El segundo de los Evangelios †¢sinópticos. Posiblemente el primero en cuanto al orden de fecha en que los cuatro fueron escritos.
Autor y fecha. La opinión generalizada es que se trata de Juan Marcos, hijo de María, sobrino de Bernabé, ayudante de los apóstoles Pablo y Pedro. El historiador Eusebio cita unas palabras de Papías, uno de los llamados padres de la iglesia, en cuanto a M. Dice: †œM. fue el intérprete de Pedro, puso puntualmente por escrito, aunque no por orden, cuantas palabras y hechos del Señor recordaba. Porque él M. ni había oído al Señor ni le había seguido, sino que sólo más tarde, como ya dije, siguió a Pedro. Este último daba sus enseñanzas según las necesidades [de sus oyentes], pero sin pretender hacer un compendio [seguido y completo] de las palabras del Señor. Por eso [M.] no se equivocó al poner así por escrito algunas de las cosas que conservaba en su memoria. Porque tuvo buen cuidado de no omitir ni reflejar torcidamente nada de los que había oído [de Pedro]…† La fecha de composición está entre los años 65 y 69 d.C.
Características. M. es el más sencillo y claro de los Evangelios. Usa un lenguaje preciso y enérgico, como si fuera un reportaje. Se nota que los distintos episodios de la vida del Señor Jesús, que circulaban de manera oral, M. los recogió y para juntarlos utilizaba palabras como †œdespués†, †œen aquellos días†, †œen seguida†, etcétera. El término griego euthos, que significa †œluego†, †œdespués†, †œinmediatamente,†, lo utiliza M. unas cuarenta veces. Es notable que hace mucho uso de citas del AT. M. quiere presentar al Señor Jesús en acción, como para probar que sus hechos demostraban que era el Cristo. Por eso el aspecto narrativo es mayor que el registro de enseñanzas del Señor. La narración ocupa 45% en M., mientras que sólo 25% en Mateo, 34% en Lucas y 16% en Juan. La preocupación teológica de M. gira alrededor de la necesidad de confirmar a los creyentes en la integridad del evangelio. Usa ese término para designar su obra (Mar 1:1) y lo utiliza en otras siete ocasiones. Es notable su preocupación por los que hoy serían llamados marginados sociales, pues se preocupa por mostrar el interés del Señor Jesús por los leprosos (Mar 1:40-45), los endemoniados (Mar 1:21-27), los extranjeros (Mar 7:24-29), los niños (Mar 9:36-37; Mar 10:13-15), una viuda pobre (Mar 12:41-44), la mujer que le ungió con perfume (Mar 14:1-9), etcétera. Los eruditos han llamado a M. †œel Evangelio del siervo humilde†.
los detalles sobre los relatos de este Evangelio †¢Evangelios. †¢Jesucristo. †¢Milagro. †¢Sinópticos.
Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano
I. Bosquejo del contenido
a. Prólogo (1.1–13)
El ministerio de Juan (1.1–8); bautismo y tentación de Jesús (1.9–13).
b. El primer ministerio galileo (1.14–6.44)
El reino de Dios en Galilea (1.14–45); comienzo de conflictos (2.1–3.6); aumenta el conflicto (3.7–35); división ocasionada (parábolas del reino) (4.1–34); Jesús, dejando de lado la sinagoga, se comunica con Israel (4.35–6.44).
c. El ministerio galileo posterior (6.45–9.50)
Jesús, quitanto las barreras, se comunica con los gentiles (6.45–8.10); los fariseos no reciben la señal que esperaban, y los discípulos no reconocen la señal que se les da (8.11–26); confesión y transfiguración (8.27–9.10); la pasión predicha (9.11–50).
d. Camino a Jerusalén (10.1–52)
Debates en Perea (10.1–34); la prueba de la grandeza (10.35–45); la curación de Bartimeo (10.46–52).
e. El ministerio en Jerusalén (11.1–13.37)
Entrada en Jerusalén (11.1–14); limpieza del templo (11.15–19); exhortación y debate (11.20–12.44); el discurso en el mte. de los *Olivos (13.1–37).
f. Pasión y resurrección (14.1–16.8)
La última cena (14.1–25); agonía en Getsemaní (14.26–42); el arresto (14.43–52); Jesús ante el sanedrín (14.53–72); Jesús ante Pilato (15.1–15); la crucifixión (15.16–41); sepultura y resurrección (15.42–16.8).
(16.9–20 es una adición posterior a este evangelio.)
El marco en el cual se desenvuelve este evangelio es idéntico al de la primitiva predicación apostólica, que comienza con Juan el Bautista y termina con la resurrección (cf. Hch. 10.36–43; 12.24–37). Los eruditos que sostienen que Marcos originalmente terminaba en 13.37, por lo menos en su “primera edición” (p. ej. E. Trocmé), opinan que versículos como 9.9 suponen un testigo de la resurrección, de modo que el ámbito que abarca el evangelio sigue siendo el mismo.
II. Paternidad
Este registro del ministerio de nuestro Señor, el más breve y simple de todos los evagelios, fue, tradicionalmente, compilado por Juan Marcos, de Jerusalén, que en diversas épocas fue el compañero de viaje más joven de Pablo, Bernabé, y Pedro (* Marcos (Juans). Otras conjeturas modernas incluyen a Felipe el evangelista.
a. Aportes de Papías
La declaración más primitiva sobre el origen de este evangelio es la que hizo Papías (preservada en
Pasada una generación, aproximadamente (ca. 140 d.C.), la información de Papías se vio ampliada con el prólogo antimarcionita a Marcos y con los escritos de Ireneo. El prólogo antimarcionita, sólo parte del cual ha sobrevivido, dice que a Marcos se le llamaba ‘dedos tocones’ (kolobodaktylos) debido a que sus dedos eran cortos en relación con el resto del cuerpo; fue el intérprete de Pedro, y después de la partida de este último se dedicó a escribir su evangelio en las partes de Italia”. Ireneo (
b. Influencia de Pedro
Al Evangelio de Marcos se le ha llamado a veces, popularmente, Evangelio de Pedro (que es necesario distinguir de obras heréticas posteriores con este título o similares), no sólo debido a las pruebas que ofrecen estos escritores del ss. II, sino también porque, aun cuando la mano sea la de Marcos, la voz es la de Pedro, a juzgar por la naturaleza de los incidentes, la elección de los temas, y la forma en que están tratados. Sin embargo, es justo hacer notar que es posible encontrar explicaciones alternativas para todos estos puntos (véase Nineham y Trocmé) tomados individualmente; no obstante, las pruebas acumulativas son considerables. De modo que puede haber sustancia en la tradición que afirma que este es el registro escrito de la predicación de Pedro, originalmente dirigido a los catecúmenos cristianos, ya sea en Roma o en el oriente gr., y escrito a la muerte de su fuente oral, o cuando su muerte se tornó inminente. Esto ubicaría la fecha del evangelio alrededor de la segunda mitad del ss. I, quizás entre la muerte de Pedro en 65 d.C. y la caída de Jerusalén en 70 d.C., si el
Otros prefieren describirlo como el evangelio para los romanos (si contó con la influencia de la poderosa iglesia de Roma se explicaría fácilmente su rápida y, aparentemente, universal aceptación), o el evangelio para los gentiles; pero al hacer la primera de estas identificaciones pueden haberse dejado influir más por el nombre latino que llevaba Marcos, además de su nombre heb. Juan, y por el lugar de origen tradicional del evangelio, que por un examen del contenido de la obra. En cualquier forma que se lo mire, Lucas tiene más derecho a que se lo considere como el evangelio gentil; y, si bien Pedro fue inicialmente utilizado por Dios para la conversión del gentil Cornelio (Hch. 15.7), en la iglesia primitiva se lo reconoció universalmente como el apóstol a la circuncisión (Gá. 2.8), y no como apóstol a los gentiles, como lo fue Pablo. En consecuencia, apriorísticamente resulta poco probable que las formas de enseñanza de Pedro se hayan concebido inicialmente para un auditorio gentil, y que hayan sido adaptadas a ese fin. De todos modos, los estudios modernos muestran en forma creciente la naturaleza enteramente judía de todos los evangelios, aunque es cierto que Marcos se esfuerza por explicar términos y costumbres judías, como si se estuviera dirigiendo a un público gentil helenístico.
III. Relación con Mateo y Lucas
Por más de un siglo, desde la época de Lachmann, la cuestión de la relación entre Marcos y los otros evangelios ha atraído la atención de los eruditos de occidente. Aparte del Evangelio de Juan, que en muchos aspectos es distinto de los demás, existe, obviamente, alguna estrecha relación entre los otros tres, que generalmente se denominan evangelios sinópticos debido a que, si los tomamos en conjunto, presentan un cuadro muy similar del ministerio y las enseñanzas de Cristo. La crítica de las fuentes es la ciencia de la investigación de la supuesta dependencia literaria directa de un evangelio con respecto a otro, o de los dos con relación a un tercer documento, ya sea existente o hipotético.
a. Primacía del Evangelio de Marcos
La mayor parte de los estudiosos protestantes subsiguientes han aseverado con firmeza, al igual que Lachmann, la primacía de Marcos, y lo consideran el primero de los tres evangelios sinópticos, si no en su forma actual, por lo menos en lo que podríamos llamar una edición primitiva, que posiblemente sólo contenía los cap(s). 1–13. Más aun, la mayor parte de los eruditos modernos considera que Marcos dio origen a la forma del evangelio, forma que se popularizó ampliamente en épocas posteriores (Lc. 1.1–3), al combinar diversos dichos y milagros de Jesús, y colocarlos en un marco concebido por él. Se disputa hasta qué punto el marco es cronológico, y hasta qué punto es teológico, y actualmente algunos académicos consideran que incluso este marco era tradicional en el seno de la iglesia. De ser así, Marcos habría servido a Mateo y Lucas de fuente principal. Una segunda fuente escrita primitiva que se ha imaginado es un conjunto de materiales comunes a Mateo y Lucas no contenidos en Marcos. Este conjunto, cuando fue aislado, se identificó con el símbolo “
b. Primacía del Evangelio de Mateo
Durante mucho tiempo los estudiosos católicos romanos no aceptaron la hipótesis que acabamos de mencionar, aunque la situación ha variado considerablemente en nuestros días; para ellos era artículo de fe creer en la primacía de Mateo, y defendían su punto de vista con mucho ingenio, aun cuando no llegaran a convencer mayormente fuera de sus propias filas. Por lo menos podían argumentar que la iglesia primitiva creía en la primacía de Mateo (¿qué otra razón podía haber para poner al Evangelio de Marcos en segundo lugar?). Pero todavía no se sabe suficiente sobre el principio que sirvió de base para ordenar los libros dentro de las diferentes secciones del NT como para aceptar como válido este argumento psicológico. De resultar cierto dicho punto de vista, Marcos sería sólo una autoridad secundaria, y se tendería a dar a sus palabras menor peso que a las de Mateo. Esto es muy poco probable; es posible descubrir razones que pueden haber llevado a Mateo a “pulir” o a “suavizar” el material de Marcos, por ejemplo, pero ninguna para que se procediera a la inversa. La batalla siguió su curso; se multiplicaron los símbolos matemáticos, y finalmente la proliferación de supuestas fuentes literarias dio lugar a la fragmentación. En lugar de evangelios tuvimos conjuntos de documentos, y los eruditos se encontraron en medio de un cenagal de agnosticismo literario. ¿Es que había alguna forma de salir de allí? Al igual que en el caso de la erudición veterotestamentaria moderna, la hipótesis literaria se había desplomado bajo su propio peso.
c. Crítica de las formas
Mientras tanto, una nueva fuerza surgía y se aproximaba por los flancos, que había de neutralizar la batalla y despojarla de todo sentido. Nos referimos a la crítica de las formas elaborada por M. Dibelius alrededor de 1920, seguido de cerca por R. Bultmann. Podríamos describirla como el abandono del estudio del todo a favor del estudio de las partes; en su origen fue una ciencia puramente descriptiva y clasificatoria. Se examinaban los diferentes incidentes y dichos que registra Marcos (generalmente llamados “perícopas”, de la voz gr. equivalente a “párrafo”), y se los clasificó según su naturaleza y contenido. Hasta ese momento todo iba bien. Esta clasificación se hizo desde un ángulo nuevo, tenía el mérito de la novedad, y produjo algunos resultados positivos y valiosos. Pero el paso siguiente consistió en examinar las circunstancias hipotéticas y las necesidades religiosas prácticas de la comunidad que llevaron a preservar cada dicho; y hacer que la exégesis dependa de una reconstrucción hipotética resulta peligroso. En el caso de los críticos extremos, esto significó que el relato fue creado o moldeado por las necesidades de la joven iglesia; los críticos menos extremistas se limitaron a decir que se seleccionó y narró el relato teniendo en vista dichas necesidades. De este modo, lo que comenzó por ser un movimiento puramente neutral terminó juzgando la historicidad del texto de la Escritura. En cierto modo, esta última declaración no tiene sentido para el adherente de esta escuela de pensamiento, porque se han abandonado las hipótesis documentarias a favor de la tradición oral, exactamente como ha ocurrido con la erudición veterotestamentaria contemporánea. Es dudoso, sin embargo, que haya, en última instancia, alguna diferencia entre considerar que un determinado conjunto de materiales sea un documento escrito o un conjunto de tradiciones orales, especialmente teniendo en cuenta el grado de fijación que tenía la tradición oral en el mundo rabínico del ss. I.
No obstante, al haberse puesto el acento en la crítica de las formas y en la tradición oral, buena parte de la antigua discusión ha pasado de moda pero no ha sido solucionada. Además, ha tornado insoluble la cuestión de la fecha del Evangelio de Marcos, si es que no le ha quitado sentido. El erudito puede tratar de fechar la compilación de la tradición en su forma literaria actual, pero los orígenes de Marcos se encuentran mucho más atrás, en las tradiciones orales de la generación de la crucifixión y la resurrección. Por cierto que esto tiene su lado bueno, en el sentido de que el lector tiene delante, directamente, los recuerdos de aquellos que fueron testigos presenciales de los hechos (Lc. 1.2). Mucho de lo que se ha hecho en este sentido ha sido constructivo y cauteloso; y se han obtenido resultados valiosos. En particular, parecería que muchas de las tradiciones empleadas por Marcos son “tradiciones eclesiásticas y no “tradiciones individuales”: los relatos ya eran antiguos cuando él los usó, y representan el testimonio de alguna iglesia (quizás la iglesia romana [?]) acerca de Cristo.
d. Historia de la tradición
Un estudio aun más reciente trata de descubrir cómo alcanzó su forma actual la tradición oral, buceando más profundamente en la historia preliteraria del texto. Dado su carácter, este procedimiento resulta aun más hipotético. Podemos decir cómo pasó a Mateo o Lucas un determinado dicho de Marcos, y también podemos sugerir posibles razones; pero hasta el presente no hay manera de llegar más allá del texto de Marcos, excepto sobre la base de conjeturas. En última instancia, tenemos que trabajar con el texto que tenemos; el único Cristo que conocemos es el Cristo de los evangelios. Estaremos en lo cierto si decimos que este es el Cristo de la fe; negar que se trata del Cristo de la historia sería una suposición sin fundamento.
e. Crítica de la redacción
Otro movimiento reciente gira en torno a la contribución de los evangelistas mismos (crítica de la redacción). En el caso del Evangelio de Marcos, esto lleva a un examen de Marcos como teólogo. No hay duda de que el evangelista ha sido selectivo en el uso de su material, pero hace falta cautela para evitar la impresión de que el autor le ha impuesto su propio tipo de teología.
f. Enfoque litúrgico
Ha habido una creciente tendencia (que probablemente represente el espíritu de los tiempos y no un descubrimiento nuevo) a explicar tanto Mateo como Marcos, como un “evangelio eclesiático”, y a ver, por ejemplo, su relato de la pasión como un documento escrito en torno a la observancia de la “semana santa” en la iglesia primitiva. A veces esto va unido a la creencia de que incluso el orden de los relatos en el evangelio que estamos considerando puede tener relación con un calendario litúrgico primitivo. Si bien esto en sí no es objetable, parecería demasiado sofisticado para tan temprana época, especialmente fuera de Jerusalén; a veces se combina con la teoría de que Marcos fue escrito por un “joven iracundo” del ss. I para combatir ciertas opiniones eclesiológicas contrarias al espíritu misionero en la iglesia primitiva. Nuevamente nos parece un concepto demasiado moderno, porque los jóvenes no obraban de esa manera en aquellos tiempos. De todos modos, Marcos no da la impresión de ser un destacado individualista, sino un miembro ordinario de la iglesia, que reproduce fielmente la común tradición, ya sea en contexto litúrgico o no.
g. Descubrimientos recientes
Como reacción contra este vuelco hacia la tradición oral, un movimiento que favorece la idea de la existencia de primitivos documentos escritos como fuente ha recibido apoyo basado en el descubrimiento en Egipto, durante la generación anterior, de varios papiros gr. antiguos con porciones de evangelios, tanto canónicos como no canónicos. Por su fecha temprana han hecho remontar la aparición de los evangelios escritos, en el sentido moderno de la palabra, por lo menos hasta el final del ss. I de la era cristiana. A pesar de su importancia, estos descubrimientos se han visto eclipsados por el hallazgo, en 1947 y años posteriores, en cuevas cercanas a Qumrán, en el territorio de Jordania, de manuscritos en hebreo, arameo y griego. Estos rollos del *mar Muerto datan en su mayor parte de épocas precristianas, y aparentemente pertenecieron a una comunidad semimonástica de sectarios judíos. La existencia misma de estos manuscritos demuestra que no hay pruebas a priori que se opongan a la existencia de documentos cristianos del ss. I, en gr. o en arm., como fuentes de los evangelios, especialmente de colecciones de “profecías mesiánicas”, o de “testimonios”.
h. Influencias arameas
Además, el descubrimiento de estos documentos semíticos ha vuelto a poner sobre el tapete el problema, ya debatido durante medio siglo, de si el gr. o el arm. fue el idioma original de las fuentes de los evangelios, y en este caso del Evangelio de Marcos. A la luz de la crítica de las formas bien podría tratarse de un problema inexistente; todo depende de cuál etapa de la tradición designemos como “fuentes” del evangelio, ya que cuanto más lejos retrocedamos tanto más probable será que se encuentren en arameo, particularmente en Galilea. Esto lleva a otra cuestión: hasta qué punto el gr. de Marcos no es sólo el gr. koinē, que era la lingua franca del Mediterráneo romano del ss. I (* Lengua del Nuevo Testamento), sino en realidad “griego traducido”. De este modo, los numerosos semitismos que contiene Marcos no se deberían únicamente a reminiscencias veterotestamentarias, a la influencia del “griego traducido” de la Septuaginta (el AT gr.), ni tampoco a las estructuras lingüísticas semíticas que persistían en la lengua de los judíos de Palestina (difícilmente podríamos explicar de otra manera el conocimiento local de Marcos), aun cuando en años posteriores, por lo menos, hubiesen hablado habitualmente el gr., sino directamente a los originales arm. que el evangelista tuvo a la vista. Indudablemente, según los eruditos que siguen esta línea de pensamiento, muchos de los versículos difíciles en Marcos se explican como malas interpretaciones o traducciones de un original arm., escrito u oral, que se habría perdido. No parecer haber duda de que el arameo fue la lengua materna del Señor y sus apóstoles, a juzgar por las palabras y frases arm. fosilizadas que aparecen incluso con ropaje griego (cf. Mr. 5.41; 7.34; 15.34). Si bien entre los estudiosos no ha tenido mucha aceptación la teoría de C. C. Torrey de que los evangelios fueron totalmente traducidos (ya que la consideran demasiado extrema, con muchos argumentos forzados), pocos se atreverían a negar la importancia del sustrato arm. en todos los evangelios, y el valor de considerar el vocabulario o las expresiones idiomáticas arm. cuando el texto gr. ofrece dificultades. Las pruebas que ofrece Papías, y que Eusebio preserva, apoyan algún tipo de proceso de traducción semejante al mencionado; pero cuando Papías dice que Marcos fue el “intérprete” de Pedro, esto difícilmente podría significar simplemente que Marcos tradujo al gr. la predicación arm. de Pedro. Los latinismos de Marcos podrían sustanciar un origen romano para esta obra; por otro lado, quizás representen sencillamente el gr. vulgar de la parte oriental del imperio. Sea como fuere, no son tan significativos como los semitismos.
IV. Características especiales
Básicamente, Marcos es el más directo y lacónico de los evangelios; Mateo contiene muchos elementos de interés específicamente judaicos que faltan en Marcos, y Lucas pone de manifiesto un interés “médico” o “humano” que no encontramos en Marcos, como, por ejemplo, las tres famosas parábolas de Lc. 15. El final abrupto de Marcos es en sí mismo un problema, aunque probablemente debamos verlo más como un problema textual que teológico. Las diferentes alternativas que ofrecen los manuscritos sugieren que el original terminaba abruptamente en el mismo lugar, ya sea por accidente o designio, aunque esto último es difícil de aceptar. Podrá objetarse que esta es una definición puramente negativa de la naturaleza y el contenido de Marcos. Y por cierto que fue justamente esta la razón de que, en el auge de la crítica de las fuentes, se considerase a Marcos el primero y más primitivo de los evangelios, y como fuente de los otros sinópticos. Mas ¿qué pasaría si todas las fuentes documentales desaparecieran por igual en una maraña de tradición oral? Todavía se mantiene válida la observación básica sobre la naturaleza y el estilo de Marcos. No es esta una impresión puramente subjetiva por parte del ss. XX; ya Papías de Hierápolis muestra que el problema se hacía sentir en forma igualmente aguda en el ss. II. Si Marcos conoció otros hechos relativos a nuestro Señor, ¿por qué omite tanto material que nos han trasmitido los otros evangelistas? ¿Por qué, por otra parte, son normalmente más detalladas y gráficas sus narraciones que los relatos paralelos en los otros evangelios? Además, a primera vista parecería que Marcos se escribió en un marco cronológico de la vida del Señor, y por lo tanto se acerca al concepto de la “biografía” en el sentido helenístico y moderno de la palabra (aunque el mismo Marcos nos advierte que se trata de un “evangelio” y no de una “biografía”, Mr. 1.1). ¿Pero es este el caso de Marcos, realmente? Y si no lo fuera, ¿es posible discernir algún principio organizacional? En otras épocas se trató de hacer que los otros evangelios concordasen, quiérase o no, con el supuesto cuadro cronológico de Marcos. Pero resultó imposible, aunque Mateo y Lucas siguen en general el mismo esquema, y entretejen su propio material dentro de él, quizás en aras de la conveniencia, o quizás porque el marco ya se conocía y aceptaba generalmente.
Quizás debamos encontrar la respuesta en el cauteloso uso de la nueva forma de entender la naturaleza e importancia de la tradición oral como base del actual Evangelio de Marcos. Porque es un hecho bien conocido el que la repetición oral constante no produce diversidad sino uniformidad, especialmente cuando esa repetición está en manos de maestros ancianos y poco imaginativos, cuyo propósito no es entretener sino instruir a los catecúmenos en el contexto de la iglesia. Los relatos no se ramifican, sino que se simplifican, si se los narra teniendo como meta un fin puramente didáctico, ya que se reducen los hechos a los puntos esenciales. Las variantes de los relatos no surgen de un original único en una tradición de esta clase; en todo caso, la tendencia es a asimilar las variantes originales, todo en forma inconsciente. No siempre han reconocido esta verdad los eruditos, debido a que con demasiada frecuencia han considerado que los primitivos custodios de la tradición cristiana eran narradores profesionales, árabes, celtas, o escandinavos, según el modelo cultural que ya conocían. Como paralelo más aproximado podríamos tomar a un maestro de cierta edad en la escuela dominical de una iglesia rural, que con su continua práctica de la oración espontánea tiende a volverse cuasi litúrgico, y estereotipado en tales circunstancias. Visto de esta manera, Marcos no es el más primitivo ni el menos evolucionado de los evangelios. El segundo evangelio no es un simple recitado de hechos al que otros autores han añadido detalles floridos, según los impulsara su imaginación. Más bien Marcos es el más evolucionado de los evangelios, en el sentido de que ha sido desgastado por el uso y librado de todo lo que no sea significativo; vale decir, es un registro de formas didácticas que han sobrevivido la prueba del tiempo. Después de todo, es exactamente lo que dijo Papías.
Esto no nos dice nada acerca de la fecha exacta en que se escribió Marcos en su forma actual; es simplemente la observación empírica de que tiene, más claramente que cualquier otro evangelio, las marcas de constituir un virtual manual del maestro del ss. I, un resumen de los hechos con todos los elementos significativos, salvo aquellos que se consideraron innecesarios. Por contraste, Lucas fue específicamente compuesto desde el principio como documento escrito, a pesar de que existían otros documentos escritos (Lc. 1.1–4), y en deliberado y agudo contraste con instrucciones desconectadas tales como las que registra Marcos. En realidad, Lucas tiene méritos para ser considerado como una obra literaria, al igual que Hechos (Hch. 1.1); no así Marcos. Es muy probable que no haya sido un hombre de gran cultura, como Lucas o Pablo, y esto podría explicar un poco la honesta tosquedad de su evangelio. Pero tampoco sus oyentes eran personas de educación, y su propósito no fue el de alcanzar excelencia literaria, sino comunicar la verdad. Hasta Mateo y Juan dan la impresión de haber sido cuidadosamente ordenados, aunque siguiendo diferentes principios; pero, para los temas que contiene Marcos, parecería que el principio organizativo que siguió fue principalmente el mnemónico. Los relatos y los dichos están vinculados por palabras claves o temas similares, más bien que por una estricta secuencia cronológica. En los casos en que varía el orden de los incidentes en relación con lo que relatan Mateo y Lucas, a veces puede demostrarse claramente que se debe al uso de una palabra clave o elemento vinculador diferente.
Todo esto concordaría bien con el bosquejo que hemos presentado sobre el origen y la naturaleza de Marcos, y cuando vemos que concuerda exactamente con las tradiciones más primitivas sobre el evangelio, este punto de vista se fortalece más todavía. Porque Papías, nuestro testigo más antiguo, en el extracto que hemos citado, parecería defender a Marcos ante los cargos que los eruditos modernos podrían presentar contra él: la omisión de detalles significativos y la falta de arreglo cronológico. Aparentemente la defensa estaría en la naturaleza misma de este evangelio, que, según Papías, sólo sería un registro permanente de la enseñanza de Pedro, preservada para la posteridad de este modo, en una época en la que estaba desapareciendo la fuente primaria. En Pedro no encontraremos un cuidadoso orden cronológico o un catálogo completo de los hechos, afirma Papías, simplemente porque no era ese el propósito del apóstol, sino el de ofrecer algo práctico e instructivo. Sería injusto culpar a un hombre de no haber logrado algo que no se propuso. De ser así, Marcos queda absuelto, juntamente con Pedro, y la razón de muchos otros aspectos de su evangelio se evidencian de inmediato.
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Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico