JUSTO, JUSTICIA

Justo es la traducción de varias palabras hebreas. Las dos más importantes son yāšār y mišpāṯ. La primera tiene el sentido de «ser derecho» mientras la segunda es una palabra forense que significa «juicio», como en Gn. 18:25. En el NT. la principal palabra es dikaios, que significa «igual». Generalmente se traduce «justo» o «recto».

El concepto de «justo» en el sentido de «recto» o «equitativo» se adquiere en una temprana edad en el desarrollo de la conciencia del niño y queda firmemente establecido. En una comunidad es oficio del juez declarar lo que es justo. Desde el principio en la comunidad hebrea se consideraba que los jueces actuaban de parte de Dios (Dt. 1:17). Dios es el juez de toda la tierra. No se podía pensar que él fuera a actuar en forma injusta. «Lejos de ti el hacer tal, que hagas morir al justo con el impío, y que sea el justo tratado como el impío; nunca tal hagas. El Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?» (Gn. 18:25).

Dios es la fuente de justicia, de modo que se puede confiar en todo lo que él hace como que es algo justo (Dt. 32:4; Ro. 9:14). La equidad de Dios como Juez se verá más claramente «el día de la revelación del justo juicio de Dios, el cual pagará a cada uno conforme a sus obras» (Ro. 2:5).

Puesto que el veredicto de Dios es absolutamente justo, la justicia del hombre puede ser definida en función del juicio de Dios. Justo es el hombre a quien el veredicto divino ha declarado justo; el malo es el hombre a quien Dios ha condenado.

Justicia es la traducción regular de la palabra ṣeḏeḵ y ṣәḏāqāh y del griego dikaiosunē. Originalmente estas palabras significaban «lo que se conforma con la norma», y para los escritores bíblicos esta norma es el carácter de Dios mismo.

Amós, en particular, enfatiza que Dios es imparcial en sus tratos. El profeta hizo un llamado pidiendo una justicia similar en los hombres (Am. 5:15, 24). Un elemento de la justicia de Dios es el infligir la retribución (Is. 61:2; 2 Ts. 1:6). Además, si en un mundo de injusticia y opresión se ha de establecer la justicia, Dios mismo debe ser el protector y vindicador de los oprimidos. Así, frecuentemente, la Biblia habla de la justicia de Dios como que se manifiesta en la defensa de quienes no tienen quien los ayude, esto es, los pobres, las viudas, los huérfanos y los extranjeros (Sal. 10:14; 72:12). Así sucede que la justicia está estrechamente vinculada con mostrar misericordia al pobre (cf. Mt. 6:1–2; 2 Co. 9:9–10).

En forma similar, Dios es justo en la protección de su pueblo, y al rescatarlo de la bota opresora. Al hacerlo, los vindica como pueblo suyo y muestra que ellos están en lo justo, esto es, los justifica.

Este sentido es claro en cada etapa de los tratos de Dios con su pueblo:

(1) En el rescate de la nación escogida de la opresión de Faraón y al establecerla en Canaán en presencia de sus enemigos. Las victorias que logra se describen como actos justos de Dios (Jue. 5:11; 1 S. 12:7), mientras Faraón mismo reconoció que las diez plagas eran una evidencia de la justicia de Dios (Ex. 9:27).

(2) En la redención de su pueblo del exilio, Dios mostró su justicia por la liberación de los suyos. La justicia está estrechamente asociada con la salvación (Is. 45:8; 46:13; 51:5–6).

(3) En la redención de su pueblo del pecado, y de la esclavitud al diablo. El reino mesiánico anunciado en Zac. 9:9, es «justo y salvador». El evangelio es poder de Dios para salvación a todo aquél que cree; en él se revela la justicia de Dios (Ro. 1:16–17).

La justicia de Dios se muestra en la salvación de su pueblo de sus pecados mediante la cruz de Cristo. Su pueblo ahora no está restringido a la raza judía sino que incluye a todos los que creen en Jesús. «Todo el que invocare el nombre del Señor será salvo».

Dios declara justos a quienes tienen fe en Jesús. Esto es, él los justifica. No puede haber dudas que aquellos a quienes Dios declara justos son justos. Es esta justicia de Dios con la que Pablo está ansioso de vestirse, más que de aquella justicia que pudiera pensarse que deriva de su propia observancia de la ley moral (Fil. 3:9). Lo primero lo describe como la justicia de Dios, lo segundo como su propia justicia.

La declaración de la justicia de su pueblo está basada en la redención obrada por Cristo (Ro. 3:24). En efecto, es una justicia a través de un completo perdón; pero este perdón está basado en un hecho objetivo, la sangre de Cristo (1 Jn. 1:7–9).

En la Escritura no hay indicación alguna que la declaración de Dios en el sentido de que los creyentes son justos esté en conflicto con el sentido de justicia implantado en nuestros corazones. Indudablemente tal conflicto es inconcebible, puesto que Dios es el autor de ambos. Sin embargo, Pablo reconoció que el hecho de pasar Dios por alto los pecados pasados, en vez de visitarlos con ira, necesitaba una explicación, la cual encuentra en la muerte de Cristo por el pecado (Ro. 3:25–26). Es aquí donde resolvió la aparente paradoja de un Dios justo que justifica al impío (Ro. 4:5).

Véase también Justificación

BIBLIOGRAFÍA

HDAC; HDB; TWNT (ET); Comentarios sobre Romanos y Gálatas; C.H. Dodd, The Bible and the Greeks; N.H. Snaith, Distinctive ideas of the Old Testament.

David Broughton Knox

HDAC Hastings’ Dictionary of the Apostolic Church

HDB Hastings’ Dictionary of the Bible

TWNT Theologisches Woerterbuch zum Neuen Testament (Kittel)

Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (343). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Fuente: Diccionario de Teología