KENOSIS DE LA IGLESIA

DicEc
 
La palabra griega kenos (vací­o) aparece en el Nuevo Testamento en diversos textos, a veces sin implicaciones teológicas serias. En su forma verbal el uso más importante es el de Flp 2,7, donde podemos leer que Cristo Jesús se vació a sí­ mismo (ekenósen) de la forma de Dios (2, 5).
Esto no significa que Jesús abandonara su naturaleza divina, sino que asumió todas las limitaciones de la humanidad y, excepto en el momento de la transfiguración, mantuvo oculta su gloria hasta después de la resurrección. Los Padres no mantuvieron una teorí­a común de la kenósis, pero coincidieron en que esta no afectaba a la doctrina calcedoniana de que en Cristo coexistí­an de manera inseparable la naturaleza divina y la naturaleza humana.

En el siglo XX la noción de kenó sis ha estado muy presente en la teologí­a, especialmente en la soteriologí­a, apareciendo también ocasionalmente en la eclesiologí­a.

Aunque algunos autores de la época patrí­stica hablan de la preexistencia de la Iglesia, no resulta fácil ver cómo la kenósis en el sentido estricto de la palabra puede aplicarse a la Iglesia. Esto supondrí­a una Iglesia preexistente que se vací­a luego viniendo a la tierra o por medio de una caí­da de un estado anterior de gloria. Se puede decir, no obstante, que la Iglesia debe imitar a su Señor, que se vació por nosotros.

Esto implica un uso analógico (técnicamente «impropio») del término kenósis aplicado a la Iglesia. En la práctica esto significa que la Iglesia debe adoptar forma de sierva (ver Mt 20,24-28; Jn 13,15-17) y hacerse >pobre. El modelo más egregio para el autovaciamiento de la Iglesia es la declaración de sometimiento y obediencia de Marí­a (Lc 1,38).

Christopher O´Donell – Salvador Pié-Ninot, Diccionario de Eclesiologí­a, San Pablo, Madrid 1987

Fuente: Diccionario de Eclesiología