Una persona o cosa era declarada como apta o no apta para participar en el culto, entrar en lugares sagrados o estar en contacto con la comunidad, de conformidad con estatutos dictados por Dios. Se tenía especial cuidado en determinar cuáles animales eran limpios y cuáles inmundos o no aptos para comerse. Las reglas generales eran que de †œtodo el que tiene pezuña hendida y que rumia, éste comeréis† (Lev 11:3), o sea, se le consideraba limpio. También los animales acuáticos †œque tienen aletas y escamas† (Lev 11:9). En cuanto a las aves, se hizo una lista específica de las que estaban prohibidas.
Los que no tenían esas características fueron declarados inmundos. La persona o la cosa inmunda produce un efecto de contagio, ya sea porque se le toque, o por estar bajo un mismo techo con ella. A este estado se le llama impureza. El animal que se puede comer es llamado †œlimpio†. Con ciertos rituales se podía corregir la situación de impureza. En los capítulos 11 al 15 de Levítico y en el 19 de Números, aparecen la mayoría de los motivos que la causaban. También en Deu 14:3-21; Deu 23:10-15; Deu 24:8; Deu 26:14. Para los animales que fueron declarados como inmundos, o no aptos para la dieta de los israelitas †¢Animales de la Biblia.
contacto con el cadáver de un animal inmundo producía impureza. De igual manera si el animal caía en una vasija, ésta quedaba inmunda. El agua que estuviere en contacto con el cadáver de un animal inmundo, también era impura, así como los alimentos que fueren afectados. Se eliminaba la impureza lavando los vestidos, bañándose y quedándose apartado †œhasta la noche†. En algunos casos se requería también un sacrificio. Todas estas precauciones se justificaban en la enseñanza de que Dios es santo y los suyos debían serlo también (Lev 11:43-45).
cuidado se tenía con ciertas enfermedades de la piel ( †¢Lepra), que obligaban a declarar inmunda a una persona, o ciertos defectos de una casa (Lev 13:1-59). Era inmunda la persona †œque tuviere flujo de semen† (gonorrea) (Lev 15:2). La †œemisión de semen†, aun en el acto sexual de un hombre con su esposa, hacía inmundos a ambos. Tenían que lavarse y quedarse aparte †œhasta la noche† (Lev 15:18). De igual manera, la mujer era inmunda en los días de su menstruación, durante siete días (Lev 15:19). †œSi alguno durmiere con ella, y su menstruo fuere sobre él, será inmundo por siete días† (Lev 15:24). Cuando una mujer daba a luz un varón era inmunda por siete días y durante catorce si era hembra. Además, no podía ir al †¢templo durante treinta y tres días después del nacimiento de un varón o sesenta y seis si era hembra (Lev 12:1-5).
concepto de inmundo se extendía a los incircuncisos (Isa 52:1). Se tenía la idea de que la tierra de las naciones no israelitas era inmunda (Jos 22:19; Amo 7:17), así como los ídolos (Isa 30:22). Ciertos pecados hacían inmunda o contaminaban la tierra. Eso fue lo que pasó con los cananeos (†œEn ninguna de estas cosas os amancillaréis; pues en todas estas cosas se han corrompido las naciones que yo echo de delante de vosotros, y la tierra fue contaminada† [Lev 18:25]). Los muchos pecados de Israel le trajeron juicio de Dios, pero siempre con la esperanza de que el Señor les limpiaría (†œEsparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias† [Eze 36:25]).
el NT, el término que se usa es akathartos, la mayoría de las veces con referencia a los †œespíritus inmundos† (Mat 10:1; Mar 1:23; Luc 4:33; Luc 11:24; Hch 5:16, etcétera). †¢Demonios. Cuando Pedro tuvo la visión del †œgran lienzo† lleno de animales, con la voz que le decía: †œMata y come†, contestó: †œSeñor, no; porque ninguna cosa común o inmunda he comido jamás†. Dios tuvo que revelarle: †œLo que Dios limpió, no lo llames tú común† (Hch 10:9-14). El mensaje estaba relacionado con el privilegio que se le concedió de ver que el Espíritu Santo vendría también sobre los gentiles.
Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano
El término
I. La limpieza era sumamente estimada
Se apreciaba altamente y se practicaba la limpieza física o aseo en las tierras bíblicas. Herodoto (2.27) afirma que los sacerdotes egipcios se bañaban dos veces por día y dos veces cada noche. En Israel el aseo físico preparaba al hombre para acercarse a Dios, si su motivo era correcto. En una época tan temprana como la de Noé ya se tenía en cuenta la distinción entre limpio e inmundo. Gn. 7.2 dice: “De todo animal limpio tomarás siete parejas, macho y su hembra; mas de los animales que no son limpios, una pareja, el macho y su hembra.” Aparentemente las primeras referencias en Génesis a *animales limpios e inmundos tuvieron como base la cuestión de si dichos animales estaban destinados al sacrificio o no. Gn. 9.3 es explícito cuando dice que “todo lo que se mueve y vive, os será para mantenimiento”. Las disposiciones de Lv. 11 y Dt. 14 adoptan las distinciones como base de las leyes dietarias. Se dice: “Esta es la ley acerca de las bestias, y las aves, y todo ser viviente que se mueve en las aguas, y todo animal que se arrastra sobre la tierra, para hacer diferencia entre lo inmundo y lo limpio, y entre los animales que se pueden comer y los animales que no se pueden comer” (Lv. 11.46–47).
II. En los tiempos más primitivos
En la época de los patriarcas y en la era de la monarquía en Israel también encontramos la diferenciación. Compárese Gn. 31.35 (el caso de Raquel con los dioses caseros de su padre, Labán) y 1 S. 20.26 (el incidente de la ausencia de David en la mesa del rey Saúl). Lamentablemente algunos escritores en buena medida han comprendido mal las importantes distinciones al respecto, desde el momento en que han relacionado todas las reglamentaciones veterotestamentarias de este carácter con supuestos tabúes originalmente supersticiosos (cf. A. S. Peake,
III. Bajo los profetas
Los profetas, cuyas elevadas normas éticas han sido aclamadas por todos, también hablaron sobre la impureza. Isaías, que preveía una futura era de justicia, predijo que el camino a la santidad no iba a ser recocido por los inmundos (35.8); también advirtió a Jerusalén que tenía que vestirse de toda su fortaleza, porque el incircunciso y el inmundo no la atormentarían más en la hora de su gloria (52.1). Además, el profeta evangélico exhortó a los que se ocupaban del servicio sagrado en el sentido de que debían evitar todo lo inmundo, y que debían ser limpios en el manejo de los utensilios sagrados del Señor (52.11). Oseas, el profeta del atribulado amor de Dios, advirtió a su pueblo que el reino del
IV. La ley mosaica
La ley de Moisés hacía claras distinciones entre lo limpio y lo inmundo, lo sagrado y lo profano (Lv. 10.10). La inmundicia constituía ante todo profanación ceremonial, y no moral, a menos que se la cometiera voluntariamente. Impedía que la persona pudiera participar en el servicio del santuario, y en la comunión con sus correligionarios. Había distintas maneras de contraer la contaminación ceremonial, y había disposiciones para obtener limpieza.
a. El contacto con un cadáver hacía que el individuo fuera inmundo (Nm. 19.11–22). El cadáver humano era lo más contaminante, de acuerdo con las reglamentaciones del AT. Es muy probable que haya servido para destacar ante el pueblo de Dios toda la gravedad y las consecuencias últimas del pecado.
b. La lepra, ya fuese en una persona, en vestimentas o en la casa misma, era contaminante (Lv. 13–14).
c. Los flujos naturales (los relacionados con las funciones de reproducción) y los antinaturales hacían impuro al israelita practicante (Lv. 12; 15).
d. El comer la carne de un ave, pez o animal inmundo tornaba inmunda a la persona. Lv. 11 y Dt. 14 contienen largas listas de lo que era limpio y lo que era inmundo. Las bestias de rapiña eran consideradas inmundas, porque consumían la sangre y la carne de sus víctimas. En su mayor parte las aves inmundas eran aves de rapiña, o las que se alimentaban de carroña. Los peces sin aletas y escamas eran inmundos. Algunos piensan que a razón era su apariencia, parecida a la de una serpiente, pero ahora sabemos que la prohibición de este grupo estaba basada en motivos higiénicos. Los mariscos y crustáceos pueden causar intoxicación muy fácilmente y también pueden transmitir enfermedades (G. S. Cansdale, Animals of Bible Lands, 1970, pp. 213). El comer la sangre estaba prohibido desde los tiempos más primitivos (Gn. 9.4).
e.Los defectos físicos se consideraban como inmundicia, ya que impedían el acercamiento de la persona al altar. Las reglamentaciones son explícitas para los hijos de Aarón, los sacerdores que ministraban en el santuario (Lv. 21.16–24). Finalmente, el homicidio no castigado (Dt. 21.1–9), y especialmente la idolatría (Os. 6.10), convertían en inmunda la tierra. Lo primero era una ofensa a la imagen de Dios (Gn. 9.6), mientras que lo último lo constituía una violación de la adoración espiritual que se debe a Dios (Ex. 20.4).
V. En tiempos posexílicos
Los escribas de las épocas posexílicas y los fariseos de los días del ampliaron artificialmente la distinción entre lo limpio y lo inmundo (Mr. 7.2, 4), de lo que se derivó un pesado y complejo sistema. Por ejemplo, un libro canónico hacía que las manos fuesen inmundas; un libro no canónico no tenía este efecto. La más grande de las seis divisiones de la Misná se ocupa del asunto de las purificaciones. La multiplicación de las reglamentaciones dan validez a la observación de nuestro Señor: “Bien invalidáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición” (Mr. 7.9).
VI. La necesidad y la forma de la purificación
Israel debía ser santo (Lv. 11.44–45) y estar separado de toda inmundicia. La inmundicia ceremonial hablaba del pecado. En la sociedad se requería aseo corporal. El practicante seguía las leyes de la limpieza en su acercamiento a Dios. La persona limpia es la que puede acercarse a Dios en adoración. Véase Ex. 19.10s; 30.18–21; Jos. 3.5. En el uso religioso, lo que era limpio denotaba lo que no contaminaba ceremonialmente. Se aplicaba el término tanto a bestias (Gn. 7.2), como a lugares (Lv. 4.12), objetos (Is. 66.20), o personas que no estaban ceremonialmente (ritualmente) contaminados (1 S. 20.26; Ez. 36.25). En Sal. 19.9; 51.7, 10 se trata de limpieza o pureza ética. En Hch. 18.6 encontramos un uso poco frecuente en el sentido de “sin tacha” o “sin culpa”.
El modo usual de purificación era el baño del cuerpo y el lavado de las vestimentas (Lv. 15.8, 10–11). La inmundicia provocada por un flujo requería una limpieza especial (Lv. 15.19), como así también el parto (Lv. 12.2, 8; Lc. 2.24), la lepra (Lv. 14), el contacto con un cadáver (Nm. 19; para el nazareo, Nm. 6.9–12). La limpieza puede ser física (Jer. 4.11; Mt. 8.3); ritual, por medio de una ofrenda por el pecado (Ex. 29.36), para la expiación del pecado (Nm. 35.33), para eliminar la contaminación ceremonial (Lv. 12.7; Mr. 1.44); ética, ya sea por la remoción, por parte del hombre, de la inmundicia o el pecado (Sal. 119.9; Stg. 4.8), o la remoción de la culpa por parte de Dios (Ez. 24.13; Jn. 15.2). La limpieza ritual se llevaba a cabo por medio de agua, fuego, o las cenizas de una vaca alazana. El Sal. 51.7 nos ofrece un buen ejemplo de lo ceremonial como figura de lo ético o espiritual. David oró: “Purificame con hisopo, y seré limpio; lávame, y seré más blanco que la nieve.”
VII. La perspectiva neotestamentaria
En sus enseñanzas Cristo destacó la pureza moral más que la ceremonial (Mr. 7.1–23). Sus más graves denuncias fueron contra los que elevaban lo ritual y lo externo sobre lo moral y ético. Lo importante no es la inmundicia ceremonial sino la moral. Una lectura cuidadosa de ciertos textos del NT nos dará una buena indicación de las costumbres de los judíos con respecto a la limpieza y la inmundicia. Mr. 7.3–4 es una declaración concisa sobre las disposiciones relativas al lavado de las manos, la contaminación en el mercado, y la limpieza de los utensilios. Jn. 2.6 se ocupa del método para purificarse antes de entrar en una casa, y Jn. 3.25 indica que el asunto de la limpieza fácilmente daba lugar a disputas. Había estrictos reglamentos sobre la purificación para la pascua; se alude a ellos en Jn. 11.55 y 18.28. Al leproso que fue limpiado se le dijo que tenía que ofrecer por su limpieza lo que exigía la ley de Moisés (Mr. 1.44). A fin de aquietar la oposición contra él y tratar de lograr una mejor aceptación de su mensaje, Pablo se sometió al rito de purificación en el templo de Jerusalén (Hch. 21.26). Este sorprendente comportamiento debe evaluarse a la luz de su política de “a todos (hacerse) de todo” (entre otras cosas, vivir como judío cuando estuviera entre los judíos) “por causa del evangelio” (1 Co. 9.22s). Esto no le resta valor al hecho de que Cristo dejó sin efecto todas las reglamentaciones levíticas sobre carnes y prácticas inmundas (Mt. 15.1–20 y Mr. 7.6–23), a la luz de lo cual se ordenó a Pedro que actuara (Hch. 10.13ss), y Pablo promulgó sus preceptos para la conducta del cristiano (Ro. 14.14, 20; 1 Co. 6.13; Col. 2.16, 20–22; Tit. 1.15). En He. 9.13s se recalca que la única contaminación que importa religiosamente es la de la conciencia, que sólo el sacrificio de Cristo, ofrecido en la esfera de lo espiritual, puede limpiar.
Como sería de esperar, los evangelios son los escritos que más tienen que decir sobre la distinción entre lo limpio y lo inmundo. Los evangelios tratan la purificación bajo varias categorías. Se la ve en relación con la lepra (Mt. 8.2; Mr. 1.44; Lc. 5.14; 17.11–19). El término que se utiliza al respecto es kathariein, pero en Lc. 17.15 (el caso de los diez leprosos) iasthai (‘curar’) es el que se emplea. La purificación del leproso constaba de dos partes: (a) el ritual con las dos avecillas (Lv. 14); y (b) la ceremonia ocho días después. Con respecto a la comida estaba el lavado ritual de las manos (Mt. 15.1–20; Mr. 7.1–23; Jn. 2.6; 3.25). Como ya indicamos, había una purificación relacionada con la pascua (Jn. 11.55; 18.28). Tenía que quitarse cuidadosamente todo rastro de levadura de la casa (Ex. 12.15, 19–20; 13.7). Finalmente, después del parto se llevaba una ofrenda a la terminación del período de impureza, o sea, cuarenta días después del nacimiento de un hijo y ochenta después del nacimiento de una hija (Lc. 2.22).
VIII. Conclusión
Algunos han supuesto que las leyes que regulaban lo limpio y lo inmundo no sólo tenían el efecto de hacer más difíciles las relaciones sociales y religiosas con los paganos, especialmente en lo relativo a las comidas, sino que originalmente fueron dadas con este propósito. Moore piensa que no hay indicaciones internas ni externas que apoyen esta posición (Judaism, 1, 1927, pp. 21). Según este autor, “se trataba de costumbres antiguas, cuyo origen y razón hacía mucho que se habían olvidado. Encontramos algunas entre otros semitas, o más ampliamente; algunas fueron, según parece, exclusivas de Israel; pero en general, o podríamos decir, como sistema, se trataba de las costumbres distintivas que los judíos habían heredado de sus antepasados con una sanción religiosa en las dos categorías de santo y contaminado. Otros pueblos tenían las suyas propias, algunas para todas las clases, otros, como entre los judíos, específicamente para los sacerdotes, y estos sistemas también eran característicos” (
En la discusión de las importantes reglas que diferencian lo limpio de lo inmundo entre los animales, las aves y los peces se ha dado un número de razones para ellas. La razón más obvia y tradicional es la religiosa o espiritual: “Y me seréis varones santos” (Ex. 22.31). Otra explicación es la higiénica. Maimónides, el gran filósofo judío de la Edad Media en España, al igual que otros especialistas de nota, la apoyaron. El argumento, apoyado actualmente por la investigación moderna, es que los peces sin escamas y los cerdos (Cansdale, op. cit., pp. 99) producen enfermedades. Otra interpretación es la psicológica. Los animales prohibidos eran repugnantes o provocaban un espíritu de crueldad en las personas que los comían. Una cuarta razón es la dualista. Se dice que los israelitas, al igual que los persas, asignaban a los animales inmundos a un poder maligno. Otra explicación es la nacional, que mantiene que los israelitas estaban rodeados de tales prohibiciones a fin de separarlos de todas las demás naciones. Los que rechazan este punto de vista han hecho notar que los animales prohibidos en la ley de Moisés son prácticamente los mismos que están prohibidos en las religiones hindú, babilónica y egipcia.
La teoría más popular en los círculos críticos es la que propuso W. Robertson Smith (The Religion of the Semites, pp. 270). Köhler la expresa de manera sucinta: “En vista del hecho de que casi todas las tribus primitivas hacen un tabú de ciertos animales, se afirma que originalmente se consideraba y adoraba al animal prohibido como el tótem del clan; pero los hechos que se han alegado no apoyan esta teoría suficientemente en relación con los semitas, como para que sea algo más que una ingeniosa conjetura …”
Bibliografía. P. van Imschoot, Teología del Antiguo Testamento, 1969; F. Maass, “Ser puro”,
A. C. Zenos, “Pure, Purity, Purification”, Standard Bible Dictionary, 719–721; G. A. Simcox, “Clean and Unclean, Holy and Profane”,
Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.
Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico