LECTIO DIVINA

Raí­ces históricas

Una tradición sobre el modo de meditar, que proviene de los Santos Padres y que está basada en la meditación de la Palabra viva de Dios, se ha concretado en lo que se llama la «Lectio divina» o «Lectio sacra». Se llama «divina» porque se busca escuchar y responder a la Palabra y a la presencia de Dios, siempre bajo la acción amorosa de su gracia o de su Espí­ritu. Los Santos Padres (Orí­genes, San Jerónimo, San Ambrosio, San Gregorio Magno) hablan de escuchar y responder, desde lo más hondo del corazón. San Benito invita a los monjes a ocuparse en ella, como lectura y como estudio.

Desde el siglo XII, con Guido II el Cartujano (en «Scala Paradisi»), se estructura esta práctica a modo de camino que tiene diversas etapas. En realidad es siempre un itinerario a partir del «éxodo», quiere entrar en el «desierto» para escuchar la Palabra de Dios y, de este modo, llegar a la unión con él la nueva Jerusalén del más allá.

Escuchar la Palabra desde lo hondo del corazón

La «Lectio divina» centra la atención en la «lectura» de la Palabra para escucharla desde lo más hondo del corazón. En realidad, se quiere seguir la tradición patrí­stica de contemplar al «Verbo» escondido en los textos de la Escritura y en los acontecimientos salví­ficos de la redención.

Hay que seguir un proceso de «escucha» comprometida, un escuchar totalmente, que quiere responder a la invitación del Padre en el Tabor «Este es mi Hijo muy amado, escuchadle» (Mt 17,5). Es un proceso de escuchar para cambiar radicalmente y unirse a la voluntad de Dios manifestado en la revelación. Puede ser a nivel personal y comunitario, buscando siempre el silencio interior sin condicionamientos.

Un proceso comprometido y vivencial

El proceso se ha resumido ordinariamente en cuatro etapas o momentos, que pueden también entenderse en sentido de intensidad cada vez mayor, a modo de cí­rculos concéntricos lectura, meditación, oración, contemplación. Esta terminologí­a no corresponde siempre a la actual. Los autores espirituales, comentando el texto de Lc 11,9, lo resumen así­ «Buscad leyendo, y hallaréis meditando; llamad orando, y abriros han contemplando» (Guido el Cartujano, Scala Paradisi; San Juan de la Cruz, Avisos, 157).

La lectura significa la apertura a la Palabra tal como es, todo entera, en las circunstancias concretas de la liturgia y de la vida. Se recibe la Palabra como don de Dios, sin manipularla ni hacerle decir nuestras preferencias. Es una escucha sincera, objetiva, que respeta el misterio de Dios, porque su Palabra sigue siendo suya. Se quiere comprender sin condicionar ni imponer.

La meditación, en este caso, tiene el sentido buscar la verdad escondida en la Palabra, para dejarse cuestionar por ella, a modo de examen y sanación de criterios, escala de valores, actitudes. Es la reflexión sencilla a partir de la fe, sabiendo que los datos revelados llaman a la conversión de la mente, del corazón y de la vida.

La oración o petición indica la actitud de pobreza, precisamente al sentirse cuestionado por la Palabra. De esta conciencia de limitación, se pasa a una petición humilde y confiada. Es actitud de autenticidad y de verdad ante Dios que ama y habla al corazón.

La contemplación indica la unión con Dios, la elevación del espí­ritu hacia él, aceptando su voluntad y su modo de comunicarse, aunque sea en la oscuridad de la fe. Esta unión produce comunión y armoní­a con el mismo Dios, los hermanos y el cosmos. Ya todo deja entrever a Dios que, dando sus cosas, se da a sí­ mismo, más allá de toda humana expectativa. Llegar a esta actitud contemplativa no es una conquista, sino un don de Dios, que él da cuando quiere y como quiere.

Las cuatro «etapas» se puede considerar más bien como actitudes concéntricas, bajo el influjo de la gracia, que se intensifican cada vez más, armonizándose entre sí­ y tendiendo a la unión con Dios Amor, por Cristo y en el Espí­ritu, presente en la propia pobreza. Es un camino sencillo, asequible a todos, cuando no se hace de él una técnica o una especulación. El camino de la Lectio divina lleva a una entrega cada vez mayor a la contemplación, perfección y misión. La Lectio divina buscar orar la Palabra para hacerla vida personal y comunitaria, espiritual y apostólica.

Referencias Contemplación, experiencia de Dios, oración.

Lectura de documentos DV 25; PC 5; PO 18; CEC 1177, 2654, 2708.

Bibliografí­a AA.VV., Lectio divina et lecture spirituelle, en Dictionnaire de spiritualité ascétique et mystique IX 470-510; M. BALLANO, Lectio divina, en Diccionario Teológico de la Vida Consagrada (Madrid, Pub. Claretianas, 1989) 927-939; A. BERNARD, Teologí­a espiritual (Madrid, Soc. Educ. Atenas, 1994) 365-367; G.M. COLOMBAS, La lectura de Dios (Zamora, Monte Casino, 1980); I. GARGANO, Iniciación a la «lectio divina» (Madrid, Soc. Educ. Atenas, 1996; J. LECLERQ, Caracteres tradicionales de la lectio divina, en La liturgia y las paradojas cristianas (Bilbao, Mensajero, 1966) 227-240; M. MASINI, La lectio divina. Teologia, spiritualití , metodo (Cinisello Balsamo, San Paolo, 1996); S.A. PANIMOLLE, Ascolto della Parola e preghiera. La lectio divina (Lib. Edit. Vaticana 1987).

(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)

Fuente: Diccionario de Evangelización

La lectura personal y comunitaria de la Escritura como Palabra de Dios (lectio divina) es uno de los medios más eficaces que cada fiel tiene para coger los frutos de la escucha de la Palabra en la liturgia y prolongar sus efectos. Consiste en la lectura de una página de la Biblia a tin de que se convierta en oración y transforme la vida. Se puede realizar siguiendo dos itinerarios distintos. El primer itinerario, el clásico, parte del texto para llegar a la transformación del corazón y de la vida según el esquema lectura-meditación-oración-contemplación. El segundo itinerario parte de los acontecimientos de la vida para comprender su significado y su mensaje a la luz de la Palabra de Dios. Sus momentos pueden ser expresados en las siguientes preguntas: ¿cómo se revela la presencia de Dios en este acontecimiento?, ¿cuál es la invitación que el Señor me dirige a mí­ a través del mismo? Y la autenticidad de nuestras respuestas la comprobaremos remitiéndonos a los ejemplos o a las palabras de Jesús en el evangelio o a otras situaciones o palabras de la Escritura. Una variante de este método es el trinomio verjuzgaractuar, donde juzgar significa comprender el acontecimiento a la luz de la Palabra de Dios, y la acción se tiene que confrontar con los imperativos del evangelio. El primer método se adapta mejor a la lectura personal; el segundo, a un encuentro de grupo (revisión de vida). Pero los dos métodos se integran mutuamente. y se corrigen en lo que tienen de unilateral.

Carlo Marí­a Martini, Diccionario Espiritual, PPC, Madrid, 1997

Fuente: Diccionario Espiritual

La lectio divina indica actualmente una forma tradicional de leer y meditar en la Palabra de Dios. La expresión lectio divina o lectio sacra no significa directamente una lectura cualquiera o un estudio de la Biblia con finalidades cientí­ficas, literarias, exegéticas o hermenéuticas, ni tampoco una forma de meditación tradicional, sino más bien una atención particular a la palabra revelada y a aquel que nos habla en ella, el mismo Dios. Su cualificación de «divina» indica que la lectio tiene como objeto la Palabra de Dios y que se hace en la presencia del Dios vivo, bajo la acción de su gracia. Supone una relación con el Padre que nos habla en su Verbo y con el Espí­ritu que es el maestro y el éxegeta de la Escritura, en comunión con toda la Iglesia.

Este término se encuentra en Orí­genes, que habla de una théia anagnosis; la lectura asidua de las Escrituras, según sus indicaciones, supone un empeño particular la aplicación concreta de los sentidos espirituales para escudriñar los misterios escondidos en la Palabra, Según los Padres de la Iglesia, la lectio divina supone escuchar y responder. Jerónimo escribe: «Si rezas, eres tú el que hablas al Esposo; si lees, es el Esposo el que te hablan (Epist. 22, 25. PL 22, 41 1). Ambrosio recuerda los dos momentos del diálogo con Dios: «Le hablamos cuando rezamos y lo escuchamos cuando leemos los oráculos divinos» (De officiis ministrorum, 1, 20: PL 16, 50). Gregorio Magno desarrolla en su pedagogí­a la exégesis espiritual de la Escritura con el método de la ruminatio de la Palabra mediante los sentidos interiores. San Benito usa expresamente este término en su Regula 48, 1, cuando alude a la ocupación primordial de los monjes en la lectura divina («occupari… in lectione divinan) e invita a los monjes a dedicarse a la lectura y el estudio de la Biblia. En el siglo Xll encontramos en la obra de Guido 11, abad de la Gran Cartuja (-t 1188), una exposición metódica de la lectio en la Scala claustralium (PL 184 475-484), con un tratado sistemático en forma de carta al monje Gervasio. El autor la presenta como una escala de los monjes para subir al cielo. Enumera los cuatro escalones, que son la lectio, la meditatio, la oratio y la contemplatio. Describe el sentido de cada uno de estos momentos de esta forma: «La lectio es un estudio detenido de las Escrituras realizado con un espí­ritu totalmente esforzado en comprender. La meditatio es una actividad de la inteligencia que con la ayuda de la razón busca la verdad escondida. La oratio es un dirigir el corazón a Dios con el intenso deseo de evitar el mal y conseguir el bien.

La contemplatio es una elevación del alma por encima de sí­ misma, permaneciendo como suspensa en Dios y saboreando los gozos de la dulzura eterna… La lectura busca la dulzura de la vida bienaventurada, la meditación la encuentra, la oración la pide y la contemplación la experimenta». El autor, y a continuación toda la tradición monástica, hace remontar los cuatro escalones de la lectio divina a la explicitación concreta de las palabras de Jesús sobre la oración asidua (Lc 1 1,9): «Buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá: buscad en la lectura y encontraréis en la meditación, llamad en la oración y se os abrirá en la contemplación…» El concilio Vaticano II, acogiendo las instancias de la renovación bí­blica y monástica, aludió a la lectio divina, aunque no utiliza el nombre tradicional, sino más bien el de pia lectio (DV 25). Exhorta a los religiosos a la lectura frecuente de la Escritura para aprender » la ciencia sublime de Jesucristo» (Flp 3,8) (PC 5). «Pero conviene que recuerden que la lectura de la sagrada Escritura tiene que ir acompañada de la oración , para que pueda desarrollarse el coloquio entre Dios y el hombre» (DV 25). En nuestros tiempos, bajo el influjo de la renovación bí­blica y pastoral, la lectio divina se ha convertido -con las escuelas de la Palabra y los diversos grupos de oración, pero también con el método de la lectura de la «Palabra-Vida» en América Latina- en una de las formas más seguras y sobrias de la evangelización a partir de la Palabra rezada.

Tiene la misión de hacer de la oración personal y comunitaria una respuesta segura a la revelación del Dios vivo, que nos sigue hablando hoy a nosotros en las Escrituras (DV 21). Los autores contemporáneos sugieren, para una recta experiencia de la lectio divina, la necesidad de escuchar totalmente en el Espí­ritu, con los ojos vueltos hacia Cristo y en una actitud de silencio interior, en una relación viva con la realidad y con la historia de los orantes que es iluminada por la Palabra y sigue abierta a la praxis, a la acción en la que tiene que desembocar la contemplación. Por eso se habla no sólo de los cuatro escalones del método medieval, sino también de la continuidad en la vida con la consolación, el discernimiento, la decisión, la acción concreta en favor de los hermanos. La lectio divina recobra de este modo su linfa vital: orar y vivir la Palabra de Dios, Palabra de vida.

J Castellano

Bibl.: M. Magrassi, Lectio divina, en DE, 11, 468-477. M. Ballano. Lectio divina, en DTVC. 9’27-939; G, M. Colombás, La lectura’ de Dios, Monte Casino, Zamora 1980; J Leclerq, Caracteres tradicionales de la lectio divina, en La liturgia y las paradojas cristianas, Mensajero, Bilbao 1966, 227-240; Ch A, Bernard, La lectio divina, en Teologí­a espiritual Atenas, Madrid 1994, 365-367. Casa de la Biblia, Cómo leer la Biblia en grupo, Madrid 1992.

PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995

Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico