Canaán fue dividida entre las tribus israelitas, y cada familia recibió una parcela de tierra para mantenerse, que fue pasando de padre a hijo, o por lo menos se mantuvo dentro de la tribu (Nm. 27.1–11; 36), por lo cual teóricamente era inalienable (véase la historia de Nabot, 1 R. 21). Inevitablemente muchos perdieron su heredad por deudas, de modo que aquella situación en la que cada hombre poseía su propia tierra se consideraba un ideal (Zac. 3.10). Los límites se marcaban con montículos o pilares de piedra. (En Babilonia piedras inscritas marcaban el tamaño de las propiedades importantes, en
Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.
Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico