Tercer libro del NT, escrito por Lucas, con seguridad antes de que escribiera Hechos (Act 1:1), presumiblemente antes de 70 d. de J.C., quizá durante la prisión de Pablo en Cesarea (aprox. 58 o 59).
Hay muchos eventos y muchas enseñanzas que sólo se encuentran en el Evangelio de Lucas: la sección de los nacimientos (capítulos 1; 2); la genealogía humana de Cristo (Luk 3:23-28); algunos de los discursos y dichos de Jesús (p. ej., muchos en los capítulos 7; 9; 10; Luk 14:25-35; Luk 17:1-10 y 19:1-10); algunas parábolas y anécdotas ilustrativas que sólo están registradas por Lucas (Luk 7:41-43; Luk 10:30-37; Luk 11:5-8; Luk 12:16-21; Luk 13:6-9; Luk 15:3-32; Luk 16:1-12, Luk 16:19-31; Luk 18:2-14; Luk 19:13-27); ciertos milagros (Luk 5:1-11; Luk 7:11-14; Luk 13:11-13; Luk 14:2-6; Luk 17:12-19; Luk 22:51); la oración en la cruz (Luk 23:34); el ladrón penitente (Luk 23:39-43); el incidente en el camino a Emaús (Luk 24:13-25) y la mayoría de la narración de la ascensión. Lucas destacó a las mujeres, a los pobres y la oración.
Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano
El tercero de los Evangelios †¢sinópticos.
Autor y fecha. La mayoría de los eruditos coinciden en que fue escrito por †¢Lucas, el mismo autor del tercer Evangelio, en forma de una carta dirigida a su amigo †¢Teófilo. En cuanto a la fecha, se estima que debió de ser escrita antes del año 63 d.C.
Características. Lucas escribe en un griego culto, con un lenguaje abundante y descriptivo. Utiliza unas 266 palabras que no se encuentran en ningún otro escrito del NT. Muchos señalan que su lenguaje se parece mucho al de la †¢Septuaginta. Su propósito es más teológico que histórico. Al parecer ya era cristiano cuando Pablo lo conoció, así que su teología no es paulina, no es una copia. Aunque es cierto que investigó †œcon diligencia todas las cosas desde su origen†, su meta al exponerlas es eminentemente teológica (†œpara que conozcas bien la verdad† [Luc 1:3]). Algunos interpretan que la intención de los dos escritos de L. era enseñar sobre la historia de la obra de salvación, comenzando con Israel (tiempo de la promesa), luego el ministerio del Señor Jesús (tiempo de Cristo) y después la continuación de esa obra a través del Espíritu Santo (tiempo de la Iglesia). La palabra †œsalvación† y sus derivados aparecen en este Evangelio en mayor cantidad que en los demás.
L., un gentil, escribe evidentemente para gentiles. No hace muchas citas del AT. Se ha señalado que enfatiza de varias maneras la universalidad del llamado de la salvación. El cántico angelical incluye †œbuena voluntad para con los hombres†, no sólo para con los judíos (Luc 2:14). El cántico de †¢Simeón habla de †œluz para revelación a los gentiles† (Luc 2:32). La genealogía se indica desde Cristo hasta Adán, sin quedarse en Abraham (Luc 3:23-38). Narra cómo el Señor Jesús se negó al pedido de unos discípulos que querían hacer caer fuego del cielo sobre unos samaritanos (Luc 9:52-56). También indica que el único agradecido de los diez leprosos sanados era samaritano (Luc 17:16). En estos y muchos otros incidentes, L. intenta resaltar que la salvación de Dios es para todos los hombres.
rasgo interesante de L. es su énfasis sobre la oración. Pone especial cuidado en presentar al Señor Jesús como el que ora cada vez que tiene que enfrentar una situación importante (Luc 3:21; Luc 5:16; Luc 6:12; Luc 9:18; Luc 9:29, etcétera). Es el único de los evangelistas que nos da las parábolas del †œamigo importuno† (Luc 11:5-13) y la del †œjuez injusto† (Luc 18:1-8), ambas relacionadas con la oración.
Las fuentes. L. dice †œque ya muchos† habían †œtratado de poner en orden la historia de las cosas…† De manera que es evidente que utilizó muchas fuentes para escribir su Evangelio. Una de ellas, evidentemente, fue el Evangelio de Marcos. Pero sucede que hay unos 250 versículos que son comunes con Mateo, pero que no están en el segundo Evangelio. Eso ha conducido a algunos eruditos a pensar en la posibilidad de que Mateo y Lucas utilizaran para sus obras otro documento hoy desconocido, al cual los eruditos, en sus especulaciones, llaman †œQ†.
los detalles sobre los relatos de este Evangelio †¢Evangelios. †¢Jesucristo. †¢Milagro. †¢Sinópticos.
Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano
I. Bosquejo del contenido
a. Prefacio (1.1–4).
b. Nacimiento e infancia de Jesús (1.5–2.52).
c. Juan el Bautista y Jesús (3.1–4.13).
d. El ministerio en Galilea (4.14–9.50)
e. La marcha hacia Jerusalén (9.51–19.10).
f. El ministerio en Jerusalén (19.11–21.38).
g. Pasión y resurrección de Jesús (22.1–24.53).
II. Las fuentes de este evangelio
El general, Lc. es similar a los otros dos *evangelios sinópticos. Comparte con Mt. el interés en el nacimiento de Jesús, aunque cada cual narra la historia desde un punto de vista diferente. Lc. sigue el lineamiento general del ministerio de Jesús que encontramos en Mr. (y también en Mt.), pero contiene una sección considerablemente más amplia sobre la marcha de Jesús desde Galilea hasta Jerusalén. Ya sea que el Evangelio de Marcos haya contenido o no originalmente alguna narración de las apariciones de Jesús después de su resurrección, lo cierto es que Lc. y Mt. contienen sus propios relatos de dichas apariciones.
En grado considerable los otros evangelios también comparten el contenido de Lc. Hay acuerdo general en que la fuente principal de Lucas fue Mr., y que igual que Mateo, tomó la mayor parte de su narración sobre el ministerio y los hechos de Jesús de ese evangelio más antiguo. Casi todo el contenido de Mr. fue incorporado a Lc., pero fue redactado en un estilo literario más pulido. Lucas incluye también buena parte de las enseñanzas de Jesús que encontramos en Mt. (pero no en Mr.), y generalmente se supone que ambos evangelios se valieron de alguna fuente común (o de alguna colección de fuentes) escritas u orales. Es mucho menos probable que un evangelio haya dependido del otro para este material Aunque todavía es incierta la relación entre las fuentes de Jn. y los otros evangelios, resulta claro que Lc. y Jn. reflejan cierta tradición común, especialmente en la historia de la pasión y la resurrección. Además, mucha de la información sobre Jesús es exclusiva de Lc., buena parte de la cual encontramos en la narración del viaje de Jesús a Jerusalén. En algunos lugares en que a primera vista puede verse que Lc. depende de Mr., como el relato de la última cena, es muy probable que Lucas haya tenido acceso a otras tradiciones también.
Todo esto significa que Lucas se valió de una diversidad de fuentes de información para su evangelio, e ilustra su propia declaración (Lc. 1.1–4) de que muchas otras personas habían tratado de preparar relatos de lo ocurrido. La misma declaración sugiere que Lucas estaba al tanto, no solamente de los relatos escritos sobre el ministerio de Jesús, sino también de personas que habían sido testigos presenciales, y que escribió su evangelio después de una cuidadosa investigación en torno a las diferentes fuentes de información.
III. Paternidad, fecha, y lugar de composición
La cuestión de la paternidad literaria de Lc. se halla íntimamente relacionada con la de Hch. Ambos libros son partes de una misma obra, y no han tenido éxito quienes han tratado de negar que una misma persona los escribió. La tradición que asigna a *Lucas ambos libros sigue siendo el punto de vista más plausible. Las pruebas se derivan básicamente de *Hechos. En lo que se refiere a este evangelio, pocas indicaciones concretas encontramos en él que favorezcan o nieguen el punto de vista tradicional sobre el autor. La afirmación de que en el mismo se respira la atmósfera del período subapostólico (o sea la época posterior a la muerte de Lucas) es demasiado subjetiva para que resulte convincente.
Lo que se ha podido sacar en limpio de las modernas discusiones sobre el autor es que Lucas no fue imitador servil de Pablo en su enfoque teológico. Tenía su propio y distintivo parecer sobre la fe cristiana. En consecuencia, su evangelio de ninguna manera es una reinterpretación paulina de la historia de Jesús, sino que representa su propia evaluación independiente de la significación del Salvador, basada en tradiciones que emanaron de la iglesia primitiva. No sabemos cómo consideraba Pablo la vida terrenal de Jesús, ya que poco lo menciona en sus cartas; por lo tanto, no tenemos modo de comparar sus puntos de vista con los de Lucas. Si no podemos determinar su grado de acuerdo, tampoco estamos en condiciones de afirmar que hubo desacuerdo entre ellos.
En un sentido, poca luz arrojaría sobre esta obra la identificación del autor, ya que poco sabemos de él aparte de lo que nos dicen Lc. y Hch. En otro sentido, sin embargo, conocer la identidad del autor tiene importancia porque confirma que se trataba de una persona pefectamente competente (de acuerdo con sus propias y explícitas declaraciones) para determinar el contenido de la tradición evangélica y reformularla. Las credenciales históricas de este evangelio son mayores que si hubiera sido la obra de alguna figura desconocida de épocas posteriores.
No sabemos cuándo ni dónde se escribió el evangelio. Hay dos posibilidades serias en lo que respecta a la fecha: a principios de la década del 60, o en las últimas décadas del ss. I. La decisión depende de la fecha que asignemos a Mr. y de si Lc. escribió después de la caída de Jerusalén profetizada por Jesús. Por cierto no debemos descartar una fecha anterior al 70 d.C. para Mr. En el caso de Lc., las referencias comparativamente frecuentes y más precisas a la caída de Jerusalén, si bien se basan en una genuina profecía de Jesús, podría verse como un reflejo del interés en su cumplimiento. Por otra parte, la falta de interés en la caída de Jerusalén en Hch., y la forma en que este libro termina antes de la muerte de Pablo, son fuertes indicaciones de que puede haber sido escrito antes del 70 d.C. Es posible que la composición del libro haya sido completada antes de esa fecha, aunque puede haber sido terminado en fecha posterior. Si bien hay una tradición, de fecha incierta, que relaciona la composición del evangelio con Acaya, nada hay en el escrito mismo que sustente este punto de vista. Es más factible que podamos relacionar al evangelio con Roma (en donde se podía consultar a Mr., y donde Lucas estaba al lado de Pablo) o con Antioquía en Siria (con la que también estaba relacionado Lucas a juzgar por lo que probablemente sea una tradición más confiable, y donde probablemente se compiló la fuente “
IV. Propósito y carácter
Debemos considerarnos afortunados de que Lucas haya declarado su intención al principio de su evangelio. Al mismo tiempo podemos sacar ciertas conclusiones sobre la base del carácter de la obra misma. Su propósito fue presentar la historia de Jesús de manera de hacer resaltar su significación confiabilidad para los que creían en él; el escritor logró su proposito en el contexto de una obra en dos parte que narra la historia de la iglesia primitiva de tal modo que demuestra de qué manera se difundió el mensaje del evangelio, de acuerdo con la profecía y el mandato de Dios, a los confines de la tierra, proporcionando salvación a los que respondían a él. Lucas escribía para gente algo alejada del ministerio de Cristo, tanto geográficamente como en el tiempo. Se dirige a un tal *Teófilo, cuya identidad permanece desconocida, pero resulta claro que no es nada más que una dedicatoria literaria a un amigo, y que el libro estaba destinado a un público más amplio. La dedicatoria sugiere que fue escrito para miembros de la iglesia, opinión que se ve reforzada por su contenido, pero al mismo tiempo podía usarse como manual y elemento para la evangelización. Su forma externa, que concuerda con la de las obras históricas y literarias de la época, sugiere enfáticamente que estaba destinado a un público más amplio.
Lucas escribió como persona de cultura y educación, y su obra puede considerarse, más que los otros evangelios, como una deliberada producción literaria. Resulta claro que el autor era persona de letras, buen conocedor del AT en gr. y del estilo de la literatura de su época, capaz de producir una obra que pudiera recomendar el evangelio por su calidad literaria. Aun cuando E. Renan se proponía condenar a Lc., más que elogiarlo, cuando lo describió como “el libro más hermoso que jamás se haya escrito”, su comentario no está exento de verdad. El arte literario se emplea en esta obra para servir al evangelio.
Al mismo tiempo, Lucas escribe específicamente como historiador. La demostración de sus intereses y sus habilidades históricas son más evidentes en el libro de Hechos, pero también el evangelio se escribió como obra literaria, cuyo propósito fue demostrar la confiabilidad de las tradiciones acerca de Jesús. En los casos en que podemos comparar su relato con las fuentes que utilizó, vemos que las ha reproducido fielmente, aunque naturalmente no las sigue con estricta literalidad.
El arte literario y las dotes históricas están, sin embargo, al servicio de un propósito evangelístico y teológico consciente. Dos importantes grupos de palabras nos llevan al centro del interés de Lucas. El primero es el verbo “predicar el evangelio” (evangeliomai), palabra que caracteriza el mensaje de la navidad (Lc. 1.19; 2.10), la predicación de Juan (Lc. 3.18), el ministerio de Jesús (Lc. 4.18, 43; 7.22, etc.), y la actividad de la iglesia primitiva (Hch. 5.42; 8.4, etc.). El hecho de que el verbo, que se encuentra frecuentemente en los escritos de Pablo, esté virtualmente ausente en los otros evangelios (Mt. 11.5; el sustantivo correspondiente, sin embargo, se emplea con mayor frecuencia) es indicación de su significación para Lucas en la descripción de la naturaleza de la obra de Jesús y la iglesia primitiva. El otro término clave es “salvación” (con sus voces relacionadas). Particularmente en los relatos del nacimiento se destaca el concepto de que Dios mandaba un Salvador para su pueblo (Lc. 1.47, 69, 71, 77; 2.11, 30); aunque este grupo de palabras no es tan conspicuo en el resto de Lc. y Hch., el énfasis inicial que recibe nos da la clave de la naturaleza del mensaje del evangelio, de la misma manera en que el comienzo de Juan, donde se ocupa de destacar al “Verbo”, nos da la clave de su evangelio. En contraste con Marcos, Lucas hace resaltar la naturaleza del mensaje de Jesús acerca del reino de Dios como salvación para los perdidos; y mientras Mateo tiende a presentar a Jesús como el Maestro de la verdadera justicia, Lucas pone más énfasis en su acción como Salvador; estos contrastes, sin embargo, pueden conducir a error si los llevamos al extremo.
Lucas nos muestra que el ministerio de Jesús representa el cumplimiento de las profecías del AT (Lc. 4.18–21; 10.23s; 24.26s, 44–47). Ha llegado la nueva era de salvación, caracterizada por la predicación de las buenas nuevas del reino (Lc. 16.16), Si bien la plena realización del reino de Dios pertenece al futuro (Lc. 19.11), Dios ya ha comenzado a liberar hombres y mujeres del poder de Satanás y los demonios (Lc. 11.20; 13.16), y los pecadores pueden recibir perdón y disfrutar de comunión con Jesús, en quien se manifiesta el poder salvador de Dios mismo (Lc. 7.16; Hch. 10.38).
Aquel por medio de quien Dios actúa de esta manera es evidentemente un profeta, ungido con el Espíritu, pero para Lucas es más que un profeta, más aun que ese profeta singular como Moisés a quien esperaba el pueblo (Lc. 24.19–21; Hch. 3.22s). Se trata del ungido que reinará en el reino futuro (Lc. 22.2s; 23.42), y que ya puede ser descrito como el “Señor”, título que indica el papel de Jesús confirmado por su resurrerción y exaltación (Hch. 2.36). Detrás de estos papeles desempeñados por Jesús se encuentra su naturaleza única como Hijo de Dios (Lc. 1.32).
En su presentación del ministerio de Jesús, Lucas llama la atención particularmente al interés que el Señor mostró por los marginados; todos los evangelios testifican de este indudable hecho histórico, pero es Lucas quien se deleita más en ponerlo de manifiesto (Lc. 14.15–24; 15; 19.1–10). Demuestra que Jesús se ocupaba de las mujeres (Lc. 7.36–50; 8.1–3), de los samaritanos (Lc. 9.51–56; 10.30–37; 17.11–19), y de los gentiles (Lc. 7.1–9); no obstante, Lucas respeta el hecho histórico de que el ministerio de Jesús estaba destinado casi exclusivamente a los judíos, ya que se limita a insinuar la difusión más amplia del evangelio en Hechos (Lc. 2.32; 13.28s; 24.47). Otro aspecto de Jesús que Lucas se ocupa de hacer resaltar es su interés por los pobres, y sus advertencias de que los ricos que viven para sí se excluyen así del reino de Dios. En el reino, los valores humanos son radicalmente reevaluados. No hay lugar allí para el autosuficiente que piensa que sus riquezas mundanas lo protegerán del juicio (Lc. 6.20–26; 12.13–21; 16.19–31), o para el espíritu farisaico que no siente necesidad de arrepentirse (Lc. 18.9–14). Por el contrario, la entrada al reino está reservada a los pobres, o sea, los que reconocen su pobreza y por lo tanto confían en Dios, y los arrepentidos que reconocen su pecado y se echan en brazos de la misericordia divina. Ese arrepentimiento significa un decidido rechazo del pecado y una disposición a seguir a Jesús, cualquiera sea el costo (Lc. 9.23), costo que puede significar la renuncia a las posesiones (Lc. 14.33; 19.8).
El cuadro que Lucas presenta de Jesús tiene indudablemente el sentido de servir de ejemplo y modelo para sus discípulos. Esto podemos verlo en una comparación de la vida de Jesús en el evangelio con la descripción que hace Lucas de la iglesia y sus miembros en el libro de Hechos. De la misma manera en que la vida de Jesús estaba gobernada por el plan de Dios, parcialmente revelado en las profecías del AT, la vida de la iglesia en todo momento es guiada y dirigida por Dios. Como Jesús realizó su obra en el poder del Espíritu (Lc. 4.14, 18), también la iglesia primitiva estaba llena del Espíritu para su tarea de testificar (Lc. 24.49). En forma similar, así como Jesús era un hombre de oración, que recibía guía e inspiración de su comunión con Dios (Lc. 3.21; 6.12; 9.18, 28s; 22.32), también la iglesia debe estar continuamente unida a Dios en oración (Hch. 1.14).
Tal es—en términos muy generales—el cuadro característico que nos presenta Lucas de Jesús y sus enseñanzas. En él encontramos un número de características significativas. Primero, presenta la historia de Jesús en función del cumplimiento de la profecía. Para Lucas, la categoría de promesa y cumplimiento es de gran significación, y determina la estructura de su pensamiento histórico. En segundo lugar, Lucas destaca vigorosamente la presencia real de la salvación en el ministerio de Jesús. El énfasis recae más bien sobre lo que Jesús llevó a cabo que sobre el futuro, aunque de ninguna manera falta la dimensión futura. En tercer lugar, Lucas relaciona el ministerio de Jesús con la formación de la iglesia primitiva, y muestra cómo esta última surge de dicho ministerio. Tiene plena conciencia de que el comienzo del cristianismo incluía las dos etapas, o sea las que abarcan tanto Lc. como Hch.
El propósito de estas consideraciones es mostrar que para Lucas la vida de Jesús formaba parte de la historia. El estudio moderno más importante sobre Lucas, el de H. Conzelmann, sostiene que Lucas veía el ministerio de Jesús como el punto medio de la historia (precedido por la historia de Israel, y seguido por el período de la iglesia). Conzelmann afirma que esta era una nueva concepción de Jesús, que contrastaba con las anteriores. Anteriormente se había considerado a Jesús como el que proclamaría el inminente reino de Dios. Lucas escribía en una época en la que la iglesia se había establecido y empezaba a disfrutar de una existencia normal, cuando la futura consumación del reino había resultado una esperanza decepcionante. De hecho modificó la teología cristiana para adaptarla a la segunda generación y las posteriores al abandonar virtualmente la esperanza de un inminente fin del mundo, y considerar el ministerio de Jesús como el punto central en la historia de las relaciones de Dios con los hombres, y no como preludio inmediato del fin. El llamado cristiano al arrepentimiento ante el inminente fin se convirtió en una narración histórica de la venida de Jesús, y el período de la iglesia, durante el cual el Espíntu Santo habría de guiar a sus miembros en la tarea misionera, ocupó el lugar de la esperanza del futuro reino de Dios.
Como tantas declaraciones iniciales sobre un punto de vista, el análisis que hace Conzelmann del mensaje de Lucas es parcial y exagerado, pero ha tenido el mérito de demostrar que Lucas fue un teólogo cuidadoso, además de estimular a otros especialistas a ofrecer una más equilibrada interpretación de su teología. La verdad es que el mensaje de Jesús y la iglesia primitiva no era tan unilateralmente futurista como lo sugiere Conzelmann, y que Lucas simplemente llama la atención a los rasgos actuales en ese mensaje. La “historia de la salvación” de ninguna manera fue un invento de Lucas. Igualmente, Lucas de ningún modo abandona la esperanza de la llegada del fin, y su obra mantiene ese elemento de tensión entre a realidad actual y la esperanza futura, típica del cristianismo primitivo. El efecto de su obra fue, sin embargo, hacer que la iglesia dejara de buscar las señales apocalípocas del fin de los tiempos y se concentrara, en cambio, en la tarea de difundir el evangelio.
Tenemos que hacer una distinción entre los factores que moldearon la obra de Lucas y los propósitos conscientes que rigieron su tarea como escritor. Entre los primeros, debemos hacer notar la presentación de la historia de Jesús en una forma nueva, que la actualizaba para la iglesia de su época. Entre los últimos, el principal fue el deseo de presentar a Jesús como el Salvador, y mostrar de qué manera el Espíritu de Dios había constituido a la iglesia en testigo de Jesús. En la combinación de estos factores y propósitos podemos encontrar la clave de la naturaleza distintiva de este evangelio, en el que una crónica histórica se convierte en el medio de equipar a la iglesia para su tarea de extender el evangelio.
Bibliografía. H. Conzelmann, El centro del tiempo, 1974; W. Barclay, Cristo y nuestra época, 1973; G. Girardet, A los cautivos libertad, 1982; R. C. H. Lenski, Comentario al Nuevo Testamento, 1962,
Comentarios: T. W. Manson, The Sayings of Jesus, 1949; J. N. Geldenhuys,
N. B. Stonehouse, The Witness of Luke to Christ, 1951; H. Conzelmann, The Theology of St. Luke, 1960; H. Flender, St. Luke: Theologian of Redemption History, 1967; I. H. Marshall, Luke: Historian and Theologian, 1970; S. G. Wilson, The Gentiles Mission in Luke-Acts, 1973; C. H. Talbert, Literary Patterns, Theological Themes and the Genre of Luke-Acts, 1974; E. Franklin, Christ the Lord, 1975; J. Drury, Tradition and Design in Luke´s Gospel, 1976.
I.H.M.
Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.
Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico