MARIA, LA HERMANA DE MOISES

«Porque yo te hice subir de la tierra de Egipto, y te redimí­ de la casa de servidumbre; y envié delante de ti a Moisés, a Aarón y a Marí­a (Miriam)». (Miqueas 6:4).

Léase: éxodo 15:20, 21; números 12; miqueas 6:4. Miriam o Marí­a es una profetisa y cantora de Israel. Es una de las mujeres que, como Débora, fue elegida y capacitada por el Señor para contribuir a la redención de su pueblo.

Era bastante mayor que Aarón y Moisés. De su encuentro con la princesa egipcia en el Nilo sabemos que era una chica sagaz. En efecto, Joquebed, su madre, podí­a encargarle el cuidado y supervisión del pequeño Moisés sin vacilación. Y aunque fue ella la que salvó la vida de Moisés, siempre se la ve en compañí­a de Aarón y no de Moisés. Esto es perfectamente natural. Moisés habí­a vivido en el palacio y asistido a las escuelas de los egipcios. Luego, poco después de su primera aparición pública habí­a tenido que emigrar a Madián. Entretanto, Marí­a y Aarón viví­an juntos en su hogar tranquilo en Amram. Fue por esto que Marí­a no conocí­a a Moisés a fondo.

Por el contrario habí­a una relación í­ntima entre Marí­a y Aarón. Duró toda su vida, y se vislumbra en ella, tal vez, un poco de celos con respecto al hermano menor. Sabemos, por ejemplo, que en el desierto de Sinaí­, Marí­a y Aarón se opusieron a Moisés. Lo hicieron bajo el pretexto de que se habí­a casado ilegí­timamente con una mujer de los cusitas. En esta oposición fue Marí­a y no Aarón quien tomó la iniciativa. Esto es evidente del orden de sus dos nombres en Números 12:1: «Marí­a y Aarón hablaron contra Moisés.» Marí­a era la instigadora y la que tomó la palabra. Fue sobre ella que cayó la terrible maldición de la lepra.

El que la mujer etiópica de Moisés sirvió sólo como una excusa y pretexto para la rebelión, se hace evidente del contenido del argumento de Marí­a contra Moisés en que ni se menciona la mujer. La protesta era para subrayar que Dios habí­a hablado también a través de ellos, no sólo de Moisés; se implica que no estaban muy dispuestos a aceptar la autoridad superior de Moisés. Esta rebeldí­a no fue vista con buenos ojos por Dios, como lo muestra el versí­culo 6 y siguiente: «Moisés es fiel en toda mi casa. Boca a boca hablaré con él y claramente y no por figuras… ¿Por qué, pues no tuvisteis temor de hablar contra mi siervo Moisés.» Marí­a fue castigada a permanecer siete dí­as fuera del campamento y esto sólo después que «Moisés clamó a Jehová, diciendo: «Te ruego que la sanes ahora.» Al fin fue restablecida y «Marí­a pudo reunirse con ellos».

A partir de este incidente no se nos habla más de Marí­a. Al parecer, el don de profecí­a la habí­a abandonado. Sólo sabemos que cuando murió fue sepultada en Kades. No se añade nada al comentario de que Israel lamentó su muerte.

Los dí­as más brillantes de la vida de Marí­a fueron, pues, no los del desierto del Sinaí­ o de Kades, sino los que pasó junto al Mar Rojo. Eran los dí­as después que Moisés, al regresar de la experiencia de la zarza ardiente, para revelar a los esclavizados hebreos la voluntad de Dios respecto a ellos, mostró a Faraón sus señales. Cuando salieron de Egipto y cruzaron el Mar Rojo no se nos hace mención alguna de los celos de Marí­a de su hermano menor. Entonces creí­a en la vocación de Moisés. Como profetisa se añadió a Moisés y a Aarón en su empresa común. Tomó su lugar a la cabeza de las mujeres de Israel y con entusiasmo cantó las alabanzas a Dios junto a las dunas del Mar Rojo.

Esta tiene que haber sido una escena impresionante. Israel se halla a salvo en la otra orilla. Faraón y sus hombres y sus caballos han sido tragados por las aguas. Moisés reúne a los hombres y Marí­a hace lo mismo con las mujeres. Dan una mirada a las aguas tranquilas ahora, sepulcro de los orgullosos egipcios y ven a la otro orilla, al aborrecido Egipto. Luego en un magní­fico coro de instrumentos y voces, prorrumpen en alabanzas al Señor. Marí­a ya era de avanzada edad, se nos dice, pero su cara volverí­a a resplandecer hermosa como en los años de su juventud. Sosteniendo un pandero en la mano y acompañada de las otras mujeres danzando les respondí­a: «Canta a Jehová, porque en extremo ha triunfado gloriosamente; ha echado en el mar al caballo y al jinete.»
En aquel tiempo Marí­a creí­a; con todo, el orgullo y los celos estaban agazapados en su corazón. Se entusiasmó por la gloria de Moisés y todaví­a más por los grandes hechos del Señor. Marí­a alcanzó su mayor grandeza en aquella ocasión.

Pero la fe oscila. Por ello cayó Marí­a. Apareció en la superficie lo que llevaba escondido. Murmuró contra Moisés y se rebeló contra el Señor su Dios. Dios tocó su corazón, curó su lepra y la libró de su rebeldí­a e incredulidad.

Preguntas Sugeridas Para Estudio Y Discusión:
1. ¿Qué sabemos de la vida de Marí­a en su juventud?
2 .¿Con quién fue criada? ¿Tuvo algún efecto esto en su vida ulterior? ¿En qué sentido?
3. ¿Dónde se manifiesta la cumbre de su fe?

Fuente: Mujeres de la Biblia