como Sir A. Lyall nos narra, aún existe la noción de que brujas y hechiceros, vivos o muertos, tienen el poder de poseer los cuerpos de animales. Una idea similar hizo que los isleños de las Sandwich arrojaran los cuerpos de sus muertos a los tiburones con la esperanza de hacerlos menos hostiles a los humanos.
De cara a una creencia a primera vista tan descabellada y sin embargo tan ampliamente difundida, nos inclinamos a anticipar algunas grandes causas que han actuado juntas para producirla. Pueden mencionarse unas pocas de esas causas: (1) La prácticamente universal convicción de que el alma es una entidad real distinta del cuerpo y que sobrevive a la muerte; 2) conectado con ésto, está la imperativa demanda moral de una equitativa retribución futura de premios y castigos de acuerdo a la buena o mala conducta aquí. La doctrina de la transmigración satisface en algún grado estas fes virtualmente instintivas. (3) Como se menciona arriba, ofrece una explicación plausible del fenómeno de la herencia. (4) Provee también una explicación de algunos rasgos de la creación infraracional que parece remedar en tantos puntos las buenas y malas cualidades de la naturaleza humana. Parece una descripción natural de tales fenómenos decir que esas creaturas son, de hecho, nada más que corporeizaciones de los caracteres humanos que tipifican. De esta manera el mundo parece volverse, de principio a fin, moral y humano. En realidad, donde la creencia en una Providencia personal no es familiar o apenas débilmente comprendida, , alguna forma de metempsicosis es casi un necesario sustituto, entendida como una especie de proceso evolutivo ético.
Bibliografíia: HARDY, Manual of Buddhism (Londres, 1853); BEAUSOBRE, Histoire du Manicheisme (Amsterdam, 1734 – 9); DUBOIS, People of India; BASNAGE, History of the Jews, tr. TAYLOR (Londrees, 1883); Traditions of the Rabbins (Quarterly Review, Abril, 1833); MAX MUELLER, Chips from a German Workshop (Londres, 1857); ALGER, Doctrine of a Future Life (Nueva York 1866); STOCKL, History of Philosophy, tr. FINLAY (Dublin, 1887); TYLOR, Primitive Culture (Londres, 1871); WILKINSON, Ancient Egyptians (Londres, 1841); LYALL, Asiatic Studies (Londres, 1882); MACDONNELL, The Ancient Indian Conception of the Soul in Journal of Theological Studies (1900).
Fuente: Maher, Michael. «Metempsychosis.» The Catholic Encyclopedia. Vol. 10. New York: Robert Appleton Company, 1911. 26 Mar. 2009
http://www.newadvent.org/cathen/10234d.htm
Traducido por Javier L. Ochoa Medina
Fuente: Enciclopedia Católica