I. Características generales
a. La naturaleza del “griego común”
El idioma en el que se han preservado los documentos neotestamentarios es el “griego común” (koinē), que era la lingua franca de las tierras del Cercano Oriente y el Mediterráneo en la época de los romanos. Se había impuesto en este amplio territorio como consecuencia de las conquistas y el expreso propósito cultural de Alejandro Magno, cuyas colonias proporcionaron focos para el uso ininterrumpido de dicha lengua. Ejerció influencia sobre el vocabulario del copto, el arameo judío, el
Una cantidad de escritores del período romano trataron de alcanzar el ideal ático, por lo cual el dialecto vivo de la época está bastante oculto en sus obras (Dionisio de Halicarnaso, Dión Crisóstomo, Luciano); y aun aquellos que escribieron en la koinē a veces fueron inevitablemente influidos por su fondo literario (Polibio, Diodoro Sículo, Plutarco, Josefo).
La lengua en que se escribió el
La koinē se caracteriza por la pérdida o atenuación de muchas sutilezas del período clásico, y por una pérdida de fuerza general de las partículas, conjunciones, y la Aktionsart de las conjugaciones verbales. El grado y los casos particulares de esta tendencia a la simplificación varían, naturalmente, aun dentro del NT, y mucho más dentro de la serie completa de monumentos lingüísticos del dialecto. El número dual ha desaparecido totalmente. Poco se emplea el modo optativo, y casi nunca estrictamente según los canones del ático clásico. La distinción entre el perfecto y el aorístico no siempre se observa, característica que a menudo se refleja en lecturas alternativas. Ciertas partículas,
En el vocabulario, los verbos compuestos ocupan el lugar de los simples, y los temáticos el de los no temáticos; aparecen las formaciones regresivas; en el sustantivo hay una marcada inclinación a utilizar diminutivos sin que necesariamente se refieran a pequeñez. En forma similar, el uso de conjunciones como hina y mē se extendió considerablemente; y el esquema de las oraciones condicionales (ya sea con ei o con un relativo) perdió sus matices claramente definidos. Esto no quiere decir que la lengua en esta forma haya quedado completamente debilitada y despojada de todo su poder y sutilidad, ya que siguió siendo un agudo y preciso instrumento de expresión. No obstante, sin el conocimiento de los procesos de atenuación que se produjeron, el expositor corre el peligro de ser excesivamente sutil en la exégesis.
Durante el período en que se escribió nuestro NT, bajo la dominación romana, la koinē estuvo expuesta a la influencia del latín, lengua que dejó su marca en ella. No obstante, esta impresión se refiere principalmente al vocabulario, y podemos verla en dos formas: los términos transliterados (p. ej. kentyriōn) y frases literalmente transpuestas (p. ej. to hikanon poieie = satisfacere). Se ha tratado de argumentar que el idioma original del Evangelio de Marcos fue el latín, como afirman algunos colofones siríacos, habiéndose erigido un caso plausible; pero la tesis no ha merecido mucha aceptación, ya que buena parte de los elementos probatorios tienen paralelos en los papiros o el gr. moderno. En realidad, es un axioma indiscutido de la erudición actual en este campo que lo que resulta natural en el gr. moderno es evolución de una locución helenística natural, y en su aparición en el NT no puede ser el resultado de influencia foránea sobre el gr. neotestamentario. Con respecto al idioma de Marcos, debe notarse que en Mateo y Juan, y aun en Lucas, hay latinismos de ambos tipos, mientras que el texto latino de procedencia africana, que se pretendía fuera el texto original, en realidad existe para los cuatro evangelios, y no solamente para el de Marcos.
b. Hebraísmos en el Nuevo Testamento
No se observan dialectos locales dentro de la koinē, y en los registros existentes poca variación local parece encontrarse, aparte de la pronunciación. Se han aislado unos pocos “frigianismos” y “egipcianismos”. Pero en los escritos neotestamentarios encontramos el problema particular de los semitismos,
Los hebraísmos se deben principalmente a la Septuaginta. La Septuaginta (LXX) es el texto bíblico principalmente conocido y usado en el período de la formación del NT. Su influencia sobre los escritores del NT varía. Resulta extremadamente difícil determinar esto, excepto en el caso de citación o fraseología explícitas, debido a los diferentes estratos en la LXX misma, algunas de cuyas partes fueron escritas en koinē idiomático, otras en buena koinē literaria, mientras que el Pentateuco y algunas otras porciones, en gran medida por razones de reverencia, se adhieren estrechamente al texto heb., aun cuando esto envuelve cierto forcejeo con el uso gramatical del griego. Se traducen frases heb. al gr. palabra por palabra, como p. ej. pasa sarx, ‘toda carne’, akrobystia, ‘incircuncisión’, enōpioe tou kyriou, ‘ante el Señor’; se emplean mucho los pronombres, siguiendo el uso heb.; varias características verbales del heb., especialmente el infinitivo absoluto, se traducen lo más literalmente posible al gr., p. ej. en este caso por el participio pleonástico o sustantivo relacionado en el caso dativo; se usan diferentes formas preposicionales perifrásticas imitando al heb., p. ej. en mesō, dia jeiros. En algunos casos, por ejemplo el último de los presentados, representa simplemente un excesivo uso de una costumbre ya observable en el gr. popular de la época.
El gr. del NT, sin embargo, no ha sido traducido del heb., y en los casos en los que (aparte de citas, etc.) se observan hebraísmos, se trata de obras que en general ocupan una posición elevada en la escala de elegancia estilística y literaria en el NT. Estas son Lucas, cuyo septuagintalismo es probablemente resultado de una mezcla deliberada, y Hebreos, cuyo autor está muy compenetrado de la LXX, si bien es capaz de emplear un estilo gr. altamente complejo y sutil. El gr. del autor de Apocalipsis, básicamente koinē, ha sido moldeado por su lengua materna semítica. Por ejemplo, impuso prolijamente la estructura verbal del heb. y el arm. sobre su uso de los verbos gr.; también puede verse la influencia heb. en los numerales. El estilo resultante aparece altamente semitizado, pero diferente de los estilos de la LXX.
c. El llamado “enfoque arameo”
Este enfoque es un método aun más difícil de seguir que la determinación de los hebraísmos. Esto se debe a muchos factores. Primero, se ha debatido bastante sobre cuál sería el dialecto apropiado de la muy difundida lengua aramea, en la que se cree que fueron formulados y preservados los dichos de Jesús. En última instancia, parecería que el Tárgum palestino, las porciones arameas del Talmud Yerusalmi y las fuentes samaritanas arameas son probablemente la guía más confiable, con el arameo bíblico y el siríaco cristiano palestino como útiles elementos auxiliares. Segundo, si bien para los hebraísmos tenemos una conocida traducción del heb. como guía, en el caso del arm. no hay literatura traducida, aparte de las
En vista de estas dificultades, es necesario proceder con cuidado. Las hipótesis más ambiciosas que consideran que los cuatro evangelios y partes del libro de Hechos son traducciones del arm. no han obtenido aceptación general. Es necesario adoptar posiciones más sobrias. Tenemos que evaluar las probabilidades, en gran parte, sobre la base de una preponderancia de (o predilección por) ciertas locuciones “no griegas, o por medio de patentes ambiguedades que se deben atribuir directamente a errores de traducción. Así encontramos que, hablando en general, los dichos y el material de las pláticas resultan ser los que muestran las señales menos ambiguas de traducción del arm.: a saber, dichos, complejos de dichos, parábolas, en los sinópticos; material de pláticas peculiarmente joanino; discursos en Hechos. En estas secciones se ha resuelto un número de ambigüedades recurriendo a la sintaxis y al estilo del arm.: es la conclusión más firmemente establecida de este método. En la mayor parte de los casos no han tenido aceptación general los intentos de descubrir flagrantes fallas de traducción en las cruces interpretum del gr.; cada erudito tiende a formular sus propias sugerencias en detrimento de otros y en forma crítica hacia ellos. En el caso de Juan no todos están dispuestos a encontrar fuentes arm., ni siquiera en las pláticas; más bien se ha postulado la idea de que es obra de un autor bilingüe, en la que el arm., su lengua más natural, ha dejado marcas indelebles en el gr., idioma más pulido. Este es ciertamente el caso con Pablo, cuya koinē dura y vigorosa está marcada en toda la extensión de sus obras por su íntimo conocimiento de la LXX, y a veces, quizás, por su lengua materna, el arameo.
II. Características estilísticas individuales
Habiendo resumido de esta manera las características generales del gr. neotestamentario, podemos hacer una breve caracterización de cada autor. Marcos se escribió en el gr. del hombre común; nuestro mayor conocimiento de los papiros ha ayudado mucho a iluminar su modo de expresarse, aunque todavía quedan arameísmos, especialmente el uso impersonal que hace de la tercera persona del plural del verbo activo para expresar una acción o un pensamicnto de carácter general. Tanto Mateo como Lucas utilizan el texto de Marcos, pero cada uno corrige sus solecismos, y depura su estilo, de acuerdo con principios que podemos ver ilustrados en su forma extrema en Frinico. El estilo de Mateo es menos distinguido que el de Lucas: escribe un gr. gramatical, sobrio pero cultivado, aunque con marcadas influencias de la LXX; Lucas es capaz de llegar momentáneamente a grandes niveles de estilo en la tradición ática, pero le falta capacidad para sostenerlos; en última instancia vuelve al estilo de sus fuentes, o a una koinē muy humilde. En ambos evangelistas, naturalmente, el fondo arm. del material se revela a cada momento, especialmenie en los dichos. Los dos primeros
Pablo escribe un gr. de mucha fuerza, con evidentes progresos estilísticos entre sus primeras y sus últimas epístolas. La evolución en Efesios en las epístolas pastorales es tan marcada que a llevado a formular más de una hipótesis de composición seudónima; pero naturalmente acepta otras explicaciones según el parecer de los eruditos conservadores (* Seudonimia). Hebreos está escrita en el gr. muy pulido de alguien que conoce a los filósofos, y el tipo de pensamiento y exégesis de los que es ejemplo Filón, aunque la LXX ha afectado la lengua y el estilo, como no fue el caso de Filón. Santiago y 1 Pedro evidencian un buen conocimiento del estilo clásico, aunque en la primera podemos ver también un poco de gr. muy “judío”. Las epístolas de Juan tienen lenguaje similar al de su evangelio, pero son más uniformes y evidencian un estilo más opaco, aunque las grandes diferencias de carácter literario y temático bien pueden ser factor determinante en esto. Judas y 2 Pedro muestran un gr. sumamente tortuoso y complicado; el escritor de la segunda ha sido acusado con alguna justificación de “atícismo”, y se ha descrito su obra como el escrito neotestamentario que gana con la traducción. Apocalipsis, como hemos indicado, es sui generis en lengua y estilo; su vigor, su fuerza, y su éxito no pueden negarse.
III. Conclusión
Podemos concluir que el gr. del NT, si bien muestra un molde pronunciadamente semítico en algunos lugares, sigue siendo esencialmente gr. en su gramática, su sintaxis, y aun en su estílo. Desde el punto de vista semántico, sin embargo, se reconoce cada vez más que su terminología está fuertemente moldeada por los usos de la LXX y por sus orígenes, etimología, y uso en griego. Este convencimiento dio origen al
En síntesis, podemos afirmar que actualmente conocemos el gr. del NT como un idioma que era “comprendido por el pueblo” y que fue usado con diferentes grados de éxito estilístico, pero con un mismo ímpetu y vigor, el de expresar en estos documentos un mensaje que, por lo menos para quíenes lo predicaron, era continuación de las escrituras del
Bibliografía. °C. H. Dodd, La interpretación del cuarto evangelio, 1978; C. B. Hale, Estudiemos griego, 1960; E. Hernández, Llave del griego, s/f; S. Yarza, Diccionario griego español, 1972; H. E. Dana, J. R. Mantey, Gramática griega del Nuevo Testamento, 1975; J. Mateos, El aspecto verbal del Nuevo Testamento, 1977; A. Urban, J. Mateos, M. Alepux, Cuestiones de gramática y léxico, 1977.
R. W. Funk, A Greek Grammar of the New Testament (rev. por F. Blass y A. Debrunner, Grammatik der neutestamentlichen Griechisch), 1961; J. H. Moulton, Grammar of New Testament Greek 1³ 1908; 2
Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.
Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico