MAGIA, MAGO

Los hombres de la antigüedad estaban conscientes de que viví­an en un mundo que estaba rodeado de seres espirituales que influenciaban su existencia, para bien o para mal. Pensaban que se podí­a influenciarlos mediante el ejercicio de ciertas ceremonias o palabras especiales, conjuros, encantamientos, etcétera, para prevenir su acción maléfica o incentivar su benéfica intervención. El m. era un hombre especializado en ese supuesto conocimiento. Toda la Biblia está llena de condenas a la m., estableciéndose en varios casos una especie de lucha entre ella y la religión verdadera, como se presenta en los enfrentamientos o comparaciones entre José y los m. (Gen 41:8), Moisés y los m. (Exo 7:10-12) y Daniel y los m. (Dan 2:1-49).

En la m., los conjuros, ceremonias y palabras especiales se mezclaban con conocimientos prácticos de medicina, el poder curativo de las plantas, el estudio de los astros, etcétera. La ciencia de los caldeos incluí­a todas esas cosas. Así­, sus m. eran expertos en encantamientos y hechizos (†œTu sabidurí­a y tu misma ciencia te engañaron…. Estate ahora en tus encantamientos y en la multitud de tus hechizos† [Isa 47:1-15]).
pueblos cananeos eran muy practicantes de la m., y Dios prohibió toda actividad que se relacionase con ella. †œNo sea hallado en ti quien haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, ni quien practique adivinación, ni agorero, ni sortí­lego, ni hechicero, ni encantador, ni adivino, ni m., ni quien consulte a los muertos† (Deu 18:10-12). Esta lista se repite, con pequeñas diferencias, en otras partes de la Biblia (2Re 21:6; 2Cr 33:6; Miq 5:12; etcétera). Es difí­cil clasificar los casos de conformidad con una sola de las prácticas mágicas, pues casi siempre las personas realizan varias de ellas al mismo tiempo. Sin embargo, por el énfasis de sus actividades puede decirse lo siguiente:

Los adivinos estaban llamados supuestamente a predecir el futuro o hacer conocer cosas misteriosas por medio de diversos métodos. Los que se dedicaban a la adivinación lo hací­an por lucro, como †¢Balaam (Num 22:7; Miq 3:11). O para agradar engañosamente a alguien, especialmente a lí­deres o gobernantes (2Cr 18:4-6). A veces la adivinación trataba de interpretar o aplicar los sueños (Deu 13:1-2). También se usaba un †¢terafim o í­dolo pequeño, doméstico (Ose 4:12; Zac 10:2). Cuando Nabucodonosor invadió Judá, se detuvo †œen una encrucijada, al principio de los dos caminos, para usar de adivinación†. Para ello sacudió †œlas saetas, consultó a sus í­dolos, miró el hí­gado† (Eze 21:21-22) antes de decidir el ataque a Jerusalén. Practicó, entonces, tres métodos. Uno de ellos consistí­a en escribir las opciones posibles en varias flechas, sacando luego una de ellas al azar. Pero lo más difundido era sacrificar animales, especialmente aves, y ver la disposición de sus entrañas, particularmente el hí­gado. En todos los casos la práctica iba acompañada de invocaciones a una deidad para que diera la respuesta. La Biblia ordena: †œEl hombre o la mujer … [que] se entregare a la adivinación ha de morir† (Lev 20:27). Pero el pueblo pecó repetidas veces en esto, a pesar de los muchos avisos de Dios, para quien la adivinación es abominación (Deu 18:9-13). Cuando †¢Ocozí­as enfermó tras caer por una ventana, mandó a consultar †œa Baal-zebub, dios de Ecrón†, por lo cual Dios le avisó por medio de Elí­as que iba a morir (2Re 1:2-4).

El agorero ejercí­a una forma de adivinación que procuraba determinar cuáles eran los dí­as de buena o mala suerte. Eso precisamente buscó †¢Amán para ejecutar sus planes contra los judí­os, cuando †œfue echada Pur, esto es, la suerte … para cada dí­a y cada mes del año† (Est 3:7). Dios prohí­be esa práctica. †œNo seréis a.† (Lev 19:26). En el NT se narra la historia de †œuna muchacha que tení­a espí­ritu de adivinación†. Era una esclava que †œdaba gran ganancia a sus amos, adivinando†. Pablo ordenó al espí­ritu inmundo que saliera de ella (Hch 16:16-18). El deseo o la necesidad sentida de conocer el futuro es natural en el hombre, pero es grave ofensa preguntar a otro que no sea Dios sobre el particular, porque él es el único que lo conoce y convida al hombre a inquirir ante él. †œAsí­ dice Jehová, el Santo de Israel, y su Formador: Preguntadme de las cosas por venir† (Isa 45:11).

El encantador era el hombre experto en manejar serpientes. Se suponí­a que lo hací­a mediante conjuros o por poseer un poder especial, o una relación especial con alguna deidad. La palabra aparece en el Sal 58:4-5 (†œ… son como el áspid sordo que cierra su oí­do, que no oye la voz de los que encantan†) y en Ecl 10:11 (†œSi muerde la serpiente antes de ser encantada, de nada sirve el encantador†). También en Isa 47:9; Jer 8:17. El arte de encantar serpientes era practicado en el antiguo Israel, así­ como en Mesopotamia y Egipto.

El sortí­lego era la persona que pretendí­a †œleer la fortuna† o suerte de los demás, ya fuera utilizando una copa (Gen 44:5) o por otros medios.

El astrólogo. Era el que supuestamente anunciaba el porvenir mediante la lectura de los signos zodiacales, estudiando el movimiento de los astros y su relación con la vida de los seres humanos. La tradición rabí­nica, interpreta que la expresión: †œNo seréis agoreros, ni adivinos†, de Lev 19:26, se refiere a la astrologí­a, que también se incluye dentro de las prohibiciones de Deu 18:10-12. Era una práctica muy corriente en Israel. Los caldeos eran expertos en astrologí­a, como puede verse en el libro de Daniel. Escribiendo contra Babilonia, Isaí­as dijo: †œTe has fatigado en tus muchos consejos. Comparezcan ahora y te defiendan los contempladores de los cielos, los que observan las estrellas, los que cuentan los meses, para pronosticar lo que vendrá sobre ti† (Isa 47:13).

El hechicero era el que hací­a pócimas, ungüentos, fórmulas de alimentos, recetas, etcétera, los cuales, acompañados de conjuros, serví­an para lograr los propósitos buenos o malos de los interesados. En el NT se utiliza la palabra griega pharmakeia para hechicerí­a y pharmakos para hechicero o hechicera (Gal 5:20; Apo 9:21; Apo 21:8; Apo 22:15). Es posible que pueda incluirse dentro de esta categorí­a a aquellos †œque habí­an practicado la m.† y que se convirtieron en éfeso por la predicación de Pablo, y quemaron los libros que habí­an usado anteriormente (Hch 19:19).

Consultas a los muertos eran realizadas por personas que practicaban distintas formas de m. Algunos de ellos se decí­an posesionados de espí­ritus. El uso del ventriloquismo era frecuente, de manera que al decir sus supuestos oráculos su voz se escuchaba cambiada o parecí­a venir de otro lugar. Isaí­as dice: †œY si os dijeren: Preguntad a los encantadores y a los adivinos, que susurran hablando, responded: ¿No consultará el pueblo a su Dios? ¿Consultará a los muertos por los vivos?† (Isa 8:19). Saúl, en un momento de desesperación porque Dios no le contestaba sus interrogaciones buscó una mujer con †œespí­ritu de adivinación†, la pitonisa de †¢Endor (1Sa 28:6-10). †¢Hchhicerí­a.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano