LENGUAS, DON DE

Don del Espí­ritu Santo que consiste en habilitar a una persona para hablar en un idioma que no es el suyo. Aparece en el NT en distintas ocasiones, pero su manifestación no es siempre del mismo tipo. Por eso, conviene examinar separadamente los pasajes que hablan de este tema.

Mar 16:17-18. †œ… hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes…† Esta porción no aparece en los manuscritos más antiguos del Evangelio de Marcos. Pero no es necesario discutir su legitimidad, aunque hay que aclarar la forma en que se producirí­a el fenómeno de hablar esas †œnuevas lenguas†.

Hch 2:1-13; Hch 10:44-48. En el dí­a de Pentecostés, los discí­pulos †œcomenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espí­ritu les daba que hablasen†. En esta ocasión, las personas que escuchaban, †œcada uno les oí­a hablar en su propia lengua†. Algunos discuten si el milagro se produjo en los oí­dos de cada individuo o en la boca de los que hablaban, pero no hay manera de saberlo. Lo cierto es que todos entendí­an en su propio idioma, sin necesidad de interpretación.
fenómeno se repite cuando Pedro, haciendo uso de las llaves del reino de los cielos, abre la oportunidad a los gentiles en casa de Cornelio. †œEl Espí­ritu Santo cayó sobre todos los que oí­an el discurso†. Los acompañantes de Pedro se maravillaron al ver que aquellos gentiles †œhablaban en lenguas y magnificaban a Dios†. Basándose en esa experiencia, fueron bautizados. En este caso, no se dice de manera especí­fica que todos entendí­an lo que los gentiles convertidos decí­an, pero tampoco se dice lo contrario.
problemas surgen en la mente de algunos cuando se interpreta que lo sucedido en aquel dí­a especial es voluntad de Dios que continúe aconteciendo en la Iglesia a través de los siglos. Muchos afirman que sí­. Otros dicen que no, que aquello fue un acontecimiento especialí­simo, a lo menos en lo que respecta al hecho de que todos entendieran el mensaje sin necesidad de interpretación. Algunos eruditos comparan estos hechos con una tradición judí­a que dice que la ley fue dada a Moisés en los setenta idiomas del mundo. Y que, por lo tanto, cuando se proclamó al mundo el evangelio Dios quiso hacer un milagro similar. Eso, sin embargo, aunque interesante, no pasa de ser una suposición sin base escritural.

Hch 19:5-6. Se trata aquí­ de unos discí­pulos de †¢éfeso que sólo conocí­an la doctrina de Juan el Bautista y ni siquiera habí­an oí­do hablar de que existí­a un Espí­ritu Santo. Pablo les predica, se bautizan, les impone las manos y, entonces, †œvino sobre ellos el Espí­ritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban†. Tampoco se especifica en esta ocasión si lo que emití­an sus bocas era entendido por todos los presentes. Sin embargo, a partir de ese momento en el NT, cuando se trata de †œhablar en lenguas†, se introduce la necesidad de un intérprete. Por lo cual se colige que el fenómeno continuó, pero no en la misma forma.

1Co 12:10, 1Co 12:30. †œA otro, el hacer milagros, a otro, profecí­a a otro discernimiento de espí­ritus; a otro, diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas†. Habla aquí­ el apóstol Pablo de los dones que Dios otorga a la Iglesia. Es evidente y no admite discusión que hay un don relacionado con el hablar lenguas, aunque no se sepa con exactitud lo que quiere decir †œdiversos géneros de lenguas†. ¿Está esto relacionado con lo que dice en el capí­tulo 13:1: †œSi yo hablase lenguas humanas y angélicas†? ¿Existe una lengua que no sea humana?
don es conocido como la †œglosolalia†. Debe enfatizarse que se trata de un don. Por lo tanto, no todos están llamados a hablar en lenguas, sino aquellos a quienes el Espí­ritu Santo les otorga la capacidad. Por eso pregunta el apóstol: †œ¿Tienen todos dones de sanidad? ¿hablan todos lenguas? ¿interpretan todos?†

1Co 13:8. †œEl amor nunca deja de ser; pero las profecí­as se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabarᆝ. Aquí­ Pablo señala con claridad que el don de lenguas tendrí­a su fin. Lo que se pregunta es: ¿Ya llegó ese fin? ¿Terminó en la Iglesia la práctica de ese don? Algunos enseñan que terminó. Otros dicen que es una realidad viviente en la experiencia de la Iglesia de hoy. De una cosa no puede haber dudas: Dios otorgó el don y nadie puede impedirle el darlo cuantas veces quiera, a quienes quiera, en las épocas que quiera.

1Co 14:1-40. (†œPorque el que habla en lenguas no habla a los hombres, sino a Dios; pues nadie le entiende, aunque por el Espí­ritu habla misterios†. Se ve que el tema del hablar en lenguas era de mucha importancia, puesto que el apóstol le dedica todo un capí­tulo para establecer las normas en que esto debí­a acontecer en la iglesia. Aquí­ es evidente que no está hablando del mismo fenómeno de Hch. 2, porque las lenguas que se hablan en la iglesia de Corinto son ininteligibles. Se trata de lo que algunos llaman †œhablar en lenguas extáticamente†, esto es, en éxtasis, estando el alma comunicándose con Dios mientras los labios emiten palabras que no se pueden entender, a menos que esté presente otra persona que tenga el †œdon de interpretación de lenguas†. El apóstol prohí­be terminantemente que nadie hable de esa forma en un culto público en la iglesia, a menos que estén presentes los que puedan interpretar (†œY si no hay intérprete, calle en la iglesia, y hable para sí­ mismo y para Dios†). Más aún: dice que †œel que habla en lengua extraña, pida en oración poder interpretarla†.
así­ como el apóstol prohí­be hablar en lenguas públicamente, hace lo mismo en cuanto a no impedir que se haga correctamente (†œ… no impidáis el hablar lenguas†). El apóstol exalta la predicación por encima del hablar en lenguas extáticamente (†œPero en la iglesia prefiero hablar cinco palabras con mi entendimiento, para enseñar también a otros, que diez mil palabras en lengua desconocida†. Además, se preocupaba mucho por el orden en la iglesia (†œSi, pues toda la iglesia se reúne en un solo lugar, y todos hablan en lenguas, y entran indoctos o incrédulos, ¿no dirán que estáis locos?†). Su amonestación al respecto es: †œHágase todo decentemente y con orden†.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

Véase Dones Espirituales.

Fuente: Diccionario de Teología

La facultad de hablar en lenguas, o glosolalia (vocablo formado en el ss. XIX del gr. glōssa, lengua, y lalia, habla), es un don espiritual mencionado en Mr. 16.17; Hch. 10.44–46; 19.6, y descrito en Hch. 2.1–13; 1 Co. 12–14. Es posible que se refieran al mismo fenómeno pasajes tales como 1 Ts. 5.19; Ro. 12.11.

Cuando los discípulos fueron llenos del Espíritu Santo en momentos en que estaban reunidos el día de Pentecostés “comenzaron a hablar en otras lenguas [lalein heterais glōssais], según el Espíritu les daba que hablasen” (Hch. 2.4), de tal modo que muchos judíos de la dispersión estaban asombrados al oirles alabar a Dios en sus propias lenguas nativas (glōssa, vv. 11; dialektos, vv. 6, 8). Si bien hay acuerdo general en que Lucas quería que la frase “hablar en otras lenguas” significase que los discípulos hablaron lenguas extranjeras, esta explicación no ha sido aceptada universalmente. Desde los días de los Padres de la iglesia primitiva algunos han creído encontrar en el vv. 8 pruebas de un milagro realizado en la audición del auditorio. Gregorio Narianceno (Orat. 41.10, In Pentecosten) rechazó este parecer sobre la base de que transfiere el milagro de los discípulos a la multitud inconversa. También deja de lado el hecho de que el fenómeno de hablar en lenguas comenzó antes de que hubiera auditorio (v. 4; cf. vv. 6), y que algunos que los oyeron pensaron que se trataba del hablar incoherente de gente embriagada (v. 13).

En la opinión de la mayoría de los entendidos actuales la glosolalia de Hch. 2.1–13 fue similar a la que se describe en 1 Co. 12–14, y consistía en expresiones extáticas ininteligibles. Sugieren diversas teorías para explicar por qué Lucas se refirió, en cambio, a lenguas extranjeras. Piensan algunos que puede haber interpretado mal sus fuentes y, en consecuencia, haber insertado la palabra otras” (Hch. 2.4) por su cuenta; otros sugieren que puede haber interpolado la referencia a lenguas extrenjeras como explicación más favorable cuando la glosolalia perdió su buen nombre. Otros consideran que el relato de Lucas es una creación dogmática que combina informes de glosolalia extática con leyendas relativas a la entrega de la ley en el Sinaí en las 70 lenguas de la humanidad (Midrás Tanḥuma 26c), o sea el concepto de Pentecostés como rectificación de la maldición de Babel (Gn. 11.1–9) y su propio universalismo. Sin embargo, no es probable que Lucas, historiador cuidadoso (Lc. 1.1–4) y compañero inseparable de Pablo (que hablaba en lenguas, 1 Co. 14.18), no haya entendido lo que era la glosolalia. Si en realidad los discípulos no hablaron lenguas extranjeras en Pentecostés, entonces la explicación más satisfactoria es la de que Lucas anota, sobre la base de sus fuentes, la convicción de los que estuvieron presentes, que creían haber reconocido palabras de alabanza a Dios en otras lenguas. El carácter simple y directo del relato, y la burla de los mofadores (v. 13), militan en contra del punto de vista de que el habla de los discípulos perdió sus peculiaridades (v. 7; cf. Mr. 14.70) de modo que resultara inteligible a sus oyentes, de los cuales la mayoría probablemente entendería el griego o el arameo.

El hablar “nuevas lenguas” (glōssais kainais) se menciona en Mr. 16.17 (que no constituye parte del evangelio original) como señal del que tiene fe en Cristo. Acompañó la efusión del Espíritu Santo sobre los primeros conversos gentiles (Hch. 10.44–46; 11.15), y fue, indudablemente, una de las manifestaciones que se dieron entre los primeros creyentes samaritanos (Hch. 8.18). Un grupo aislado de discípulos de Éfeso, que pueden haber sido creyentes primitivos que no estaban enterados de lo que ocurrió en Pentecostés (N. B. Stonehouse, WTJ 13, 1950–51, pp. 11ss), también hablaron en lenguas cuando descendió sobre ellos el Espíritu Santo (Hch. 19.6). En cada caso una experiencia de glosolalia espontánea constituyó la prueba perceptible de la repetición, en combinación con el ministerio de un apóstol (cf. 2 Co. 12.12), de la dotación inicial del Espíritu en Pentecostés, y aparentemente servía para certificar la inclusión de nuevas clases de creyentes en la cautelosa iglesia judeocristiana (cf. Hch. 10.47; 11.17–18). Si las lenguas sirven como señal de juicio según el pacto para Israel (Is. 28.10ss; cf. Dt. 28.49; 1 Co. 14.21ss), y las lenguas de Pentecostés representan la transferencia del reino de Israel a hombres de todas las naciones (véase O. P. Robertson, WTJ 38, 1975, pp. 43–53), el esquema de las instancias glosolálicas de Hch. recalca dicha transición.

La glosolalia que se manifestó en Corinto se diferenciaba en algunos sentidos de la que se describe en Hechos. En Jerusalén, Cesarea y Éfeso, grupos enteros de personas sobre los que descendió el Espíritu comenzaron inmediatamente a hablar en lenguas, mientras que en Corinto no todos poseían el codiciado don (1 Co. 12.10, 30). La glosolalia en Hechos parecería ser una experiencia inicial irresistible, y posiblemente temporaria, mientras que las instrucciones de Pablo a los corintios indican un don contínuo sujeto al control del hablante (1 Co. 14.27–28). En Pentecostés las “lenguas” fueron entendidas por los oyentes, pero en Corinto era necesario contar con el don adicional de la interpretación para que resultaran inteligibles (1 Co. 14.5, 13, 27). Sólo en Pentecostés se menciona explícitamente que se trataba de lenguas extranjeras. Por otra parte, la glosolalia se manifiesta en todas partes en forma de expresiones con significado, inspiradas por el Espíritu Santo y empleadas principalmente para la adoración (Hch. 2.11; 10.46; 1 Co. 14.2, 14–17, 28).

Los “diversos géneros de lenguas” (1 Co. 12.10) pueden incluir lenguas no aprendidas, lenguas inexistentes, u otros tipos de expresión (cf. S. D. Currie, Int 19, 1965, pp. 274–294). En Corinto aparentemente no se trataba de lenguas extranjeras, lo cual Pablo indica utilizando una palabra diferente (fōnē, 14.10–11), porque para entenderlas era necesario contar con un don especial, y no con capacidad lingüística; tampoco eran para él sonidos extáticos sin significado, aun cuando la mente no estuviera activa (v. 14) y las expresiones fueran, sin interpretación, ininteligibles, incluso para el que hablaba (v. 13), porque era posible reconocer palabras (v. 19) y contenido (vv. 14–17), y las lenguas interpretadas equivalían a profecía (v. 5). Forma lingüística concreta es lo que sugieren las palabras gr. para “interpretar”, que en otras partes del NT, excepto en Lc. 24.27, siempre significan “traducir” (cf. J. G. Davies, JTS s.n. 3, 1952, pp. 228ss; R. H. Gundry, JTS s.n. 17, 1966, pp. 299–307), y Pablo probablemente las consideraba como lenguas celestiales especiales que no tenían las características humanas corrientes, inspiradas por el Espíritu Santo con fines cúlticos, como señal para los incrédulos (O. P. Robertson, op. cit.; J. P. M. Sweet, NTS 13, 1966–67, pp. 240–257), y, cuando eran interpretadas, para la edificación de los creyentes. Los corintios exageraron tanto el valor de la glosolalia, y abusaron en tal medida su uso, que Pablo limitó estrictamente su ejercicio en público (1 Co. 14.27–28), y destacó el valor superior de la profecía para la iglesia en conjunto (1 Co. 14.1, 5). Si bien es incierto en qué medida las manifestaciones posteriores de la glosalalia se asemejan al fenómeno neotestamentario, estudíos recientes las consideran como cadencias de vocalización, y no como lenguas.

Bibliografía. F. Chaij, La glosalalia: ¿Un nuevo Pentecostés?, 1970; L. Christenson, El hablar en lenguas, un don para el cuerpo de Cristo, 1967; J. R. Rice, Don de lenguas, 1957; W. Hendriks, Dones espirituales, 1972; J. M. González-Ruiz, “Glosolalia”, °EBDM, t(t). III, cols. 912–913.

J. Behm, TDNT 1, pp. 722–727; G. B. Cutten, Speaking with Tongues, 1927; J. D.G. Dunn, Jesus and the Spirit, 1975; A. A. Hoekema, What about Tongue-Speaking?, 1966; M. T. Kelsey, Tongue Speaking, 1973; J. P. Kidahl, The Psychology of Speaking in Tongues, 1972; W. J. Samarin, Tongues of Men and Angels, 1972; A. C. Thiselton, “The Interpretation’ of Tongues? A new suggestion in the light of Greek usage in Philo and Josephus”, JTS s.n. 30, 1979.

W.G.P.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico