MES

Mes (heb. jôdesh [que encierra en sí­ la idea de luna nueva o nueva luz]; yeraj, «lunación» [que comprende mases de 29 dí­as o jasêrîm, «defectivos», y meses de 30 dí­as o melê’îm, «plenos»]; aram. yeraj; gr. men). División del año derivada del tiempo que necesita la Luna para pasar por sus 4 fases, de una luna nueva a la siguiente. Como el que demora nuestro satélite en rodear la Tierra no es un número exacto de dí­as ni una parte conmesurable del año -su revolución sinódica es de aproximadamente 29 1/2 dí­as-, un mes calendario debe ser variable o de un perí­odo artificial. I. Caracterí­sticas. El mes hebreo era lunar, y comenzaba la tarde en que se veí­a por 1ª vez la luna creciente. El 1er dí­a se llamaba luna nueva (1Sa 20:24-27) y era de observancias especiales (Neomenia, «fiesta de la luna nueva»; Num 10:10; 28:11-15). Al principio, se usaba la observación visual para determinar la aparición del creciente. Si se lo veí­a en la tarde del dí­a siguiente al 29º del mes, habí­a comenzado un nuevo mes; si no, se añadí­a otro dí­a, de modo que ese mes especí­fico tení­a 30 dí­as (el máximo que tení­a un mes). Más tarde se desarrollaron otros métodos para calcular por adelantado si un mes dado tendrí­a 29 ó 30 dí­as. La tradición judí­a nos informa que en Jerusalén se examinaban a 2 testigos que pretendí­an haber visto el borde creciente, para determinar si realmente se lo habí­an visto o no. Habla también de señales de fuego que se usaban para anunciar el comienzo de un nuevo mes a las regiones circundantes. Los babilonios, como también los griegos, tuvieron meses lunares. Los meses egipcios eran de 30 dí­as cada uno, y se añadí­an 5 dí­as adicionales después del mes 12º. Los meses romanos, originalmente lunares, fueron cambiados a 30, 31 y 28 (29) dí­as como los actuales nuestros. Los judí­os modernos todaví­a usan los meses bí­blicos con propósitos religiosos. Estos generalmente alternan entre 29 y 30 dí­as, porque se han hecho cálculos a lo largo de siglos, de acuerdo con reglas variables, pero normativas, y ya no se rigen por el perí­odo de la Luna. Los musulmanes, en cambio, todaví­a dependen de la visibilidad de la luna nueva cada mes para su calendario religioso. Ni el mes de 30 dí­as implí­cito en la narración del diluvio (150 dí­as, que hacen un total de 5 meses; Gen 7:11, 24) ni el mes profético de 30 dí­as (42 meses que son equivalentes a 1.260 dí­as; Rev 11:2, 3) tienen algo que ver con el mes del calendario judí­o. El Génesis no nos proporciona suficiente información para poder sacar conclusiones acerca del calendario que pudo haber usado Noé; y el mes de 30 dí­as de la revelación es profético y simbólico, no literal, porque no hay ningún calendario conocido que tenga una secuencia ininterrumpida de 42 meses de 30 dí­as cada uno. Sin embargo, la idea de un mes teórico o ideal de 30 dí­as era lógica para los judí­os, que llamaban al de 30 dí­as mes «pleno»; y a uno de 29, mes «hueco» o «deficiente». Por causa de la variabilidad del movimiento de la Luna, los meses lunares no alternan invariablemente con uno de 29 y otro de 30 dí­as. En consecuencia, era imposible para los antiguos judí­os y babilonios predecir el número exacto de dí­as en un perí­odo de meses o años futuros. Por eso, el método lógico de calcularlo era contar por meses «plenos», es decir, meses teóricos de 30 dí­as cada uno (así­ como calculamos hoy, a veces, 30 dí­as por mes comercial para saber el monto de los intereses). Los babilonios lo empleaban y posiblemente también los israelitas. Como ni siquiera los lectores hebreos del libro del Apocalipsis podí­an decir exactamente cuántos dí­as habí­a en 42 meses judí­os sin saber qué meses podrí­an ser (como tampoco los gentiles que usaban el calendario romano, sin tomar en cuenta los años bisiestos), el método más lógico de calcular una profecí­a expresada en meses y relacionada con el futuro serí­a mediante meses teóricos, antes que calendarios. Y que los 42 meses son de 30 dí­as cada uno, resulta claro de la equiparación con los 1.260 dí­as. Además, los meses en la profecí­a simbólica no son literales, sino simbólicos (que, interpretados por el principio de dí­a por año, son 30 años). Véase Tiempo (6). II. Nombres de los meses. Durante el perí­odo bí­blico primitivo los israelitas usaron los nombres de los meses cananeos, de los cuales los siguientes se mencionan en la Biblia: Abib, Zif, Etanim y Bul (Etanim y Bul están atestiguados también en inscripciones fenicias). Parece que durante el perí­odo de los reyes hebreos estos nombres cayeron en desuso, porque nunca se los menciona después de la muerte de Salomón; por entonces habrí­a llegado a ser más popular la designación de los meses por números, porque todas las referencias a meses durante el perí­odo del reino dividido sólo están en números. Sin embargo, durante el exilio los judí­os se apropiaron de los nombres babilónicos; los adoptaron y los usaron en adición a los números, como lo revelan los libros postexí­licos. En el cuadro de la página 777 se enumeran los 12 meses hebreos y sus equivalentes babilónicos. Para la duplicación periódica del 12º mes, véase Año; para un cuadro de las festividades correspondientes a cada mes y las estaciones del año, véase Fiesta; para una breve descripción de los meses, véanse los nombres de cada mes.

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

Ver año.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

ver CALENDARIO; ver TIEMPO

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

†¢Calendario.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, CALE

ver, TIEMPO

vet, En Egipto, los israelitas se familiarizaron con el año dividido en 12 meses de 30 dí­as. En el relato del Diluvio, los meses son también de treinta dí­as (Gn. 7:11, 24; 8:3, 4). Velikovsky menciona poderosas razones que llevan a la conclusión de que el antiguo calendario estaba bien ajustado, siendo el mes lunar de treinta dí­as, y el año de trescientos sesenta. Perturbaciones cósmicas posteriores (del tipo de las que provocaron el dí­a largo de Josué y el retroceso de la sombra en el reloj solar de Ezequí­as; cfr. Jos. 9; 2 R. 20:8- 11) desajustaron el anterior calendario, que tuvo que ser reajustado a la nueva longitud del año y del mes lunar (I. Velikovsky: «Worlds in Collision», Doubleday, 1950; véase también RELOJ DE SOL). Herodoto informa acerca de los cinco dí­as de ajuste que los egipcios añadí­an al anterior calendario (Herodoto 2:4). Los hebreos emplearon el mes lunar, que iba de una luna nueva a la siguiente, como se desprende de Gn. 1:14; Sal. 104:19 y Eclo. 43:6-8, así­ como de otros pasajes análogos. Durante la luna nueva se hací­an ofrendas especiales al Señor (Nm. 10:10; 28:11-14; 2 Cr. 2:4). La duración del mes hebreo variaba entre 29 y 30 dí­as, aunque se consideraba formalmente como de 30 dí­as (cfr. Nm. 20:29; Dt. 34:8; 21:13). Los meses se numeraban. Los relatos bí­blicos relativos al perí­odo anterior al cautiverio en Babilonia sólo contienen cuatro nombres de meses: Abib (el primer mes, Ex. 13:4, etc.); Zif (el segundo, 1 R. 6:37); Etanim (el séptimo, 1 R. 8:2), y Bul (el octavo, 1 R. 6:38). Después del cautiverio, los judí­os adoptaron los nombres empleados por los babilonios y las otras naciones semitas. Véase TIEMPO.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

El mes israelita era el lunar. Como las lunaciones duraban 29 dí­as, 12 horas y 44 minutos, los meses lunares tení­an 29 y 30 dí­as, alternativamente. En un principio, Israel adoptó los nombres cananeos, que relacionaban los meses con las estaciones del año. La Biblia habla de cuatro: Abib, el mes de las espigas (Ex 13,4; 23,15; 34,18; Di 16,1); Zib, el mes de las flores (1 Re 6,1.37); Etanim, el mes en que corren las aguas permanentes (1 Re 8,2); Bul, el mes de las lluvias abundantes (1 Re 6,38). En los medios rurales se empleaba una nomenclatura especial, que relacionaba los meses con los distintos perí­odos del año agrí­cola: mes de la siembra, mes de la poda, mes de la recolección del lino, del trigo, de la cebada, etc. Antes del exilio empezaron a designarse los meses mediante un sistema numeral ordinal que, partiendo de la primavera, iba del primero al undécimo mes. Finalmente fueron adoptados los nombres babilónicos, que sobreviven en el judaí­smo actual. He aquí­ su orden y equivalencia aproximada en nuestro calendario: 1, Nisán (antiguo Abib), marzo-abril (Neh 2,1; Est 3,7); 2, lyyar (antiguo Zib), abril-mayo; 3, mayo-junio (Est 8,9); 4, Tammuz, junio-julio; 5, Ab, julio-agosto; 6, Elul, agosto-septiembre (Neh 6,15); 7, Tisri (antiguo Etanim), septiembre-octubre; 8, Marjesvan (antiguo Bul), octubre-noviembre; 9, Kisleu, noviembre-diciembre (Neh 1,1; Zac 7,1); 10, Tebet, diciembre-enero (Est 2,16); 11, Sebat, enero-febrero (Zac 1,7); 12, Adar, febrero-marzo (Esd 6,15; Est 3,7).

Los evangelios usan la palabra Mc en los siguientes lugares: Lc 1,24.26. 36.56; 4-25; Jn 4,35).

E.M.N.

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret

Véase CALENDARIO.

Fuente: Diccionario de la Biblia

1. men (mhvn, 3375), relacionado con mene, luna, que tiene relación a su vez con una raí­z sánscrita ma– medir. El término sánscrito masa denota simultáneamente luna y mes, cf., p.ej., el término latino mensis, y el castellano luna y mes, habiendo sido la luna en tiempos antiguos la medida del mes. El intervalo entre el dí­a 17º del segundo mes (Gen 7:11) y el dí­a 17º del séptimo mes queda computado como de 150 dí­as (Gen 8:3,4), esto es, cinco meses de 30 dí­as cada uno; de ahí­, el año debí­a tener 360 dí­as (cf. Dan 7:25; 9.27; 12.7 con Rev 11:2,3; 12.6,14; 13.5; de ello se llega a la conclusión de que 3 años y medio o 42 meses = 1260 dí­as, esto es, un año = 360 dí­as); este era la duración del antiguo año egipcio; más tarde se añadieron cinco dí­as para que se correspondiera con el año solar. El año hebreo era tan solar como se podí­a hacer compatible con su comienzo, coincidiendo con la luna nueva, o primer dí­a del mes. Era un dí­a de fiesta (Num 10:10; 28.11-14); la Pascua coincidí­a con la luna llena; el 14 del mes de Abib, véase PASCUA. Excepto en Gl 4.10; Jam 5:17; Rev 9:5,10, 15; 11.2; 13.5; 22.2, este término se halla solo en los escritos de Lucas (Luk 1:24,26,36, 56; 4.25; Act 7:20; 18.11; 19.8; 20.3; 28.11), que constituyen ejemplos del cuidado de Lucas acerca de la exactitud en los detalles.¶ 2. trimenos (trivmhno», 5150), adjetivo, denotando tres meses (tri, por treis, tres, y Nº 1). Se utiliza como nombre, un lapso de tres meses (Heb 11:23).¶ 3. tetramenos (tetravmhno», 5072), adjetivo, denota de cuatro meses (tetra, por tessares, cuatro, y Nº 1). Se usa como nombre en Joh 4:35; donde se puede sobrentender cronos, tiempo.¶

Fuente: Diccionario Vine Nuevo testamento