LUGARES ALTOS

(heb., bamah, ramah, elevación).

Desde tiempos remotos la gente ha tendido a escoger lugares altos para sus ritos de adoración, ya sea al verdadero Dios o a los falsos dioses que el hombre ha inventado. Los adoradores escogí­an un sitio abierto donde el dios pudiera ver lo que ellos estaban haciendo, y llevar a cabo ahí­ algún acto comparable con lo que ellos deseaban que su dios hiciera por ellos (ver BAAL). En Canaán los lugares altos habí­an llegado a ser los escenarios para orgí­as y sacrificios humanos relacionados con la adoración idólatra de esos dioses imaginarios. Por eso, cuando Israel entró a la tierra prometida, se les dijo que destruyeran todos los lugares altos (Num 33:52). El hecho de que Israel fracasara en destruir los lugares altos los condujo a la idolatrí­a.

Antes de que Salomón construyera el templo, existí­a una condición mixta de adoración. El tabernáculo de reunión (o sea el tabernáculo), juntamente con la mayorí­a de su mobiliario estaba en el lugar alto de Gabaón, a pesar de que David habí­a llevado el arca a Jerusalén. Salomón ofreció sus sacrificios ahí­ y Dios escuchó sus oraciones, concediéndole una sabidurí­a extraordinaria (2Ch 1:1-13). Más tarde algunos reyes piadosos, incluyendo a Ezequí­as (2Ch 31:1), destruyeron los lugares altos; pero otros, incluyendo a Manasés, reincidieron y los reedificaron (2Ch 33:3). Por intermedio de la devoción de Josí­as, especialmente después que habí­a escuchado la lectura de la ley (2Ki 22:8-20), el juicio fue pospuesto hasta después de su muerte. La actitud de Dios para con los reyes piadosos dependí­a mayormente de la actitud que éstos mostraran para con los lugares altos.

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

Era costumbre cananea, así­ como israelita, el preferir alguna elevación natural, como un monte o una colina, para poner un altar o establecer un culto a la deidad. Antes del †¢templo, se aceptaban los altares a Jehová en los l. a., como lo hizo †¢Samuel en †¢Ramá (1Sa 9:12). Pero es evidente que los israelitas copiaron las costumbres paganas, haciendo altares en los l. a. que no eran para Jehová (Jue 6:25-26). El hecho de que se hiciesen gradas para subir a los altares que se construí­an contribuyó también a la denominación de l. a. Después de construido el †¢templo surgió una fuerte competencia entre éste y los l. a. Los israelitas caí­an reiteradamente en usar estos lugares para la †¢idolatrí­a, incluso con prostitución cultual. Por eso l. a. vino a ser sinónimo de culto idolátrico (2Re 17:9-10). Los profetas se opusieron resueltamente a esta corrupción religiosa (Isa 57:7; Jer 2:20; Ose 4:13).

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

La palabra hebrea ba·móhth, que por lo general se traduce †œlugares altos†, suele estar relacionada con la adoración, pero también puede referirse simplemente a elevaciones, colinas y montañas (2Sa 1:19, 25 [compárese con 1Sa 31:8]; Am 4:13; Miq 1:3), †œaltas olas del mar† (literalmente, †œlugares altos del mar†) (Job 9:8) y alturas o †œlugares altos de las nubes† (Isa 14:14).
Al parecer, las expresiones †œcabalgar sobre los lugares altos de la tierra† y †˜pisar sobre los lugares altos†™ significan subyugación victoriosa de una tierra, pues el que controla todos los lugares altos, o sea, las colinas y montañas de un paí­s, es en realidad el señor de la tierra. (Dt 32:13; 33:29.)

Centros de adoración falsa. Los lugares altos, o los lugares o santuarios donde se practicaba la idolatrí­a, no solo se hallaban sobre las colinas y montañas, sino también en los valles, en los cauces de los arroyos, en las ciudades y bajo los árboles. (Dt 12:2; 1Re 14:23; 2Re 17:29; Eze 6:3.) En ellos habí­a altares para sacrificios, estantes para incienso, postes sagrados, columnas sagradas e imágenes esculpidas. (Le 26:30; Nú 33:52; Dt 12:2, 3; Eze 6:6.) En muchos de los lugares altos habí­a prostitutos y prostitutas (1Re 14:23, 24; Os 4:13, 14), por lo que con frecuencia esos lugares eran escenarios de ritos licenciosos, como la prostitución ceremonial y el sacrificio de niños. (Isa 57:5; Jer 7:31; 19:5.)
También habí­a casas o santuarios de los lugares altos, donde oficiaban sacerdotes y donde se guardaban las imágenes de las deidades. (1Re 12:31; 13:32; 2Re 17:29, 32; 23:19, 20; Isa 16:12.) De manera que la designación †œlugar alto† a veces puede referirse a un santuario de ese tipo, más bien que a un lugar elevado para adoración. Este hecho se desprende de la referencia de Ezequiel a lugares altos de variados colores. (Eze 16:16.) Por lo tanto, estos lugares altos quizás eran santuarios en forma de tienda.
Antes de entrar en la Tierra Prometida, a los israelitas se les ordenó que destruyeran los lugares altos sagrados de los cananeos y todos los útiles de la adoración falsa que se usaban en esos lugares. (Nú 33:51, 52.) Pero los israelitas no lo hicieron, por lo que sobrevino una apostasí­a masiva después de la muerte de Josué y de su generación. (Jue 2:2, 8-13; Sl 78:58.)

No se condenó todo lugar alto. Según la ley de Jehová, solo tení­an que ofrecerse sacrificios en el lugar que El designara. En los dí­as de Josué, los israelitas reconocí­an que el edificar un altar para ofrendas quemadas sin autorización era una rebelión contra Jehová. (Dt 12:1-14; Jos 22:29.) Sin embargo, hay indicios de que después que se sacó el arca sagrada del tabernáculo (1Sa 4:10, 11; 6:1, 10-14; 7:1, 2), Dios aprobó que se hicieran sacrificios en otros lugares aparte de la tienda de reunión, no solo en circunstancias especiales, sino también en algunos casos con cierta regularidad. (1Sa 7:7-9; 10:8; 11:14, 15; 16:4, 5; 1Re 3:3; 1Cr 21:26-30.) Por ejemplo, sobre un lugar alto de una ciudad de la tierra de Zuf cuyo nombre no se menciona, se erigió una estructura donde se podí­an comer los sacrificios de comunión. Aquel comedor acomodaba a unos 30 hombres, si no más, y hasta las muchachas de la ciudad conocí­an bien el procedimiento que se seguí­a con relación a los sacrificios. (1Sa 9:5, 11-13, 22-25.) Puede que también las familias hicieran un sacrificio anual en sus propias ciudades en lugar de en el tabernáculo. (1Sa 20:6, 29.)
La costumbre de hacer sacrificios en los lugares altos podí­a justificarse por no existir todaví­a una casa para el nombre de Jehová. De ahí­ que Salomón tuviera que ofrecer sacrificios en el gran lugar alto de Gabaón, donde estaba el tabernáculo en aquel tiempo. (1Re 3:2-4; 1Cr 16:37-40, 43; 21:29; 2Cr 1:3, 13; véanse ALTAR; OFRENDAS.)

El reinado de Salomón y el reino de las diez tribus. Al final de su reinado, el rey Salomón edificó lugares altos para los dioses falsos que sus esposas extranjeras adoraban. Esta acción contribuyó a que los israelitas abandonaran la adoración verdadera de Jehová y sirvieran a esos dioses falsos. Por consiguiente, Jehová indicó por medio de su profeta Ahí­ya que al hijo de Salomón le serí­an arrancadas diez tribus y que Jeroboán gobernarí­a sobre ellas. (1Re 11:7, 8, 30-35.)
Aunque Jehová le habí­a asegurado a Jeroboán que su gobernación estarí­a asegurada siempre que le sirviese con fidelidad, tan pronto como asumió el poder, temió que se produjese un alzamiento si los israelitas continuaban subiendo a Jerusalén para adorar, por lo que instituyó el culto de becerros en Dan y en Betel, y edificó allí­ lugares altos. (1Re 11:38; 12:26-33.) El culto idolátrico en los lugares altos estuvo vigente en el reino de las diez tribus durante todo el tiempo de su existencia. †œLos hijos de Israel se pusieron a escudriñar las cosas que no eran rectas para con Jehová su Dios y siguieron edificándose lugares altos en todas sus ciudades, desde la torre de los atalayas hasta la misma ciudad fortificada.† (2Re 17:9.)
El profeta Amós predijo inspirado por Dios que los †œlugares altos de Isaac† quedarí­an desolados. La expresión †œlugares altos de Isaac† debe referirse a los lugares altos religiosos donde los israelitas del reino de diez tribus, descendientes de Isaac por medio de Jacob o Israel, practicaban la adoración apóstata, pues esta expresión se usa en paralelo con †˜santuarios de Israel†™. (Am 7:9; véase también Os 10:2-10.)
Después que el rey de Asiria llevó al exilio al reino de diez tribus, los lugares altos continuaron existiendo durante un tiempo, ya que los pueblos extranjeros que Asiria trasladó al territorio de Samaria continuaron utilizando dichos lugares en su adoración. (2Re 17:24, 29-32.) Unos cien años después, el fiel rey Josí­as de Judá derribó el altar y el lugar alto de Betel y profanó los restos del altar quemando huesos humanos sobre él. También quitó todas las casas de los lugares altos que habí­a en las ciudades de Samaria, sacrificó (mató) a todos los sacerdotes de esos lugares y quemó huesos humanos sobre los altares. (2Re 23:15-20.) Con ello se cumplió una profecí­a que habí­a pronunciado unos trescientos años antes un †œhombre de Dios† cuyo nombre no se menciona. (1Re 13:1, 2.)

En el reino de Judá. El rey Rehoboam imitó el proceder apóstata de Salomón su padre, y sus súbditos continuaron erigiendo lugares altos y practicando ritos licenciosos. (1Re 14:21-24.) Abiyam, hijo y sucesor de Rehoboam, †œsiguió andando en todos los pecados de su padre†. (1Re 15:1-3.)
En cambio, Asá, que sucedió a Abiyam en el trono, sirvió a Jehová fielmente y se esforzó por eliminar del reino todo vestigio de adoración falsa. (1Re 15:11-13.) †œQuitó de todas las ciudades de Judá los lugares altos y los estantes del incienso†. (2Cr 14:2-5.) Sin embargo, tanto en 1 Reyes 15:14 como en 2 Crónicas 15:17 se indica que no quitó los lugares altos. Estas palabras bien pudieran significar que Asá quitó los lugares altos de adoración falsa, pero que dejó aquellos donde la gente tení­a por costumbre adorar a Jehová. O tal vez quieran decir que los lugares altos de adoración falsa volvieron a aparecer hacia el final de su reinado y permanecieron allí­ hasta que Jehosafat, su sucesor, los destruyó. No obstante, los lugares altos tampoco desaparecieron por completo durante el reinado de Jehosafat. (1Re 22:42, 43; 2Cr 17:5, 6; 20:31-33.) Tan arraigado estaba en Judá el culto en los lugares altos, que ni siquiera las reformas emprendidas por reyes como Asá y Jehosafat pudieron acabar permanentemente con él.
A diferencia de Jehosafat su padre, el rey Jehoram erigió lugares altos en la región montañosa de Judá. (2Cr 21:1, 11.) Durante el reinado de Ocozí­as y de la usurpadora Atalí­a, la hija de Acab y Jezabel, persistió la degradación religiosa del reino. (2Re 8:25-27; 2Cr 22:2-4, 10.) Aunque al comienzo del reinado de Jehoás se emprendieron varias reformas con el fin de reinstaurar la adoración verdadera, después de la muerte del sumo sacerdote Jehoiadá la apostasí­a se afianzó de nuevo y los lugares altos no desaparecieron. (2Re 12:2, 3; 2Cr 24:17, 18.) Pervivieron como centros de adoración ilí­cita durante los reinados de Amasí­as, Azarí­as (Uzí­as) y Jotán. (2Re 14:1-4; 15:1-4, 32-35.) Acaz, el siguiente rey de Judá, no solo sacrificó y ofreció humo de sacrificio en los lugares altos, sino que hasta hizo pasar a su propio hijo por el fuego (2Re 16:2-4) e hizo erigir †œlugares altos para hacer humo de sacrificio a otros dioses†. (2Cr 28:25.)
Durante los dí­as del rey Ezequí­as, se llevó a cabo otra purga con el objeto de erradicar los lugares altos. (2Re 18:1-4, 22; 2Cr 32:12.) Después de la conmemoración de una gran Pascua que tuvo lugar durante su reinado, los israelitas fueron por las ciudades de Judá y Benjamí­n, y hasta por Efraí­n y Manasés, derribando los postes sagrados, los lugares altos y los altares. (2Cr 30:21, 23; 31:1.)
Este restablecimiento de la adoración verdadera tuvo una vida muy corta. Manasés, el hijo de Ezequí­as, hizo reconstruir los mismos lugares altos que su padre habí­a hecho derruir (2Re 21:1-3; 2Cr 33:1-3), e hizo que el pueblo actuara con mayor iniquidad, si cabe, que los pueblos cananeos paganos que Dios habí­a hecho exterminar. Por esta causa, el Todopoderoso se propuso traer destrucción sobre Judá y Jerusalén. (2Re 21:9-12.) No obstante, Manasés se arrepintió cuando el rey asirio lo llevó cautivo a Babilonia. A su regreso, tomó medidas para suprimir la implantación de la adoración falsa, pero la gente continuó ofreciendo sacrificios en lugares altos ilí­citos, si bien no a dioses falsos, sino a Jehová. (2Cr 33:10-17.) Su hijo y sucesor, Amón, no prosiguió con el programa de reformas emprendido por su padre, sino que se hizo aún más culpable que este. (2Cr 33:21-24.)
Josí­as, el sucesor de Amón, se distinguió por obrar rectamente a los ojos de Jehová y adherirse a la ley de Moisés. Dejó sin ocupación a los sacerdotes de deidades extranjeras, que ofrecí­an humo de sacrificio en los lugares altos, e hizo que estos lugares fuesen destruidos, no solo en Judá, sino también en las ciudades de Samaria. Además, hizo que los desacralizaran con el fin de que no se les volviese a usar para ofender en ellos a Jehová. (2Re 23:4-20; 2Cr 34:1-7.)
El relato que explica que Josí­as inutilizó para el culto los lugares altos que Salomón habí­a hecho erigir, parece confirmar que si bien reyes anteriores los habí­an hecho destruir, con el transcurso del tiempo volví­an a aparecer. Es totalmente lógico suponer que reyes como Asá y Jehosafat hubiesen destruido en sus respectivas campañas aquellos lugares altos que databan del tiempo de Salomón.
Aunque no se hace ninguna otra mención de los lugares altos ni en el registro de los Reyes ni en las Crónicas después de la profunda purga de todo vestigio de adoración falsa que llevó a cabo Josí­as, los últimos cuatro reyes de Judá —Jehoacaz, Jehoiaquim, Joaquí­n y Sedequí­as— obraron inicuamente a los ojos de Jehová. (2Re 23:31, 32, 36, 37; 24:8, 9, 18, 19.) La adoración apóstata en los lugares altos de nuevo hizo su aparición entre los israelitas. Por consiguiente, a través de su profeta Ezequiel, Jehová previno a la nación de la calamidad que les sobrevendrí­a, al decir: †œVoy a traer sobre ustedes una espada, y ciertamente destruiré sus lugares altos. Y sus altares tienen que quedar desolados y sus estantes de incienso tienen que ser quebrados, y ciertamente haré que los muertos suyos caigan delante de sus í­dolos estercolizos†. (Eze 6:3, 4.)
Merece reseñarse que después del regreso del exilio babilonio, no se hace mención de actos de adoración en lugares altos. Tal y como se habí­a predicho, el resto judí­o fiel sacó provecho de la amarga experiencia que les tocó vivir y llegó a conocer a Jehová de una manera más plena. (Eze 6:9, 10.)

[Fotografí­a en la página 258]
Lugar alto en Guézer. Aquí­ se erigieron columnas sagradas

Fuente: Diccionario de la Biblia

Véase Dioses.

Fuente: Diccionario de Teología