Realidad de gracia en la Iglesia Pueblo de Dios
Aunque la expresión «laico» significa cualquier miembro del «pueblo», se suele aplicar en la actualidad a un grupo peculiar del mismo Pueblo de Dios, del cual forman parte todos los bautizados según las gracias recibidas. Se califican como «laicos» a los bautizados cuya vocación consiste en una especial inserción en el mundo. Forman parte del «laicado» o del estado de vida descrito en el capítulo cuarto de «Lumen Gentium». Por su especial inserción en el «mundo», se llaman también «seculares». Aunque toda vocación tiene una «secularidad» especial, «el carácter secular es propio y peculiar de los laicos» (LG 31).
Más que a la terminología, hay que prestar atención a la realidad eclesial de la que forman parte los laicos. No sólo participan del profetismo, sacerdocio y realeza de Cristo como cualquier bautizado (cfr. LG 31), sino que viven esta realidad con una gracia especial de inserción en el mundo, que les otorga una «función específica y absolutamente necesaria en la misión de la Iglesia» (AA 1). Los laicos, «guiados por el espíritu evangélico, contribuyen a la santificación del mundo como desde dentro, a modo de fermento» (LG 31). Por esto, su identidad consiste en «extender el Reino de Dios y animar y perfeccionar el orden de las cosas temporales con el espíritu evangélico» (AA 4), es decir, «gestionar los asuntos temporales y ordenarlos según Dios» (LG 31).
Notas características del laicado
Las notas características del laicado son las siguientes 1ª) la «secularidad» o inserción plena «en el corazón del mundo» (EN 70), es decir, en el «orden temporal» o «ciudad terrena» (cfr. LG 31; GS 43; can. 225-227); 2ª) ser «fermento» evangélico con el espíritu de las bienaventuranzas, como exigencia del bautismo y del mandato del amor; 3ª) asumir la «responsabilidad» específica, como «derecho y deber» (can. 225) que deriva de la peculiar participación en el profetismo, sacerdocio y realeza de Cristo; 4ª) vivir y obra en «comunión» eclesial como miembros peculiares del Pueblo de Dios, partícipes «en la misma misión de la Iglesia» (LG 33), en armonía con la apostolicidad de la Iglesia y con los otros carismas y vocaciones.
Se puede hablar de «consagración» específica del laicado, aunque no en el sentido del sacramento del orden o de la profesión pública de los consejos evangélicos, sino como consagración del bautismo que queda reforzada con gracias posteriores específicas, que tienden a la inserción peculiar en las realidades humanas.
Esta realidad específica del laicado, como realidad de gracia, fundamenta su espiritualidad específica. La llamada de todo bautizado a la santidad o «perfección de la caridad» (LG 40) se conjuga con la «índole secular» del laicado (AA 29; CFL 15), sin romper el equilibrio entre el «espíritu evangélico» y la autonomía de las cosas seculares, para que «se realicen y progresen conforme a Cristo» (LG 31).
Diversos niveles de inserción misionera
De la consagración específica del laicado deriva una misión específica, que conlleva una responsabilidad propia en todos los campos de la misión eclesial local y universal. La especificidad de la misión laical deriva de inserción en los diversos campos de la «secularidad» familia (AA 11; EN 70-71), juventud (EN 72), educación y cultura (EN 19-20; RMi 37), vida sociopolítica y económica (AA 14; EN 70), trabajo (AA 13; EN 70; LE 24-27), medios de comunicación social (EN 45; RMi 37), migraciones o movilidad humana (AA 10,14). La responsabilidad evangelizadora es siempre de anuncio, celebración y comunicación del misterio pascual de Cristo. Las asociaciones o movimientos laicales ayudan a salvaguardar y vitalizar la especificidad espiritual y apostólica del laicado (cfr. RMi 72). Algunos servicios o «ministerios» tiene carácter laical (cfr. EN 75).
La misión específica de los laicos se desarrolla en diversos niveles (parroquial, diocesano e interdiocesano y universal), así como según los diversos servicios proféticos, sacerdotales y reales catequesis, liturgia, acción pastoral y social, consejos pastorales, administración… (cfr. AA 10; CFL 25-27). Esta misión debe abrirse a la universalidad de la Iglesia, también en el campo de la misión «ad gentes» o de primera evangelización (AA 10; AG 21, 41; EN 73; RMi 71-72). Esta participación misionera del laicado es una señal de madurez de la Iglesia particular. «Todos los fieles laicos deben dedicar a la Iglesia parte de su tiempo, viviendo con coherencia la propia fe» (RMi 74).
La inserción en la «autonomía de la realidad terrena» (GS 36) se lleva a cabo por el respeto a esas mismas realidades, con un actitud de «servicio» (GS 38), y por la orientación de la promoción humana hacia la salvación universal e integral en Cristo (cfr. LG 31; GS 34-39). El laico, «como miembro vivo y testigo de la Iglesia, hace a ésta presente y actuante en el seno de las realidades temporales» (AA 29). «La participación de los laicos en la expansión de la fe aparece claramente, desde los primeros tiempos del cristianismo, por obra de los fieles y familias, y también de toda la comunidad» (RMi 71). Se trata siempre d impregnar de «espíritu evangélico» las realidades humanas (Cfr. RMi 72; EN 70).
Referencias Acción Católica, bautismo, cursillos de cristiandad, familia, Institutos seculares, ministerios, promoción humana, Pueblo de Dios, profetismo, sacerdocio común de los fieles.
Lectura de documentos LG 30-38; AA; GS 38, 43; AG 2, 6, 13, 21, 41; EN 70-75; CFL 7-8, 64; RMi 71-74; CEC 897-913; CIC 224-231; Santo Domingo 94-103.
Bibliografía AA.VV., Vocación y misión del laicado en la Iglesia y en el mundo Teología del Sacerdocio 20 (1987); A. ANTON, Principios fundamentales para una teología del laicado en la eclesiología del Vaticano II Gregorianum 68 (1987) 103-155; J. AUMANN, The role of the Laity in the Church and in the World Angelicum 65 (1988) 157-169; R. BERZOSA MARTINEZ, Teología y espiritualidad laical (Madrid, CCS, 1995); J. BEYER, Le laïcat et les laïcs dans l’Eglise Gregorianum 68 (1987) 157-185; Y.M. CONGAR, Jalones para una teología del laicado (Barcelona, Estela, 1965); J. ESQUERDA BIFET, Dimensión misionera de la vocación laical Seminarium 23 (1983) 206-214; R. ESPINOSA, Promoción misionera de los laicos (Quebec, Univ. Laval, 1974); B. FORTE, Laicato e laicití (Casale Monferrato, Marietti 1986); (Pont. Consilium pro Laicis) Apostolado de los laicos y responsabilidad pastoral de los obispos (Roma, 1982); K. RAHNER, Fundamentación sacramental del estado laical, en escritos de Teología (Madrid, Taurus, 1971) VII, 357-379.
(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)
Fuente: Diccionario de Evangelización
Es importante actuar partiendo de valores cristianos, pero esforzándose por llegar a gestos que, sin perder nada de la fuerza evangélica, alcancen al hombre en esos valores profundos que son previos a cualquier confesionalidad y comunes a todos los hombres. Hay que manifestar concretamente la carga de humanidad que radica en la fe en Cristo, cuyo origen no podríamos negar sin negarnos a nosotros mismos y sin presumir de algo que no es nuestro, ya que se trata de un mero don de Dios que estamos llamados a comunicar a cada hombre de diferentes maneras y a través de distintas formas culturales. El discípulo del evangelio también es llamado a guardar la «diferencia», o sea, a saber manifestar el desbordamiento de la caridad evangélica, su fuerza escatológica, y no solamente su dimensión históricosocial. Precisamente porque viene del misterio, la caridad de la Iglesia está en condiciones de conferir a los programas humanos una dirección, una orientación, una reserva de energías; también la crítica, cuando haga falta. A fin de que esta aportación no parezca superficial o abstracta, necesitamos la inteligente mediación de competencias y01 habilidades, técnicas y políticas, con vistas a plasmar las estructuras de una sociedad compleja, conscientes de sus múltiples interdependencias. En el plano institucional, la diferencia peculiar de la fe se traduce en una participación solidaria de los cristianos, y a la vez en una riqueza de ideales de vida con respecto a la justicia meramente legal, lo cual es señal y anticipación de unas relaciones humanas éticamente más densas y abiertas a un horizonte trascendente.
Carlo María Martini, Diccionario Espiritual, PPC, Madrid, 1997
Fuente: Diccionario Espiritual