MARANATHA

(arameo, marana†™athah, ¡Nuestro Señor viene!). Una expresión que significa †œNuestro Señor viene† (1Co 16:22). Pablo usó esta palabra en contraste con anathema, la maldición que llega a los idólatras.

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

(el Senor viene).

Así­ termina Pablo 1Co 16:22. Es la última expresión de la Biblia en Rev 22:20, así­ luego se saludaban y animaban los primeros cristianos, y muchos cristianos de hoy dia.

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

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Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

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Forma aramea, religiosa y escatológica, que aparece en el Nuevo Testamento (1 Cor. 16. 22) y en documentos antiguos como la Didajé, y que alude al deseo de que el Señor regrese.

Se usó por los escritores litúrgicos antiguos y se usa todaví­a en los recientes, por su eco histórico. Se identifica con una invocación a Cristo, en cuya venida se espera, al estilo de otras que aparecen en la Biblia, por ejemplo en Apoc. 22.20, y a las que eran dados los primeros cristianos.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

(Señor). Oración antigua de la Iglesia, conservada en arameo: «Si alguien no ama al Señor sea anatema. Maraña tha, ¡ven Señor!» (1 Cor 16.22); «Venga la gracia y pase este mundo. Hosanna al Dios de David. El que sea santo, que se acerque, el que no lo sea, que haga penitencia. Maranatha. Amén» (Dicl 10,6). La misma fórmula puede hallarse en el diálogo final del Apocalipsis, «Sí­, yo vengo pronto; así­ sea, ven Señor Jesús» (Ap 22,20), aunque la palabra aparezca traducida al griego, no en arameo. Esta es una oración básica para entender el origen y sentido del cristianismo.

(1) En el origen del cristianismo. Esta es la plegaria de unos cristianos que invocan a Jesús, llamándole Señor (en arameo Mar/Maran), sabiendo que se encuentra presente y que viene (¡pidiéndole que venga!). Maraña (de Mar/Señor, con sufijo personal) significa «Nuestro Señor», en palabra que resalta el señorí­o de Jesús sobre el conjunto de los fieles, pero el término puede interpretarse también en sentido absoluto, indicando que Jesús es El Señor (el Kyrios absoluto), con un término que los judí­os aplicaban al mismo Yahvé, cuyo nombre no decí­an y que traducí­an como Adonai (en hebreo), Maran (en arameo) o Kyrios (en griego). Pues bien, los cristianos invocan a Jesús como Kyrios porque han descubierto en él la presencia salvadora de Dios; le esperan porque reconocen y agradecen su presencia; le llaman porque quieren que venga del todo. De esa forma han creado su más antigua plegaria pascual, tha, ven Señor! (1 Cor 16,22), traduciendo y aplicando a Jesús la misma oración donde Jesús llamaba al Padre pidiendo ¡venga tu Reino! (Lc 11,2). Esta invocación (¡ven Señor!) se expande pronto en fórmulas de tipo afirmativo (¡el Señor viene!), como suponen textos muy antiguos del Nuevo Testamento que anuncian la inminente parusí­a de Jesús (1 Tes 2,19; 3,13; 5,23; Flp 4,5). Sólo porque tiene ya la autoridad de Dios se puede afirmar que «el mismo Señor descenderá del cielo… y nosotros seremos arrebatados a su encuentro» (1 Tes 4,16-17). Lógicamente, son cristianos aquellos que invocan a Jesús como Señor (cf. 1 Cor 1,2; Hch 9,14; 22,16; 2 Tim 2,22), en palabra que traduce la experiencia clave de J1 3,5, como muestran varios textos del credo cristológico: «Si confesares con tu boca ¡Jesús es el Señor!… serás salvado» (Rom 10,9); «toda lengua confiese ¡Jesucristo es el Señor!» (Flp 2,11); «nadie puede decir ¡Jesús Señor! si no es por el Espí­ritu Santo» (1 Cor 12,3).

(2) Sentido. Esta es la primera aclamación cultual que conocemos. El centro de la liturgia cristiana consistí­a en confesar a Jesús como el Señor. El tí­tulo Mesí­as (Cristo) resultaba restringido; Hijo del Humano es función más que tí­tulo; Hijo de Dios es demasiado genérico. De manera muy normal, los cristianos se definieron y distinguieron a sí­ mismo porque invocaban a Jesús como su Kyrios, su Maran. Jesús no es simplemente Hijo del Señor (de Yahvé), sino que recibe por la pascua el nombre divino de Señor: Precisamente allí­ donde los judí­os tradicionales sitúan a Yahvé, Kyrios divino, en nombre que no puede pronunciarse, ponen los cristianos a Jesús, Señor mesiánico, que tiene autoridad divina por la entrega de la vida. Jesús no es Señor por imponerse sobre los demás, por dominio o grandeza egoí­sta, sino porque se ha dado por los otros, siendo así­ expresión (presencia total) del verdadero Dios que es Padre, entregando su vida. Allí­ donde la vida se hace don, donde el poder se expresa como entrega por los otros, viene a desvelarse el verdadero señorí­o: se expresa Jesús como Kyrios (cf. Hch 19,34). Ciertamente, los cristianos siguen invocando a Dios, como supone Flp 2,11: ¡para gloria de Dios Padre! Pero descubren ya la presencia de Dios en Jesucristo y por eso confiesan su señorí­o. De esa forma se mantienen fieles al evangelio de Jesús a quien celebran como Kyrios divino.

Cf. A. Amato, Jesús el Señor, BAC, Madrid 1998; W. BOUSSET, Kyrios Christos. Geschichte des Christnsglanbens von den Anfangen des Christentnms bis Irenens, Vandenhoeck, Gotinga 1913; O. CULLMANN, Cristologí­a del Nnevo Testamento, Sí­gueme, Salamanca 1997; F. HAHN, Christologische Hoheitstitel. Ibre Geschichte im frühen Christentum, FRLANT, 83, Gotinga 1962; X. PIKAZA, Ese es el hombre. Cristologí­a bí­blica, Sec. Trinitario, Salamanca 1997.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra